
Alejandra Sánchez-Polo y Rita Álvarez Litben
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
montículos aislados en varios puntos del valle (Salazar,
2008, pp. 269-270 y fig. 15.1), lo cierto es que se carecía
de una imagen panorámica del fenómeno antrópico que
modeló el curso alto del Upano. Así, de forma prácti-
camente pionera en el Ecuador, en 2015 se desarrolló
el proyecto Características generales del paisaje cultural
arqueológico del valle del Alto Upano en un área de 300
km
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, dirigido por Olga Woolfson, en el Instituto Nacio-
nal de Patrimonio Cultural (INPC)
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. Su principal nove-
dad fue el empleo del escáner láser aerotransportado
(Light Detection and Ranging, Lidar) en un área conside-
rable del citado valle. A pesar de que algunos resultados
del proyecto ya han sido parcialmente diseminados (Ne-
ves et al., 2021; Pazmiño, 2021; Prümers, 2017; Velasco,
2021), este artículo trata de dar cuenta de sus resultados,
limitaciones y algunas propuestas de futuro.
2. Este proyecto, con identificador PIC-14-INPC-001, fue financiado por la
Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación
(Senescyt) en 2015 y contó con un equipo multidisciplinar conformado por
arqueólogos, geógrafa y geóloga, así como con ingenieros de la consultora
Technoproject. A fin de comprender los alcances y las conclusiones a las que
se llegaron originalmente, creemos necesario explicar que hubo ciertos des-
ajustes en el flujo de trabajo (Álvarez Litben et al., 2015, 1.
a
parte, apdo. IX).
La Alta Amazonía ecuatoriana es una zona fértil
en hallazgos arqueológicos, aunque reconocidos apenas
hace unas décadas. Si bien hubo algunos precedentes en
la investigación arqueológica de la región (un resumen
en Rostain, 2012a, p. 34), fueron principalmente Evans
y Meggers (1968) en los años 50 quienes se adentraron
en la zona en busca del horizonte de las cerámicas po-
lícromas. Anclados en una posición determinista ecoló-
gica, otorgaban a las antiguas culturas amazónicas un
bajo nivel de complejidad social y claras influencias que
provendrían del área andina.
Desde entonces, varias generaciones de arqueó-
logos/as se han interesado por esta región, intentando
indagar en las diferentes formas prehispánicas de orga-
nización social a partir de la materialidad. Uno de ellos
fue Donald Lathrap (1970), quien desde el Ucayali pe-
ruano estudió diferentes indicios del Alto Amazonas y
propuso una hipótesis contraria a la de sus predeceso-
res: que las culturas amazónicas habrían tenido no sólo
un desarrollo endógeno, sino que además podían haber
exportado distintos elementos culturales y prestado a
otras áreas andinas o del Pacífico una iconografía más
elaborada (un resumen de la historiografía arqueológica
amazónica en Heckenberger y Neves, 2009).
En el valle del Upano, las investigaciones en el ya-
cimiento de Wapula
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en la década del 80 (Porras, 1987,
1989) no hicieron que el sitio se considere en las discu-
siones sobre las formas amazónicas precolombinas de
organización social. Con el pasar de los años y nuevas
investigaciones, además de extensos estudios en otras
áreas de la Amazonía, se confirmó que la construcción
de montículos, algunos de ellos de carácter monumen-
tal, fue un fenómeno de amplio espectro, aunque re-
gionalizado (Erickson, 2008; Prümers, 2017). A pesar
de que la monumentalidad de Wapula estaba fuera de
duda y de que se tenía constancia de más complejos de
1. El sitio fue originalmente nombrado como “complejo de montículos San-
gay” por Porras (1987, 1989) y luego como “Huapula” por Salazar (1998, p.
222) y Rostain (1999b, p. 58), en consonancia con las referencias ofrecidas por
las poblaciones shuar y colonos de la zona. Aquí se ha optado por continuar
con la denominación dada en el proyecto, “Wapula”, adaptada a la fonética
shuar.
Introducción
El paisaje del valle del Upano
El valle del Upano se ubica en la ceja de selva
amazónica, en una singular zona entre la cordillera an-
dina (a más de 4000 m s. n. m.) al oeste y su piedemonte,
la cordillera del Cutucú (entre 600 y 2500 m s. n. m.), al
este. El río Upano, que nace cerca del volcán Sangay, re-
corre la falla sísmica activa del sistema subandino (Ros-
tain, 2013, p. 106), cavando de norte a sur en la vasta al-
tiplanicie (1000-1500 m s. n. m.) un lecho de hasta 2 km
de ancho, formando barrancos de entre 70 y 100 m de
alto (Figura 1a). Menos de 20 kilómetros al norte se ubi-
ca el río Chiguaza, también incluido parcialmente en
este estudio. Ninguna de las dos corrientes es navegable
en este tramo, mientras que son parte de cuencas hidro-
gráficas distintas: una andina y pertenece a la del Mara-
ñón, la otra amazónica y corresponde a la del Pastaza.
Una última particularidad topográfica que resaltar es el
volcán Sangay (Figura 1b). Este estratovolcán, de 5230
m s. n. m., señorea la región: es visible en muchos pun-
tos y la blanca cubierta del nevero lo singulariza sobre la