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INPC 2024
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Francisco Valdez
UMR PALOC: Instituto de Investigación para el Desarrollo, Francia -
Museo Nacional de Historia Natural, París
francisco.valdez@ird.fr
Julio Hurtado
Investigador asosiado a la Unidad Mixta de Investigacion PALOC (Patrimo-
nios Locales, Gobernanza y Globalizacion) IRD, MNHN, Paris
juliohs1961@hotmail.com
Alexandra Yépez
Investigadora asosiada a la Unidad Mixta de Investigacion PALOC (Patri-
monios Locales, Gobernanza y Globalizacion) IRD, MNHN, Paris
aiyepez@hotmail.com
Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte
de Esmeraldas.
La costa de la provincia de Esmeraldas está dominada por un ecosistema de manglar/bosque tropical húmedo, que aparente-
mente no es propicio para grandes concentraciones de población. Sin embargo, la zona norte fue antaño el emplazamiento de
una formación social compleja hoy denominada La Tolita-Tumaco. La adaptación humana a entornos tropicales, con humeda-
les, se refleja en la organización/utilización del espacio y en el desarrollo de sistemas productivos con técnicas especializadas.
Uno de estos sistemas, la agricultura sobre campos elevados, o camellones, ha sido evidenciado en un área conocida como la
Laguna de la Ciudad. Ubicada en la punta del delta del río Santiago, su evolución ha podido ser estudiada desde el primer mi-
lenio antes de la Era Común (a.C.). Este artículo describe la evidencia arqueológica relacionada con su implantación, apogeo y
abandono a lo largo de 3000 años. Junto al estudio del funcionamiento del sistema agrícola, en esta parte de Esmeraldas, varias
cuestiones científicas ocupan un lugar central: el origen del poblamiento de la región, la utilización del espacio y el desarrollo
de las redes comerciales, las interacciones a corta y larga distancia, la aparición y decadencia de sistemas socioculturales com-
plejos, la evolución tecnológica de la metalurgia y el simbolismo de los grandes estilos artísticos.
Resumen
STRATA, 01-06/ 2024, vol. 2, nro.1, e12
https://doi.org/10.5281/zenodo.10596169
Periodicidad: semestral - continua
Chorreroide, La Tolita, humedales, camellones, metalurgia
Palabras clave:
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
ISSN 2690-8120
https://revistas.patrimoniocultural.gob.ec/ojs/index.php/Strata
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
2
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
The coast of the Esmeraldas province is dominated by a mangrove/humid tropical forest ecosystem, which is apparently not con-
ducive to large population concentrations. However, the northern area was once the focus of a complex social formation called La
Tolita-Tumaco. Human adaptation to tropical environments with wetlands is reflected in the organization/use of space and the
development of productive systems with specialized techniques. One of these systems, agriculture on raised fields, or camellones,
has been evidenced in an area known as Laguna de la Ciudad. It located at the tip of the Santiago River delta, its evolution has
been studied since the first millennium of the Common Era (BC). This article describes the archaeological evidence related to its
establishment, heyday and abandonment over 3000 years. Alongside the study of the agricultural system's functioning in this part
of Esmeraldas, several scientific questions occupy a central place the origin of the settlement of the region, the use of space and the
development of trade networks, short and long distance interactions, the emergence and decline of complex socio-cultural systems,
the technological evolution of metallurgy and the symbolism of the great artistic styles.
Chorreroid, La Tolita, wetlands, agriculture on raised fields, metallurgy
Keywords:
City Lagoon: Construction of Cultural Landscapes in Northern Esmeraldas.
Abstract
Introducción
La provincia de Esmeraldas forma parte de la eco-
rregión Chocó ecuatoriano, como tal tiene un ecosiste-
ma diferenciado por una rica biodiversidad, con múlti-
ples especies de flora y fauna endémicas, que han sido
aprovechadas por el ser humano desde tiempos remo-
tos. La característica de esta región es una alta pluviosi-
dad (sobre los 3500 mm anuales), unida con temperatu-
ras cálidas, que hacen propicio el desarrollo de bosques
tropicales húmedos desde la franja litoral hasta la ceja
de montaña del occidente de la cordillera de los Andes.
A pesar de ser parte del Sistema Nacional de Áreas Pro-
tegidas (SNAP) de la mayor parte del territorio del nor-
te de Esmeraldas está actualmente amenazado por tres
factores modernos que alteran seriamente el patrimonio
y la vida de las especies que pueblan este territorio: 1- la
deforestación (legal e ilegal); 2- la minería (legal e ilegal)
y 3- el narcotráfico. En la modernidad, la condición de
las actuales poblaciones es de extrema pobreza, pues a
pesar de vivir en un medio paradisiaco, la precariedad
es el reflejo de una mala adaptación moderna a un en-
torno natural privilegiado. Los modos de vida campesi-
na en un sistema económico globalizado, agudizan las
inequidades que mantienen a los actuales habitantes de
la región en una relación de dependencia con el mundo
exterior, que causa profundas desigualdades.
En el pasado precolombino, la situación climática
/ ambiental era prácticamente igual a la actual, con la
diferencia de que, luego de las glaciaciones del holoce-
no, la transgresión del mar subió el nivel de las aguas
unos 30 metros, hasta alcanzar su máximo hace unos
5000 años (Stahl y Stothert, 2020, p. 27). La dinámica
de transformación de las costas del Pacífico fue particu-
larmente notable en la región del norte de Esmeraldas,
donde los fenómenos de transgresión y regresión marí-
tima determinaron la configuración actual de esta parte
del litoral. No obstante, en esta región juegan también
un papel los factores tectónicos provocados por el mo-
vimiento de las placas de Nazca y Sud américa. Estas
han actuado en distintas épocas, sobre las fallas geológi-
cas Mataje, San Lorenzo, de la Boca y de Yanayaca. Por
otro lado, durante el Cuaternario, el perfil costanero del
Ecuador central se vio afectado por un levantamiento
constante que formó una serie de terrazas marinas (ta-
blones) que llegan hasta una elevación de 300 m. En Es-
meraldas, el levantamiento costanero se detiene hacia
el norte de la provincia, en la falla de Yanayaca, desde
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
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INPC 2024
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Las Peñas hasta el Tapón Manglar de la Bahía de An-
cón de Sardinas (Winckell y Zebrowski, 1997; Collot et
al. 2002; Santana y Dumont, 2002). Allí aparece un am-
plio delta, formado entre la desembocadura de los ríos
Santiago-Cayapas y Mataje, que limita bruscamente en
el interior con un acantilado continuo de entre 10 y 15
m. Su extensión regional describe un gran abanico, que
desciende de las laderas bajas de la cordillera Occidental
de los Andes, para abrirse en la costa. El área del delta se
constituye de un margen de 15 km. de manglar, crestas
de playa y canales o esteros de marea. Su sedimentolo-
gía incluye piroclásticos, conglomerado volcánico, ma-
terial lahárico y de flujo de lodo, que forman láminas o
terrazas fluviales atrincheradas en la Formación Cacha-
bí (Collot et al. 2004; Dumont et al. 2006, pp. 101-102).
Con estos breves antecedentes geomorfológicos,
en este artículo se presentarán las evidencias arqueoló-
gicas que demuestran el papel que jugó la región norte
de la actual provincia de Esmeraldas en el desarrollo
temprano y tardío de las formaciones sociales que ocu-
paron esta parte del litoral pacífico. La antigua forma-
ción social, denominada La Tolita, es la más conocida
en esta región, pero es importante conocer sus antece-
dentes y de cómo estos pueblos se fueron transformando
a través del tiempo, hasta la época de la conquista espa-
ñola (Valdez, 1987; 1989; 1992). Para ello, se presentan
las evidencias arqueológicas encontradas en una de las
zonas míticas de la tradición oral de los pueblos asenta-
dos en el área cultural Tolita. Esta zona es denominada
desde tiempos remotos como Laguna de la Ciudad, por
estar inmersa entre los humedales que se encuentran en
la desembocadura del sistema fluvial Santiago-Cayapas,
en la margen sur del continente, frente a la isla Tolita
(Valdez, 2006). Fig. 1.
El estudio en esta región ha permitido evidenciar
datos que hablan de los procesos locales del desarrollo
sociocultural. Allí se han encontrado las pruebas del
primer poblamiento de esta zona, así como de las estra-
tegias de la utilización del espacio y del desarrollo pro-
gresivo de las redes comerciales a corta y larga distancia.
Mención especial merece la evidencia de la evolución
tecnológica de la metalurgia que con el tiempo dará
fama a La Tolita. Al final se discutirán los elementos
que permiten hipotetizar la aparición y decadencia de
sistemas socioculturales complejos, y del simbolismo de
los grandes estilos artísticos que están presentes en el
norte de Esmeraldas.
La Laguna de la Ciudad: entre el mito y la efica-
cia de la adaptación al pantano
El área conocida como Laguna de la Ciudad se
ubica en la parroquia La Tola, del cantón Eloy Alfa-
ro, en el norte de la provincia de Esmeraldas. Teodoro
Wolf, pionero de la geografía moderna de la República
del Ecuador, recorrió la zona en 1869 y la describió así:
Al Sur del pueblo de La Tola, que está situado al
lado meridional de la boca del río Santiago, se
extiende la llanura por unas tres leguas entre la
playa del mar y el río Pagota (tributario del Ca-
Figura 1
Ubicación de Laguna de la Ciudad, Esmeraldas – Ecuador.
Nota.
Elaborado por Francisco Valdez
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
yapas) hasta el río Vainillita. El centro de esta
gran llanura es muy pantanoso y se convierte,
en invierno, en un verdadero lago, habitado por
millares de aves acuáticas y palustres. Difícil es
conjeturar, porque a estos pantanos los habitan-
tes hayan dado el nombre de “La Ciudad” (Wolf,
1878, p. 218).
El mito de La Ciudad se fue enriqueciendo a tra-
vés de los años con el relato de los cazadores que se
aventuraban a penetrar en la zona desde inicios del si-
glo XX. Juan Garcia recordaba que una vez que entró en
el área selvática encontró calzadas, o caminos elevados,
en el pantano y que en algunas partes se observaban
acumulaciones de cerámica Tolita en los costados. Las
calzadas aparecían en distintas partes y se prolongaban
por distintas partes (Valdez, 2006: 189).
La fantasía sobre la Laguna y su ciudad fue una
parte activa en la tradición oral de los pueblos afrodes-
cendientes de La Tola, El Cuerval y Garrapata. Desde
estos poblados, la gente se aventuraba a ingresar al bos-
que pantanoso en busca de cosechas fáciles de frutas,
yuca, caucho y otras especies silvestres que allí se en-
contraban en abundancia. Algunas familias montaron
fincas en el bosque y tenían allí sus cultivos y frutales.
Cazadores experimentados frecuentaban el bosque,
donde abundaban las pavas, los monos, venados, tortu-
gas y caimanes. El relato común en La Tola es que, en
la época de los gentiles, la Laguna estuvo muy poblada
por gentes “muy ricas” que sembraban y cosechaban
gran cantidad de alimentos que comerciaban en toda la
región. La fruta y otras comidas silvestres eran los resi-
duos de lo que los nativos habían sembrado antes. Entre
las décadas de 1940 y 1960, compañías madereras en-
traron al bosque pantanoso para sacar ingentes cantida-
des de madera fina. Aprovechando los canales y esteros
naturales ingresaban lanchas de fondo plano para ex-
traer la madera que cortaban indiscriminadamente en
“tierras de nadie”. Hasta el día de hoy se pueden ver los
restos corroídos de algunas de estas lanchas hundidas
en el fango. Con el tiempo llegaron también los busca-
dores de tesoros, atraídos por la fama de la isla La Tolita
y practicaron la “huaquearía” en algunos sectores. Esta
actividad decayó con el tiempo porque el esfuerzo inver-
tido para ingresar al pantano no siempre justificaba los
“hallazgos”.
Caracterización de la región y estudios realizados
La Laguna de la Ciudad se ubica entre 1° 05’ y 1°
12’ de latitud norte y los 79° 01’ y 79° 05’ de longitud
oeste. El terreno se extiende sobre la llanura aluvial a
lo largo del extremo sur del delta del Santiago. Antigua-
mente tuvo una conexión directa al mar, a través de una
serie de antiguas líneas de playa (cordones litorales) que
se fueron formando y distribuyendo con el depósito de
los materiales y sedimentos pesados acarreados por el
torrente del río en la desembocadura del Santiago. La
región de estudio incumbe únicamente la planicie cos-
tera y se detiene al pie de las colinas que forman las es-
tribaciones de la cordillera Cayapas. Las alturas sobre el
nivel del mar oscilan entre 3 y 20 metros (m), progresan-
do paulatinamente desde la costa del Pacífico unos 10
km tierra hacia adentro. La llanura aluvial abarca unos
85.000 kilómetros cuadrados (km2) que reciben unos
3.500 mm de precipitaciones anuales.(Valdez, 2006:
191).
Los primeros estudios arqueológicos de la región se
dieron a fines de 1984, con el reconocimiento del sector
pantanoso ubicado hacia el interior del caserío El Cuer-
val. La prospección técnica se inició en agosto de 1987,
con un equipo formado por investigadores del Museo del
Banco Central del Ecuador, y tres miembros de la Misión
Arqueológica Francesa
1
: el geomorfólogo Jean Pierre
Thiay y los palinólogos Claude Caratini y Colette Tissot.
El ingreso al pantano se hizo por un estero estrecho hasta
un punto de tierra firme, donde se encontró un sinnú-
mero de zanjas y franjas elevadas que cubrían una buena
porción de terreno en el bosque. Se constató que las zanjas
aún drenaban una parte de las tierras anegadas, dejando
expuestas las franjas de tierra más elevadas. Se reconoció
entonces la existencia de camellones fósiles de cultivo. Se
1. Equipo arqueológico del Museo del BCE en La Tolita que trabajó en la
Laguna de la Ciudad (1983-1990): Francisco Valdez, Juan García Salazar,
Soledad Leyva, María Clara Montaño, Alexandra Yépez, Julio Hurtado Sa-
lazar, Jorge Hurtado Salazar. Misión Arqueológica Francesa en La Tolita
(1984-1988): Jean François Bouchard, CNRS; Jean Pierre Thiay, Université de
Pau et des Pays d’Adour, IRSAM; y Claude Caratini y Colette Tissot, Institut
Français B.P. 33 Pondichéry, India.
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
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INPC 2024
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
tomaron algunas muestras de sedimentos y material cul-
tural. Dada la importancia de las estructuras, se decidió
explorar la región en el futuro con un guía experimen-
tado. En esa época solo se contaba con fotos aéreas que
revelaban la existencia de los antiguos cordones litorales
que cerraban progresivamente el desfogue del agua por la
llanura aluvial desde la Cordillera Cayapas. La sucesión
de los cordones sobre la llanura aluvial muestra la evolu-
ción del paisaje a través del tiempo, desde la época de la
última transgresión marítima, hasta la actualidad (Tihay,
1988; Tihay y Usselmann, 1995; 1998).
El estudio de las zonas adyacentes a los distintos
cordones brindó la información arqueológica secuen-
cial de las distintas ocupaciones humanas de este espa-
cio. Con el cierre del drenaje natural de los esteros, los
cordones arenosos causaron el estancamiento de gran-
des caudales de agua dulce y formaron múltiples hume-
dales que constituyen la llamada Laguna. En los prime-
ros trabajos se exploraron varios cordones vistos en la
fotografía aérea y se efectuó la recolección de conchas
marinas integradas en las dunas y los suelos de cada
cordón, para fechar la formación de cada uno (Fig. 2). Se
recuperaron igualmente materiales culturales asociados
a los distintos cordones. Entre noviembre y diciembre
de 1988 se exploró el área hasta un punto llamado “El
Vapor”, desde ese punto se prospectaron múltiples cor-
dones y se recuperaron muestras orgánicas que luego
permitieron fechar la formación de las antiguas playas
marinas. El reconocimiento inicial de algunos sectores
del interior de la Laguna permitió formarse una idea de
la extensión de la zona culturalmente transformada, así
como del tipo de suelos, la vegetación actual, y el tipo de
vestigios arqueológicos asociados a determinadas partes
de la región (Valdez, 1989).
Estudios más detallados fueron realizados por el
equipo de la misión del
Institut de Recherche pour le-
Dèvelopement
(IRD) y del Museo del Banco Central del
Figura 2
Foto aérea y ubicación de los antiguos cordones litorales.
Nota.
Elaborado por Francisco Valdez
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
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Ecuador
2
a partir del 2000. Los trabajos consistieron en
el reconocimiento sistemático de las zonas ocupadas
por las camaroneras implantadas en la parroquia La
Tola. La tala del manglar y la consiguiente construcción
con maquinaria pesada de múltiples piscinas camaro-
neras expusieron y destruyeron muchas de las antiguas
ocupaciones precolombinas de esta zona del delta (Fig.
3). En estos trabajos se evidenciaron sobre todo las ocu-
paciones de distintas épocas de las fases La Tolita Tem-
prano, Clásico y Tardío, pero también se identificaron
materiales culturales de ocupaciones no relacionadas
con la tradición Tolita e inclusive postcoloniales (Val-
dez, 2000/2001).
Para la facilidad de los estudios se estableció un
campamento base en la parte firme de un antiguo cor-
dón litoral, llamado por los actuales pobladores como
“El Indio”. Desde este punto se planificó la prospección
sistemática de los distintos sectores del bosque y del
pantano. Hay que aclarar que la ocupación actual en el
interior del territorio ha cambiado mucho desde la dé-
cada de 1990 y mucho más desde la década del 2010.
Una migración campesina venida de las provincias de
Manabí y Los Ríos ha tomado posesión de muchos te-
rrenos antes poblados exclusivamente por el bosque tro-
pical. Algunas familias de La Tola extendieron sus fin-
cas gracias a la apertura de caminos carrozables en los
terrenos próximos a las camaroneras. Así muchas de las
zonas antes inaccesibles están ahora cubiertas por tro-
chas abiertas y mantenidas por sus actuales pobladores.
La deforestación del bosque, que se inició a fines de la
década de los 80s, ha transformado de manera irreversi-
ble toda la región. En los últimos años, el cultivo expan-
sivo de palma africana (
Elaeis guineensis
;
Jacq., 1763 y
específicamente de la variedad
Hibrido Tenera-INIAP
)
ha transfigurado inmensas porciones del territorio
antes cubierto de bosques y de especies nativas de los
humedales (Fig. 10). Para su explotación se abren cada
día caminos carrozables desde Borbón y La Tola. Estas
prácticas han alterado irremediablemente el ecosistema
de los humedales; por lo que este artículo constituye un
2. IRD/MBCE: (2000-2007): Francisco Valdez, Alexandra Yépez, Geoffroy de
Saulieu, Gaétan Julliard, François Caudal, Julio Hurtado, Felipe Salazar, Car-
melo Quiñonez.
Figura 3
Camaroneras modernas y sectores de Laguna de la Ciudad.
registro de la memoria patrimonial de la región. Para-
lelamente, ingresaron a estas tierras recónditas algunas
personas vinculadas con el procesamiento de sustancias
ilícitas, vinculadas además al tráfico de combustibles
entre Ecuador y Colombia.
Evidencias del origen del poblamiento del norte
de la provincia de Esmeraldas
La prospección del conjunto de la Laguna permi-
tió recabar información sobre las distintas ocupaciones
precolombinas. Las más antiguas, ubicadas sobre la base
Nota.
Elaborado por Francisco Valdez
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
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Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
del nivel inferior de sus antiguas playas, corresponden
a la denominada tradición “Chorreroide”, asociada, en
el sur de la provincia, a la fase Tachina (Stirling, 1963)
y a los sitios La Cantera (López Sebastián y Caillavet,
1979) y Tazones (Echeverría, 1980). En el norte de la
provincia, esta fase corresponde a las primeras manifes-
taciones del fenómeno Tolita Temprano, originalmente
identificado en la isla epónima (Valdez, 1987, pp. 51-57;
1997). Los materiales cerámicos de esta fase fueron en-
contrados en distintas partes de la Laguna y guardan
una similitud estilística y tecnológica con otros materia-
les encontrados en varios otros sitios costeros del delta
del Santiago, incluyendo Tolita de los Ruanos y otras
tres localidades situadas entre Limones y San Lorenzo.
Estos materiales son parte de la misma tradición que el
equipo de Paul Tolstoy y Warren DeBoer (1989) encon-
tró río arriba, en las márgenes del Santiago-Cayapas.
Los niveles tempranos de la parte superior de la cuenca
del Santiago-Cayapas corresponden a la fase Mafa en
la secuencia cultural establecida por estos autores (De-
Boer, 1996, p. 66). Las fechas de carbono 14 asociadas a
este material en el norte de Esmeraldas se ubican en el
primer milenio antes de Cristo, siendo las tomadas en
dos sitios de la Laguna los más antiguos, hasta la fecha:
Los contextos de estos materiales resultan ser las
primeras evidencias de una ocupación sedentaria en las
antiguas líneas de playa y en la parte interior del con-
tinente en el norte de Esmeraldas. Las antiguas líneas
de playa se encuentran hoy en el interior de la Laguna,
entre cuatro y cinco kilómetros de distancia de la costa
actual. En el sur de la provincia se han reportado ocupa-
ciones de la fase Machalilla y presumiblemente Valdivia
(Mercedes Guinea, comunicación personal julio 2003),
pero hasta la fecha no se ha evidenciado nada semejante
en el Norte, por lo que se puede asumir que la prime-
ra ocupación de esta parte del territorio se dio hacia el
tercer milenio AP (Antes del Presente). Las evidencias
tempranas de cultura material encontradas en la La-
guna muestran una calidad tecnológica-estilística muy
avanzada, similar a la tradición cerámica del norte de
Manabí (chorreroide / Chorrera). Es probable que po-
bladores de esa zona partieran de allí, ocupando progre-
sivamente los territorios del sur de Esmeraldas, luego
el norte del litoral y de la llanura aluvial adyacente. No
obstante, se puede descartar que poblaciones anteriores
se hayan asentado en los lugares que hoy se encuentran
sumergidos bajo el océano Pacífico, puesto que, en el
sector norte de la provincia, los cordones de playa más
antiguos en la Laguna han sido fechados en 5400 AP
y no presentan evidencias de ocupación humana. Los
asentamientos tempranos, sobre el suelo de los antiguos
cordones de playa, sugieren una paulatina progresión
de las poblaciones del sur de la provincia, que fue ga-
nando territorio, quizás tanto por la vía marítima como
terrestre. Como se verá más adelante, estas poblaciones
mantenían interacciones, a corta y larga distancia, con
pueblos contemporáneos, tanto en la zona del litoral
Pacífico como con las regiones del interior. Los pueblos
de la tradición chorreroide, mantenían desde épocas in-
memorables contactos con la ceja de montaña occiden-
tal y con la sierra andina. Prueba concreta de esto en la
Laguna es la gran cantidad de obsidiana, proveniente
de las fuentes (del sector de Mullumica) ubicadas en la
cordillera oriental de la provincia de Pichincha (Salazar,
1992; Burger et al.1994; Constantine, 2017; Dyhardahl
et al
.
2017; Dyhardahl, 2022, p. 274).
Tabla 1
Tabla 1: Fechamientos c14 de los contextos de la etapa Tolita Temprano
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14
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Figura 4
Formas y recipientes tempranos, sitio Las Balsas
La evidencia de los sitios en la Laguna demuestra
que la ocupación fue intensa, aunque dispersa, entre los
humedales, la llanura interior y los cordones de playa.
Algunos sitios muestran la intención de transformar
el medio con zanjas de drenaje en determinadas zonas
(Valdez, 2006, pp. 196-197). Los sitios detectados apare-
cen entre 150 y 200 cm de profundidad bajo la superficie
actual y están cubiertos por espesos depósitos sedimen-
tarios de carácter limoso mixto con arenas de gránulos
entre gruesos y finos. Estos sedimentos son los usuales
en una zona sujeta a continuas inundaciones. Los depó-
sitos culturales se encuentran sobre capas de arena fina
de coloración gris verdosa, con abundantes restos de
conchas triturada por la acción del mar. En estos nive-
les, la capa húmica es muy somera y recubre apenas los
restos de los materiales culturales tempranos. A pesar
de ello, hay sectores donde los depósitos son más espe-
sos, sugiriendo ocupaciones prolongadas.
Un buen ejemplo de las primeras ocupaciones
en la Laguna es el sitio Las Balsas, ubicado, en el sec-
tor denominado La Brea, en el extremo noroeste de la
región, a unos 600 m del margen actual del río Santia-
go. Su ubicación, registrada con GPS, es 17 N 719226
130187. El reconocimiento inicial del área se dio a través
de una zanja estrecha, abierta en el extremo suroriente
de una camaronera moderna. En los perfiles expuestos
de la zanja se observaron varios niveles antiguos de pla-
ya, a más de 1 m de profundidad de la superficie actual.
Estos estaban marcados por la presencia horizontal de
“conchilla” fina, molida por acción del mar, que reposa
sobre una capa fina de arena gris verdosa. La limpieza
de perfiles reveló material cultural inmerso sobre y den-
tro de la conchilla. Desde un inicio llamó la atención la
abundancia de cerámica de apariencia temprana, por la
finura de su pasta y la calidad del acabado de superfi-
cie (Fig. 4). La prospección, en los terrenos aledaños a
la zanja, reveló poco material cultural en la superficie.
No obstante, para detectar la extensión de los antiguos
niveles de ocupación se efectuaron sondeos en la zona
firme próxima a la zanja.
Las excavaciones en el sitio Las Balsas demostra-
ron la naturaleza de las ocupaciones en la primera época,
pues el material cultural encontrado es variado y abun-
dante. La excavación inicial se realizó en dos unidades
de 3 por 2 m, que luego se juntaron para complementar-
se. La secuencia estratigráfica se puede resumir en estos
puntos:
Nota.
Elaborado por Francisco Valdez
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
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Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Figura 5
Recipientes destacados en el nivel temprano.
1. En la limpieza de la vegetación se encontraron po-
cos tiestos superficiales, de apariencia tardía por el
grosor y aspereza de sus paredes. La estratigrafía fue
bastante homogénea, con sedimentos arcilloso–are-
nosos sin material cultural en la parte superior. Lo
notable fue la presencia de una capa horizontal de
ceniza volcánica que cubría la totalidad del subsuelo
entre 10 y 25 cm. Bajo esta capa apareció poco mate-
rial cerámico grueso y disperso, sin un contexto de-
finido. La excavación horizontal fina (
depacage
) re-
tiró sedimentos homogéneos exponiendo superficies
planas, con muy poco material cultural. Un aspecto
notable de los estratos fue la presencia de numerosas
micro astillas y lascas de obsidiana, que se profundi-
zaban junto a un material cerámico grueso, de colo-
res ladrillo, marrón o beige cremoso.
2. La excavación, en niveles horizontales constantes,
alcanzó una profundidad de 70 cm con la eventual
presencia de estrato negro, muy pegajoso, atestiguan-
do un antiguo horizonte de
guandal
3
, que cubrió un
antiguo nivel ocupacional.
3. A un metro de profundidad, apareció un conchal
mezclado, además, con otra mancha de ceniza vol-
cánica blanca
4
. A pesar del estado degradado del
conchero, se identificaron claramente almejas (pro-
bablemente Chione Subrugosa y Protothaca esper-
ma), caracoles pequeños (quizás Cerithum adus-
3. Estrato semi-liquido, compuesto de fango, arena y arcilla que se forma por
la inundación prolongada de un terreno, donde circula lentamente un cierto
flujo de agua, con el acarreo de materiales diversos en suspensión.
4. Posiblemente originada por el volcán Cuicocha -circa 3100 a.C.- (Constan-
tine,2017, p. 83)
tum), concha prieta (Anadara tuberculosa) y ostión
(Ostrea cortesiensis). Huesos de peces y mamíferos
pequeños abundaban en todo el estrato, sobre todo
integrados en el estrato base, negro amarillento, que
reposa bajo el conchero. Abundó el material cerámi-
co de apariencia temprana, mezclado con obsidiana
en esquirlas y lascas de distintos tamaños. Apare-
cieron igualmente lascas de pedernal, guijarros de
río y manchas de carbón integradas al sedimento.
material cultural. El contexto fue definido como un
basural que cubrió parcialmente el conchero.
La cerámica fina, con paredes de color rojo y gris,
prevaleció ampliamente sobre el material más burdo
que también apareció en el depósito. En este basural
fueron de interés especial dos recipientes fragmentados,
retirados de la parte central del basurero, y un tercero,
quizás una ofrenda funeraria, que salió en el perfil de
la trinchera, en otro sector del sitio, pero siempre en el
nivel temprano (Figs. 5). A pesar de no estar enteros, la
forma general de los recipientes es notable. El primero
es un vaso cilíndrico, con una figura humana pegada en
su pared externa. Este vaso es de color rojo ocre sobre
bayo, con una superficie no muy pulida. La figura hu-
mana tiene la particularidad de tener la cabeza inclina-
da, como si estuviese mirando al cielo en forma estáti-
ca. No tiene rasgos faciales bien dibujados, en su cara
predomina una nariz abultada y en los externos un par
de ojos mal trazados. En cierto ángulo, se los aprecia
como ojos con pupilas y cejas. Su apariencia resulta algo
siniestra. Aunque la figura no está completa sus rasgos
sugieren un ser amarrado hacia atrás. La posición de la
Nota.
Elaborado por Francisco Valdez
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
10
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
cabeza inclinada hacia arriba se complementa con la
posición de los brazos (fragmentados) que tienen tam-
bién una inclinación hacia la espalda, como si estuvie-
ran atados. Vista de perfil, la figura recuerda a un pri-
sionero sujeto contra algo, que en la pieza resulta ser el
recipiente. Los pies están rotos, por lo que no se aprecia
la posición original que tenían, pero por el espacio que
supuestamente ocupaban, parecen más bien pequeños.
A pesar de lo tosco de su factura, el conjunto tiene un
alisado con pintura roja que le dan el toque de elegancia
de un objeto especial. El personaje tiene huellas de ha-
ber tenido pintura roja en todo el cuerpo, aunque ahora
solo se la percibe claramente en una parte de la cabeza,
el tórax y algunas pequeñas manchas en las piernas. La
pieza salió fragmentada en la parte superior del conche-
ro central, cerca de la acumulación de piedras y tiestos
que tapaban al conchero.
El segundo recipiente es un cántaro pequeño, con
engobe rojo zonal sobre fondo gris, el interés del objeto
radica en la decoración esgrafiada que presenta sobre su
parte media. El motivo parece ser de un ave estilizada,
con las alas desplegadas. Este tema iconográfico apare-
ce a menudo, con algunas variantes, en la decoración
incisa sobre los fragmentos de cuencos y ollas encon-
trados en el basural. El tercer recipiente es una alcarra-
za, casi entera, encontrada inmersa en el perfil del nivel
temprano, a unos cuantos metros de la excavación del
conchero. La pieza ha perdido los picos gemelos con
asa puente que caracterizan a este tipo de recipiente.
El cuerpo, cubierto de engobe rojo pulido, es fitomorfo
con seis lóbulos modelados que sugieren una calabaza.
El doble pico aparece sobre una “tapa estilizada” que
rompe con la forma natural del fruto. Los recipientes fi-
tomorfos son parte de la tradición Chorrera que subyace
en la fase Tolita Temprano. El posible contexto funera-
rio original fue probablemente destruido por la zanja de
drenaje construida por la camaronera.
La excavación controlada en el contorno del con-
chero reveló sedimentos arenosos, arcillosos de color
oscuro, a veces con manchas amarillentas bien marca-
das. La presencia de carbón fue notable en un extremo
de la unidad. La tierra retirada fue tamizada en el agua
de la zanja, por lo que la recuperación de macrorestos
fue muy importante; con una alta cantidad de huesos
Figura 6
Lámina de oro, evidencia más temprana de metalurgia en Esmeraldas
de pescado, lascas líticas, carbón y tiestos diversos. En
la excavación, uno de los coautores, encontró una pieza
de metal que asombró por su finura y su contexto casual
entre los desechos (Fig. 6).
A una profundidad máxima de 120 cm, la excava-
ción presentó particularidades que no se observaron ori-
ginalmente en la zona central. La unidad fue cobrando
un ordenamiento que hizo pensar en un posible efecto
de pared, que pudo haber estructurado el depósito. El
conchero, propiamente dicho, ocupó la parte central del
espacio, con una proyección hacia la esquina suroeste
y otra, en diagonal, hacia el sector noreste. Es probable
que el sitio fuera un lugar de habitación, organizado en
el interior de la antigua línea de playa, aunque la excava-
ción no reveló ninguna evidencia de huecos de poste, el
efecto pared que sugiere la disposición de las evidencias
Nota.
Tomadas de Centre E. Babelon, CNRS, Orléans
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
11
INPC 2024
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
del basural en la zona “externa” hace pensar que hubo
una estructuración en el espacio de este hábitat. A pesar
del tamaño limitado de la unidad (6x4 m) se pudo tener
una visión más o menos completa del uso del espacio en
torno al conchero. Se pudo diferenciar zonas de concen-
tración de materiales y espacios vacíos en el entorno. El
contenido del conchero habla de actividades cotidianas
ligadas a la preparación y residuos de alimentos propios
del medio. Pero la presencia de recipientes fragmenta-
dos, de usos significativos o menos cotidianos, sugieren
otro tipo de actividades en la zona próxima al basural.
La información obtenida, tanto de la cultura ma-
terial, como de la utilización del espacio, ha permitido
hacerse una buena idea del tipo de asentamientos y del
modo de vida de los primeros habitantes de la Laguna.
El material cerámico recogido fue abundante e intere-
sante por lo variado y lo diagnóstico. Su identificación
por los rasgos chorreroides característicos, brindó la
suficiente confianza para tratar los nuevos aspectos de
la cultura material con certidumbre. La gran diferencia
existente entre los materiales de las ocupaciones tardías
de la Laguna y los de la primera etapa resultó ser un fósil
guía para la identificación y determinación cronológica
de los niveles encontrados. Los marcadores caracterís-
ticos de la alfarería se pueden enumerar de la siguien-
te forma: pastas finas (de 3 a 6 mm), con desgrasantes
finos (quizás molidos) de una granulometría homogé-
nea; acabados de superficie tersos: alisados y pulidos;
presencia de engobes (bayo, gris o rojo) en las paredes
exteriores e interiores de los recipientes; pintura roja,
parcial o total, en determinadas formas.
La decoración fue mayoritariamente efectuada
por líneas incisas, o a veces excisas, principalmente en
la zona comprendida entre el borde y la parte media del
cuerpo del recipiente. Los motivos en incisión son en
línea fina, geométrica o abstracta. En el borde externo
o interno del recipiente hay líneas paralelas (1,2 o 3) y
zonas con achurado formando paneles geométricos.
‒
Pintura roja, en bandas o en la totalidad del reci-
piente.
‒
Pintura negativa (negro) sobre fondo rojo y bayo.
‒
Pintura blanca (banda) sobre rojo.
‒
Pastillaje formando partes anatómicas de figuras en
algunos recipientes.
‒
Las formas abiertas más comunes son: cuencos se-
miesféricos, platos poco profundos, cuencos hori-
zontales con pedestal. Cuencos cilíndricos.
‒
Recipientes cerrados: cántaros pequeños y media-
nos, y ollas de tamaño mediano o grande. Alcarra-
zas con doble pico y asa puente. (Fig. 4)
‒
Figurillas antropomorfas y zoomorfas.
‒
Máscaras antropomorfas. (Fig. 7)
El simbolismo, presente en las decoraciones inci-
sas, hace referencia a la ideología imperante que repro-
duce, tanto formas naturales, como geométricas. Estas
son a menudo repetitivas con ligeras variaciones. Las
figurinas antropomorfas son variadas, algunas tienen
Figura 7
Cabezas de figurinas y fragmentos de mascara antropomorfa, nivel temprano
Nota.
Elaborado por Francisco Valdez
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
12
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
los rasgos típicamente Chorrera, pero se encuentran
también variantes locales con los ojos abiertos y la pu-
pila figurada. Los fragmentos de pies encontrados de-
muestran la presencia de figurinas huecas de tamaño
mediano. Hay figuras que parecen haber sido moldea-
das, con los brazos recogidos hacia el pecho. Entre las
figurinas zoomorfas aparecen variedades de simios y el
tema del felino. Estas evidencias tecnológicas e ideográ-
ficas muestran el inicio de lo que será el estilo artístico
de la cultura La Tolita, es por ello que fue denominado
como el Tolita Temprano, al final de la década de los 80,
en el norte de Esmeraldas (Valdez 1987; 1997).
La evidencia material encontrada en el basural de
un asentamiento ubicado próximo a las antiguas líneas
de playa, informa de una explotación de los recursos
marinos y ribereños. En la actualidad hay una franja de
manglar que cubre ambas márgenes del rio Santiago y
por lo que se ve en el conchero, es muy probable que
hace tres mil años el delta del Santiago tuviera una ve-
getación similar. Los huesos de algunos peces del basu-
ral corresponden a especies de alta mar, por lo que se
debe suponer que los antiguos habitantes disponían de
embarcaciones que navegaban en mar abierto. Aunque
no hay un análisis detallado de los mamíferos presentes,
se distinguen fragmentos de falanges de una especie de
pequeño venado (probablemente
Mazama americana
),
dientes de pecarí (
Pecari tajacu
), y huesitos de roedores.
El colmillo de un felino estuvo presente en el basural,
aunque no hubo otros huesos de esta especie, por lo
que se piensa que pudo haber sido un adorno corporal.
Un instrumento notable que fue excavado en el basu-
ral fue el fragmento de una espátula, fabricada en un
hueso largo calcinado y altamente pulido. El fragmen-
to es de corte triangular, tiene 12,4 cm de largo por 14
mm de ancho y 4 mm de grosor (Fig. 8). Se desconoce
la posible función del instrumento, pero el esmero en
su fabricación sugiere que debió ser una herramienta
especializada y muy apreciada. La tecnología y la mate-
ria prima empleada para su fabricación es significativa
por su eventual simbolismo. El hueso (posiblemente un
cubito humano) ha sido endurecido mediante el fuego,
presentando un color negro uniforme, y fue altamente
bruñido para obtener una apariencia suave y brillante.
Instrumentos similares, hechos igualmente en huesos
largos, muy pulidos, son comunes en la etapa La Tolita
Clásica (600 a.C. - 400 d.C.) se constata ahora que la tra-
dición de su uso se inició en la etapa Temprana.
Otro instrumento notable encontrado en la exca-
vación fue una punta foliácea de obsidiana, trabajada
con retoque bifacial rasante. La calidad y la finura del
objeto son una muestra de la maestría de los antiguos
talladores líticos. La obsidiana, como materia prima,
abunda en todo el contexto, aunque la mayor parte está
compuesta por esquirlas (desechos de talla) y pequeñas
lascas. Hay también pequeños restos de núcleos agota-
dos y algunas láminas que pudieron haber servido como
elementos cortantes en actividades cotidianas. Por su
color y transparencia, el material se asemeja a la obsi-
diana de las fuentes conocidas de Quiscatola y Mullumi-
ca, pero no hay análisis específicos que lo atestigüen. En
Figura 8
Espátula de hueso endurecido al fuego.
Nota.
Foto por Francisco Valdez
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
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5. Centre Ernest Babelon IRAMAT, UMR CNRS 5060. Orléans
todo caso, la obsidiana es un material procedente de la
cordillera de los Andes y su abundancia en el sitio es una
prueba de las interacciones a corta y larga distancia que
las poblaciones de origen chorreroide mantenían directa
o indirectamente con las poblaciones contemporáneas
del altiplano andino (Dyrdahl, 2022). El tipo de talla y la
morfología general de la pieza son muy similares a la de
una punta foliácea de pedernal, encontrada en contextos
excavados en el centro ceremonial de La Tolita (Fig. 9).
El fragmento de metal encontrado en el contexto
del basural fue probablemente parte de un adorno cor-
poral, perdido por su dueño en algún momento. El aná-
lisis metalográfico de trazas realizado por el Dr. Benard
Gratuze
5
demostró que se trata de una doble lámina de
oro cuyos componentes son:
Elementos mayores: Au 75,1%, Ag 8,93%, Cu
15,7% Pt 0,19%. Elementos menores, en valor parte por
millón (ppm): Fe 160; Zn 103; As 0,36; Ru 0,84; Rh 18;
Pd 30; Sn 2,04; Sb 0,15 y 0,09; Re 0,03; Os 19; Ir 23; Hg 15;
Pb 1,01 y Bi 0,70. (Valdez et al. 2005, p.7)
Estos elementos son coherentes con el oro aluvial
proveniente de lavaderos auríferos de la región del río
Santiago, por lo que se debe suponer que la materia pri-
ma es local. Sin embargo, no se puede afirmar que fue
fabricado en el lugar de su hallazgo. La lámina mide 18
mm de largo por 11 mm de ancho y un espesor máxi-
mo de 0,1 mm. Fue trabajada mediante la fusión de dos
laminillas, que luego fueron martilladas, al calor, para
formar un solo elemento. La forma final fue dada por
calado y martillado. Presenta la forma de la letra F con
dos perforaciones, de casi 1 mm de diámetro, separadas
entre sí por 1 cm. Las perforaciones sugieren que la pie-
za pudo estar sujeta a otro elemento, mediante la costu-
Figura 9
Punta de proyectil de obsidiana, similar a ejemplar de pedernal de La Tolita
Nota.
Foto por Francisco Valdez
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
14
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
ra con hilos vegetales o ganchos metálicos (Fig. 6). En la
metalurgia de la cultura Tolita es común la presencia de
objetos articulados mediante pequeños alambres, esta
podría ser una de sus primeras manifestaciones. La pie-
za es la evidencia más temprana del uso de metales en
el norte del Ecuador (Valdez et al. 2005; Valdez, 2021,
pp. 211-212), puesto que el fechamiento c14 del basural
es de 2660 ± 60 AP, calibrado a 2 sigmas: 915-780ª.C.
(2865 - 2730 AP).
En el transcurso de la prospección de la Lagu-
na se encontraron varios depósitos de esta época, con
materiales similares, en distintas partes de la línea de
este antiguo cordón litoral. Se muestrearon más de 10
sitios entre los sectores La Brea (cercano a la margen
del río Santiago) Zapotal, y el Vapor (sector más bajo al
interior de la Laguna). Esto demuestra que los primeros
asentamientos se dieron cerca o sobre las dunas de las
antiguas playas. La franja de este antiguo cordón litoral
se encuentra a unos 5 km de la actual línea costera, está
inmersa en la región que se inunda con la formación
cíclica de los humedales internos al pie de las colinas
de la sub-cordillera de Cayapas. La prospección reveló
así un patrón de asentamientos disperso a lo largo de la
antigua línea costera y al interior de la zona firme, pero
cíclicamente anegadiza. Un cálculo conservador para la
extensión de los sitios de esta etapa es de un máximo de
300 m (dispersión de los restos materiales en un mismo
sector). Como se anotó en una publicación anterior “El
tamaño de los sitios vistos sugiere que el núcleo familiar
fue el eje de la producción agrícola, la caza, la pesca,
la recolección y probablemente también el foco de las
actividades artesanales” (Valdez, 2006, p.198). Fuera del
sector de la Laguna se detectaron algunos otros sitios
de esta época, con materiales similares que reflejan una
tecnología especializada, que incluye alfarería y meta-
lurgia. El caso de Tolita de los Ruanos es un buen ejem-
plo en territorios costeros próximos a la actual pobla-
ción de San Lorenzo. Una identidad común caracteriza
la tradición chorreroide que fue identificada por Jean
François Bouchard en la región de Tumaco, más al nor-
te del litoral esmeraldeño (Bouchard, 1984; Bouchard y
Usselmann, 2003).
La construcción de campos elevados de cultivo
(camellones)
Se ha detallado la información de un sitio impor-
tante de las primeras ocupaciones encontradas en la
Laguna, en vista de que estas son, probablemente, las
menos conocidas y quizás las más interesantes para la
discusión. Le siguen, cronológicamente, las ocupacio-
nes pertenecientes a las fases Tolita Clásica (600 a. C.-
400 d.C.) y Tolita Tardía (400 – 800 d.C.) que no serán
mayormente discutidas en este trabajo, ya que han sido
bien descritas, tanto estilística como tecnológicamente,
en la literatura arqueológica de Esmeraldas y del sur
costero de Colombia (Uhle, 1927a; 1927b; Ferdon y Cor-
bett, 1941; Cubillos, 1955; Errázuriz, 1980; Bouchard,
1984; Valdez, 1986; 1987; 1989; 1992; Tolstoy y DeBoer,
1989; Patiño, 1988; 1993; Stemper y Salgado 1992; Bou-
chard y Usselmann, 2003; Brezzi, 2003; DeBoer, 1996,
Ugalde,2009; 2019).
La ocupación de la Laguna durante la fase La To-
lita tiene un incremento notable a lo largo de los dis-
tintos cordones litorales, observándose concentraciones
de materiales de estas épocas a lo largo y ancho del te-
rreno prospectado. Aparecen novedades en el manejo
del espacio de los humedales, con la construcción de ca-
nales de drenaje, curvos y rectilíneos (Fig. 10). Se cons-
tata, además, la construcción de franjas elevadas sobre
el nivel de la ciénega, con el retiro progresivo de una
gran cantidad de sedimentos húmedos, dispuestos lue-
go sobre los costados, elevando así el nivel de los suelos
firmes. Estas construcciones agrícolas se denominan
usualmente camellones. En la superficie de las zonas
menos anegadizas se registran claras señales de ocupa-
ción con actividades novedosas como la construcción de
tolas o montículos artificiales; que caracterizan deter-
minados sectores del territorio drenado. Estas construc-
ciones no están agrupadas, y por su tamaño sugieren ser
pisos elevados de vivienda. Por lo general, aparecen en
zonas donde se han construido zanjas y canales de dre-
naje (Fig. 11). En los basurales expuestos, hay material
característico de las fases La Tolita Clásica y Tardía. Con
una mayor representación de la fase tardía. En estos sec-
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
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Figura 10
Campos elevados rectilíneos y curvos, junto a cultivos de Palma Africana
Figura 11
Campos elevados de cultivo de la época La Tolita
Nota.
Imagen Google Earth Pro
Nota.
Imagen Google Earth Pro
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
16
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
tores, se constata también la construcción de calzadas
largas que cruzan a las zonas inundadas y comunican
con sectores antes no ocupados. En general, las zonas de
ocupación son más amplias que en la época temprana,
con una concentración de materiales arqueológicos so-
bre cientos de hectáreas de terrenos transformados. Hay
zonas firmes donde el material Tolita Clásico es pre-
ponderante, allí se ve hoy el resultado de la actividad de
excavaciones clandestinas. Los informantes nativos de
la zona afirman que, en las décadas de los años 1970 y
1980, personas venidas de la isla vecina realizaban gran-
des excavaciones, encontrando cementerios ricos, con
ofrendas de oro y cerámica. En estos sectores el material
clásico aflora aún en superficie, junto con algunos res-
tos humanos dispersos. En varios de los sectores donde
las calzadas existen, se pueden ver a menudo, materia-
les de la etapa Clásica, inmersos en el material de relle-
no de la calzada, lo que implica que ese material estaba
contenido en la tierra que se empleó para construir la
calzada, elaborada en una etapa posterior.
Los detalles específicos de este crecimiento han
sido ya descritos en una publicación anterior (Valdez,
2006, pp. 198-200) por lo que no se los repetirá en esta
entrega. Basta con decir que el proceso de construcción
de los campos elevados de cultivo se da de forma acele-
rada en distintas partes de la Laguna. El incremento en
la ocupación que se observa ocupa tanto las zonas fir-
Tabla 2
Fechamientos c
14
de los contextos de las etapas Tolita Clásica y Tardía
Muestra #SitioFecha
14
CCalibración 2 sigmas
Beta197179Balsas 02-041930 ± 70 AP50 d.C.-240 a.C. (2000 - 1710 AP)
Gif 11899EL Indio -031585 ± 50 AP328-621 d.C. (1622 - 1329 AP)
Beta181460Pte. Bosco-031400 ± 90 AP530-815 d.C. (1420 - 1135 AP)
Beta197178La Brea 02-041350 ± 70 AP630-890 d.C. (1320 - 1060 AP)
mes como las anegadizas, habiendo concentraciones de
establecimientos en las zonas drenadas artificialmente
(Lim et al. 2014, p. 3). Hay que recalcar que la ocupación
se prolonga entre los años 600 a.C. y 800 d.C. correspon-
diente a las etapas Tolita Clásica y Tolita Tardía. Con-
viene reiterar que los materiales diagnósticos están pre-
sentes, en forma abundante, aún después del supuesto
abandono del centro ceremonial en la isla, fechado en el
400 d.C. Los datos, encontrados sobre una extensión de
unas 1600 hectáreas (Valdez, 2006, p.199) sustentan la
hipótesis de que una población residente en esta parte
del continente convivía y sostenía al centro ceremonial,
ubicado en la principal isla de la desembocadura del río
Santiago. La producción agrícola generada en los cam-
pos elevados de cultivo proveía un sustento estable a la
población residente en la Laguna, permitiendo que los
excedentes producidos sean el sostén de las actividades
efectuadas en el centro ceremonial. La evidencia de esta
población se refleja en el contenido de los basurales en-
contrados, en el medio saneado y transformado para ser
cultivado y cosechado de manera constante. Estos de-
sechos son similares a los excavados en la isla La Tolita,
donde no hay campos elevados de cultivo. No obstante,
en ambos casos se ha podido evidenciar el aprovecha-
miento de todos los recursos existentes en el medio. Los
análisis de polen y de acumulación de carbón efectua-
dos demuestran que la población dejó su impacto a par-
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
17
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tir del 2500 AP, con la presencia de
Zea mays
desde el
3730 cal yr AP (Lim et al. 2014, pp. 5,10-11) con una
mayor representación a partir el 2500 AP.
Para terminar con este tema hay que subrayar el
hecho de que la Laguna es una ciénaga de agua dulce,
con franjas de tierra firme (los cordones litorales), ubi-
cada en un medio costero, cubierto por manglares. La
evidencia en el centro ceremonial del consumo masivo
de alimentos exigió una producción a gran escala, que
no podía darse en el medio limitado que distingue el en-
torno inmediato del centro. La infraestructura de cam-
pos elevados de cultivo, descubierta en la Laguna, se
presenta como el probable granero de La Tolita y como
el antecedente de las ocupaciones posteriores a la deca-
dencia del centro ceremonial (Valdez, 2008).
Las últimas ocupaciones en la Laguna
La prospección efectuada en el conjunto de la La-
guna ha puesto en evidencia un nuevo panorama sobre
los asentamientos pertenecientes a la era post Tolita. En
la región de la desembocadura del río Santiago, próxima
al centro ceremonial situado en la isla, no se conocían
evidencias arqueológicas pertenecientes a la época pos-
terior de la era Tolita. En las cabeceras de los ríos San-
tiago y Cayapas, Tolstoy y DeBoer (1988; DeBoer,1996)
identificaron asentamientos tardíos, con una cultura
material que no presentaba rasgos comunes con la tra-
dición Tolita. Hallazgos similares hicieron Bouchard
y Patiño, al otro lado de la frontera colombiana, en la
región de Tumaco (Bouchard 1984; Patiño 1988, 1993).
Figura 12
Formas de la alfarería del Post Tolita. Recipiente céfalomorfo.
Nota.
Elaborado por Francisco Valdez
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
18
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Desde el punto de vista estratigráfico, las últimas ocu-
paciones encontradas en la Laguna mostraron rasgos
bastante menos elaborados que los encontrados en los
niveles inferiores. Los contextos habitacionales de esta
última época presentaron una cerámica de apariencia
funcional, con acabados de superficie poco cuidados y
con rasgos decorativos menos elaborados. Las caracte-
rísticas tipológicas comparten algunos rasgos de las fa-
ses definidas para las cuencas altas del Santiago y del
Cayapas, pero presentan además nuevas formas y nue-
vos motivos decorativos (Valdez:2006: 201). (Fig.12).
En el conjunto del área prospectada, las evidencias
culturales más numerosas pertenecen a estas ocupacio-
nes tardías y en muchos casos estos sitios se asientan
en zonas que no presentan huellas de las ocupaciones
anteriores; no obstante, estas aparecen siempre liga-
das a las obras de saneamiento o de transformación del
pantano. Es probable que en esta época se realizaran la
mayor cantidad de obras hidráulicas relacionadas con la
producción agrícola.
A partir del año 800 d.C. hay una ocupación
mayor de la parte interior de la Laguna, que antes no
mostraba asentamientos notables. Aparece una can-
tidad de nuevos sitios “funcionales” en las zonas más
húmedas de la ciénega. Por ello, se puede pensar en la
etapa de transformación del paisaje, con el surgimiento
de nuevos campos de cultivo. El sistema agrícola que
aprovecha las tierras inundadas comienza a genera-
lizarse mediante un sistema amplio de drenaje de los
cordones altos, se recuperan así, muchas tierras antes
sumergidas. Se crean multitudes de pequeñas parcelas
en el pantano. El sistema es siempre igual, se procede a
la acumulación de sedimentos sólidos sacados del fon-
do de la ciénaga para construir franjas de tierra firme,
estas son en general largas y poco anchas, que pueden
ser mantenidas sin mayor esfuerzo (Fig. 13). Se drenan
lomones, como si fueran pequeños islotes, en un medio
perpetuamente húmedo. No obstante, la lógica es clara,
se trata de encausar y desviar los flujos de agua estan-
cada hacia los sectores con un desagüe natural, donde
se forman lagunillas. En la publicación que se hizo en
el 2006, se mencionó que muchos estanques rudimen-
tarios que subsistían se realizaba la cría (controlada o
no) de muchas variedades acuáticas o anfibias, tal como
peces, anguilas, cangrejos y otros moluscos, así como
tortugas, iguanas y caimanes (Valdez, 2006: 204).
Los sitios de habitación aparentemente no están
en todos los sectores del pantano, hay zonas donde no se
encuentran materiales culturales. Esto contrasta con zo-
nas donde aparecen basurales con una buena cantidad
de material cultural tardío (cerámico y lítico) mezclado
a veces con conchas traídas de las zonas próximas al río
o al mar. En estos sitios se pueden distinguir, además
de los camellones y las zanjas laterales, nuevas calzadas
que comunican amplios sectores del pantano. Por lo ge-
neral, estas son rectilíneas y pueden llegar a tener más
Figura 13
Camellones de la época Post Tolita.
Nota.
Imagen Google Earth Pro
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
19
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de un kilómetro de longitud. Su ancho es de unos tres o
cuatro metros y su altura sobre el nivel circundante es
de unos 50 o 60 cm. Como en las calzadas de la época
Tolita, en algunas partes del trazo, se pueden apreciar
acumulaciones de materiales culturales de épocas pa-
sadas, usadas sin duda para solidificar la construcción.
Hasta el 2008 los camellones estaban parcial-
mente protegidos por el pantano y los sájales (bosques
tupidos de sajo) que cubrían buena parte de la Lagu-
na. Algunos campesinos de La Tola los aprovechaban,
drenando los excesos de agua estancada y reabriendo
los antiguos canales. Con la llegada de los campesinos
de las provincias de Manabí y Los Ríos, muchos de los
bosques han desaparecido, y los terrenos antiguamente
transformados han sido convertidos en pastizales. Los
que se mantienen aún en terrenos inaccesibles pron-
to desaparecerán por la creciente plantación de Palma
Africana que se ha popularizado en los últimos diez
años.
Uno de estos sitios, localizado en el sector co-
nocido como “El Indio”, fue excavado para conocer su
filiación cultural y su contenido. El sector, de aproxi-
madamente seis hectáreas, presenta un conjunto de
camellones que se destacan sobre el nivel del pantano
como lomones alargados y elevados. El sector fue defo-
restado hacía muchos años con el propósito de estable-
cer pastizales para el ganado de campesinos de La Tola.
El área de los camellones se levanta al extremo de un
antiguo cordón litoral. Este se presenta como un terre-
no firme elevado, muy arenoso. El área de excavación
ocupó la parte alta del terreno, donde crecen algunos
árboles frutales sembrados por los campesinos.
La unidad de excavación fue originalmente de dos
por tres metros, pero se fue ampliando hasta alcanzar
una dimensión de seis por cuatro. La intención original
fue tener una visión exacta de la estratigrafía del lugar
para tratar de explicar la naturaleza de la elevación. La
excavación reveló una estratigrafía particular que se sin-
tetiza en cuatro niveles:
1. El nivel húmico, arcilloso y compacto hasta los 10
cm. en que aparece una capa de ceniza volcánica algo
alterada por las raíces de la vegetación superficial. No
obstante, la capa es sólida y pura, midiendo entre 3
y 5 cm, que varía por una ligera inclinación en el te-
rreno.
2. Entre los 15 y 20 cm. sigue un estrato arcilloso are-
noso, que contiene algunos tiestos dispersos, sobre
toda la extensión de la unidad. No hay mayor es-
tructuración del conjunto por lo que no se lo puede
calificar de basural. En la esquina noroeste aparece
una acumulación discreta de fragmentos de reci-
pientes de mayor tamaño, que se prolonga hacia el
sureste, dejando espacios vacíos en algunas zonas.
El material se generaliza a partir de los 20-25 cm.
con cerámica de un color rojo ladrillo a bayo claro.
Algunos fragmentos presentan decoración en ban-
das rojas anchas. Sobre el piso plano hay cerámica
en casi toda la superficie excavada. Hay residuos de
carbón diseminados. En las proximidades de la es-
quina sureste aparece una piedra porosa, de color
blancuzco, que presenta dos depresiones a un lado
y que sugiere haber sido usado como algún tipo de
mortero, o como una mano de metate. A lo largo
Tabla 3
Fechamientos c
14
de los contextos de la etapa posterior a La Tolita
Muestra #SitioFecha
14
CCalibración 2 sigmas
Beta171893El Indio 09-021050 ± 80 AP810 - 840 AD (1140 - 1110 AP)
GX-30045El Indio 03-03750 ± 60 AP1212 -1326 AD (738 - 624 AP)
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
20
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
de la excavación se anota la presencia de muchas
mini lascas o esquirlas de piedra (pedernal y alguna
obsidiana), lo que da la impresión de que se trató de
un área de actividad especial. En la tierra se encuen-
tran guijarros de tamaño pequeño, que pudieron ha-
ber estado inmersos dentro del estrato natural.
3. Entre los 35 y 50 cm., bajo una capa relativamente
estéril, sale lo que parece ser una segunda acumula-
ción de material, compuesta por fragmentos de buen
tamaño que ayudan a reconstruir algunas formas de
esta ocupación. El carbón sigue siendo abundante.
A pesar de la relativa abundancia de material, la
mayoría es de pobre calidad, muy erosionado en su-
perficie, y deleznable en consistencia. El estrato es
similar al superior; arcilla arenosa bastante compac-
ta, de coloración bayo oscuro. La esquina noroeste
es más oscura, quizás por una mayor cantidad de
material orgánico. Se registra la presencia de hue-
sos de pescado muy desechos en torno a una ligera
concentración de tiestos. El nivel (o los dos niveles
encontrados) sugieren que en la cima del terreno
firme hubo una buena ocupación en épocas tardías.
Por el tipo de material cerámico visto, se juzga que
es de carácter doméstico, persisten abundantes de-
sechos de talla lítica, así como guijarros pulidos por
el correr del agua. En la segunda acumulación se
registran varios fragmentos de ollas grandes y boti-
jas recubiertas de engobe rojo, que pudo haber sido
bien alisado. Entre los fragmentos se encontró una
botija casi entera, con una forma totalmente desco-
nocida para el norte de Esmeraldas. Se trata de un
recipiente céfalomorfo, de unos 25 cm. de alto, con
un engobe rojo muy erosionado, pero con los rasgos
de la cara bien definidos (Fig. 12). Esta forma no se
asemeja a lo conocido en el sur de la provincia (Ata-
cames o Balao) y hasta ahora es algo inusual en la
región. La presencia de un recipiente casi entero en
un contexto de desechos tan variados causa cierta
sorpresa y hace pensar que quizás esto fue parte de
una ofrenda funeraria que podría estar ubicada en la
parte exterior a la unidad original. Por ello se amplió
la zona de excavación. El resto de material tiene una
coloración bayo a bayo ladrillo dominante, con una
loza distinta por la presencia de un engobe espeso,
que a menudo queda fijo en la tierra. La calidad es
mediocre y las formas algo toscas y burdas, aunque
se registran algunas superficies lisas que pudieron
haber sido bien alisadas. La decoración usual en la
vajilla de color bayo, son las bandas rojas (una pul-
gada de ancho). Por su ubicación estratigráfica el
material es tardío. Los guijarros naturales presentes
en la unidad son sobre todo de color verde.
4. A partir de los 55 cm. no hay ya restos culturales en
el estrato y se constata que hay un tercer horizonte
estratigráfico, muy compacto, de color café rojizo, y
siempre de arcilla arenosa. Esta capa es aparente-
mente estéril y se profundiza hasta los 100 cm. sin
encontrar material cultural alguno. Los estratos se
hacen cada vez más arenosos, y se profundiza el po-
sible cordón litoral. En este proceso se encuentran,
entre 190 y 200 cm., tres fragmentos pequeños de ce-
rámica, de apariencia temprana, sin encontrar nada
más que arena verde y un flujo constante de agua.
En la capa de arena verde, salen ya fragmentos de
conchas. A 240 cm. bajo la arena verde aparece una
primera capa de materia orgánica descompuesta,
probablemente perteneciente a un nivel de fondo de
pantano.
La excavación ha confirmado la ocupación del
terreno firme en épocas tardías, con uno o dos niveles
de acumulación de material. La sucesión de estratos en
profundidad es casi estéril. La presencia de tres tiestos
dispersos en la arena encontrada entre 190 y 200 cm. es
quizás la evidencia del paso antiguo de habitantes que
no dejaron huellas de alguna ocupación estable. Los
tiestos finos son muy distintos a los de las acumulacio-
nes superiores.
De acuerdo a Patricia Mothes, geóloga de la Poli-
técnica Nacional, las características geoquímicas de la
ceniza volcánica vista, casi en la superficie en la mayor
parte de la Laguna, son similares a la ceniza depositada
por la erupción del Quilotoa, fechada alrededor del 810
antes del presente (Mothes, comunicación personal oc-
tubre 2002; Mothes,1998). Este dato es permite fechar
todos los estratos y los contenidos culturales que se en-
cuentran bajo el sello de la tefra del Quilotoa. Sobre esta
capa de ceniza, prácticamente, no hay vestigios preco-
lombinos en las partes interiores de la Laguna y los po-
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
21
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Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
cos que aparecen regados en superficie corresponden a
las ocupaciones humanas recientes, probablemente de
las épocas coloniales y republicanas. La tefra del Qui-
lotoa parece haber cambiado el modo de vida de los
pueblos que alli se asentaron, provocando el abandono
progresivo del pantano desde el siglo XIII de nuestra era
(Valdez, 2006: 205)
Discusión
La revisión rápida de las evidencias arqueológi-
cas encontradas en la Laguna de la Ciudad demuestra
que este territorio es una referencia para el estudio de la
evolución sociocultural de esta parte del norte de Esme-
raldas. La variabilidad de la cultura material encontrada
en un amplio territorio, aparentemente inhóspito para
el desarrollo de las sociedades, apunta a la posibilidad
de discutir los grandes temas propuestos en este trabajo:
En primer término, se observa como el ser hu-
mano de la tradición chorreroide, se inserta en el pai-
saje costero y progresivamente se interna en la llanura
aluvial inundada, en busca de terrenos fértiles donde
ejercer una agricultura doméstica. La exploración, ocu-
pación y la transformación del espacio anegadizo le per-
mitió encontrar y sacar provecho de los recursos dispo-
nibles en el delta de la desembocadura del río Santiago.
En este proceso, que dura unos 400 años, la sociedad se
estructura, se organiza y se complejiza al punto de de-
sarrollar uno de los estilos idéntitarios más fuertes de la
historia precolombina de la costa del Pacifico. La iden-
tidad se concretiza en la manifestación fenomenológica
conocida como la cultura La Tolita-Tumaco. Este estilo
artístico es el reflejo de una cosmología adoptada por un
sinnúmero de pueblos que comparten un mismo modo
de vida y una cosmología compleja que se materializa
en la alfarería y se expresa en la iconografía. Los pueblos
complementan una subsistencia basada en la combina-
ción de recursos marinos y fluviales con una produc-
ción agrícola estable, que sustenta el crecimiento po-
blacional y el desarrollo tecnológico. La manifestación
cultural Tolita-Tumaco se extendió por más de 500 km
2
entre la Bahía de San Mateo y la Bahía de Buenaventura,
tanto en el área costera como en la llanura aluvial (Val-
dez, 1987; Patiño, 1988; Stemper y Salgado, 1992; 1993,
pp. 66-67). La manifestación Tolita puede ser califica-
da como un gran estilo artístico, por su duración en el
tiempo y su propagación en el espacio. Sus característi-
cas son la uniformidad de sus expresiones, la riqueza de
sus motivos, la tecnología y la finura de su fabricación.
La fuerza de sus enunciados simbólicos y el uso de dis-
tintas materias primas (alfarería; metalurgia, escultura
en hueso, madera, piedras, conchas y otras materias
orgánicas perecibles, así como en los textiles) son indi-
cios de su naturaleza en el ámbito ideológico-religioso.
Los motivos frecuentes en la iconografía hacen alusión
a prácticas chamánicas dentro de una cosmología de
selva tropical. La inclusión de una cultura material rica
y variada, en las ofrendas funerarias y en los contextos
ordinarios del centro ceremonial habla de la presencia
cotidiana y de la importancia ideológica de las fuerzas
de la naturaleza. En esta sociedad, estas se manifiestan
en un culto a la fertilidad junto al valor cosmogónico de
los ancestros. En la Laguna se ha podido evidenciar la
combinación de muchas de estas características desde
el inicio del poblamiento hasta la decadencia de su pre-
ponderancia ideológica. Uno de los mecanismos de su
expansión fue el desarrollo de las interacciones a corta
y larga distancia, tanto en la costa como tierra adentro.
Evidencias claras de esto son la presencia continua de
obsidiana procedente de la cordillera oriental del norte
del Ecuador (Gnecco et al., 1998). La obsidiana llega a
la costa pacífica desde épocas tempranas y las redes de
intercambio se mantienen a través de la mayor parte de
la época prehispánica. No obstante, los mecanismos y
los intereses de la interacción varían con el tiempo y en
el espacio. En el centro ceremonial La Tolita, la presen-
cia de la obsidiana no se limita a simples nódulos, lascas
o instrumentos, sino que llega además en bloques, que
son transformados en espejos de distintos tamaños, ele-
mentos característicos de esta manifestación cultural.
No hay noticias de que estos estuvieron presentes en la
Laguna, pero es posible que los elementos que permitie-
ran este intercambio se hayan generado en los campos
de cultivo de la llanura aluvial adyacente. La metalurgia
fue un ejemplo de esta interacción, pues los habitantes
de esta zona tenían acceso a los placeres auríferos del
río Santiago y su uso en esta parte del continente ha sido
comprobado desde épocas tempranas.
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Francisco Valdez, Julio Hurtado y Alexandra Yépez
22
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Como se ha visto, la ocupación de la Laguna se
mantiene firme aún después del influjo de la cultura To-
lita en la región. Poblaciones con una cultura material
distinta, ocupan los terrenos agrícolas, transformados
en las épocas anteriores, y sacan provecho durante un
lapso de unos 400 años. Estos pueblos adoptan la tecno-
logía y convierten amplias zonas del pantano en nuevos
terrenos agrícolas, lejos de la línea de costa, pero con un
acceso fácil por vía terrestre o fluvial. La característica
de estos asentamientos es que son más bien domésti-
cos, quizás con menos interacciones sociales que en al
pasado, pero con un modo de vida bien adaptado al me-
dio palustre (Yépez, 2006). Para ese entonces, quizás el
poder de la ideología imperante ha dejado ya de ser el
elemento central que une al ser humano y la natura-
leza, y otras preocupaciones más terrenales se apode-
raron de la cotidianidad. Conviene subrayar que en la
última época no hay evidencia de una fuerza ideológica
dominante que mantenga la infraestructura activa, su
complejidad se debe a la obra corporativa de unidades
familiares, nucleares o ampliadas que se articulan a un
sistema comunitario y mantienen el sistema funcionan-
do correctamente (Yépez y Valdez, 2012). Posiblemente
elementos naturales, como una repetición trágica del
fenómeno del Niño, pusieron en continuo riesgo a la
sobrevivencia del grupo humano, ante lo cual los valo-
res ideológicos ancestrales se vieron incapaces de dar
respuestas positivas, por lo que se trastrocaron las re-
laciones con el cosmos y sus intermediarios cayeron en
desgracia. Es posible que a esto se haya unido la llegada
de pueblos más belicosos (DeBoer, 1986) que entrarían
al territorio y tomarían posesión de los espacios ocupa-
dos por la población residente, obligándoles a cambiar
sus modos de vida. No se han evidenciado huellas de
violencia, pero la suplantación de los contextos domés-
ticos anteriores con una cultura material muy distinta
es latente en toda la región saneada del pantano. En el
centro ceremonial de la isla no hay huellas de este cam-
bio, allí las evidencias de la ocupación se estancan entre
los años 400-500 d. C.
El último cambio significativo que se encuentra
en la estratigrafía de los contextos de la Laguna es la
omnipresencia de la capa de ceniza volcánica, que cu-
bre los contextos prehispánicos. La tefra sella los suelos
antiguamente ocupados, sobre ella reposa la capa hú-
mica donde aparecen vestigios domésticos de los siglos
XVIII, XIX y XX, provenientes de las poblaciones de
la parroquia La Tola, de Borbón o de otras localidades
aledañas como La Palma o Garrapata. Se ha señalado
que la capa de ceniza pertenece a la erupción del volcán
Quilotoa del siglo XIII (
circa
810 d.C.) y sobre ella no
hay registro de poblaciones prehispánicas. En el siglo
XVIII, Pedro Vicente Maldonado fundó y ubicó, en su
célebre mapa, al puerto de La Tola en la isla Tolita. Este
paradero ya era conocido, desde el año 1600, por ser una
fuente rica de oro explotada por los cimarrones al man-
do del cacique mulato Don Francisco de Arrobe (Ruma-
zo Gonzalez,1949, p. 32).
En los últimos años, los patrimonios del norte de
Esmeraldas se han deteriorado drásticamente. Hasta los
años 1995 / 1997, la mayor parte del territorio de la La-
guna estaba aún cubierto por tupidos bosques. A partir
de ese año ingresan empresas camaroneras que se insta-
lan en las zonas próximas a la costa del Pacífico y en la
desembocadura del río Santiago, cerca de la población
actual de La Tola. Con ello se inicia un rápido proceso
de deforestación y tala de manglar. Se abren varios cana-
les y zanjas de drenaje que alteran los biotipos próximos
a las piscinas camaroneras. Luego llegan en poco tiem-
po campesinos venidos de La Tola y de las provincias de
Manabí y de El Oro, estos penetran progresivamente el
interior de la Laguna y establecen sendas fincas agríco-
las y ganaderas. De igual manera sucede en el poblado
de Borbón, desde donde se comienzan a abrir vías ca-
rrozables en los terrenos más altos para llegar al centro
de la Laguna. Entre el 2002 y el 2008 las zonas internas
se convierten en el relicto de laboratorios clandestinos
de droga y refugio de grupos narco- delictivos. En poco
tiempo comienza, además, la implementación acelera-
da de grandes plantaciones de palma africana, con la
deforestación de los bosques nativos y el exterminio de
muchas especies de fauna y flora acuática y terrestre. La
supuesta protección de los territorios y humedales RE-
MACAM (Reserva Ecológica Manglares Cayapas Mata-
je), no se aplica ante los ojos ciegos de las autoridades
seccionales, que ven en estos hechos una vía al progreso
de esta parte de la provincia. En el campo del patrimo-
nio arqueológico hay que rescatar que la población de la
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Laguna de la Ciudad: construcción de paisajes culturales en el norte de Esmeraldas.
23
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parroquia La Tola ha perdido prácticamente el interés
por la expoliación de los depósitos precolombinos. Las
adaptaciones actuales de las poblaciones afrodescen-
dientes y los campesinos migrantes de la costa han sido
fundamentales para entender la dinámica de la ocupa-
ción en el pasado, respecto al sistema de funcionamien-
to de la infraestructura hidráulica que, pese a que care-
ce de mantenimiento, sigue siendo efectivo y permite la
posibilidad de producir de manera variada todo el año.
Durante el tiempo que se realizaron las investigaciones
en la Laguna, la población campesina colaboró con su
información y con labores de limpieza y experimenta-
ción del uso de los campos fósiles de cultivo. Se empode-
raron de las antiguas técnicas de drenaje y reciclaje del
agua estancada o mal encausada. Las discusiones sobre
los modos de vida complementarios en los distintos
sectores de este extenso territorio fueron muy esclare-
cedoras para la comprensión de los sistemas de produc-
ción múltiple en un medio tan prolífico (Yépez, 2006).
El conocimiento y la puesta en práctica de los sistemas
cíclicos de cultivo fueron un complemento real para el
estudio de los campos agrícolas elevados, con destrezas
inclusivas vistas en las relaciones de género entre sus
practicantes. Al mismo tiempo, la Laguna de la Ciudad
es parte de una memoria que se recrea constantemente
en la vida cotidiana de sus habitantes, desde sus pro-
pios universos simbólicos y en sus prácticas culturales.
El proceso histórico de la transformación de la Laguna
de la Ciudad sigue su curso y desafortunadamente nin-
gún cambio significativo ha modificado las condiciones
de vida de los pobladores actuales de esta mítica región
(Yépez, 2021).
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