1
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
James A. Zeidler
Universidad Estatal de Colorado, Fort Collins, EE.UU.
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y
sus repetidos impactos en el valle de Jama: hacia un “geoarchivo” de
tefra distal
La investigación arqueológica de campo sostenida en el valle de Jama de la costa manabita, en las décadas de 1980 y 1990,
documentó la presencia de tres capas de tefra que representan erupciones volcánicas a gran escala (IEV = 4-5) emitidas desde
la cuenca de Quito y áreas circundantes, todas las cuales tuvieron impactos cataclísmicos en varias culturas prehispánicas que
resultaron en el abandono o la despoblación del valle durante varias décadas en dos casos y varios siglos en un caso. Estas fue-
ron ocupaciones de las culturas Valdivia Terminal (fase 8a), Chorrera y Jama-Coaque I (fase Muchique 1), que se extendieron
desde ca. 2030 a. C. a 90 d. C. y que fueron afectadas por erupciones de los volcanes Guagua Pichincha, Pululahua y otra vez
del primero, respectivamente. Una investigación tefrocronológica más reciente en la Costa ecuatoriana, realizada por Vallejo
Vargas (2011), ha documentado la presencia de al menos cinco eventos volcánicos adicionales del Holoceno en este paisaje
distal (IEV = 4-6), pero sin asociaciones arqueológicas en este caso. Este artículo presenta nueva información arqueológica
sobre esta compleja secuencia de tefras de ocho erupciones con una duración total de 5700 años (5940 a 240 AP), emitidas por
cinco volcanes diferentes de la Sierra ecuatoriana. Estas rupturas/empujes repetidos debido a desastres naturales y sus variados
impactos en la secuencia cultural contribuyen al entendimiento de las distintas ocupaciones prehispánicas y a las inferencias
referentes al tempo y ritmo de cambio cultural y sociopolítico en cada fase arqueológica a través del tiempo.
Resumen
STRATA, 07-12/ 2023, vol. 1, nro.2, e9
https://doi.org/10.5281/zenodo.8383567
Periodicidad: semestral - continua
james.zeidler@colostate.edu
volcanismo holocénico, tefrocronología, vulnerabilidad social, valle de Jama, culturas prehispánicasPalabras clave:
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
ISSN 2690-8120
https://revistas.patrimoniocultural.gob.ec/ojs/index.php/Strata
New Perspectives on Holocene Volcanism in Ecuador and its Repeated Impacts in the Jama Valley: Towards a Distal Tephra
Geo-archive
Sustained field archaeological investigation in the Jama Valley of the Manabí coast from the 1980s and 1990s has documented
the presence of three tephra layers representing large-scale volcanic eruptions (VEI = 4-5) emanating from the Quito basin and
surrounding areas, all of which had cataclysmic impacts on various pre-Hispanic cultures that resulted in the abandonment or
depopulation of the valley over several decades in two cases and several centuries in one case. These were cultural occupations of
the Valdivia Terminal (Phase 8a), Chorrera, and Jama-Coaque I (Muchique Phase 1) cultures that extended from ca. 2030 BCE to
90 CE and that they were affected, respectively, by eruptions of the Guagua Pichincha, Pululahua, and again by Guagua Pichincha
Abstract
James A. Zeidler
2
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
volcanoes, respectively. A more recent tephrochronological investigation in coastal Ecuador, carried out by Vallejo Vargas (2011),
has documented the presence of at least five additional Holocene volcanic events in this distal landscape (VEI = 4-6), but, in this
case, without archaeological associations. This article presents new archaeological information about this complex tephrochrono-
logical sequence of eight eruptions with a total duration of 5700 years (5940 to 240 BP) and emanating from five different high-
land volcanoes. These repeated ruptures by natural disasters and their varied impacts on the cultural sequence contribute to our
understanding of the different pre-Hispanic cultural occupations and inferences regarding the tempo and rhythm of cultural and
sociopolitical change in each archaeological phase through time.
Holocene volcanism, tephrochronology, social vulnerability, Jama Valley, Pre-Hispanic culturesKeywords:
A pesar de la naturaleza aparentemente devas-
tadora de muchos eventos, los peligros volcánicos
como clase no deben verse bajo una luz puramen-
te negativa ... La destrucción de la vida y el medio
ambiente también puede brindar nuevas oportuni-
dades para modas de vida alternativas y/o formar
la plataforma para nuevas formas de vida e inno-
vaciones culturales (Grattan y Torrence, 2007, p. 9,
traducción propia).
Introducción
La investigación arqueológica y paleobotánica a
largo plazo realizada en el valle de Jama (Figura 1) de la
provincia costera de Manabí, Ecuador, desde principios
de la década de 1980 hasta el presente, ha revelado una
larga secuencia estratigráfica de culturas prehispánicas
cuyos asentamientos y medios de vida se interrumpie-
ron periódicamente y, en algunos casos, resultaron to-
talmente destruidos por erupciones volcánicas catas-
tróficas provenientes de las tierras altas de los Andes
(Figura 2), unos 200 km al este (Zeidler y Pearsall, 1994;
Zeidler, 1994a, 1994b, 2016; Zeidler e Isaacson, 2003;
Zeidler et al., 1998; ver Pearsall, 2004 y Stahl, 2011 para
implicaciones arqueobotánicas y arqueofaunísticas, res-
pectivamente, y Stahl y Pearsall, 2012 para los efectos
Figura 1

Nota. En el recuadro, área de estudio arqueológico en el norte de la
provincia de Manabí.
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
3
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Figura 2
Mapa del Ecuador con los principales volcanes en el altiplano andino
políticas con centros de montículos ceremoniales con
lazos interregionales e influencia durante la subsiguien-
te tradición Jama-Coaque. En las primeras fases de esta
investigación de campo, fue evidente de inmediato la
presencia de capas de ceniza volcánica, tanto en los ta-
ludes de los ríos como en nuestros perfiles estratigráfi-
cos y excavaciones contextuales en sitios arqueológicos
en todo el valle. Esta proporcionó marcadores de tiempo
estratigráficos muy útiles para las correlaciones crono-
lógicas dentro del valle, especialmente en combinación
con las correlaciones cerámicas entre componentes cul-
turales muy separados.
Entre 1989 y 1991, con el apoyo de la Fundación
Nacional de Ciencias (EE.UU.), un área de estudio de
785 km
2
dentro del drenaje del valle de Jama (Figuras 1
y 3) fue objeto de un estudio arqueológico sistemático y
de pruebas estratigráficas de sitios durante tres tempo-
radas de campo (Zeidler, 1995). El resultado fue la iden-
tificación y documentación de 232 sitios arqueológicos
Figura 3

2
)
9980
570
580
590
9950
9960
9970
600
610
Unidades Muestrales del Valle de Jama
A1
A2
A3
B1
B2
A1
A2
A3
A4
A5
A6
A7
A8
A9
A10
A11
A12
A13
A14
Estrato II
Los Estrechos
Estrato III
Valle Medio
Estrato I
Valle Inferior
Estrato III
Valle Superior
Océano
Pacífico
o Jama
Río Jam a
0
5.0
10.0 Km
0 00’
o
Provincia
de
Manabí
Guayaquil
Manta
Área de
Estudio
Océano
Pacífico
Unidades de
Muestreo
Zona playera
Zona aluvial
Unidad de 1 ha
Nota. Los volcanes para la secuencia de tefras del valle de Jama se indican
con círculos rojos. De norte a sur, son Pululahua, Guagua Pichincha, Ata-

por el Institut de Recherche pour le Développement (IRD) y el Instituto
Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IGEPN), Quito.
en las prácticas agroforestales antiguas). Este prolon-
gado esfuerzo de investigación ha resultado en una se-
cuencia cronológica definida por siete fases cerámicas y
más de 40 fechas de radiocarbono que abarcan más de
3700 años (Zeidler, 2002, 2016, 2022; Zeidler y Beltrán,
2022; Zeidler y Pearsall, 1994; Zeidler et al., 1998; Buck
y Zeidler, 2021, s.f.). Documenta el surgimiento de so-
ciedades de cacicazgos, desde sus modestos comienzos
en los tiempos de Valdivia 8a, hasta complejas entidades
Nota. Se aprecian tres “estratos de muestreo” (Estratos I-III) a lo largo del
eje central del drenaje del río, además de las distintas unidades muestrales:
zonas playeras, zonas aluviales y cuadrados aleatorios de una hectárea.
y 110 montículos de tierra o tolas de diferentes tamaños
y funciones (Figuras 4a y 4b), todos los cuales forman
una jerarquía social compleja de tres niveles de caci-
James A. Zeidler
4
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
cazgos autónomos que se desarrollaron con el tiempo
en tres sectores diferentes del valle (Zeidler, 2002, 2005,
2022; Zeidler y Beltrán, 2022). Tradicionalmente, se ha-
bía pensado que estas culturas prehispánicas costeras
formaban una ocupación continua desde su primera
aparición en el registro arqueológico hasta la Conquista
española de 1532. Numerosos esquemas de cronología
cultural para la Costa de Ecuador, publicados durante
los últimos 50-60 años, muestran una secuencia fluida
de ocupación con sucesivas “culturas arqueológicas”
en transición gradual a través de una serie uniforme de
etapas de desarrollo funcional denominadas períodos
Precerámico, Formativo, Desarrollo Regional e Integra-
ción (ver, por ejemplo, Meggers, 1966, pp. 24-28, Fig. 3),
con un episodio disruptivo importante reconocido solo
para la Conquista. Sin embargo, ahora sabemos que
para gran parte de las tierras altas del norte y centro de
Ecuador, así como algunos sectores de la Costa y sus tie-
rras bajas, este no fue el caso (Hall, 1977; Hall y Mothes,
1999, 2008a; Isaacson, 1987, 1994; Zeidler et al., 1998).
Grandes áreas de las tierras altas ecuatorianas fueron
completamente devastadas por impactos piroclásticos
dramáticos en la vida humana prehispánica y sus asen-
tamientos, lo que planteó severos impedimentos para el
desarrollo cultural sostenido a lo largo de la prehistoria.
Para las tierras bajas costeras, grandes franjas de terri-
torio fueron cubiertas repetidamente con depósitos de
ceniza volcánica o “tefra, en varios momentos del pa-
sado prehispánico, los que tuvieron impactos variables,
pero a menudo devastadores, en estas sociedades, desde
la provincia de Esmeraldas y la occidental de Pichincha
en el norte hasta el sur de la provincia Manabí en el sur
(Isaacson, 1987, 1994; Isaacson y Zeidler, 1999; Lippi,
1998, 2004; Vallejo Vargas, 2011; Zeidler y Isaacson,
2003). En estos casos se han identificado distintos hiatos
de abandono y transiciones culturales mucho más
Figura 4a

Océano
Pacífico
9980
570
580
590
9960
9970
R
í
o J a m a
Mite
Jama
Don Juan
Balda
0
5.0 km
Área de Base
(m
2
)
>10,000
2025 ><10,000
300><2025
< 300
Santa
Rosa
9970
9960
9950
590
600
R
í
o Ja ma
R
í
o Ja m a
San Isidro
Zapallo
0
5.0 km
Nota. Se muestran las ubicaciones aproximadas de los sitios arqueológicos

prospección arqueológica sistemática (Estratos I y II).
Figura 4b

Nota. Se muestran las ubicaciones aproximadas de los sitios arqueológicos

prospección arqueológica sistemática (Estrato III).
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
5
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
abruptas de lo que se pensaba. El valle de Jama del nor-
te de la provincia de Manabí es una de esas áreas que
fue particularmente afectada en forma serial ya que se
encuentra al oeste-suroeste de la región de la cuenca de
Quito, de donde emanaron la mayoría de las erupcio-
nes volcánicas (Zeidler et al., 1998; Zeidler e Isaacson,
2003). Como tal, proporciona un archivo geológico o
mejor dicho un “geoarchivo” dominado por tefras dista-
les junto con sus respectivas asociaciones arqueológicas
y, por lo tanto, sirve como un estudio de caso compa-
rativo para el creciente interés en los impactos de las
caídas de ceniza a distancia en las sociedades antiguas
(ver, por ejemplo, Sevink et al., 2019).
1
También aporta
un estudio de caso arqueológico concreto para ilustrar
la “secuencia eruptiva idónea” de tefras distales de Va-
llejo Vargas (2011, Figura 5.1) en la Costa ecuatoriana.
Sin embargo, como veremos, no se debe suponer
que todos los desastres volcánicos de caída de ceniza
distal produjeron escenarios de muerte instantánea y
destrucción masiva similares a los de Pompeya en Italia
y, como enfatizan Grattan y Torrence (2007, p. 9) en el
epígrafe del inicio, las secuelas de las erupciones pue-
den causar efectos demoledores en el paisaje natural, así
como en la salud y el bienestar humanos, pero al mismo
tiempo, pueden abrir nuevas oportunidades para que
florezcan nuevas formas de creatividad cultural e inno-
vación social. Tal es el caso del valle de Jama. Esto no
minimiza los efectos negativos reales para la salud que
las lluvias de ceniza distales pueden tener incluso en las
poblaciones locales
2
, los que se analizan con más detalle
a continuación.
1. De igual manera, se puede aplicar el mismo término de “geoarchivo” a la
secuencia arqueológica revelada por Nicolas Guillaume-Gentil (2008) en sus
extensas excavaciones en el sector de La Maná, provincia de Los Ríos. Ahí se
identificaron ocho capas de tefra a lo largo de una secuencia arqueológica
de 5000 años, algunas de las cuales corresponden a cenizas también encon-
tradas en el valle de Jama y otras que son particulares de Los Ríos. También,
las excavaciones arqueológicas a largo plazo de Ronald Lippi (1998, 2004) en
Pichincha occidental constan como un “geoarchivo” en este mismo sentido.
2. Por ejemplo, consulte el sitio web de la Red Internacional de Peligros Vol-
cánicos para la Salud (USGS, 2018) en https://www.ivhhn.org/information/
health-impacts-volcanic-ash/, pero solo para hacer una distinción clara entre
los impactos sanitarios de los eventos eruptivos proximales y distales.
Reevaluación de la secuencia de tefra del valle
de Jama
Si bien solo las cenizas volcánicas de partículas
finas se extendieron a los paisajes distales de la Costa
ecuatoriana, donde aparecieron en depósitos gruesos
y continuos, especialmente en áreas aluviales bajas,
su efecto podría haber sido bastante devastador y pro-
vocar una catástrofe ecosistémica, hambruna, muerte,
abandonos del valle y emigración (Blong, 1984). Como
veremos, las tasas de recuperación, tanto para los eco-
sistemas como para la reocupación humana, varían
ampliamente debido a una pluralidad de factores que
desafían una explicación fácil. En casos arqueológicos,
los impactos volcánicos y las tasas de recuperación hu-
mana a menudo son difíciles de interpretar con absoluta
certeza e incluso entonces justifican una investigación y
un análisis considerable. Dicho esto, no se puede sub-
estimar su importancia para comprender el desarrollo
y el cambio social a lo largo del tiempo, ya que pueden
proporcionar un indicador muy claro de los tempos y
ritmos mediante los cuales las culturas arqueológicas
surgen, florecen durante un tiempo y luego transitan a
otra manifestación después del desastre. Como señalan
Me-Bar y Valdez (2004, p. 1311, traducción propia), “los
desastres, especialmente aquellos que provocan grandes
pérdidas poblacionales, en los que el proceso de recu-
peración poblacional incluye una ola migratoria, proba-
blemente pueden observarse en el registro arqueológico
como ‘transiciones culturales’.
La evidencia arqueológica del valle del río Jama
demuestra una secuencia cultural de 3700 años que se
extiende desde el final del Formativo Temprano hasta el
período colonial y que fue afectada de manera variable
por al menos seis erupciones volcánicas que emanaron
de la Sierra ecuatoriana, denominadas Tefras I, IIa, IIb,
III, IV y V (Tabla 1).
3
Aquí aclaramos la naturaleza de es-
tos seis eventos eruptivos que afectaron las poblaciones
indígenas, pero con el propósito final de comprender:
3. Es menester mencionar también que hubo dos erupciones holocénicas del
volcán Cotopaxi (IIa-F4 y IIa-F5) que ocurrieron previa a la colonización ini-
cial del valle por la cultura Valdivia Terminal en la Fase 8a de esa secuencia,
las cuales hemos denominado Tefras Tempranas (Tabla 1).
James A. Zeidler
6
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
a) cómo estos desastres pueden haber afectado de ma-
nera variable las sucesivas ocupaciones culturales del
valle de Jama, en términos de abandonos forzados y la
posterior recolonización del paisaje regenerado, versus
muchas transiciones más suaves del cambio cultural, y
b) cómo estos movimientos de población y períodos de
pausa pueden haber moldeado el tempo y el ritmo del
desarrollo sociopolítico a lo largo del tiempo. En este
sentido, estamos abogando por una “vulcanología paleo
social”, propuesta por Felix Riede (2015, 2019), que re-
quiere un análisis profundo de la evidencia arqueológi-
ca existente antes y después de cada evento eruptivo con
el fin de inferir el grado de vulnerabilidad al desastre
de una población dada, tanto como la naturaleza de la
respuesta social a dichos impactos.
El programa de investigación arqueológica en el
valle de Jama comenzó a principios de los 80 con exca-
vaciones de prueba iniciales en un conocido centro de
montículos ceremoniales (San Isidro/M3D2-001), con el
patrocinio del Centro de Estudios Arqueológicos y An-
tropológicos de la Escuela Superior Politécnica del Lito-
ral (Espol) en Guayaquil y el Programa de Antropología
para el Ecuador en Quito. A esto le siguió el registro de
sitios arqueológicos en todo el valle y pruebas estrati-
gráficas selectivas a fines de esa década como un me-
dio para establecer una secuencia cerámica básica para
las diversas ocupaciones culturales y, al mismo tiempo,
desarrollar una cronología absoluta para esta secuencia
a través de análisis de radiocarbono de especímenes de
carbón vegetal de contextos seguros. Este trabajo pos-
terior, financiado por una subvención exploratoria de
la Fundación Nacional de Ciencias (NSF) de EE.UU.,
resultó en una secuencia cronológica definida por siete
fases culturales y unas 37 fechas de radiocarbono que
Tabla 1
Secuencia de tefras del Holoceno tardío para el valle del río Jama
Nota. Las Tefras I a V se evidencian en contextos arqueológicos. *Buck y Zeidler, s. f. **Toulkerides, comunicación personal, agosto 2023.
(A)
Evento
Volcánico
Valle de
Jama
(B) Fuente
Volcánica
(C)
Fecha de
Consenso(AP)
(D)
Cultura/Fase
Arqueológica
Afectada
(E)
Duración
Modal
(años)*
(F)
Grupo
Volcánico
(G)
No.de
Muestra
Vallejo
(2011)
(H)
Tipode
Erupción
(I)
VEI
(J)Altde
Col(km)
(K)
Volumen
(km
3
)
(L)
Referencias
Guagua
Pichincha
~290
Periodo Colonial
Muchique5
~150 B JAM-1 pliniana 4 ? 0,20
Robin et al.(2008)
Estupiñan
Viteri(1998)
Quilotoa:Q-I ~800
Jama-CoaqueII /
Muchique3
~30 B JAM-2SIC-1 pliniana 6 35 20,91
Mothesand Hall
(1999,2008)
Guagua
Pichincha
~1935
Jama-CoaqueI/
Muchique1
~60 B SIC-2? pliniana 4 25-30 0,50
Robin et al. (2008)
Estupiñan
Viteri(1998)
Ninahuilca:N6 ~2270
Jama-CoaqueI /
Muchique1?
~30 B SIC-5 pliniana 5 30 12,04 Hidalgo et al. (2008)
Pululahua:
III-
E2/E3
~2450
Chorrera/
Tabuchila 2
~420 A SIC-3 pliniana 5 35 10,77
Andrade et al. (2021)
Volentik et al.(2010)
Guagua
Pichincha
~3540
Valdivia 8a /
Piquigua
~120 B n/a pliniana 6** ? 1,66
Robin et al. (2008)
Estupiñan
Viteri (1998)
Cotopaxi
IIa-F5
5830-4500 unknown ? C SIC-4? pliniana ? ? 1,20
Hall and Mothes
(2008b)
Cotopaxi
IIa-F4
5940-5830 unknown ? C n/a pliniana 5a6 ? 17,54
Hall and Mothes
(2008b)
Tefra V
Tefra IV
Tefra III
Tefra IIb
Tefra IIa
Tefra I
Tefras
Tempranas
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
7
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
cubren más de 3500 años (Zeidler y Pearsall, 1994; Zeid-
ler et al., 1998). Lo que fue evidente de inmediato en
estas primeras etapas de la investigación fue la presen-
cia de múltiples capas de ceniza volcánica, tanto en los
taludes de los ríos como en los cortes de carreteras, y en
nuestros perfiles estratigráficos de los sitios arqueológi-
cos de todo el valle, tanto en áreas aluviales como en
bosques de tierras altas. Proporcionaron marcadores de
tiempo estratigráficos muy útiles para las correlaciones
cronológicas, especialmente en combinación con corre-
laciones cerámicas entre componentes culturales. Más
importante aún, nuestro muestreo de radiocarbono de
contextos arqueológicos controlados (ahora aumentado
a un total de 42 dataciones) y los análisis posteriores de
14
C proporcionaron múltiples fechas absolutas que agru-
paron todas las capas de tefra, que ahora están bien da-
tadas a través de determinaciones consensuadas por la
comunidad de vulcanólogos (Zeidler et al., 1998; Buck y
Zeidler, s. f.). Por lo tanto, incluso sin tener la identifica-
ción precisa de la composición geoquímica de cada capa
de tefra que se encuentra en todo el valle, generalmente
son identificables por: a) su ubicación estratigráfica, b)
los complejos cerámicos asociados por encima y por de-
bajo de ellas y c) la cronología de radiocarbono corres-
pondiente para la secuencia cultural y para las propias
capas intercaladas.
Luego a principios de los 90, con el apoyo ren-
ovado de la NSF, un área de estudio de 785 km
2
dentro
del drenaje del valle de Jama (Figura 3) fue objeto de
una prospección arqueológica sistemática durante tres
temporadas de campo (Zeidler, 1995). Se definieron tres
estratos de prospección: el valle inferior a lo largo de la
franja costera (Estrato I), una zona más pequeña de co-
linas interiores (Estrato II) y las porciones media y alta
del valle (Estrato III). Los Estratos I y III se segregaron
aún más en áreas aluviales y tierras altas no aluviales;
las primeras se seleccionaron para una cobertura del
100% a través de una inspección peatonal y las últimas
se muestrearon mediante la colocación de numero-
sos cuadrados aleatorios (random quadrats) de una
hectárea. El Estrato II, que carecía de deposición alu-
vial, se muestreó con cuadrados aleatorios adicionales
de una hectárea. Se investigaron un total de 130 cuadra-
dos aleatorios a través de la inspección de la superficie,
cuando fue factible, y de pruebas de pala sistemáticas
(systematic shovel-tests) en áreas de poca visibilidad de-
bido a la cubierta vegetal. El estudio resultó en la iden-
tificación y documentación de 232 sitios arqueológicos
junto con el registro de unos 110 montículos de tierra
de diferentes tamaños y funciones en los tres estratos
explorados (Figuras 4a, b), todos los cuales forman una
jerarquía compleja de sitios de tres niveles que ya men-
cionados representan tres centros cacicales espacial-
mente autónomos que se desarrollaron a lo largo del
tiempo en diferentes sectores del valle (Zeidler, 1995,
2016, 2022; Zeidler y Beltrán, 2022).
Si bien al inicio se pensó que solo tres grandes
eventos eruptivos afectaron el paisaje prehispánico del
valle de Jama, con base en la evidencia más destacada
de depósitos de tefra (Donahue y Harbert, 1994; Isaa-
cson, 1994; Isaacson y Zeidler, 1999; Zeidler, 1994a,
1994b, 2016; Zeidler e Isaacson, 2003; Zeidler et al.,
1998), investigaciones tefrocronológicas y análisis de
composición geoquímica más recientes en el norte de
la provincia de Manabí, por la vulcanóloga Silvia Valle-
jo Vargas (2011), identificaron un total de ocho eventos
eruptivos ocurridos en el Holoceno. Dos de estos, ambos
del volcán Cotopaxi, son anteriores a la secuencia cul-
tural actual que comienza en la época Tardía/Terminal
de la cultura Valdivia. Cinco mantos de tefra afectaron a
sucesivas poblaciones indígenas prehispánicas de mane-
ra variable, dos más de lo que se pensó originalmente, y
una caída de ceniza final afectó a las poblaciones rema-
nentes del período colonial en el valle, denominadas en
la literatura etnohistórica como los campace. La Tabla 1
proporciona información básica sobre cada uno de estos
eventos volcánicos, incluida la siguiente, de izquierda a
derecha:
(A) nomenclatura de la tefra en la secuencia del valle
de Jama;
(B) fuente probable de la erupción volcánica (o episodio
eruptivo) en el altiplano andino;
(C) fecha de consenso vulcanológico para la erupción
(en años antes del presente, AP);
(D) cultura/fase arqueológica del valle de Jama que fue
afectada por la erupción;
(E) período de pausa o abertura modal en la ocupación
James A. Zeidler
8
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
humana después de la erupción;
(F) grupo fuente del volcán;
(G) número de muestra correspondiente al estudio de
Vallejo Vargas (2011);
(H) tipo de erupción volcánica;
(I) Índice de Explosividad Volcánica (IEV: 1 a 8);
(J) altura de la columna (km);
(K) volumen de la erupción (km
3
);
(L) referencias vulcanológicas clave para cada erupción.
Esta información actualizada, junto con algunas
determinaciones de radiocarbono adicionales del reg-
istro arqueológico, han generado un replanteo (Buck y
Zeidler, 2021, s. f.) del modelo bayesiano de la secuencia
cultural del valle de Jama, tal como se presentó antes
en Zeidler et al. (1998), aunque las principales líneas
generales de los impactos volcánicos en esta secuencia
siguen siendo las mismas.
Las historias eruptivas detalladas de estos vol-
canes se pueden encontrar en los artículos de referencia
enumerados en la Tabla 1, columna L, y los episodios
eruptivos específicos que alcanzaron la costa norte de
la provincia de Manabí se discuten allí. Es importante
señalar aquí que el Índice de Explosividad Volcánica
(IEV, Newhall y Self, 1982) se mide en una escala de 1
a 8 (Tabla 1, columna I), considerado un valor de 4 o
superior y un volumen total de tefra mayor a 0,1 km
3
como una erupción “cataclísmica” (Sheets, 2012, p. 45).
Como muestra la Tabla 1, las ocho erupciones que afec-
taron al valle de Jama en el Holoceno tardío alcanzaron
o excedieron estos umbrales. Varias de estas erupciones
cubrieron inmensas áreas de las tierras bajas costeras
con profundos depósitos de ceniza volcánica, lo que
hizo que la agricultura y otras actividades de subsisten-
cia, así como la vida misma, fueran muy difíciles, sino
imposibles (Isaacson, 1987; Vallejo Vargas, 2011; Zeidler
e Isaacson, 2003). El valle de Jama en particular fue el
receptor de una gran cantidad de cenizas durante el Ho-
loceno tardío debido a los patrones de viento proveni-
entes del oriente que llevaron penachos de tefra en una
huella constante sobre el mismo (Brown, 2019; Cou-
tros, 2018; Donahue y Harbert, 1994; Isaacson y Zeidler,
1999; Vallejo Vargas, 2011; Zeidler, 1994a, 1994b, 2016;
Zeidler et al., 1998; Zeidler e Isaacson, 2003). De hecho,
investigaciones arqueológicas al norte inmediato (valle
de Coaque; Delgado y Vásquez, 2014; Vásquez y Delga-
do, 2012), al este (área de Río Grande en Chone; Herr-
mann,, comunicación personal, abril de 2023) y al sur
(valle de Río Muchacho, Cabo Pasado, Canoa, Bahía de
Caráquez; Delgado, 2013; Estrada, 1962) no muestran
esta misma secuencia de tefras. Y donde se encuentran,
las capas de tefra son generalmente más delgadas y
efímeras que las del valle de Jama (Herrmann, comu-
nicación personal, abril de 2023; Vallejo Vargas, 2011;
Zeidler, 2016, p. 90), lo que quizás hizo que estas áreas
adyacentes fueran atractivas zonas de refugio para la
emigración después de los grandes eventos de caída de
ceniza. Pero incluso dentro de los confines del drena-
je del río Jama, estos grandes depósitos aéreos no están
uniformemente presentes en el registro estratigráfico de
todos los sitios arqueológicos analizados. Esto se debe
en gran parte a los caprichos de los procesos geomórfi-
cos, así como al comportamiento tafonómico humano a
lo largo del tiempo, y al hecho de que, en muchos casos,
nuestras pruebas estratigráficas pueden no haber sido
tan extensas como para revelarlos. La Tabla 2 muestra
una correlación parcial de estos depósitos de tefra a lo
largo del valle desde sitios seleccionados de su tramo in-
ferior (izquierda) a otros en sus tramos medio y superior
(derecha), con nuestra secuencia maestra estratigráfica
y cerámica ubicada en el recinto de San Isidro, al centro
del valle medio. Sin embargo, claramente los peligros
naturales periódicos por la caída de tefra se convirtieron
en una fuerza a tener en cuenta en la prehistoria del
valle de Jama y, con la evidencia muy visible de depósit-
os anteriores en todo el drenaje, es probable que la me-
moria social colectiva haya ayudado con ese ajuste de
cuentas y respuesta estratégica.
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
9
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Tabla 2

Pero a pesar de estas repetidas rupturas en la his-
toria ocupacional de las poblaciones prehispánicas en
el valle de Jama, estas culturas fueron capaces de alcan-
zar un nivel notable de complejidad social y política a
lo largo de la secuencia de 3700 años que culminó en
complejas formaciones de cacicazgos, poderosos cen-
tros ceremoniales de montículos, desigualdad social
pronunciada y una fuerte red interregional en el mo-
mento de la Conquista española (Zeidler, 2022). Como
muestra la Tabla 1, tres de estas erupciones impactaron
severamente ocupaciones sucesivas del Formativo de
la fase Piquigua de la cultura Valdivia Terminal (Tefra
I, Guagua Pichincha) y la fase Tabuchila de la cultura
Chorrera (Tefras IIa, Pululahua, y IIb, Ninahuilca). Una
cuarta erupción (Tefra III, Guagua Pichincha) impactó
entonces una nueva manifestación cultural de los pue-
blos Jama-Coaque I (Muchique Fase 1) que ocuparon el
valle en los primeros tiempos del período de Desarro-
llo-Regional. Los cuatro eventos volcánicos resultaron
en el abandono del valle durante décadas en dos casos
y varios siglos en los otros dos casos (ver Tabla 1, co-
lumna E). Tres de estas tefras (I, IIa y III) fueron muy
visibles en múltiples excavaciones estratigráficas en
todo el valle (Isaacson, 1994; Isaacson y Zeidler, 1999;
Zeidler, 1994a, 1994b, 2016; Zeidler et al., 1998; Zeidler
Nota. Capas del valle medio/alto y valle inferior seleccionadas y su fuente probable de cenizas.
e Isaacson, 2003; véase la Tabla 2). Fueron identifica-
das por primera vez en nuestras excavaciones originales
en el Sector XII/Área C en el sitio de San Isidro (Zeid-
ler, 1994a, Figuras 5 y 6), que posteriormente sirvieron
como nuestra “secuencia maestra de cerámica” para el
valle de Jama, desde los tiempos de Valdivia Terminal
(Fase 8) hasta la fase Muchique 3 de la secuencia Ja-
ma-Coaque. Sin embargo, la tefra del Ninahuilca (IIb)
no fue prominente en contextos arqueológicos y, dado
que siguió estratigráficamente a la muy visible tefra del
Pululahua (IIa), al inicio se identificó como un posible
episodio posterior de esa erupción. Según una fecha
de consenso de la erupción del Ninahuilca en 2270 AP
(Hidalgo et al., 2008), con probabilidad ocurrió mucho
después de la erupción del Pululahua de 2485 AP (An-
drade et al., 2021; Volentik et al., 2010) y quizá prolongó
por varias décadas el abandono excepcionalmente largo
posterior a esta última en el valle (Zeidler et al., 1998;
Buck y Zeidler, s. f.). Estos dos volcanes se derivan de
diferentes grupos de fuentes en el altiplano andino, con
el Pululahua perteneciente al Grupo A y el Ninahuilca,
al B (Tabla 1, columna F), por lo que se debe esperar que
sus propiedades geoquímicas difieran en mayor grado
que si estuvieran en el mismo conjunto volcánico.
Sitios del Valle Inferior (EstratoI) Sitios del Valle Medio y Superior (EstratoIII)
Fechade
Erupción
(AP)
Fuente
Volcánica
Don Juan
M3B2-001
La Mina
M3B3-001
El Tape
M3B3-002
La Cabuya
M3B3-009
Acrópolis
M3B3-012
El Mocoral
M3B4-031
San Isidro
M3D2-001
Capaperro
M3D2-065
Pechichal
M3B4-011
Río Grande
M3D2-006
Tamayo
M3D2-058
Zapallo
M3D2-103
[secuencia
maestra]
? ? ? ? ?
?
TefraV? ?
?
?
?
~240
Guagua
Pichincha
?
? ? ?
Dep3b
¿cryptotefra?
? TefraIV? ? ? ? ?
~800 Quilotoa
?
tefra
superior
tefra
superior
Cateo4/
Dep4
tefra
superior
?
tefra superior
Cateo Cateo2/
Dep
TefraIII
sectores
multiples
? Deps 7 & 9 ? Dep5 ~1935
Guagua
Pichincha
? ? ? ? ?
?
Tefra IIb
Sector XVIII/
Unidad A1
?
?
Tam-1? ? ~2270 Ninahuilca
Profile1/
Dep7
Cateo3/
Dep5
tefra
inferior
tefra inferior
Cateo4/
Dep6
tefra
inferior
?
tefra inferior
Cateo2/
Dep10-1
Tefra IIa
sectores
multiples
tefra superior
CP-3/Dep3
? Tam-2 ? ~2450 Pululahua
? ? ? ? ?
?
TefraI
sectores
multiples
tefra inferior
CP-1,2,13,15
Deps 7& 9
? ?
?
~3540
Guagua
Pichincha
?
?
?
tefra
superior
tefra
media
tefra inferior
Cateo1/Dep7
James A. Zeidler
10
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Metodologías para la identificación geoquímica
de tefras
Con respecto a las metodologías utilizadas para la
identificación geoquímica de las distintas capas de te-
Nota.
(1994) con permiso del Center for Comparative Archaeology, University of Pittsburgh.
Figura 5

fra encontradas arqueológicamente en la cuenca del río
Jama, básicamente son tres:
1) espectroscopía de rayos X por la dispersión de energía
(SEM-EDS, por sus siglas en inglés) para la
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
11
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
identificación inicial de las Tefras I (Guagua Pichincha),
IIa (Pululahua), y III (Guagua Pichincha);
2) espectrometría portátil de fluorescencia de rayos X
(pXRF, por sus siglas en inglés) en el caso de la distinción
entre Tefras IIa (Pululahua) y IIb (Ninahuilca); y
3) en el caso de la búsqueda de evidencia para la Tefra IV
(Quilotoa), separación por densidad de fragmentos de
vidrio de los sedimentos arqueológicos para luego som-
eterlos al análisis pXRF o SEM-EDS. A continuación se
discuten los tres métodos en más detalle.
La composición geoquímica de las Tefras I y IIa fue
identificada en 1995 mediante análisis de microscopía
electrónica de barrido (SEM, por sus siglas en inglés)
en los laboratorios del Illinois State Geological Survey en
Champaign, Illinois, EE.UU., utilizando la técnica de
microsonda de espectroscopía de rayos X por dispersión
de energía (EDS, por sus siglas en inglés) (Zeidler e
Isaacson, 2003, Apéndice: SEM-EDS). Ocho elementos
clave fueron examinados en este caso: aluminio (Al),
sílice (Si), hierro (Fe), calcio (Ca), potasio (K), magne-
sio (Mg) y titanio (Ti). Los métodos cuantitativos para
agregar visualmente las diferentes fuentes volcánicas
incluyeron: a) gráficos de relación bivariada (utilizan-
do los compuestos K
2
0/CaO y Al
2
O
3
/SiO
2
), b) diagramas
ternarios (usando los compuestos K
2
O, CaO y NaO) y
c) análisis de conglomerados jerárquicos (utilizando
ambos conjuntos de sustancias anteriores) (Isaacson y
Zeidler, 1999, pp. 54-63, Figuras 9-12; Zeidler e Isaac-
son, 2003, pp. 95-102, Figuras 17-20).
4
Este análisis re-
sultó en la identificación de la Tefra I como del volcán
Figura 6

Nota. Se muestra el posicionamiento sucesivo de las Tefras I (Guagua Pichincha, ~3540 AP), IIa (Pululahua, ~2450 AP) y III (Guagua Pichincha, ~1935 AP) y
ocupaciones culturales asociadas. Imagen reproducida con permiso del Center for Comparative Archaeology, University of Pittsburgh.
4. La composición geoquímica de las muestras de tefra arqueológicas fue
comparada con la de las tefras conocidas de cuatro volcanes “fuente” propor-
cionadas por el vulcanólogo Minard Hall, a saber: Cuicocha, Guagua Pichin-
cha, Pululahua y Quilotoa.
James A. Zeidler
12
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Nota. Se muestra el posicionamiento sucesivo de la Tefra IIa (Pululahua,
Depósito 12) y la Tefra IIb (Ninahuilca, Depósito 8). Imagen reproducida de
Zeidler y Pearsall (1994) con permiso del Center for Comparative
Archaeology, University of Pittsburgh.
Guagua Pichincha y de la Tefra IIa, del volcán Pulula-
hua (Isaacson y Zeidler, 1999; Zeidler e Isaacson, 2003).
Además, la semejanza de la composición geoquímica de
las Tefras I y III confirmó que la fuente de esta última
capa también fue el Guagua Pichincha.
En cambio, la tefra del volcán Ninahuilca (IIb) se
identificó geoquímicamente hace muy poco en condi-
ciones de laboratorio arqueológico mediante el análisis
de un espectrómetro portátil de fluorescencia de rayos
X (pXRF) con dos muestras del Sector XVIII/Unidad A
en el sitio de San Isidro (Figuras 5 y 7a). Aquí, dos tefras
gruesas y poco espaciadas (Depósitos 8 y 12 en la Figura
7a) fueron interpretadas al principio, incorrectamente,
como episodios sucesivos de la erupción del Pululahua
(Tefra IIa). Este fenómeno ocurrió también en las uni-
dades V/A1 y XXXI/A1 (Figura 7b), sugiriendo la pre-
sencia de la Tefra IIb encima de la Tefra IIa. En el caso
de la unidad XVIII/A1, la caracterización geoquímica se
realizó con un instrumento SciAps, modelo X250 pXRF
(fluorescencia de rayos X portátil) que proporcionó un
valor y un error porcentuales para 31 elementos, de los
Figura 7a

Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
13
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
cuales diez se utilizaron en este análisis como se indica
en la Tabla 3. Al igual que con el examen de composi-
ción geoquímica anterior en las tefras del valle de Jama
(Isaacson y Zeidler, 1999; Zeidler e Isaacson, 2003), se
emplearon relaciones bivariadas para diferenciar las dos
muestras. En este caso, se compararon las proporciones
de estroncio/zirconio (Sr/Zr) y rubidio/estroncio (Rb/Sr)
para las dos tefras (muestras de sedimento # SI-74, De-
pósito 8, y # SI-76, Depósito 12) y los resultados se repre-
sentaron en un diagrama de dispersión bivariado (Figura
8). Los datos geoquímicos de la muestra fuente utilizados
para las comparaciones se derivaron de los proporciona-
dos por Vallejo Vargas (2011, p. 243, Anexo 4) para los
volcanes Pululahua y Ninahuilca.
Estos resultados confirman que las dos tefras se
originaron en diferentes volcanes; el estrato inferior del
corte estratigráfico de la Figura 7a representa la erup-
ción del Pululahua de ~2450 AP y el estrato superior del
Figura 7b

Nota. Se muestra la ubicación probable de las Tefras IIa (Pululahua) y IIb
(Ninahuilca) en las unidades XVIII/A1 (izquierda), V/A1 (centro) y XXXI/
A1 (derecha). Imagen reproducida de Zeidler y Pearsall (1994) con permiso
del Center for Comparative Archaeology, University of Pittsburgh.
James A. Zeidler
14
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Tabla 3
Comparación de la composición geoquímica entre tefras
San Isidro/Sector XVII/Muestra de Sedimento #74
Tefra IIb/Ninahuilca
San Isidro/Sector XVII/Muestra de Sedimento #76
Tefra IIa/Pululahua
Elemento % Valor % Error (+/-) Elemento % Valor % Error (+/-)
K 1.06 0.0131 K 0.779 0.0110
Ca 2.32 0.0189 Ca 2.84 0.0221
Ti 0.156 0.0023 Ti 0.171 0.0024
V 0.0056 0.0003 V 0.0058 0.0004
Mn 0.0422 0.0011 Mn 0.0469 0.0012
Fe 2.33 0.125 Fe 2.73 0.132
Zn 0.0063 0.0017 Zn 0.0064 0.0016
Rb 0.0028 0.0005 Rb 0.0021 0.0004
Sr 0.0440 0.0026 Sr 0.0534 0.0028
Zr 0.0082 0.0009 Zr 0.0089 0.0008
Nota. Comparación entre la Tefra IIa (Pululahua) y la Tefra IIb (Ninahuilca), en el Sector XVII/Unidad A1 del sitio San Isidro (M3D2-001), por análisis de pXRF.
Figura 8
Diagrama de dispersión bivariada de la composición geoquímica entre tefras
Nota. Tefra IIa (Pululahua, (Muestra de sedimento 76, Depósito 12) y Tefra IIb (Ninahuilca, Muestra de sedimento 74, Depósito 8), en el Sector XVIII/Uni-
dad A1 en el sitio San Isidro (M3D2-001). Se utilizaron datos fuente de caracterizaciones geoquímicas de Vallejo Vargas (2011, Anexo 4).
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
15
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
corte, la del Ninahuilca de ~2270 AP. Estos hallazgos
también son consistentes con el análisis de composi-
ción geoquímica de ambos volcanes realizado por Va-
llejo Vargas (2011, Figura 5.5) utilizando diagramas de
Harker para distinguir los valores de estroncio, rubidio
y zirconio versus los valores de sílice (SiO
2
). Sin embar-
go, es importante señalar que este descubrimiento del
Sector XVII/Unidad A1 del sitio de San Isidro es la úni-
ca identificación geoquímica concluyente de la tefra del
Ninahuilca con asociaciones arqueológicas claras en-
contradas en el valle de Jama hasta la fecha, aunque pa-
rece que existe también en las unidades V/A1 y XXXI/
A1 del mismo sitio (Figura 7b). Por lo tanto, el even-
to eruptivo muy probablemente tuvo una dispersión y
depósito desiguales sobre el paisaje del valle. Como ya
se mencionó, sin duda la ceniza del Ninahuilca exacer-
bó los impactos de la erupción anterior del Puluahua y
prolongó el período de abandono posterior al período
Formativo, que ahora se cree duró unos 450 años (Tabla
1, columna E). Según nuestro análisis bayesiano de los
datos de radiocarbono actuales, este es, con mucho, el
período de pausa más largo en la ocupación humana del
valle de Jama a lo largo de toda la secuencia cultural de
3700 años (Buck y Zeidler, s. f.).
Aún menos conocido que la tefra del Ninahuilca
es el impacto potencial de una quinta erupción (Tefra
IV, del Quilotoa) que ocurrió hace 800 AP, un volcán
dacítico ubicado en la Sierra central ecuatoriana (Con-
stantine, 2017; Mothes y Hall, 1999, 2008; Vallejo Var-
gas, 2011). Es probable que sea responsable de una
transición de fase tardía en la secuencia cultural Ja-
ma-Coaque (ver más abajo), pero hasta ahora no se ha
documentado de manera concluyente en contextos ar-
queológicos en el valle de Jama. Con un IEV de 6 (Moth-
es y Hall, 2008), fue una de las erupciones más grandes
en Ecuador durante el Holoceno tardío con una amplia
huella de dispersión de tefra que se extiende en la Costa,
desde el centro de la provincia de Esmeraldas hacia el
sur, hasta el centro de la provincia de Manabí (Vallejo
Vargas, 2011, Figura 5.11a). Sin embargo, sus depósitos
aéreos de grano fino parecen haber tenido una distribu-
ción muy desigual en el norte de Manabí. La vulcanólo-
ga Silvia Vallejo Vargas (2011) reporta un depósito de 20
cm de espesor de ceniza de grano fino del volcán Qui-
lotoa en depósitos aluviales de un perfil de corte del río
Cangrejo en San Isidro, a una profundidad aproxima-
da de un metro debajo de la superficie (originalmente
muestreado en el campo por Patricia Mothes y Minard
Hall). Se identifica por su composición geoquímica úni-
ca o “huella digital” en comparación con otros depósit-
os de tefra conocidos en la Costa (Vallejo Vargas, 2011,
Figura 4.7, Tabla 5.4). Sin embargo, sorprendentemente
ha sido difícil de identificar en contextos arqueológicos
en todo el valle de Jama, como se muestra en la Tabla 2.
5
Una localidad prometedora es el sitio Acrópolis
(M3B3-012), en el sector de Santa Rosa del valle infe-
rior (Estrato I). Este sitio, con el montículo o tola de
plataforma más grande en toda la cuenca (~250 488 m
3
),
parece haber sido un importante centro cacical durante
la fase Muchique 4 de la tradición Jama-Coaque, que
se extiende desde el 800 AP hasta la Conquista españo-
la (Zeidler et al., 1998; Zeidler, 2022). Las excavaciones
estratigráficas realizadas en la parte superior de este
montículo, donde se revelaron dos grandes terraplenes
alargados en forma de U (localmente denominados “cor-
dones”) de carácter ritual y mortuorio, mostraron una
secuencia de ocupación fechada por radiocarbono que
abarca las fases Muchique 3, 4 y 5, conteniendo así tanto
la erupción del Quilotoa en 800 AP como la Conquista
española de 1531 d. C. de esta región (Buck y Zeidler
2021, s. f.). Posteriormente, en la fase Muchique 5, existe
evidencia de un sexto evento eruptivo (Tefra V, Guagua
Pichincha) en el período colonial, en 1660 d. C. (aprox.
290 AP), que habría afectado a al remanente del pueblo
campace del valle de Jama y sus alrededores. Este even-
to está bien documentado en la literatura etnohistórica
y vulcanológica (ver Estupiñán Viteri, 1998; Robin et al.,
2008, pp. 12-13; y Wolf, 1904, para resúmenes). Las tres
fechas de radiocarbono (sin calibrar) del sitio Acrópolis
se derivan de una excavación arqueológica en uno de los
cordones de forma U en la superficie del montículo. Del
más antiguo al más reciente, son los siguientes:
5. Dos posibilidades son las lentes delgadas de tefra (<5 cm) en las unidades
V/A1 (lente discontinua) y V/B1 en el sitio San Isidro donde aparecen a un
metro o menos bajo la superficie (ver Zeidler, 1994a, Figuras 5.15 y 5.16).
Ambas lentes fueron identificadas originalmente como Tefra III del Guagua
Pichincha, tanto por su posición estratigráfica como por las asociaciones de
cerámica, pero sin un análisis geoquímico de la misma.
James A. Zeidler
16
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Pitt-1129, 800 + 40 AP: datada la matriz del Depósito 3,
del Cateo 1, 40-60 cm bajo superficie (Contexto # 027) al
final de la fase Muchique 3;
Beta-515387, 620 + 30 AP: fechado el Rasgo 1 (pozo
poco profundo) dentro del Depósito 2, del Cateo 1 (Con-
texto #015), en la fase Muchique 4; y
Beta-515388, 410 + 30 AP: fechado el Elemento 6 (pozo
profundo) dentro del Depósito 1, del Cateo 1 (Contexto
#022), en la fase Muchique 5, justo después de la Con-
quista.
Hay que tener en cuenta que la primera de estas
determinaciones de radiocarbono es de 800 AP, precis-
amente la fecha de consenso para la erupción del Qui-
lotoa y, en ese sentido, es lógico concluir que podría
haber sido responsable de una “transición de fase” entre
Muchique 3 y 4 en la secuencia cultural Jama-Coaque.
Sin embargo, es curioso que la capa de tefra asociada
no sea estratigráficamente visible en este contexto, un
punto al que volveremos más adelante.
Aquí es de especial interés la profundidad bajo
superficie y el espesor del depósito de tefra del Quilotoa
que fue muestreado en un banco del río Cangrejo del
sitio San Isidro (M3D2-001) durante la investigación de
campo vulcanológica (Vallejo Vargas, 2011). En muchos
casos, las tefras acumuladas fluvialmente pueden pre-
sentar depósitos más gruesos que los de las caídas por
aire originales, ya que se vuelven a trabajar y a concen-
trar a través de la acción del agua. Este por cierto es el
caso de las bolsas aluviales a lo largo del curso principal
del río Jama (Figura 3), así como de sus afluentes, donde
algunos depósitos de tefra son mucho más gruesos que
los que se encuentran en contextos de cenizas primarias
a cierta distancia de las orillas. Por ejemplo, en al menos
dos casos de depósitos aluviales en o adyacentes al cur-
so principal del río Jama, los sitios arqueológicos Río
Grande (M3D2-006) y Pechichal (M3B3-011) del valle
medio exhibieron bancos de tefra correspondientes a la
erupción del Guagua Pichincha (Tefra III, ~1935 AP)
de más de un metro de espesor, mucho más gruesos de
lo que cabría esperar para un depósito distal disperso a
más de 200 km de su fuente (ver Zeidler, 2016, Figuras
8 y 12, respectivamente). En cúmulos de tefra encon-
trados en contextos arqueológicos alejados de las áreas
aluviales activas, estos exhiben espesores más modestos
del orden de 10-40 cm (Zeidler, 2016, Tabla 2). Y en
algunos sitios de corte ribereño, como el de La Mina
(M3B3-001), frente al pueblo moderno y yacimiento de
Jama en el valle inferior, no existe evidencia de las pos-
teriores Tefras IV (Quilotoa) y V (Guagua Pichincha) en
la secuencia estratigráfica muestreada de ocupaciones
culturales Jama-Coaque, muy probablemente debido a
la acción fluvial pasada en estas localidades (ver Zeidler,
1994a, Figuras 6.1 y 6.3).
Este problema se plantea porque aún no se ha
identificado evidencia concreta de la capa de ceniza
del Quilotoa, como un depósito estratigráfico discreto
e integral, en ninguna parte de las excavaciones en nu-
merosos sitios arqueológicos en todo el valle de Jama
(Zeidler 1994a, 1994b, 2016, ver Tabla 2). Su fecha de
consenso” entre los vulcanólogos en aprox. 800 AP
(Mothes y Hall, 2008) la ubicaría precisamente en el
límite entre las fases Muchique 3 y 4, pero a diferencia
de las tefras antes identificadas, en apariencia no hubo
efectos devastadores que hubieran llevado al abandono
completo del valle por parte de los pueblos de la fase
Muchique 3 (Zeidler, 2016). Una estimación actual de
su duración potencial como un posible período de pau-
sa, basada en un nuevo análisis estadístico bayesiano
de las fechas de radiocarbono disponibles, es de solo 30
años como máximo (Buck y Zeidler, s. f.). Sin embargo,
su aparición en un límite de fase es importante y digno
de una investigación cuidadosa porque es, en este punto
de la larga secuencia arqueológica, que el sitio principal
y centro cacical de San Isidro, en el valle medio, apa-
rentemente perdió su influencia como sede del poder
social y político y esta parece haber pasado al complejo
de montículos de Santa Rosa del valle inferior, centrado
en el sitio Acrópolis (M3B3-012) y en el sitio adyacente
Mula Muerta (M3B3-011) (Zeidler, 2022).
La pregunta central aquí es la siguiente: si se
identificó una tefra del Quilotoa de 20 cm de espesor
en un perfil de talud adyacente a San Isidro a un metro
por debajo de la superficie, ¿por qué no está presente
a una profundidad y grosor comparables en al menos
algunos de los numerosos perfiles estratigráficos ex-
cavados en el propio sitio y en otros del valle? Una re-
spuesta puede ser que la Tefra IV sí consta en un par de
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
17
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
excavaciones arqueológicas en el Sector V en San Isidro
y cerca de la margen derecha del río Cangrejo, pero que
fue identificada erróneamente como relacionada con
la erupción de Tefra III del Guagua Pichincha (Zeidler,
1994a, Figuras 5.15 y 5.16). Allí, dos capas aparecen en
los perfiles a como un metro por debajo de la superficie
que podrían relacionarse con la erupción del Quilotoa
(Figura 7b). En el Sector V/Unidad A1 (Zeidler, 1994a,
Figura 5.15), es una delgada capa discontinua (Estrato
5) en extremos opuestos del corte del perfil y, si se pud-
iera identificarla geoquímicamente como del Quilotoa,
entonces indicaría que la Tefra III (Guagua Pichincha)
está ausente en esta localidad. Asimismo, en el Sector
V/Unidad B1 (Zeidler, 1994a, Figura 5.16), un perfil de
corte profundo en la margen derecha del río Cangrejo
aparece una lente de tefra delgada pero continua (Es-
trato 4) cerca de un metro por debajo de la superficie,
pero sobre ella yace una capa de limo arenoso (Estrato
5) y otra lente más gruesa de tefra (Estrato 6), las cuales
se interpretaron al inicio como relacionadas con la Tefra
III del Guagua Pichincha. Si una o ambas de estas capas
del Sector V en San Isidro pudieran identificarse geo-
químicamente como una caída de aire de la erupción
del Quilotoa, entonces significaría: a) que representan
la transición entre las fases 3 y 4 de Muchique, b) que
no existe evidencia de la Tefra III anterior de la erupción
del Guagua Pichincha y c) que los materiales cerámi-
cos encontrados arriba y debajo de estas tefras deberían
representar los de las fases 4 y 3 de Muchique, respec-
tivamente. Pero en ausencia de evidencia geoquímica,
los materiales cerámicos asociados de estos dos perfiles
estratigráficos sugieren que, en ambos casos, las capas
de tefra en cuestión se superponen a los depósitos de
afiliación Muchique 1 y subyacen a las ocupaciones de
las fases Muchique 2 y 3. No se han identificado mate-
riales de afiliación Muchique 4 en San Isidro, lo que su-
giere que pudo haber sido abandonado de manera per-
manente al final de la fase Muchique 3, lo que coincide
con la caída de la tefra del Quilotoa, la cual no aparece
de forma física en los perfiles arqueológicos.
Otra respuesta a la pregunta sobre la escasez de la
tefra del Quilotoa en el registro arqueológico del valle de
Jama es que, como depósito primario de caída de aire,
puede haber tenido una distribución variable sobre el
paisaje, lo que resultó en una capa muy ligera en algu-
nas áreas, formando lo que se conoce como “criptote-
fra” (cryptotephra, en inglés), en gran parte invisible al
ojo (Davies, 2015; Lane et al., 2014; Lowe, 2017). Son
esencialmente depósitos microscópicos de partículas fi-
nas de vidrio que requieren una extracción cuidadosa
de contextos sedimentarios para el análisis geoquímico.
Esta invisibilidad también podría haberse favorecido
por procesos tafonómicos, como el tránsito intensivo de
personas y/o el barrido y limpieza sistemáticos de las
superficies ocupacionales en la fase Muchique 4, inme-
diatamente después del período de pausa de corta du-
ración. De hecho, la cuestión tafonómica resultante del
comportamiento humano no debe ser menospreciada
ya que es un factor común en sitios arqueológicos. Ci-
tando a Lane et al. (2014, p. 49, énfasis original) sobre
este fenómeno:
En muchos casos [arqueológicos] … las capas de
tefra son crípticas no por su distancia de la fuente,
sino por la tafonomía del sitio. El conocimiento
de la dispersión y el depósito de las capas de te-
fra más extendidas en cualquier región es, por lo
tanto, de importancia clave al considerar las in-
vestigaciones de criptotefra dentro de los archivos
arqueológicos ... La adopción de la criptotefrocro-
nología como herramienta integral en la excava-
ción arqueológica solo puede promover la red de
archivos dentro del cual se pueden hacer correla-
ciones de alta precisión.
En estos casos, la atención se dirige a la com-
posición geoquímica de los fragmentos de vidrio individ-
uales usando instrumentos de microanálisis de sonda de
electrones (EPMA, por sus siglas en inglés) de haz es-
trecho y/o espectrometría de masas de plasma acoplado
inductivamente por ablación láser (LA-ICP-MS, por sus
siglas en inglés) (Lowe et al., 2017). Al igual que las mues-
tras de tefra estándar, las correlaciones de tefra entre las
de fragmentos de vidrio se realizan sobre la base de di-
agramas de dispersión visualmente ricos, como gráficos
bivariados o de relación bivariada y diagramas ternarios,
seguidos de medidas estadísticas de distancia, coeficien-
tes de similitud, análisis de conglomerados jerárquicos
James A. Zeidler
18
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
o no jerárquicos y análisis de componentes principales
(PCA) (Lowe et al., 2017). El acuerdo sobre múltiples
resultados visuales y estadísticos generalmente sustenta
los argumentos a favor de la correlación geoquímica.
La identificación precisa de estas criptotefras po-
tenciales y el evento de erupción del Quilotoa en el valle
de Jama es importante por las siguientes tres razones.
Primero, su ocurrencia en una transición de fase entre
Muchique 3 y 4 es de interés porque antes se pensaba
que esta era un cambio suave de un conjunto cerámico
a otro donde las fases se “superponían” (Zeidler et al.,
1998) y la cerámica de la Fase 4 representaba una lig-
era degradación en la calidad de la producción, la diver-
sidad de vasijas y la complejidad decorativa (Zeidler y
Sutliff, 1994). Pero si ocurrió un evento volcánico entre
estas dos fases, incluso como un polvo ligero y desigual
de depósitos de caída de aire, entonces la suavidad de esa
transición está en duda y podríamos preguntarnos si el
suceso en sí fue al menos parcialmente responsable para
el cambio de fase. También es alrededor de esta época
que aparece una creciente influencia de las entidades
políticas manteño-huancavilca del sur de la provincia
de Manabí y de Guayas. Es evidente en la forma de un
posible “enclave” manteño (con su cerámica distintiva
negra pulida que incluye vasijas culinarias) asentándose
en un sector remoto del valle de Jama (Tobar, 1988), así
como la presencia ocasional de fragmentos cerámicos
icónicos de esa cultura, tipo “mascarón, en los sitios de
la fase Muchique 4 en el valle bajo y medio.
En segundo lugar, y quizás más importante, la
secuencia arqueológica en el centro principal de San
Isidro/M3D2-001, en el valle medio de Jama (Estrato
III), parece terminar con la Fase 3, como ya se mencionó,
y otro complejo de montículos empezaría a dominar en
la parte baja del valle (sector aluvial de I/A/1 designado
Santa Rosa; ver Figuras 3 y 4a) centrado en los sitios apa-
reados de Acrópolis (M3B3-012) y Mula Muerta (M3B3-
013). Las excavaciones de prueba iniciales en el Cateo
1 en Acrópolis (Figura 9), en la superficie de su gran
montículo de plataforma, identificaron tres depósitos
estratigráficos, y como se dijo arriba, tienen filiaciones
culturales con las fases Muchique 3, 4 y 5, respectiva-
mente, en la Colonia Temprana. Si bien en esta secuen-
cia estratigráfica debería haber evidencia clara de la ce-
niza distal del Quilotoa en forma de un depósito de tefra
visible y algo gruesa, no la hay. Si, por el contrario, este
indicio está presente en forma de criptotefra, entonces se
requerirán métodos de recuperación de campo específi-
cos para la extracción de estos fragmentos microscópicos
de vidrio de los depósitos arqueológicos sospechosos de
contenerlos. Por ejemplo, Lane et al. (2014) proponen
una técnica de “separación por densidad” sencilla pero
laboriosa para la extracción de fragmentos de vidrio de
estos sedimentos. En el sitio Acrópolis, un probable de-
pósito arqueológico de esta naturaleza ha sido identifi-
cado en un corte (Perfil 1, Figura 9) en el extremo sur
de dos cordones en forma de U que tienen un signifi-
cado ritual, incluidos ritos funerarios y enterramientos
humanos. Aquí se encontró que el Perfil 1, con vista al
río Jama, contenía la misma secuencia estratigráfica que
la del Cateo 1 en la parte superior de estos cordones en
U, pero también albergaba una serie de entierros (ver
Figura 10 para una representación parcial de este perfil
estratigráfico y las ubicaciones del Rasgo 3, con Enterra-
miento 1, y Rasgo 5, con Enterramiento 4). Nótese que
el Depósito 3b se identifica como un sedimento limoso
relativamente oscuro (Munsell 10 YR 5/2/marrón grisá-
ceo), pero también se describió como “tefroso/tephrous”
en el sentido de que parece tener rastros ligeros de ceniza
volcánica que no son fácilmente visibles en una obser-
vación casual.
6
Además, su ubicación en el Depósito 3,
que data del 800 AP en la excavación cercana del Cateo
1, en la superficie de los cordones, lo convierte en el can-
didato perfecto para las inclusiones microscópicas de te-
fra resultantes de la erupción del Quilotoa en el mismo
año. Juntos, estos sitios de Santa Rosa en el área aluvial
I/A/1 representan un importante centro de montículos
6. Según un revisor anónimo de este estudio, “con referencia al terremoto del
16 de abril de 2016, de magnitud 7.8 Mw …, se sabe que todo el valle de Rio
Jama fue severamente afectado por licuefacción. Este proceso separe [sic] los
granos finos de gruesos (limos y arenosos) y genere relaciones confusas por
invaginación, especialmente donde el agua es presente. Otros grandes terre-
motos han ocurrido a lo largo de la historia, como en 1942, y ellos y muchos
eventos prehistóricos seguramente tuvo mucho que ver con deslizamientos
de los aludes del valle del Rio Jama, represamiento temporal de los cauces
de los ríos y posibles inversiones de estratigrafía. En ninguna manera deba
subestimar la transformación topográfica y estratigráfica de los grandes te-
rremotos que ocurren con frecuencia costa afuera de Jama, como causa de la
subducción (Nocquet et al., 2017).
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
19
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Figura 9

Nota. Se muestra un plan triangular inusual que se orienta hacia el norte y terraplenes en líneas paralelas (cordones) en el extremo sur del montículo.

Figura 10

Nota. Se muestran dos pozos con entierros humanos que datan de la Fase 4 de Muchique (Rasgo 3) y de la Fase 5 de Muchique (Rasgo 5). El Depósito 3b,
que mide ca. 40 cm de espesor, se describió en el campo como “tephrous” o tefroso, lo que implica que el sedimento limoso bastante oscuro (10 YR 5/2/
marrón grisáceo) contiene trazas muy ligeras de ceniza volcánica o criptotefra. Los entierros están ubicados en la base de dos largos cordones en forma de U
en la parte superior del montículo y pueden pertenecer a un cementerio formal.
James A. Zeidler
20
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
de autoridad política y significado religioso en el valle
inferior durante la fase Muchique 4, que puede haber
eclipsado una función similar otorgada a San Isidro en
el valle medio (área aluvial III/A/5) en períodos ante-
riores, es decir, durante las fases Muchique 1 a 3. Por lo
tanto, es importante saber cómo, o si acaso, estos sitios
y el valle inferior en general fueron impactados por la
erupción del Quilotoa.
Y tercero, si bien sabemos que estas sucesivas
erupciones volcánicas suelen tener consecuencias ne-
fastas en las zonas bajas de llanuras aluviales donde se
encuentran la mayoría de los grandes sitios y montícu-
los de plataforma y donde se practicaba la agricultura
más intensiva, aún no comprendemos los efectos y las
respuestas culturales de los pueblos que habitan las zo-
nas altas boscosas del valle y practican la agricultura de
tala y quema. De interés aquí son sitios como Cuadros
(M3D2-082), en la zona de tierras altas de Agua Blanca
inmediatamente al sur de San Isidro (Figura 4b), que
es relativamente grande (15 ha) para un yacimiento
de altura y que contiene dos pequeños montículos de
plataforma. Encontrar evidencia de la caída de ceniza
del Quilotoa en sitios como este (así como los depósitos
de tefra anteriores) ayudaría a responder a la pregunta
de los posibles efectos y respuestas sociales en estos am-
bientes de tierras altas boscosas y hasta qué punto estos
pueden haber sido similares a los de los habitantes del
fondo aluvial.
Se espera que futuras investigaciones de campo
puedan arrojar luz sobre estos importantes temas en
sitios arqueológicos clave, tanto en las zonas aluviales
como en las localidades de las tierras altas. Pero incluso
en esta coyuntura en la investigación actual del valle de
Jama, está claro que estos eventos volcánicos sucesivos
dejaron una huella duradera, tanto en su paisaje físico
como en el curso del cambio cultural y sociopolítico a lo
largo de la secuencia arqueológica de 3700 años. Cada
caída de ceniza, aunque variable en su severidad e im-
pacto, representó “un evento históricamente significa-
tivo: un evento que inicia o constituye una ruptura u
otra transformación de una forma social en la medida
en que deja de ser de ese tipo” (Gibbon, 1989, p. 166,
traducción propia). Pasamos ahora a un breve resumen
de estas secuelas.
Evaluación de vulnerabilidad, abandono de va-
lles, tiempos de recuperación y reasentamiento
de poblaciones afectadas
Para investigar y comprender del todo la naturale-
za de los impactos volcánicos en el registro arqueológico
de las poblaciones locales, hay al menos cinco variables
que deben identificarse. La primera y más importante,
por supuesto, es la naturaleza y magnitud del evento
en cuestión, el tipo de erupción (por ejemplo, pliniana,
stromboliana, vulcaniana, etc.), su Índice de Explosiv-
idad Volcánica (IEV: 1-8), la altura de la columna (en
km) y el volumen de su eyección piroclástica (en km
3
),
junto con su eventual huella en los paisajes proximales,
mediales y distales. Como se señaló antes, la Tabla 1 pro-
porciona la información requerida para estos elementos
con base en la investigación y los datos vulcanológicos
y, como ya se mencionó, todos estos eventos eruptivos
pueden considerarse de naturaleza cataclísmica con un
IEV de magnitud 4 o más. Más difíciles son las otras cu-
atro variables relacionadas con las respuestas humanas
a estos impactos. Estas incluyen: a) vulnerabilidad de
las poblaciones en cuestión, b) evidencia de migración
o abandono a lugares más seguros para evitar los efec-
tos negativos, c) tiempos de recuperación del paisaje
afectado, posteriores a la erupción, para que se restaure
la ecología local y se puedan reanudar formas de vida
anteriores y d) evidencia de reasentamiento del paisaje
por parte de sus habitantes originales o nuevos grupos/
culturas recién llegadas.
Vulnerabilidad social
Se ha prestado mucha atención al tema de la vul-
nerabilidad en la literatura sobre desastres naturales
porque habla directamente de la respuesta social, los
mecanismos de afrontamiento y la resiliencia frente
a los eventos catastróficos (Barrow, 1999; Burton et
al., 1978; Oliver-Smith 2004; Wisner y Luce, 1993). Se
pueden encontrar discusiones arqueológicas relevantes
sobre este tema en Me-Bar y Valdez (2005), Riede (2015,
2019), Riede y Sheets (2020), Sheets (2012) y Torrence
(2002, 2019), entre otros. En el sentido más básico, la
vulnerabilidad social puede definirse como “susceptibi-
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
21
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
lidad al daño” (Gallopin, 2006), sobre la base de un con-
junto complejo e interrelacionado de parámetros natu-
rales y sociales (Sheets, 2012; Torrence, 2019). Como
tal, está estrechamente relacionada con el concepto de
resiliencia, que implica el grado de preparación, ingenio
y capacidad de una sociedad para hacer frente con éxi-
to y, en última instancia, sobrevivir a un gran desastre
natural (Gallopin, 2006; Torrence, 2019). Riede y Sheets
(2020, p. 3) destacan que “el concepto tradicional de re-
siliencia ... se centra en el retorno a las condiciones pre-
existentes..., pero que “con respecto a las comunidades
humanas, las trayectorias sociales posteriores a los de-
sastres son rara vez idénticas a sus contrapartes ante-
riores al desastre.” Algunos arqueólogos han intentado
cuantificar el grado de vulnerabilidad de las sociedades
antiguas para mejorar la comparabilidad de los estudios
de caso y arrojar luz sobre ejemplos de resiliencia so-
cial y supervivencia o sobre fallas catastróficas (ver, por
ejemplo, Me-Bar y Valdez, 2005; Sheets, 2012).
Me-Bar y Valdez (2005) estudiaron los efectos de
los desastres naturales en diferentes períodos de la so-
ciedad maya (Preclásico Tardío a Posclásico) centrán-
dose en los siguientes seis parámetros ponderados: 1)
escasez de agua, 2) escasez de alimentos, 3) explotación
ambiental, 4) dependencia del comercio, 5) nivel de es-
trés interno y 6) nivel de estrés externo. Luego se aplicó
una escala ordinal un tanto subjetiva de clasificación de
1 a 5 (muy bajo, bajo, medio, alto y muy alto, respectiva-
mente) a cada uno de los cinco parámetros ponderados
y para cada uno de los períodos de tiempo considerados,
lo que resultó en un total numérico relativo para cada
parámetro y un total numérico final para cada período
de tiempo y/o la sociedad en su conjunto. De manera
algo similar, Sheets (2012) explora las “vulnerabilidades
escaladas” al considerar los impactos volcánicos y las
respuestas sociales en varias sociedades antiguas de
México y América Central. Este es también un esquema
para calificar las vulnerabilidades sociales de una cul-
tura o fase arqueológica en una serie de cinco “factores
sociales”: 1) complejidad social/organización política,
2) conflicto/guerra social, 3) demografía y movilidad,
4) economía y adaptación y 5) impactos diferenciales
de los desastres. Y al igual que Me-Bar y Valdez (2005),
Sheets luego aplica una escala ordinal del 1 a 5 (muy
bajo a muy alto) para cada parámetro, pero no suma las
puntuaciones numéricas y no pondera los parámetros o
factores sociales.
Un análisis exhaustivo de los esquemas de vul-
nerabilidad social para las diversas fases arqueológi-
cas del valle de Jama, usando los enfoques de Me-Bar
(2005) y Sheets (2012), está más allá del alcance del
presente estudio, aunque es un tema digno de indagar.
Sin embargo, en general parece que las ocupaciones
de Piquigua y Tabuchila del período Formativo fueron
más vulnerables a los efectos negativos de los peligros
volcánicos que las posteriores de Jama-Coaque, quizás
debido a las densidades de población más bajas y a una
dependencia total de la agricultura de llanura aluvial en
este periodo temprano, que habría sido muy suscepti-
ble a inundaciones catastróficas y pérdida de cultivos en
condiciones severas de caída de ceniza. Parecen haber
sido mucho más impactadas por estos eventos eruptivos
que las sucesivas fases Muchique de la larga tradición
Jama-Coaque, durante las cuales había mayores den-
sidades poblacionales, más jerarquización sociopolítica
y un sistema de producción agrícola más diversificado
con la labranza intensiva de las llanuras aluviales y el
cultivo de tipo roza y quema en las tierras altas.
Impactos volcánicos y abandonos del valle
Aquí discutimos en términos relativos la magni-
tud de los eventos eruptivos y sus impactos en términos
de abandonos del valle inferidos de las aproximaciones
bayesianas de posibles períodos de pausa o hiatos de
ocupación. Esto se basa en la cronología de radiocarbo-
no del valle de Jama junto con sus tiempos deducidos
de recuperación posteriores a la erupción y su reasenta-
miento. Ya se ha presentado una discusión exhaustiva de
estos temas para el impacto y las secuelas de la erupción
de Tefra III del Guagua Pichincha en ~1935 AP (Zeid-
ler, 2016), pero aquí se exponen nuevos datos sobre este
evento.
Uno de los aspectos más llamativos de los perío-
dos de hiato posteriores a los eventos de caída de ceniza
volcánica prehispánicos que ocurrieron en el valle es la
variabilidad en su duración, en especial cuando se com-
paran las tres erupciones del Formativo (Tefras I, IIa y
James A. Zeidler
22
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
IIb) con las dos posteriores (Tefras III y IV, Tabla 1, co-
lumna E). Estas estimaciones actuales se basan en un
nuevo análisis bayesiano de fechas de radiocarbono per-
tenecientes no solo a las ocupaciones arqueológicas, sino
también a las fechas tefrocronológicas de “consenso” de
las propias erupciones (Buck y Zeidler, s. f.). En térmi-
nos generales, los dos asentamientos Formativos de la
fase Valdivia 8a (Piquigua) y la fase Chorrera (Tabuchila)
parecen haber sido muy impactados por la primera erup-
ción del Guagua Pichincha (Tefra I) y las del Puluahua/
Ninahuilca (Tefras IIa/IIb), respectivamente. También
es importante señalar que las densidades de población
durante estas fases del Formativo fueron más bajas que
las de la tradición Jama-Coaque posterior. Sin embargo,
en ambos casos Formativos se asentaron en las áreas de
llanura aluvial del valle bajo y medio, con los pueblos
de la cultura Chorrera en reemplazo de los valdivianos
al final del período de pausa de 120 años con una tradi-
ción cerámica marcadamente diferente (Zeidler y Sutliff,
1994).
Para la Tefra I, una erupción pliniana del Guagua
Pichincha que antes fue estimada con un IEV de magni-
tud 4 (Andrade et al., 2021), ahora se la considera con un
IEV de magnitud 6 a base de nuevos estudios arqueoló-
gicos y vulcanológicos en el sitio Papayita, en la vecindad
de Portoviejo, donde la capa de tefra mide unos 85 cm
de grueso (Ortiz-Aguilú et al., s. f.; Toulkerides, comu-
nicación personal, agosto de 2023). En la cuenca del río
Jama, los espesores de ceniza oscilaron entre 5 y 60 cm
(n = 4) con un promedio de 35 cm (Zeidler, 2016, Tabla
2). El análisis de radiocarbono bayesiano sugiere que el
valle estuvo abandonado durante unos 120 años después
del evento de Tefra I y la población sobreviviente de Pi-
quigua podría haber emigrado distancias cortas hacia el
norte, este o sur, donde los impactos de las caídas de tefra
en apariencia fueron mucho menos severos (Delgado y
Vásquez, 2014, para la cuenca del río Coaque al norte;
Herrmann, comunicación personal, para Río Grande de
Chone al este; y Delgado, 2013, para el sector del Cabo
Pasado al sur). La tecnología de las embarcaciones de
balsa también habría permitido una emigración limi-
tada a localidades más distantes a lo largo de la costa.
En particular, es muy probable que las primeras ocupa-
ciones de la cultura Valdivia Terminal en la cuenca del
río Coaque representen migrantes desde la cuenca del
Jama ya que las fechas de radiocarbono valdivianas más
tempranas (3070 + 30 AP [Beta-362058] y 3010 + 30 AP
[Beta-362054]) del sitio Matapalo (Rivadeneira, 2015,
Apéndice A) se ubican cronológicamente después de
la erupción del Guagua Pichincha (Tefra I) fechada en
3540 + 30 AP (ver Tabla 1; Robin et al., 2008). Más sor-
prendente aún es que la ocupación valdiviana en el sitio
Matapalo del río Coaque parece ser contemporánea con
la ocupación Chorrera en la cuenca del Jama, es decir en
el periodo Formativo Tardío (Delgado y Vásquez, 2014),
aunque las dos poblaciones mantuvieron patrones cul-
turales distintodss con poca indicación de intercambio.
Los impactos probables en el valle de Jama ha-
brían incluido la pérdida inmediata de cultivos, el reem-
plazo de la capa superior del suelo con lentes de ceniza
espesas, la obstrucción de las vías fluviales a través de la
acumulación de ceniza, así como el envenenamiento del
agua misma, y la cobertura de un manto de tefra encima
de los productos del bosque tropical seco y montano con
su fauna asociada, así como las especies intermareales
a lo largo de la costa del Pacífico. Los efectos climáticos
localizados habrían incluido lluvia excesiva, inundacio-
nes y tal vez flujos de escombros o lahares secundarios,
debido a la movilización de cenizas por precipitaciones
(Blong, 1984; Me-Bar y Valdez, 2005, Apéndice A; ver
también Mulas et al., 2019 para ejemplos de lahares en
otras partes de la Costa ecuatoriana). Todos estos efectos
ambientales negativos, en especial la pérdida generali-
zada de cultivos, habrían llevado a condiciones de ham-
bruna para las poblaciones humanas, así como a proble-
mas de salud. La exposición prolongada y la inhalación
de partículas de ceniza volcánica y sus fragmentos de
vidrio microscópicos pueden causar síntomas respirato-
rios agudos e irritación de las vías respiratorias superio-
res; estas pueden aumentar el riesgo de silicosis u otras
enfermedades pulmonares crónicas junto con la irrita-
ción de ojos y piel. Además, el alto contenido de flúor de
las cenizas puede envenenar el agua potable superficial
y causar niveles tóxicos por su consumo en humanos y
animales que conducen a la fluorosis dental y esqueléti-
ca (Silva Linhares et al., 2019). Sin embargo, no hay evi-
dencia de un elevado contenido de flúor en las cenizas
de la cordillera occidental del Ecuador.
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
23
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Para las sucesivas erupciones plinianas de los vol-
canes Pululahua y Ninahuilca (Tefras IIa y IIb, respec-
tivamente), ambas con un IEV 5, las caídas de ceniza
distales resultaron en la desaparición de la ocupación
Chorrera (fase Tabuchila) y el abandono completo del
valle de Jama, pero en este caso, debido a la combina-
ción de dos eventos el período de pausa duró unos 450
años (Tabla 1, columna E). Para la Tefra IIa, los espeso-
res de ceniza en todo el valle variaron de 5 a 134 cm (n
= 10), con un promedio de 36 cm (Zeidler, 2016, Tabla
2), y el hiato estimado para esta caída habría sido de 420
años. Unos 200 años después, la erupción del Ninahuil-
ca (Tefra IIb) parece haber tenido un impacto menor,
pero muy probablemente prolongó la pausa anterior
por 30 años más antes de la reocupación del valle. Pero
es muy posible que los pueblos Chorrera anteriores su-
cumbieran a los mismos efectos ambientales y de salud
negativos producidos por la caída de ceniza distal des-
critos antes para los pueblos Piquigua, lo que con proba-
bilidad resultó en la emigración a zonas menos afecta-
das al norte, al este o al sur. La población de reemplazo
después de esta larga pausa fue la de la fase Muchique
1, que marcó el comienzo de la larga secuencia cultural
Jama-Coaque y una nueva tradición cerámica que per-
sistió hasta la Conquista española y los comienzos de la
Colonia.
Para la Tefra III, una erupción pliniana del Gua-
gua Pichincha en ~1935 AP, con un IEV de magnitud
4, produjo espesores de ceniza que oscilaron entre 5 y
178 cm (n = 11) con un promedio de 43 cm (Zeidler,
2016, Tabla 2). Una vez más, los mismos efectos negati-
vos para el medio ambiente y la salud humana descritos
para las secuelas de las erupciones anteriores habrían
entrado en juego. Este evento eruptivo provocó la des-
aparición del pueblo de la fase Muchique 1 en todo el
valle; su emigración resultó en un período de pausa que
duró unos 60 años (Tabla 1, columna E) y en un even-
tual reemplazo por pueblos de las fases Muchique 2 y
3. Previamente examiné las secuelas de la Tefra III con
cierto detalle (Zeidler, 2016) y proporcioné un modelo
detallado para el colapso cultural en la cuenca del río
Jama durante el período de pausa seguido de resilien-
cia social y estrategias compensatorias alternativas tras
el reasentamiento del valle como un medio para corre-
gir los desequilibrios de recursos. Siguiendo la obra del
arqueólogo Michael Jochim (1981), esto implica la re-
distribución de bienes y/o personas, resuelta la prime-
ra mediante incursiones de guerra o de comercio y la
segunda, mediante la emigración o la guerra con fines
de conquista territorial. Varias características de los ca-
cicazgos de las fases Muchique 2-3 parecen ser consis-
tentes con este modelo. Este fue un período de relativa
estabilidad sociopolítica, libre de desastres naturales,
que duró unos 730 años, desde aprox. 420 hasta 1150 d.
C. (Buck y Zeidler, s. f.). El modelo también se aplicó a
las secuelas de las Tefras I y IIa, lo que generó resultados
diferentes a los de las de Tefra III (Zeidler, 2016, Figura
10).
La Tefra IV, la erupción pliniana del Quilotoa en
~800 AP, con un IEV de 6, produjo un espesor de ce-
niza de 20 cm en las riberas del río Cangrejo (Vallejo
Vargas, 2011) adyacente al sitio de San Isidro (M3D2-
001), lo que ciertamente es un resultado esperado para
una erupción explosiva de tal magnitud. Pero a pesar de
esta previsión, como hemos visto arriba, la Tefra IV aún
no se ha identificado como una capa de ceniza discreta
e integral en contextos arqueológicos en ninguna parte
de nuestra investigación de campo en todo el valle de
Jama. La fecha de la erupción de 800 AP coincide preci-
samente con la transición de fase entre Muchique 3 y 4
y el análisis de radiocarbono bayesiano (Buck y Zeidler,
s. f.) sugiere un período de pausa de solo 30 años (Tabla
1, columna E). Al igual que las anteriores caídas de te-
fra en el valle, esta también habría provocado el mismo
conjunto de efectos negativos para el medioambiente y
la salud, pero no parece haber resultado en abandono
generalizado ni emigración. Sin embargo, lo que sí cam-
bió fue el rol del sitio San Isidro como centro ceremo-
nial regional y la ruptura de las redes sociales en el valle
medio y alto de Jama, ya que el centro de poder cacical
parece trasladarse al complejo de montículos de Santa
Rosa en el valle bajo durante la fase Muchique 4 (Zeid-
ler, 2022). Con todo, no está claro si este cambio estuvo
relacionado de alguna manera con la erupción del Qui-
lotoa o si simplemente coincidió con ella.
Finalmente, con respecto al evento de caída de Te-
fra V en el período colonial, causado por otra erupción
del Guagua Pichincha, no se sabe mucho más allá de
James A. Zeidler
24
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
la documentación etnohistórica (Tabla 1, columna L).
Dicho esto, Vallejo Vargas (2011, p. 116) documentó su
presencia en la costa norte de Manabí, en el sitio Caba-
ñas Camarones y más al sur, en las cercanías de pueblo
de Jama (Muestra JAM-1), y concluyó que el Guagua
Pichincha es su fuente con una fecha de ~ 290 AP. Se
supone que tenía un IEV de 4, pero al igual que con la
erupción del Quilotoa en el 800 AP, no se ha identifica-
do como una capa integral de tefra en nuestras excava-
ciones arqueológicas. Sin embargo, dada su magnitud
como un evento cataclísmico, habría tenido un gran im-
pacto negativo en las poblaciones ya diezmadas de los
campaces que sobrevivieron a la Conquista española en
la fase Muchique 5. El análisis bayesiano de datos de ra-
diocarbono (Buck y Zeidler, s. f.) sugiere un período de
pausa de ~150 años después de la erupción (Tabla 1, co-
lumna E). Los dos sitios donde se identificaron contex-
tos Muchique 5 y donde se cuenta con determinaciones
de radiocarbono son La Mina (M3B3-001) y Acrópolis,
ambos en el valle inferior de Jama, en los sectores I/A/2
y I/A/1, respectivamente (ver Figuras 3 y 4a). El prime-
ro fue fechado en 305 + 35 AP (PITT-414) y el último, en
410 + 30 AP (Beta-515388), ambos en años de radiocar-
bono no calibrados antes del presente. No se encontra-
ron artefactos relacionados con la presencia española en
ninguno de los sitios. Como se mencionó antes, el sitio
Acrópolis probablemente fue la sede del poder sociopo-
lítico en el valle de Jama durante la fase Muchique 4, sin
embargo, parece haber pasado desapercibido durante la
marcha de Francisco Pizarro y sus soldados por la Costa
ecuatoriana en 1531 (Pólit Montes de Oca, 1988).
Tasas de recuperación biótica
Dada esta larga secuencia de eventos cataclísmi-
cos repetidos causados por erupciones volcánicas dis-
tantes, es útil evaluar los períodos de pausa posteriores
a las del valle de Jama en términos de los procesos de
regeneración de ecosistemas y tasas de recuperación
documentados en paisajes tropicales. Como se señaló
antes, solo tres hiatos parecen haber excedido los 100
años (Tabla 1, columna E). Estos son posteriores a las
Tefras I, IIa/IIb (combinadas) y V. Se cree que los otros
dos, Tefras III y IV, han tenido períodos de pausa de sólo
60 y 30 años, respectivamente. Basados en estudios pre-
vios de volcanismo y regeneración de ecosistemas en
ambientes tropicales en las islas de Krakatoa, Indonesia
(Tagawa et al., 1985; Thornton, 1996, 2000; Whitaker et
al., 1989; ver también Del Moral y Grishin, 1999), el pro-
ceso de recuperación del paisaje se habría completado
después de un siglo más o menos, talvez un poco más,
y sospechamos que este marco de tiempo también sería
aplicable a las zonas de vida y condiciones bioclimáticas
de los bosques muy seco tropical a húmedo premonta-
no (Zonas de Vida 7, 8, 11 y 12) encontradas en el valle
de Jama (Cañadas Cruz, 1983; Zeidler y Kennedy, 1994,
Figura 2.1; Zeidler, 2016). Entonces, como una estima-
ción aproximada, la marca de 100 años se puede utilizar
como guía para evaluar los hiatos caracterizados por la
pérdida parcial de la población o el abandono completo
seguido de la recuperación a través de la inmigración
posterior. Los períodos de pausa que duran más de un
siglo podrían necesitar una explicación cuidadosa de
por qué el reasentamiento tomó tanto tiempo, mientras
que los de menos de un siglo sugerirían la presencia
de mejores mecanismos de afrontamiento, estrategias
compensatorias y resiliencia social, como sugiere el mo-
delo de Jochim (1981; Zeidler 2016), y haber soportado
las considerables dificultades durante el proceso de re-
generación del ecosistema.
Reasentamientos posteriores a la erupción
Si seguimos esta línea de pensamiento, entonces
las dos ocupaciones del periodo Formativo de las cultur-
as Valdivia Terminal y Chorrera habrían sucumbido más
fácilmente a los efectos catastróficos de las erupciones
en el valle de Jama y tal vez solo pudieron sobrevivir
emigrando fuera de él y nunca volver. En contraste con
este escenario, una vez que los pueblos Jama-Coaque se
establecieron en el valle después de las erupciones de
Tefra IIa y IIb del Pululahua y el Ninahuilca, las suce-
sivas fases culturales Muchique 1 a 4, que se extienden
desde ca. 240 a. C. hasta la Conquista española, en apa-
riencia pudieron no solo sobrevivir, sino florecer cul-
turalmente durante este lapso de ~1775 años y enfren-
tar con éxito los episodios volcánicos de las Tefras III y
IV con hiatos mínimos y poca o ninguna emigración.
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
25
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Por lo tanto, las transiciones culturales ocurren en estas
coyunturas posteriores de los eventos eruptivos, pero
no fueron reemplazos de población por nuevos pueb-
los. Más bien, fueron cambios de fase dentro de la mis-
ma tradición cultural Jama-Coaque. En un sentido más
amplio, los períodos de pausa variables sugeridos aquí
para el valle de Jama son ciertamente consistentes con
otros datos arqueológicos en las Américas. Por ejem-
plo, Sheets (2012) aboga por hiatos relativamente cor-
tos y desplazamientos de población que van desde una
generación (~30 años) hasta quizás medio siglo para su
estudio de caso en El Salvador, que incluye un IEV de
hasta el nivel 4. Me-Bar y Valdez (2004) muestran ta-
sas de recuperación más prolongadas para sitios mayas
urbanos que van desde 150 a 300 años en el Preclási-
co Tardío al Clásico Tardío, con base en datos de Rice y
Culbert (1990). Y fuera del continente, para la península
de Willaumez en Papúa Nueva Guinea, Torrence (2020)
ha documentado pausas modales de abandono que van
desde 55 a 235 años (n = 7) con un valor atípico de 1710
años en un caso excepcional.
Conclusión: evento vs. proceso
en el Ecuador antiguo
La secuencia de tefra distal del valle de Jama en
el norte de Manabí y sus contextos arqueologicos aso-
ciados son un geoarchivo valioso para la arqueología
costera ecuatoriana, no solo por la información sustan-
tiva que está íntimamente ligada a múltiples eventos
eruptivos en un único valle fluvial dentro de un área
cultural mucho más amplia. También arroja nueva luz
sobre la identificación e interpretación de “eventos ver-
sus procesos” en el desarrollo de formaciones sociales y
económicas concretas a lo largo del tiempo. Debido a la
gran magnitud y frecuencia de estos eventos catastróf-
icos, es fácil caer en un “determinismo por eventos”
(eventful determinism) al forzar un cambio estructur-
al en el registro arqueológico (Grattan, 2010, p. 180)
y atribuir la causalidad primaria a sucesos telúricos o
eruptivos en el ámbito del comportamiento humano de
las poblaciones afectadas. Pero lo que muestran los da-
tos del valle de Jama, al igual que muchos otros estudios
arqueológicos de impactos volcánicos, es que “el even-
to es incidental; el contexto es el rey” (Grattan, 2010, p.
181, traducción propia).
Con esto queremos decir que el evento volcánico
trae consigo un conjunto de variables que incluyen el
tipo de erupción, su magnitud, la altura de la pluma,
los patrones de viento predominantes, así como las pau-
tas particulares de desplazamiento de las cenizas sobre
un paisaje determinado y la estación del año en la que
todo esto sucede. Estos detalles vulcanológicos son im-
predecibles para el análisis arqueológico. Dentro de este
amplio escenario de factores contingentes, entonces, la
atención arqueológica debe dirigirse a las respuestas so-
ciales de las poblaciones humanas afectadas, con espe-
cial atención a sus vulnerabilidades y sus capacidades
culturales para enfrentar tales desafíos ambientales. Y
en este caso, no debemos asumir que la respuesta so-
cial será uniforme dentro de una región o macrorregión,
sino es más probable que los distintos sectores jerárqui-
cos de un cacicazgo persigan respuestas conforme a su
estatus y capacidades privilegiadas para responder a
condiciones específicas. Aquí debemos ser conscientes
de este grado de jerarquización y adoptar una perspec-
tiva teórica de la “ecología política” (Biersack, 2006; Ol-
iver-Smith, 2004; Van Buren, 2008; ver Escobar, 2008,
y Lansing et al., 2006, para aplicaciones), la cual pro-
pone que “las crisis ambientales afectan de manera dif-
erente a los componentes de la sociedad y a menudo, de
hecho, promueven el surgimiento de nuevas relaciones
políticas, particularmente entre los estados y los grupos
afectados” (Van Buren, 2001, p. 145, traducción propia).
Por ejemplo, un grupo social dado (una familia exten-
sa, un linaje, etc.) puede decidir que el espesor de una
caída de tefra en su área de captación inmediata no es
tan perjudicial para su producción de subsistencia y
calidad de vida como para emprender una emigración
masiva. Pero en otra parte del valle, tal vez a lo largo
de la llanura aluvial del río Jama, donde el transporte
de ceniza retrabajada, en forma de lahares secundarios,
podría desplazarse sobre los campos agrícolas primarios
aledaños, las formas de vida existentes pueden ser in-
sostenibles en estas condiciones y obliguen a buscar una
alternativa drástica que implique la emigración, ya sea
a un valle adyacente pero menos dañado o más lejos.
Opciones adicionales pueden ser asaltar las tierras de
James A. Zeidler
26
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
otros pueblos en busca de alimentos u otros recursos, o
aumentar las relaciones de trueque e intercambio con
los vecinos en procura de comida para equilibrar la re-
distribución de bienes debido a los efectos destructivos
desiguales de la erupción. La guerra sostenida para la
conquista territorial sería otra opción viable. Pero es-
tas respuestas variadas pueden ser escogidas y efectu-
adas de manera distinta, según el grado de poder social
y las capacidades de los sectores que contemplan la/s
repuesta/s en cuestión, es decir, las “estrategias com-
pensatorias” más aptas e idóneas de acuerdo con su niv-
el de riesgo (Zeidler, 2016).
Son estas elecciones, decisiones y resultados del
comportamiento humano las que dejan huellas en el reg-
istro arqueológico y que deberían ser el foco de nuestra
atención analítica. Son estos contextos los que “ofrecen
nuevas oportunidades para estilos de vida alternativos
y/o forman la plataforma para nuevas formas de vida e
innovaciones culturales” (Grattan y Torrence, 2007, p.
9, traducción propia). En otras palabras, “es el contexto
social del evento, en escalas que van desde el individ-
uo hasta la cultura, lo que es importante, más que el
evento en sí mismo” (Grattan, 2010, p. 181). Como han
argumentado recientemente Riede y Sheets (2020, p. 4,
énfasis original, traducción propia),
el poder del análisis arqueológico de desastres
pasados ofrece la posibilidad de explicar las vías
causales desde las condiciones preexistentes has-
ta lo que sigue. Los eventos catastróficos sirven
como herramientas analíticas ... en lugar de ser
los únicos impulsores de distracciones dramáticas
desplegadas para contar o vender nuestras histo-
rias particulares.
En este sentido, el geoarchivo de tefras distales
del valle de Jama, que abarca unos 3700 años de histo-
ria prehispánica y colonial en la Costa de Ecuador, sirve
como un laboratorio de campo especialmente rico y una
herramienta analítica para tales estudios de desapari-
ción y/o la innovación y creatividad culturales a lo largo
de una trayectoria social de casi cuatro milenios.
Agradecimientos
Mis investigaciones arqueológicas en el valle de
Jama han sido apoyadas por varias instituciones a través
del tiempo. En primer lugar, agradezco al apoyo del Insti-
tuto Nacional de Patrimonio Cultural (sede Guayaquil)
por conferir siete autorizaciones para investigaciones
de campo entre los años 1986 y 1994, bajo la dirección
sucesiva de Jorge G. Marcos Pino, Rosa Lalama Cam-
poverde, Yela Loffredo de Klein y María Elena Jácome
Argüello. Por su generoso apoyo financiero, agradezco
a Unesco/PNUD (Lima), el Programa de Antropología
para el Ecuador (Quito), el anterior Museo Arqueológi-
co del Banco Central, el Centro de Estudios Arqueológi-
cos y Antropológicos de la Espol, el Programa Fulbright
(Quito y Washington, D.C.), la Fundación Wenner-Gren
para la Investigación Antropológica (Nueva York), y
en especial la Fundación Nacional de Ciencias (Wash-
ington, D.C.). Las tres subvenciones de la NSF, con los
números BNS-8708949, BNS-8908703 y BNS-9108548,
se otorgaron en conjunto a mí y a Deborah M. Pears-
all (Universidad de Missouri, Columbia). Me gustaría
expresar mi más sincero agradecimiento a los colegas
Pearsall y Peter Stahl (Universidad de Victoria, Canadá)
por su colaboración, estudios y comentarios sobre los
efectos de estas erupciones volcánicas en los registros
arqueobotánicos y arqueofaunísticos, respectivamente.
También a John Isaacson (Laboratorio Nacional de
Los Álamos, Nuevo México) por su sabio consejo sobre
la secuencia de tefras del valle de Jama en una etapa
temprana de nuestra investigación. Reconocemos una
subvención suplementaria número BNS-9108548 de la
NFS otorgada a mí y a Isaacson para apoyar el análisis
geoquímico de las Tefras I, IIa y III del área de estudio.
Debo una nota especial de agradecimiento a mi esposa,
Marie J. Zeidler, por su apoyo constante y participación
en todos los aspectos de la investigación del valle de
Jama y por su diligente preparación de las Figuras 3, 4a,
4b, 6, 7a, 7b, 9 y 10 para esta publicación. Stephen Sher-
man (Universidad Estatal de Colorado, Fort Collins)
preparó el mapa SIG en la Figura 1; el topógrafo Aurelio
Iturralde y la dibujante Adela Iturralde (Quito) crearon
el mapa topográfico del sitio San Isidro en la Figura 5.
Aprecio también al apoyo del Centro de Arqueología
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
27
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Comparada de la Universidad de Pittsburgh por su
permiso para reproducir las Figuras 5, 6, 7a y 7b, origi-
nalmente publicadas en Zeidler (1994a). Para finalizar,
agradezco a los dos revisores anónimos por sus comen-
tarios detallados al manuscrito, los cuales me ayudaron
a clarificar aspectos de la presentación y el texto.
Fecha de recepción: 20 de abril de 2023
Fecha de aceptación: 27 de julio de 2023
Referencias
Andrade, S. D., Vásconez Müller, A., Vásconez, F., Beate,
B., Aquilar, J. y Santamaría, S. (2021). Pululahua
dome complex, Ecuador: Eruptive history, total
magma output and potential hazards. Journal of
South American Earth Sciences, 106, 1-14. https://
doi.org/10.1016/j.jsames.2020.103046
Barrow, C. J. (1999). How humans respond to natural
and anthropogenic disturbance. En L. R. Walker
(Ed.), Ecosystems of disturbed ground (pp. 659-
671). Elsevier.
Biersack, A. (2006). Reimagining political ecology: cul-
ture/power/history/nature. En A. Biersack y J. B.
Greenberg (Eds.), Reimagining political Ecology
(pp. 3-40). Duke University Press.
Blong, R. J. (1984). 
and volcanic reality in Papua New Guinea. Uni-
versity of Washington Press.
Brown, M. (2019). A Memory of Home: A Volcanic Erup-
tion Forced the People of Ecuador’s Jama Valley
to Abandon Their Homeland. What Brought
Them Back? Archaeology, 72(2), 34-37.
Buck, C. E. y Zeidler, J. A. (abril de 2021). Tephrostrati-
graphic Correlation and Ceramic Seriation in
Bayesian Calibration: A Case Study from Coast-
al Ecuador. En C. Buck, T. Dye y K. May (Orgs.),
     -
niques. Simposio para la 86
ta
reunión anual de
la Sociedad para la Arqueología Americana, San
Francisco, CA.
Buck, C. E. y Zeidler, J. A. (s. f.). Bayesian Analysis of
New Dating Evidence from the Jama River Valley,
Ecuador (Manuscrito en preparación).
Burton, I., Kates, R. y White, G. (1978). The environment
as hazard. Oxford University Press.
Cañadas Cruz, L. (1983). El mapa bioclimático y ecológi-
co del Ecuador. Ministerio de Agricultura y Ga-
nadería, Pronareg.
Constantine, A. R. (2017). La tefra como marcador guía
en la costa ecuatoriana: Nuevos aportes. En M. F.
Ugalde (Ed.), Volcanes, cenizas y ocupaciones an-
tiguas en perspectiva geoarqueológica en América
Latina (pp. 66-86). PUCE.
Coutros, P. (31 de mayo de 2018). How volcanoes de-
stroy and nurture societies. Sapiens. https://www.
sapiens.org/column/off-the-map/volcanic-ar-
chaeology-pichincha-volcano/.
Davies, S. M. (2015). Cryptotephras: The revolution in
correlation and precision dating. Journal of Qua-
ternary Science, 30(2), 114-130.
Delgado, F. (2013). Informe de la prospección arqueoló-
 
Cabo Pasado (Informe entregado al INPC).
Delgado, F. y Vásquez, J. (2014). Informe final. Proyec-
to Arqueológico Matapalo (AY-13-17-53-000-12-
000612), parroquia Atahualpa, Cantón Pederna-
les, norte de Manabí. INPC.
Del Moral, R. y Grishin, S.Y. (1999). Volcanic disturban-
ce and ecosystem recovery. In L. R. Walker (Ed.),
Ecosystems of disturbed ground (pp. 137-160). El-
sevier.
Donahue, J. y Harbert, W. (1994). Fluvial history of the
Jama River drainage basin. En J. A. Zeidler y D.
M. Pearsall (Eds.), Regional archaeology in nor-
     
cultural chronology, and prehistoric subsistence in
the Jama River Valley (pp. 43-57). Memorias de la
Universidad de Pittsburgh en Arqueología Lati-
noamericana No. 8. Universidad de Pittsburgh,
Libri Mundi.
Estrada, E. (1962). Arqueología de Manabí central. Pu-
blicación del Museo Víctor Emilio Estrada No. 7.
Escobar, A. (2008). -
ments, life, redes. Duke University Press.
Estupiñán Viteri, T. (1998).   -
ciones, destrucciones e invenciones. Ediciones del
Banco Central del Ecuador.
James A. Zeidler
28
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Gallopín, C. (2006). Linkages between vulnerability,
resilience, and adaptive capacity. Global Environ-
mental Change, 16(3), 292-303
Gibbon, G. (1989). Explanation in archaeology. Basil
Blackwell.
Grattan, J., y Torrence. R. (2007). Beyond doom and
gloom: The long-term consequences of volcanic
disasters. En J. Grattan y R. Torrence (Eds.), Liv-
-
canic eruptions (pp. 1-19). Left Coast Press.
Grattan, J. (2010). Testing eventful archaeologies: Event-
ful archaeology and volcanic “disasters.” En D. J.
Bolender (Ed.), Eventful Archaeologies (pp. 179-
188). State University of New York Press.
Guillaume-Gentil, N. (2008). Cinco mil años de historia
     -
plantación, población y cronología. Terra Archae-
ologica VI. Nestlé Ecuador.
Hall, M. L. (1977). El volcanismo en el Ecuador. Institu-
to Panamericano de Geografía e Historia (IPGH),
Sección Nacional del Ecuador.
Hall, M. L. y Mothes, P. A. (1999). La actividad volcánica
del Holoceno en el Ecuador y Colombia austral:
Impedimento al desarrollo de las civilizaciones
pasadas. En P. Mothes, (Ed.), Actividad volcánica
y pueblos precolombinos en el Ecuador (pp.11-40).
Abya-Yala.
Hall, M. L. y Mothes, P. A. (2008a). Volcanic impedi-
ments in the progressive development of pre-Co-
lumbian civilizations in the Ecuadorian Andes.
Journal of Volcanology and Geothermal Research,
176(3), 344-355.
Hall, M. L. y Mothes, P. A. (2008b). The rhyolitic-andesi-
tic eruptive history of Cotopaxi volcano, Ecuador.
Bulletin of Volcanology, 70(6), 675-702.
Hidalgo, S., Monzier, M., Almeida, E., Chazot, G., Eis-
sen, J.-P., van der Plicht, J. y Hall, M. L. (2008).
Late Pleistocene and Holocene activity of the
Atacazo-Ninahuilca volcanic complex (Ecuador).
Journal of Volcanology and Geothermal Research,
176(1), 16-26.
Isaacson, J. S. (1987). Volcanic activity and human oc-
      
of tephrostratigraphic techniques to the problem of
human settlement in the western montaña during
the Ecuadorian Formative (Tesis doctoral). Depar-
tamento de Antropología, Universidad de Illinois,
University Microfilms International.
Isaacson, J. S. (1994). Volcanic sediments in archaeo-
logical contexts from western Ecuador. En J. A.
Zeidler y D. M. Pearsall (Eds.), Regional archaeo-
-
vironment, cultural chronology, and prehistoric
subsistence in the Jama River Valley (pp. 131-140).
Memorias de la Universidad de Pittsburgh en Ar-
queología Latinoamericana No. 8. Universidad de
Pittsburgh, Libri Mundi.
Isaacson, J. S. y J. A. Zeidler (1999). Accidental history:
Volcanic activity and the end of the Formative in
northwestern Ecuador. En P. Mothes (Ed.), Activi-
dad volcánica y pueblos precolombinos en el Ecua-
dor (pp. 41-72). Abya-Yala.
Jochim, M. (1981). -
vior in an ecological context. Academic Press.
Lane, C. S., Cullen, V. L., White, D., Bramham, C. W.
F. y Smith, V. C. (2014). Cryptotephra as a dating
and correlation tool in archaeology. Journal of Ar-
chaeological Science, 42, 42-50.
Lansing, J. S., Schoenfelder, J. y Scarborough, V. (2006).
Rappaport’s rose: Structure, agency, and histori-
cal contingency in ecological anthropology. En
A. Biersack y J. B. Greenberg (Eds.), Reimagining
political ecology (pp.325-357). Duke University
Press.
Lippi, R. D. (1998). Una exploración arqueológica del Pi-
chincha occidental, Ecuador. Museo Jacinto Jijón
y Caamaño PUCE, Consejo Provincial de Pichin-
cha, Banco Interamericano de Desarrollo.
Lippi, R. D. (2004). Tropical forest archaeology in wes-
tern Pichincha, Ecuador. Wadsworth/Thomson
Learning.
Lowe, D. J., Pearce, N. J. G., Jorgensen, M. A., Kuehn, S.
C., Tryon, C. A. y Hayward, C. L. (2017). Correlat-
ing tephras and cryptotephras using glass com-
positional analyses and numerical and statistical
methods: Review and evaluation. Quaternary Sci-
ence Reviews, 175, 1-44.
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
29
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Me-Bar, Y. y Valdez, F. (2004). Recovery time after a di-
saster and the ancient Maya. Journal of Archaeo-
logical Science, 31(9), 1311-1324.
Me-Bar, Y. y Valdez, F. (2005). On the vulnerability of
the ancient Maya society to natural threats. Jour-
nal of Archaeological Science, 32(6), 813-825.
Mothes, P. A. y Hall, M. L. (1999). Quilotoas 800 BP ash:
A valuable stratigraphic marker unit for the Inte-
gration Period. En P. Mothes, (Ed.), Actividad vol-
cánica y pueblos precolombinos en el Ecuador (pp.
111-138). Abya-Yala.
Mothes, P. A. y Hall, M. L. (2008). The plinian fallout
associated with Quilotoas 800 Yr BP eruption, Ec-
uadorian Andes. Journal of Volcanology and Geo-
thermal Research, 176(1), 56-69.
Mulas, M., Chunga, K., Garcés León, D. O. y Escobar
Segovia, K. F., (2019). Sedimentological study of
distal rain-triggered lahars: The case of west coast
of Ecuador. Latin American Journal of Sedimen-
tology and Basin Analysis, 26(1), 1-17.
Newhall, C. G. y Self, S. (1982). The volcanic explosivity
index (VEI): An estimate of explosive magnitude
for historical volcanism. Journal of Geophysical
(C2), 1231-1238.
Nocquet, J.-M., Jarrín, P., Vallee, M., Mothes, P. A.,
Grandin, R., Rolandone, F., Delouis, B., Yepes,
H., Font, Y., Fuentes, D., Laurendeau, A., Cis-
neros, D., Hernández, S., Sladen, A., Singaucho,
J.-C., Mora, H., Gómez, J., Montes, L. y Charvis,
P. (2016). Supercycle and the Ecuadorian sub-
duction zone revealed after the 2016 Pederna-
les earthquake. Nature Geoscience, 10, 145-149.
htpps://doi.org/10.1038/ngeo2864.
Oliver-Smith, A. (2004). Theorizing vulnerability in a
globalized world: A political-ecological perspec-
tive. En T. Hilhorst, G. Frerks y G. Bankoff (Eds.),

people (pp.10-24). Earthscan Publications.
Ortiz-Aguilú, J.J., Toulkeridis, T., Castro, G., Zeidler, J.,
Páez, T. y Jadán, M. (s. f.). Unveiling Papayita:
Initial findings from a Late Valdivia settlement in
south-central Manabí, Ecuador (Manuscrito en
preparación). Strata, 1(2). INPC.
Pearsall, D. M. (2004). Plants and people in ancient Ec-
.
Wadsworth/Thomson Learning.
Pólit Montes de Oca, V. (1988). Conquista del Perú, Qui-
to y descubrimiento del Río de la Amazonas. En
E. Ayala Mora (Ed.), Nueva historia del Ecuador
(Vol. 3, pp. 67-90). Corporación Editora Nacional,
Grijalbo.
Rice, D. S. y Culbert, T. P. (1990). Historical contexts for
population reconstruction in the Maya Lowlands.
En T. P. Culbert y D. S. Rice (Eds.), Precolumbi-
an population history in the Maya Lowlands (pp.
1-36). University of New Mexico Press.
Riede, F. (2015). Volcanic eruptions and human vulner-
ability in traditional societies past and present:
Towards a palaeosocial volcanology. En F. Riede
(Ed.),     
human vulnerability in traditional societies past
and present (pp. 9-22). Aarhus University Press.
Riede, F. (2019). Doing paleo-social volcanology: De-
veloping a framework for systematically investi-
gating the impacts of past volcanic eruptions on
human societies using archaeological datasets.
Quaternary International, 499(B), 266-277.
Riede, F. y Sheets, P. (2020). Introduction: Framing
catastrophes archaeologically. En F. Riede y P.
Sheets (Eds.), -
chaeological perspectives on socio-ecological crisis,
response, and collapse (pp. 1-14). Berghahn Books.
Rivadeneira, S. C. (2015).     
A Modal Analysis of Terminal Valdivia Ceramics
in Northern Manabí, Ecuador (Tesis de maestría
inédita). Departamento de Antropología y Arque-
ología, Universidad de Calgary, Canadá.
Robin, C., Samaniego, P., Pennec, J.-L., Mothes, P. y
van der Plicht, J. (2008). Late Holocene phases of
dome growth and plinian activity at Guagua Pi-
chincha volcano (Ecuador). Journal of Volcanolo-
gy and Geothermal Research, 176(1), 7-15.
Sheets, P. (2012). Responses to explosive volcanic erup-
tions by small to complex societies in ancient
Mexico and Central America. En J. Cooper y P.
Sheets (Eds.), Surviving sudden environmental
James A. Zeidler
30
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
    (pp. 43-65).
University Press of Colorado.
Sevink, J., di Vito, M., van Leusen, M. y Field, M.
(2019). Distal effects of volcanic eruptions on
pre-industrial societies. Quaternary Internatio-
nal, 499(B), 129-134. https://doi.org/10.1016/j.
quaint.2019.01.040.
Silva Linhares, D. P., Ventura Garcia, P. y dos Santos
Rodriguez, A. (2019). Fluoride in volcanic areas:
A case study in medical geology. En A. Makan
(Ed.),    
prevention practices. IntechOpen. https://www.
intechopen.com/chapters/66846.
Stahl, P. W. (2011). Periodic volcanism, persistent
landscapes, and the archaeofaunal record in the
Jama Valley. En N. Miller, K. Moore y K. Ryan
(Eds.), Sustainable lifeways: Cultural persis-
tence in an ever-changing environment (pp.
273-309). University of Pennsylvania Press.
Stahl, P. W. y Pearsall, D. M. (2012). Late pre-Co-
lumbian agroforestry in the tropical lowlands
of western Ecuador. Quaternary International,
249, 43-52.
Tagawa, H., Suzuki, E., Partomihardjo, T. y Suridar-
ma, A. (1985). Vegetation and succession on the
Krakatau Islands, Indonesia. Vegetatio, 60(3),
131-145.
Thornton, I. (1996). Krakatau: The destruction and
reassembly of an island ecosystem. Harvard
University Press.
Thornton, I. (2000). The ecology of volcanoes: Reco-
very and reassembly of living communities. En
H. Sigurdsson (Ed.), Encyclopedia of Volcanos
(pp. 1057-1081). Academic Press.
Tobar, O. (1988). Prospección arqueológica de la
cuenca del Río Cangrejo en San Isidro, Manabí
norte: El uso de criterios hidrográficos para el
muestreo probabilístico (Tesis de licenciatura).
Centro de Estudios Arqueológicos y Antropoló-
gicos Espol.
Torrence, R. (2002) What makes a disaster: A long-
term view of volcanic eruptions and human res-
ponses in Papua New Guinea. En R. Torrence y
J. Grattan (Eds.), Natural disasters and cultural
change (pp. 292-312). Routledge.
Torrence, R. (2019). Social responses to volcanic
eruptions: A review of key concepts. Quater-
nary International, 499(B), 258-265.
Torrence, R. (2020). Collapse, resilience, and adapta-
tion: An archaeological perspective on continui-
ty and change in hazardous environments. En
F. Riede y P. Sheets (Eds.), Going forward by
looking back: Archaeological perspectives on
socio-ecological crisis, response, and collapse
(pp. 134-161). Berghahn Books.
United States Geological Survey (16 de mayo, 2018).
Impacts & Mitigation - Health. USGS Volcanic
Ashfall Impacts Working Group. https://volca-
noes.usgs.gov/volcanic_ash/health.html
Vallejo Vargas, S. X. (2011). Distribución de las ceni-
zas Holocénicas-Tardías en la costa del Ecua-
dor (Tesis de licenciatura). Facultad de Geolo-
gía y Petróleos EPN.
van Buren, M. (2001) The archaeology of El Niño
events and oher “natural” disasters. Journal of
Archaeological Method and Theory, 8(2), 129-
149.
Vásquez, J. y Delgado, F. (2012). Informe final de la
prospección y reconocimiento arqueológico de
las áreas de Atahualpa, Coaque, y Puerto Ca-
buyal (Informe al INPC).
Volentik, A. C. M., Bonadonna, C., Connor, C. B.,
Connor, L. J. y Rosi, M. (2010). Modeling
tephra dispersal in absence of wind: Insights
from the climactic phase of the 2450 BP plinian
eruption of Pululagua volcano (Ecuador). Jour-
nal of Volcanology and Geothermal Research,
193(1-2), 117-136.
Whitaker, R., Bush, M. y Richards, K. (1989). Plant
recolonization and vegetation succession in
the Krakatau Islands. Ecological Monographs,
59(2), 59-123.
Wisner, B. y Luce, H. R. (1993). Disaster vulnerabi-
lity: Scale, power, and daily life. GeoJournal,
Special Issue on Vulnerability, Hunger, and Fa-
mine, 30(2), 127-140.
Nuevas perspectivas sobre el volcanismo holocénico ecuatoriano y sus repetidos impactos en el valle de Jama
31
INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Wolf, T. (1904). Crónica de los fenómenos volcánicos
y terremotos en el Ecuador, con algunas noti-
cias sobre otros países de América central y me-
ridional desde 1533 hasta 1797. Imprenta de la
Universidad Central.
Zeidler, J. A. (1994a). Archaeological testing in the mi-
ddle Jama Valley. En J. A. Zeidler y D. M. Pearsall
(Eds.), Regional archaeology in northern Manabí,
-
logy, and prehistoric subsistence in the Jama River
Valley (pp. 71-98). Memorias de la Universidad de
Pittsburgh en Arqueología Latinoamericana No.
8. Universidad de Pittsburgh, Libri Mundi.
Zeidler, J. A. (1994b). Archaeological testing in the
lower Jama Valley. En J. A. Zeidler y D. M. Pearsall
(Eds.), Regional archaeology in northern Manabí,
-
logy, and prehistoric subsistence in the Jama River
Valley (pp. 99-109). Memorias de la Universidad
de Pittsburgh en Arqueología Latinoamericana
No. 8. Universidad de Pittsburgh, Libri Mundi.
Zeidler, J. A. (1995). Archaeological survey and site dis-
covery in the forested neotropics. En P. W. Stahl
(Ed.), Archaeology in the lowland American Trop-
-
tions (pp. 6-39). Cambridge University Press.
Zeidler, J. A. (2002). Central coast regional chiefdoms
[Ecuador]. En P. N. Peregrine y M. Ember (Eds.),
The encyclopedia of prehistory, 
America and northwestern South America (pp.
1-11). Kluwer Academic Publishing.
Zeidler, J. A. (2005). -
panic settlement systems in the Jama Valley, coast-
al Ecuador. Ponencia presentada en la he 70
ma
re-
unión anual de la Sociedad para la Arqueología
Americana, Salt Lake City, Utah.
Zeidler, J. A. (2016) Modeling cultural responses to vol-
canic disaster in the Jama-Coaque II cultural tra-
dition, coastal Ecuador: A case study in cultural
collapse and social resilience. Quaternary Inter-
national, 394, pp. 79-97.
Zeidler, J. A. (junio, 2022). Assessing social inequality
in the pre-Hispanic chiefdoms of the Jama-Coa-
que culture, northern Manabí province, Ecuador,
through earthwork energetics analysis. En R. J.
Chacon y Y. Chacon (Orgs.), Warfare, Environ-
ment, Social Inequality and Pro-Sociability (We-
sips). Ponencia presentada en conferencia bienal
en Sevilla, España. Universidad de Sevilla, Center
for Cross-Cultural Studies.
Zeidler, J. A. (s. f.). Native Lords of Northern Manabí,

Power in the Jama River Valley, 2000 BCE – 1600
CE (Manuscrito en preparación). Conflict, Envi-
ronment, and Social Complexity Series, Springer
Publications.
Zeidler, J. A. y Beltrán Medina, J. C. (2022). Archae-
ological evidence for long-distance maritime
contacts between the Tesoro/Comala/Armería
Phases, west Mexico, and the Jama-Coaque tra-
dition, coastal Ecuador. En C. S. Beekman y C.
McEwan (Eds.),-

and northwestern South America (pp. 263-300).
Dumbarton Oaks Research Library and Collec-
tion.
Zeidler, J. A. e Isaacson, J. S. (2003). Settlement process
and historical contingency in the western Ecua-
dorian Formative. En J. Scott Raymond y Richard
Burger (Eds.), Archaeology of Formative Ecuador
(pp. 69-123). Dumbarton Oaks Research Library
and Collection.
Zeidler, J. A. y Kennedy, R. (1994). Environmental set-
ting. En J. A. Zeidler y D. M. Pearsall (Eds.), Re-
gional archaeology in northern Manabí, Ecuador,
 
prehistoric subsistence in the Jama River Valley
(pp. 13-41). Memorias de la Universidad de Pi-
ttsburgh en Arqueología Latinoamericana No. 8.
Universidad de Pittsburgh, Libri Mundi.
Zeidler, J. A. y Pearsall, D. M. (1994). Introduction. En
J. A. Zeidler y D. M. Pearsall (Eds.), Regional ar-

Environment, cultural chronology, and prehisto-
ric subsistence in the Jama River Valley (pp. 1-12).
Memorias de la Universidad de Pittsburgh en Ar-
queología Latinoamericana No. 8. Universidad de
Pittsburgh, Libri Mundi.
James A. Zeidler
32
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Zeidler, J. A. y Sutliff, M. J. (1994). Definition of ceramic
complexes and cultural occupation in the Jama
Valley. En J. A. Zeidler y D. M. Pearsall (Eds.), Re-
gional archaeology in northern Manabí, Ecuador,
 
prehistoric subsistence in the Jama River Valley
(pp. 111-130). Memorias de la Universidad de Pi-
ttsburgh en Arqueología Latinoamericana No. 8.
Universidad de Pittsburgh, Libri Mundi.
Zeidler, J. A., Buck, C. E. y Litton, C. D. (1998). The inte-
gration of archaeological phase information and
radiocarbon results from the Jama River Valley,
Ecuador: A Bayesian approach. Latin American
Antiquity, 9(2), 160-179.