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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Ryan Scott Hechler
Universidad de Tulane, Nueva Orleans, EE. UU.; Universidad de Nuevo
México, Albuquerque, EE. UU.
rhechler@tulane.edu
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañando las identidades de los períodos
de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía
del norte de Ecuador
La provincia denominada Quijos durante el colonialismo es-
pañol, que llegaría a ser las modernas Napo y el oeste de Su-
cumbíos y Orellana, estaba compuesta por diferentes grupos
étnicos. En 1577, Diego de Ortegón distinguió que la región
albergaba diferentes prácticas culturales y lingüísticas únicas.
Los grupos indígenas incluían a los epónimos Quijos, Zuma-
quí, Canelos, Kofán (A'i), Omagua y otros. Los primeros es-
fuerzos coloniales muestran una falta de control por parte del
Tawantinsuyu
1
(el imperio inka) y la ubicación de los centros
administrativos españoles sugiere una conciencia de las dife-
rentes sociedades que estaban colonizando. La descripción de
las comunidades cambiaba constantemente, así como quie-
nes residían en esta región, por el impacto devastador de las
enfermedades, los abusos laborales y el desplazamiento inva-
sor. El objetivo de esta investigación es ahondar en las diver-
sas identidades de las sociedades indígenas de esta región a
través de una combinación de fuentes etnohistóricas, datos
arqueológicos de los períodos de Integración Tardío y colonial
español y etnografía moderna.
1. Este artículo sigue la ortografía del Runasimi, diferente al del quechua/
quichua en español.
Quijos…Who?: Unraveling the Identities of the Late Inte-
gration and Spanish Colonial Periods of the Upper Ama-
zon of Northern Ecuador
quijos, Amazonía, arqueología precolombina,
inka, colonialismo español
Quijos, Amazon, Pre-Columbian archaeology,
Inka, Spanish Colonialism
The province called Quijos during Spanish colonialism, which
would become modern Napo and western Sucumbíos and Orel-
lana, was composed of different ethnic groups. In 1577, Diego
de Ortegón distinguished that the region harbored different
unique cultural and linguistic practices. Indigenous groups
included the eponymous Quijos, Zumaquí, Canelos, Kofán
(A'i), Omagua, and others. Early colonial efforts show a lack
of control by Tawantinsuyu (the Inka empire) and the locations
of the Spanish administrative centers suggest an awareness of
the different societies they were colonizing. The description of
the communities was constantly changing, as well as those who
resided in this region, due to the devastating impact of disease,
labor abuses and encroaching displacement. The goal of this
research is to further expose the diverse identities of the Indige-
nous societies of this region through a combination of ethnohis-
torical sources, archaeological data from the Late Integration
and Spanish Colonial periods, and modern ethnography.
Resumen
Palabras clave: Keywords:
Abstract
STRATA, 01-06/ 2023, vol. 1, nro.1, e6
https://doi.org/10.5281/zenodo.7949144
Periodicidad: semestral - continua
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
ISSN 2690-8120
https://revistas.patrimoniocultural.gob.ec/ojs/index.php/Strata
Ryan Scott Hechler
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Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
además de revisar brevemente la información histórica
premoderna. También se realiza una síntesis integral de
los datos relevantes de radiocarbono publicados de los
tiempos analizados para ofrecer una visión cronológica
de los desarrollos culturales, en particular las tradicio-
nes arquitectónicas que murieron bajo los españoles.
Durante el colonialismo ibérico, vemos la formación
de una serie de etnogénesis en las que las comunidades
desplazadas se reagregaron y se redefinieron de forma
resiliente (Hill, 1996).
En los primeros estudios de los quijos, Udo Obe-
rem (1967, 1971) se enfocó en la etnohistoria y Pedro Po-
rras (1970, 1972, 1974, 1975) hizo lo propio y también en
la arqueología. Recientemente, se han realizado diver-
sas investigaciones arqueológicas (Cuéllar, 2006; Yépez,
2008), etnohistóricas (Landázuri, 1989; Ospina Peralta,
1992, 1997) y de antropología cultural (Muratorio, 1995;
Kohn, 2013), pero ha habido una desconexión entre es-
tas (Uzendoski, 2004, pp. 320-321). Los estudios arqueo-
lógicos demuestran un nivel de complejidad durante el
colonialismo español temprano que no fue discutido
por los cronistas, particularmente sobre las tradiciones
arquitectónicas y funerarias. El paisaje de los quijos de-
muestra una historia profunda, que se ve a través de los
registros ambientales de sus bosques culturales (Balée,
2013) y los mitos regionales modernos (Santos-Granero,
1998).
Los quijos eran un grupo étnico, pero a través de
una simplificación colonial temprana de la región y la
fusión de diferentes comunidades a lo largo del tiempo,
adquirieron un significado más amplio, más allá de su
sociedad individual, hasta sus vecinos Zumaquí, los en-
claves cercanos Omagua o los alrededores de Archido-
na. Quijos se ha convertido en una identidad más grande
para las comunidades indígenas modernas que recono-
cen a través de historias orales y escritas sus profundas
y complicadas conexiones con el pasado (Kohn, 2013;
Gibson et al., 2021). Al comienzo del período de Integra-
ción Tardío, vemos la etnogénesis de su identidad espe-
cífica y además su propensión a integrar relaciones con
comunidades a grandes distancias (Hornborg, 2005), in-
cluyendo la Sierra. Oberem (1978) se refirió a esto como
“microverticalidad” debido a las relaciones comerciales
intensivas con grupos circundantes, una contracción
del concepto de “archipiélago vertical” de John Murra
(1972), o de “archipiélago horizontal” en la Alta Ama-
zonía (Uzendoski, 2004).
A través de la investigación personal y la síntesis
de la rica historia de estudios de esta región, el objetivo
es ofrecer una comprensión más matizada de la iden-
tidad cultural y las prácticas que ocurrieron durante el
período de Integración Tardío y el colonialismo español,
Alrededor del año 1280 d. C., el volcán Quilotoa,
en la provincia de Cotopaxi, tuvo una gran erupción.
Esta coincidió con el inicio de la Pequeña Edad de Hie-
lo, caracterizada por un cambio repentino a un clima
más fresco (Ledru et al., 2013) que tuvo un impacto in-
mediato en la vida agrícola de muchas sociedades. El
Quilotoa está a 130 km al suroeste de la frontera de las
provincias de Pichincha e Imbabura y su erupción cu-
brió gran parte de la Sierra Norte y las montañas adya-
centes con 10-15 cm de ceniza pliniana (Mothes y Hall,
2008; Knapp y Mothes, 1998). Muchas fuentes de agua
importantes experimentaron sequía y hubo descenso de
los niveles de los lagos a lo largo de la región (Colinvaux
et al., 1988; Athens, 1998). El pantano Sucus en el paso
de Papallacta, 100 km al noreste del Quilotoa y en las
afueras occidentales de altura de los quijos, se secó du-
rante 20 años por la caída de ceniza (Ledru et al., 2013).
Y aquí es donde comienza nuestra historia. Los
cambios climáticos y los desastres naturales a menudo
conducen a experiencias injustas y desiguales entre las
sociedades. La forma en que las personas responden, en
términos de cohesión grupal, fractura, aislamiento y re-
siliencia asociada con cualquiera de estas opciones, con-
duce a expresiones únicas de identidad cultural frente a
la adversidad (McKee y Sheets, 2003; Sandweiss et al.,
2007; Dumont et al., 2010; Nesbitt, 2016; Pratt, 2019).
Muchas sociedades de la Sierra experimentaron un cam-
bio drástico en sus formas de vida y reorganizaciones
o nuevas fusiones de asentamientos, que se volvieron
cada vez más esporádicos en las áreas cercanas al Quilo-
Estudios previos
El mundo ha cambiado:
la realidad tras una erupción del Quilotoa
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
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Nota. Los archivos SIG de ríos son cortesía de Global River Database (Andreadis et al., 2013).
Figura 1
Mapa de las comunidades y sitios discutidos
Ryan Scott Hechler
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Encontrar un ajuste:
los quijos dentro de un mundo barbacoa
toa. Ronald Lippi (2004) ha enfatizado la migración de
las sociedades de habla barbacoa en el norte de Ecua-
dor y el suroeste de Colombia, en particular durante el
período de Integración. Fue para esta época que Steve
Athens (1997, 162) consideró la “manifestación de la et-
nicidad” de los cara (ver Hechler y Pratt, s.f.) y su crea-
ción de pirámides en la Sierra, como se ejemplifica en
sitios como Cochasquí (Oberem, 1981; Hechler, 2021)
y Zuleta (Athens et al., 2015). Además, David Brown
(2015) enunció la hipótesis de migración de Lippi y la
conectó con la actividad volcánica. Esta reorganización
cultural y geográfica y la redefinición circunstancial de
la etnicidad entre estos grupos, muchos de los cuales es-
taban relacionados lingüísticamente de forma lejana, es
lo que he llegado a denominar “baraja barbacoa.
Si bien la Sierra Norte sufrió un impacto devas-
tador en su sistema agrícola preferido de camellones
(Knapp y Mothes, 1998; Pratt y Hechler, 2023), el de-
sarrollo de las terrazas agrícolas entre los quijos parece
haber continuado sin interrupción (Cuéllar, 2006), en
contraste con lo vivido por sus vecinos serranos. Los
quijos fueron un grupo resistente que siguió siendo un
vínculo importante entre muchas de estas áreas afecta-
das después de la erupción del Quilotoa. La producción
de cerámica cosanga (que se discutirá en breve) entre
ellos continuó y su alcance comercial pudo haber au-
mentado, llegando incluso a la montaña occidental (Li-
ppi y Gudiño, 2019). Eran una fuente importante de una
amplia variedad de productos perecederos (ver DeBoer,
2021, pp. 280-281), algo que continuó hasta bien entra-
do el colonialismo español. Entonces, ¿cómo encajan
los quijos dentro de un mundo barbacoa?
He optado por utilizar el término “mundo barba-
coa” para explicar sociedades cultural y ecológicamen-
te diversas que ocuparon el norte de Ecuador y el su-
roeste de Colombia, la mayoría de las cuales hablaban
lenguas barbacoas (con excepciones aisladas como los
kofán de Ecuador y los kamsá de Colombia). Esto está
inspirado por la noción de “mundo chibcha” de John
Hoopes (2005), usada para describir la diversa gama de
sociedades chibchas desde el este de Honduras hasta el
centro de Colombia. Algunas de estas sociedades bar-
bacoas y sus descendientes continúan hablando esos
idiomas (Hechler, 2021, pp. 208-210) o tienen influencia
de sustrato de idiomas barbacoas anteriores, como el ki-
chwa moderno en el norte de Ecuador (Muysken, 2011).
Y aquí es donde reenfatizo: las sociedades indígenas,
como todas las sociedades, no son estáticas, cambian
debido a una amplia gama de factores dentro y fuera de
su control.
Los primeros documentos de la era colonial espa-
ñola indican que la región conocida como Quijos no fue
ocupada originalmente por hablantes del kichwa (Obe-
rem, 1971; Hartmann, 1979; Muysken, 2009). A princi-
pios del siglo XX, el marqués Robert de Wavrin (1927,
pp. 329-330; Hechler, 2021, p. 222) documentó que los
napo runa explicaron que un emperador inka anónimo
los visitó buscando un lugar para establecer Quito y en-
señar kichwa a nuevos sujetos potenciales en el área.
Ellos (también conocidos como canelos runa) afirma-
ron que sus antepasados no estaban preparados para el
idioma o la cultura inka y que en ese momento podían
comunicarse con la naturaleza. Consternado, el empe-
rador partió rumbo a la Sierra. La historia tiene anécdo-
tas anacrónicas y varias versiones a nivel regional, pero
es una metáfora importante para el cambio cultural y lo
justifica, con independencia de su veracidad. Ahora, los
napo runa hablan un dialecto específico del quechua,
kichwa de Napo, y las comunidades alrededor de Tena
hablan el kichwa de esa ciudad. ¿Cómo llegamos aquí?
Pedro Cieza de León (1553/2005, p. 118) sugirió
que los quijos tenían las mismas prácticas culturales y
costumbres que los yumbos, una antigua sociedad de
habla barbacoa en las montañas al oeste de Quito (Li-
-
ficó sus lenguas como barbacoas, pero Willem Adelaar
y Pieter Muysken (2004, p. 624) dudaron y señalaron
que no estaban listos para clasificar el idioma quijos de-
bido a la escasez de términos sobrevivientes. Adelaar y
Muysken tenían más confianza en otros idiomas barba-
coas y coincidían con otras clasificaciones de Loukotka,
como el aún existente tsáfiki (de los tsáchila, histórica-
mente conocidos como colorados), el cha'palaachi (de
los chachi, denominados cayapas), awa pit-kwaiker (de
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
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los awas, conocidos como malawas, malabas y mala-
guas), guambiano (misak) y totoró o las lenguas extintas
de los cara, pastos (o muellamues), sindagua (o malla)
y kokonuko.
La toponimia de muchos antiguos asentamientos
indígenas de la zona de Quijos parece tener correlatos
lingüísticos con los topónimos de Pichincha e Imbabu-
ra (Paz y Miño, 1941), una antigua zona barbacoa, y el
moderno kichwa Imbabura demuestra una influencia
de sustrato de lenguas emparentadas extintas (Muys-
ken, 2011, p. 238). Muchos topónimos de la Sierra Norte
muestran terminología barbacoa o incluso fusiones de
indicadores kichwa y barbacoa. Nombres entre el gru-
po étnico quijos (Fig. 2) como Hatunquijos (una fusión
quechua/kichwa de hatun, “grande, y quijos, nombre
del grupo), Chalpí (como Chapí cerca de Pimampiro),
Coxiquí, Cosquí y Zeguí, o entre la etnia zumaquí, como
el propio Zumaquí (más tarde transformado en Suma-
co, que podría ser una combinación quechua/kichwa de
sumaq, “hermoso, y quí, indicador de lugar barbacoa),
así como Amoquí o Tambiza (como Zambiza en Quito).
Las pocas palabras documentadas de los qui-
jos siguen patrones similares a las palabras barbacoas,
como chisiqui por “granadilla” (Cobo, 1653/1890, p.
459), que en kichwa moderno es julun (o tawzu). Or-
tiguera (1581/1909, p. 408) señaló que pende es “dios
de la tierra” o un hechicero. Pedro Ordóñez de Ceballos
(1614/1905, pp. 396-97) escribió que abba es “padre” y
concepto es “corazón. Del mismo modo, Pedro Fernán-
dez de Castro, el conde de Lemus y Andrade (1608/1881,
p. civ), observó “corazón” como conceto. Los correlatos
del barbacoa moderno indican una relación con estas
pocas palabras. El diccionario tsáfiki de Moore (1966,
pp. 166, 205, 214) indica que a’pá es “padre” (ápa en
cha’palaachi, Moore, 1962, pp. 283) y poné es “hechi-
cero”, lo que parece ser una clara correlación con los
términos quijos documentados. Sin embargo, tenka es
corazón” en tsáfiki (tembúka en cha’palaachi, Moore,
1962, p. 288). Jacinto Jijón y Caamaño (1940, pp. 294-95)
siguió los mismos correlatos lógicos y trató de conectar
Nota. 
étnicas son un intento de determinar grupos vistos arbitrariamente por los españoles dentro de sectores y subprovincias. Los
archivos SIG de ríos son cortesía de Global River Database (Andreadis et al., 2013).
Figura 2
Extensión colonial de la provincia de Quijos
Ryan Scott Hechler
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concepto/conceto a la palabra tsáfiki para katsá o “hiel”,
para lo cual afirmó una concepción metafórica de cuer-
po/mente.
Los quijos nunca se incorporaron completamente
al Tawantinsuyu, aunque fueron cortejados a través de
obsequios e intentos de “consentimiento coaccionado”
(Godelier, 1978). La lingua franca del Tawantinsuyu era
el Qusqu Runasimi/quechua cusqueño, que es parte de
la subdivisión del quechua II, a la que pertenece el ki-
chwa ecuatoriano, mientras que el quechua del norte
peruano pertenece al quechua I y tiene un parentesco
más distante. Borja (1582/1897, p. 129) observó que el
pueblo de Chapí, cerca de Pimampiro, estaba situado
cerca de la montaña de los quijos. Observó que había
al menos dos grupos discernibles de comunidades indí-
genas que cohabitaban este espacio. Dijo que un grupo
hablaba el idioma de Otavalo, Caranquí y Cayambe (es
decir, cara). Borja enfatizó que el otro grupo era cono-
cido como los “montañeses”, que parecían ser una co-
munidad a mayor altura que los quijos. Borja observó
que su lengua se parecía a la de los quijos, aunque se
refirió a ella como “muy peor”. Borja (p. 129) distinguió
estas lenguas indígenas del quechua, observando: “muy
pocos indios desta doctrina saben la lengua general del
Inga. Esta era un área que parecía estar fuera del alcan-
ce del Tawantinsuyu. Hay varias sugerencias de cierto
nivel de inteligibilidad entre las comunidades barbacoas
de la Sierra y las comunidades de la Alta Amazonía. Los
zumaquí eran un grupo al este de los quijos que habla-
ban un idioma similar al de ellos, quizás igual. Cuan-
do los españoles intentaban enfrentarse a los zumaquí,
a pedido del capitán Andrés Contero trajeron a Diego
Guayllabamba (dentro del territorio cara) “a hablar al
cacique principal de la dicha probinçia llamado Juman-
de de lengua de la tierra...” (Marín, 1563/1989, p. 123).
Oberem (1971, pp. 258-260; Hartmann, 1979) pro-
puso que los quijos hablaban quechua como idioma de
comercio cuando se contactaron con los españoles, no
su lengua indígena, y que era fácil mantener conexiones
con la Sierra después de la dominación inka. Oberem
estuvo de acuerdo con Jijón y Caamaño en que estas co-
munidades hablaban su propio idioma entre ellas y que
el eventual dominio colonial hispánico del quechua fue
el resultado de esfuerzos religiosos. Muysken (2000, p.
985) observó que el quechua del Oriente es “morfológi-
camente menos complejo que, por ejemplo, el quechua
del Cuzco (Perú) pero ciertamente no ha perdido toda
su morfología” (traducción propia). Muysken (2000, p.
980, 2009; Gómez Rendón, 2019) planteó la hipótesis
de que muchos de los elementos únicos del quechua
ecuatoriano surgieron durante el período colonial. Mu-
ysken (2009, pp. 77, 83; ver también Gómez Rendón y
Adelaar, 2009) señaló que esta versión del quechua fue
una “transformación gradual de un idioma en expan-
sión, el quechua imperial incaico” y “la existencia de un
grupo sustancial de hablantes nativos de quechua en el
Ecuador pre-incaico sigue siendo dudosa” (traducción
propia).
Ortegón (1577/1958, pp. 237) indicó que se habla-
ban diferentes lenguas indígenas alrededor de Baeza,
Ávila y Archidona, áreas que se fusionan colectivamen-
te como Quijos. Mucho después de los escritos de Bor-
ja y Ortegón, Fernández de Castro (1608/1881, p. civ)
dijo que “corre en esta Prouincia la lengua general del
Inga, y háblanse otras diferentes y maternas…”. Así, el
quechua era omnipresente, pero no había reemplazado
a las lenguas maternas. Se convirtió en la lengua fran-
ca de la catequización de las comunidades andinas, con
independencia de su familiaridad con el idioma y de
haber sido o no súbditos del Tawantinsuyu, como más
adentro de la Amazonía (Nieremberg, 1647/1889, p. 50;
Rodríguez, 1684, p. 47; Maroni, 1738/1889, pp. 120-121,
198-199, 225, 348, 511).
Al igual que Fernández de Castro, Ordóñez de
Ceballos (1614/1905, pp. 396-397) señaló que alrededor
de Baeza, las sociedades indígenas “hablan todos estos
la lengua general del Inga, que era Emperador del Pirú
que les impuso su lengua general, y tienen sus lenguas
maternas por sus provincias y pueblos y todas diferen-
tes”. Continúa diciendo que las comunidades indígenas
bajo las jurisdicciones de Baeza, Ávila y Archidona eran
muy similares culturalmente. Él señaló más tarde (p.
418) que cada grupo tiene de tres a cuatro idiomas loca-
les bajo un nombre, todos los cuales no eran “la lengua
general del Inga. En 1754, Joseph de Basabe y Urquieta
(1754/1902, p. 65) escribió “todos hablan la lengua Ge-
neral de Inga en las que les enseñan la doctrina Chris-
tiana, no obstante que tienen otras varias lenguas según
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
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la nación de donde proceden, pero esta solo la hablan
entre ellos”. Y a partir de este momento, parece haber
una rápida disminución de los idiomas y dialectos loca-
les. En 1784, Lorenzo Hervás (p. 62) notó que ya no exis-
tían los idiomas locales alrededor de Archidona y que
si bien sí habían a lo largo del río Napo, se desconocía
su afiliación lingüística. Él señaló que “en todas estas
misiones compuestas por muchas naciones, y lenguas
diferentes, los jesuitas habían hecho común la lengua
Quechua” (p. 59).
No hay indicios de que los quijos y sus vecinos
estuvieran completamente incorporados al Tawantinsu-
yu. Las cronistas indican que, si bien estas comunidades
pueden haber hablado el idioma del imperio durante
este tiempo, tenían sus propias lenguas. La relación ín-
tima con los grupos barbacoas a través de intercambios,
incluidos los de las comunidades multiétnicas entre sí,
probablemente indique algunas afinidades culturales
y lingüísticas. Existen prácticas bien documentadas de
matrimonios de élite arreglados entre los quijos y los di-
versos grupos étnicos de la Sierra (Hacho, 1559/1993,
p. 77). El área de Quijos era un tapiz complicado de so-
ciedades con una variedad de tradiciones, muchas de
las cuales estamos aprendiendo gracias a los avances en
arqueología.
Los estudios de Porras (1975) en el valle de Quijos
fueron las primeras investigaciones arqueológicas pro-
fesionales publicadas sobre la región. Desde entonces,
los estudios han sido limitados, pero los que existen
son importantes. Se utilizará la etnohistoria para mejo-
rar las deficiencias arqueológicas. Si bien las áreas al-
rededor de Baeza han sido analizadas a través de una
combinación de proyectos académicos formales (Porras,
1975; Cuéllar, 2006) y de gestión de recursos culturales
al desarrollo (Delgado, 1999) y ha habido algunas in-
vestigaciones en torno a Archidona y Tena (Solórzano,
2021), las publicaciones arqueológicas en torno a Ávila
son casi inexistentes
2
. Es lamentable, ya que cada uno
de estos centros administrativos coloniales parece haber
estado ubicado entre diferentes grupos étnicos.
Porras (1970, 1972) fue el primero en identificar
las muchas formas de vasijas cosanga (Fig. 3A), que casi
se han convertido en sinónimo del pueblo quijos. Porras
El valle de Quijos, un legado de complejidad
Nota. A. Formas de vasijas Cosanga (por el autor, basado en Porras, 1972, Fig. a) B. Vasijas Cosanga en un nicho de la cámara central del Montículo n, Co-
chasquí. C. y D. Vasijas Cosanga de la cámara central de la tumba principal del Montículo a, Cochasquí. Fotos Udo Oberem y Grupo Ecuador (1964-65).
Cortesía Parque Arqueológico Cochasquí.
Figura 3
Vasijas cosanga
2. Un sitio al sur del volcán Sumaco es la excepción. Se encuentra dentro del
territorio de Zumaquí y está conformado por un conjunto lítico (Santi et al.,
2010).
Ryan Scott Hechler
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(1975) insistió en que estas vasijas se originaron en el
valle de Quijos (alrededor de Cosanga, epónimo de la
tradición) y, en los últimos años, los estudios arqueomé-
tricos han corroborado este origen (Bray, 1995; Lippi
y Gudiño, 2019). La cerámica cosanga tiene una anti-
güedad excepcional
3
, mucho antes de la erupción del
Quilotoa. Los elementos más notables de las vasijas son
la delgadez de sus paredes (tan solo 3 mm) y el uso de
mica en el temple. Sus formas son globulares, los bordes
a menudo están doblados y son de color rosa o gris, con
diseños pintados rojos o blancos (Schönfelder, 1989).
Porras (1975) encontró 18 sitios arqueológicos con
terrazas revestidas de piedra y tierra (también denomi-
nadas plataformas) en el valle de Quijos, que supuso se
usaban como espacios residenciales y áreas de produc-
ción agrícola. Algunos sitios arrojaron radiocarbonos
excepcionalmente tempranos, sin embargo, la amplia
variedad de fechas de las terrazas indica reutilizaciones
a largo plazo.
El sitio más complejo documentado por Porras
(1975, pp. 48-59) fue Minda (BO1) (Figs. 4-5), definido
por dos áreas distintas: una con plataformas grandes
rodeadas de piedra y la otra, una colina que fue nive-
lada para albergar una serie de montículos artificiales.
Estas áreas estaban conectadas a través de un camino
pavimentado con losas de esquisto. Porras visitó Minda
por primera vez en 1958, pero debido a la densidad del
bosque de guadúa, algunas características estaban com-
pletamente ocultas. En una visita en 1966, se habían
limpiado diferentes partes del sitio para cultivar y, por
lo tanto, reveló más aunque algunas partes ya habían
sido destruidas, según notó Porras.
En Minda, había seis plataformas revestidas de
piedra: tres completamente cerradas y tres de manera
parcial, con tres paredes cada una. Debido a la presencia
de basureros con muchos tiestos de Cosanga, así como
lítica, Porras interpretó estos espacios como estructuras
habitacionales. La cerrada más grande, la Plataforma A,
era trapezoidal y sus dimensiones en planta eran de 12,7
(NO) x 36,4 (SO) x 15,3 (SE) x 40 (NE) m con alturas de
Nota. Por el autor, basado en Porras, 1975, Fig. 6.
Figura 4
El sitio de Minda (BO1)
3. Para comprender las secuencias cerámicas dentro del valle de Quijos, con-
sulte Cuéllar (2006), quien también revisa los problemas secuenciales de Porras
(1975).
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
9
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Nota. A. Gradería a la Plataforma A, mirando al sur (Porras, 1975, Fig. 8b). B. Pared opuesta a la gradería de la Plataforma A, mirando al suroeste desde la
Plataforma C (Fig. 9b). C. Conjunto de las Plataformas A y C (Fig. 7b). D. Pared noreste de la Terraza B, mirando al suroeste (Fig. 9a).
Figura 5
Fotos del sitio de Minda (BO1)
Ryan Scott Hechler
10
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
pared que oscilaban entre 1,2 y 1,7 m y espesor de has-
ta 2,2 m. Esta plataforma tenía una escalinata de doble
acceso ubicada en su lado noroeste, con cuatro escalo-
nes que conducían a la entrada en ambas direcciones.
Mientras los muros aún estaban en pie, Porras observó
grietas intensas en varios lugares que atribuyó a la acti-
vidad sísmica histórica.
Minda además tenía 39 montículos artificiales de
forma elipsoidal, agrupados en tres filas paralelas de 13
montículos, cada una con 6 pares y un valor atípico más
al este. Treinta y ocho de los montículos estaban rodea-
dos de piedras, uno de ellos bifurcado a lo largo con una
hilera de piedras en la parte superior y uno completa-
mente cubierto de piedra. Porras estimó que la altura
promedio era de 1 m, la longitud, de 13 m y el ancho, de
4 m. Relacionó estas características con fines agrícolas
debido a un suelo muy negro a unos 30 cm por debajo de
la superficie, compuesto por sedimentos vegetales ricos
en materia orgánica. No se encontraron artefactos en las
excavaciones de prueba en esta área y solo se observaron
líticas de obsidiana en la superficie, quizá como resulta-
do de la modificación de herramientas para la agricultu-
ra. En general, la mayor parte de la obsidiana utilizada
por los quijos para la producción de herramientas era
local, de su propio valle (Knight et al., 2011).
Porras (1975, p. 49) señala que la fuente de sus
muestras de radiocarbono es el Corte 16, una excava-
ción de 2 x 2 m en la Plataforma A, unos 30 m al sureste
de las escaleras y a 5 m de los muros laterales. Uno de
los problemas más evidentes con el trabajo de Porras en
el valle de Quijos fueron las inconsistencias en la data-
ción por radiocarbono, con los mismos contextos fecha-
dos que a veces se diferencian por siglos. Minda no es la
excepción. Porras (1975, p. 147) publicó fechas del La-
boratorio de Radiocarbono del Instituto Smithsoniano
(Stuckenrath y Mielke, 1973, pp. 408-409). La secuencia,
calibrada en la Curva Mixta
4

(68,3%), es la siguiente (Tabla 1): 1276-1394 cal. d. C.
(0-10 cm), 756-210 cal. a. C. (30-40 cm), 1678-1950 cal.
d. C. (40-50 cm) y 1409-1624 cal. d. C. (70-80 cm). La
serie en Minda puede parecer errática, sin embargo, hay
algunos factores a considerar, como las perturbaciones
recientes. Tras un examen más detenido del informe del
Smithsoniano, surge alguna explicación. La muestra
SI-690 (en negrilla, 30-40 cm) tiene una nota: “pequeña
muestra; se omite el pretratamiento con NaOH; diluido”
(traducción propia). En su publicación no estaban las fe-
chas del Laboratorio de Radiocarbono de la Universidad
de Michigan (Crane y Griffin, 1968, p. 106) que pueden
corroborar datas del período de Integración Tardío, in-
dependientemente de los problemas secuenciales. Estas
muestras de radiocarbono se obtuvieron del Pozo 1, que
arrojó 1228-1448 cal. d. C. (2 m), y del Pozo 2, 1416-1626
cal. d. C. (1 m).
A unos 22 m al noreste de la Plataforma C se ob-
servaron cinco posibles tumbas, cada una demarcada
con una losa de esquisto y cuatro de ellas, con incisio-
nes abstractas de petroglifos. Los restos óseos rara vez
sobreviven en el Oriente debido a la alta acidez del sue-
lo de los depósitos naturales. En la Tumba 1, se encon-
traron 10 hachas de piedra, entre 10 y 40 cm por debajo
de la superficie, en un patrón que Porras (1975, p. 57)
describió “como si estuvieran dibujando el torso de un
cuerpo humano invisible”. La Tumba 2 no reveló nin-
guna ofrenda funeraria, pero descubrió esmalte dental
que estaba alineado en el patrón de dos mandíbulas
separadas. La losa de la Tumba 3 se reveló como una
cubierta colocada sobre cuatro paredes de planchas de
esquisto. Si bien no subsistieron restos óseos, se encon-
traron dos hachas de piedra a cada lado, así como una
mano y un metate a los pies de la probable tumba. La
Tumba 4 no tenía ofrendas ni huesos humanos, pero te-
nía restos de esmalte dental. La Tumba 5 tampoco tenía
osamentas, pero tenía cientos de tiestos de cerámica de
Cosanga por todas partes, una capa de sedimento de-
positado intencionalmente con ceniza volcánica entre-
mezclada, una mano, dos metates y una capa inferior
de tierra amarilla compacta que Porras supuso un fardo
mortuorio infantil.
4. Esta área del Oriente es donde Marsh et al. (2018, p. 932, Fig. 4) identi-
ficaron la implementación de la Curva Mixta. Esta también se ha aplicado
a contextos serranos (ver Ogburn, 2012; Marsh et al., 2017), después de la
erupción del Quilotoa, debido a cambios climáticos y al hecho de que la zona
de convergencia intertropical nunca es estática. Todas las fechas de radio-


Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
11
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Sitio/
Ubicación/
Elevación
Lab.
1
-
# ensayo
Material
Contexto Fecha
14
C
(AP)
Curva Mixta
2
68,3% (1σ)
(cal. d. C.)
Curva Mixta
2
95,4% (2σ)
(cal. d. C.)
Mamallacta (BA7)
3
Baeza, Quijos, Napo
1758 m s. n. m.
SI-590
Holn
Corte 13: asociado
con tiestos de Co-
sanga, 10-20 cm
860±100 1048-1084 (11,5%)
1134-1279 (56,7%)
994-1004 (0,7%)
1016-1314 (92,6%)
1360-1384 (2,1%)
San José (VQ041)
4
San Francisco de
Borja, Quijos, Napo
1717 m s. n. m.
AA-¿?
Carbón
Terraza superior:
Unidad 3, Nivel 3,
asociado con tiestos
de Cosanga
799±32 1228-1274 1215-1287
Bermejo (VQ030)
4
Cosanga, Quijos,
Napo
1930 m s. n. m.
AA-¿?
Madera
Posible zona
residencial: Unidad
5, Nivel 9, asociado
con un posible hue-
co de poste quema-
do; asociado con
tiestos de Cosanga
724±32 1275-1303 (49,5%)
1365-1380 (18,7%)
1264-1322 (65,7%)
1352-1389 (29,8%)
Sitio del volcán
Sumaco
5
Hatun Sumak,
Archidona, Napo
1667 m s. n. m.
Labec-¿?
Carbón
Contexto de produc-
ción de herramien-
tas de obsidiana,
50 cm; el sitio está
entre los zumaquí
494±32 1422-1450 1404-1460
Minda (BO1)
3
San Francisco de
Borja, Quijos, Napo
1652 m s. n. m.
SI-594
Carbón
SI-591
Carbón
SI-690
Carbón
SI-589
Carbón
M-1426
Carbón
M-1425
Carbón
Corte 16: 70-80 cm
Corte 16: 40-50 cm
Corte 16: 30-40 cm
Corte 16: 0-10 cm
Plataforma A: Pozo
1, 2 m
Plataforma A: Pozo
2, 1 m
4590
140±100
2390
±165
690±80
640±150
440±100
1409-1516 (49,5%)
1574-1624 (18,7%)
1678-1736 (19,0%)
1800… (49,3%)
756-680(11,7%) a. C.
670-606 (9,4%)
596-358 (39,1%)
280-229 (7,2%)
217-210 (0,9%) a. C.
1276-1328 (33,6%)
1338-1394 (34,7%)
1228-1249 (4,2%)
1260-1448 (64,0%)
1416-1520 (43,4%)
1554-1626 (24,9%)
1320-1356 (4,0%)
1388-1653 (91,5%)
1523-1551 (1,7%)
1628 (93,7%)
828-52 a. C.
1220-1422
1046-1085 (2,0%)
1130-1632 (93,4%)
1310-1362 (4,8%)
1384-1666 (90,2%)
1785-1793 (0,4%)
Pucalpa (VQ035)
4
Baeza, Quijos, Napo
2370 m s. n. m.
AA-¿?
Carbón
Gran terraza
artificial:
Unidad 1, Nivel 9,
asociado con tiestos
de Cosanga
395±32 1456-1508 (45,3%)
1590-1620 (22,9%)
1448-1525 (54,8%)
1544-1629 (40,7%)
Tabla 1
Fechas de radiocarbono de sitios arqueológicos discutidos
Ryan Scott Hechler
12
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Cumandá (VQ042)
4
San Francisco de
Borja, Quijos, Napo
1940 m s. n. m.
AA-¿?
Carbón
Unidad 1, Nivel 3,
asociado con Pituro
pulido oscuro
346 ± 32 1504-1530 (18,2%)
1538-1595 (39,0%)
1616-1632 (11,1%)
1476-1643
Oritoyacu (VQ013)
4
Baeza, Quijos, Napo
1860 m s. n. m.
AA-¿?
Carbón
Pequeña terraza
artificial: Unidad
1, Nivel 3, asocia-
do con tiestos de
Cosanga
337±32 1508-1590 (57,7%)
1620-1634 (10,6%)
1484-1646
Arrayán
6
Sumaco, Quijos,
Napo
2170 m s. n. m.
CEEA-¿?
Carbón
Asociado con tiestos
de Cosanga
300±60 1504-1595 (43,0%)
1616-1665 (24,0%)
1788-1792 (1,3%)
1457-1683 (83,4%)
1733-1804 (12,1%)
Nacimba (BA6)
3
Baeza, Quijos, Napo
1765 m s. n. m.
SI-595
Holn
Corte 11: asociado
con tiestos 40-50 cm
140±80 1686-1732 (16,4%)
1805… (51,8%)
1658…
Pampas
6
San Francisco de
Borja, Quijos, Napo
1937 m s. n. m.
CEEA-¿?
Carbón
Asociado con tiestos
de Cosanga
80±85 1690-1728 (15,7%)
1808-1930 (52,6%)
1669-1782 (33,0%)
1796 (62,5%)
Chonta
(CCS-4)
7
Gonzalo Pizarro,
Gonzalo Pizarro,
Sucumbíos
1060 m s. n. m.
¿?
Carbón
Depósito 2 800±60 1210-1288 1054-1060 (0,5%)
1070-1076 (0,5%)
1154-1316 (90,6%)
1358-1384 (3,8%)
CCS-14
7
Gonzalo Díaz de
Pineda (El Bombón),
El Chaco, Napo
1341 m s. n. m.
¿?
Carbón
Unidad 1, Nivel 1,
Depósito 5 - 127 cm
Unidad 2, Nivel 1,
Depósito 3 - 49 cm
670±40
500±70
1292-1322 (30,7%)
1354-1390 (37,6%)
1328-1340 (4,1%)
1394-1485 (64,2%)
1283-1395
1305-1364 (12,2%)
1382-1519 (72,8%)
1552-1626 (10,4%)
Pashimbi
8
San Juan de
Muyuna, Tena,
Napo
600 m s. n. m.
Beta-551978
Carbón
Beta-551984
Carbón
Beta-551983
Carbón
Beta-551986
Carbón
Beta-551977
Carbón
Sur terraza, 283
Trinchera 9,
Depósitos 3-4
Norte terraza, 345
Trinchera 23,
Depósito 2
Norte terraza, 352
Trinchera 23,
Depósito 2
Norte terraza, 426
Trinchera 23,
Depósito 2
Sur terraza, 258
Trinchera 1,
Depósito 1
980 ± 30
580±30
400±30
340±30
200±30
1031-1050 (14,8%)
1082-1150 (53,4%)
1325-1347 (27,3%)
1392-1418 (40,9%)
1456-1504 (49,2%)
1594-1616 (19,1%)
1508-1590 (58,1%)
1619-1633 (10,2%)
1665-1688 (15,7%)
1730-1806 (52,5%)
1024-1157
1312-1361 (41,5%)
1385-1434 (53,9%)
1446-1520 (59,3%)
1550-1626 (36,1%)
1482-1644
1650-1704 (22,5%)
1720-1814 (57,3%)
1836-1882 (6,2%)
1920 (9,5%)
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
13
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Chapí
9
/
Shanshipampa
Mariano Acosta,
Pimampiro,
Imbabura,
3075 m s. n. m.
Beta-136130
Holn
Beta-136129
Holn
Beta-136131
Madera
Beta-136125
Carbón
Terraza central
superior: urna
funeraria
Terraza superior:
alineación de
rocas con tendencia
NE-SO, desechos
domésticos
Cueva de entierros
2: fragmentos de
madera carboniza-
da de ensamblaje
cerámico
Rasgo 6 – Túmulo
funerario: entierro
de adulto joven,
carbón asociado con
vasija Cosanga
940±110
910±70
600±80
250±100
1025-1219
1046-1087 (18,8%)
1097-1102 (1,8%)
1116-1221 (47,7%)
1304-1364 (40,4%)
1380-1423 (27,9%)
1508-1590 (18,2%)
1620-1696 (20,8%)
1724-1810 (23,8%)
1924 (5,5%)
893-936 (3,4%)
946-1286 (92,0%)
1026-1268
1276-1454
1483-1895 (87,2%)
1904… (8,2%)
La Mesa
9
Pimampiro,
Pimampiro,
Imbabura
2033 m s. n. m.
Beta-65734
Carbón
Depósito orgánico
que contiene tiestos
de Tuza
770±80 1210-1314 (58,9%)
1360-1384 (9,3%)
1051-1080 (2,4%)
1151-1400 (93,1%)
Cochasquí
Tocachi, Pedro
Moncayo, Pichincha
3052 m s. n. m.
Hv-1269
Madera
Bn-2033
Madera
Montículo a
10
Tumba central,
parte de
un molde
de madera,
6-6,4 m
920±100
670±70
1038-1219
1285-1328 (30,5%)
1340-1394 (37,8%)
901-919 (1,0%)
971-1290 (94,5%)
1230-1245 (1,7%)
1262-1424 (93,7%)
Bn-2034
Madera
Montículo n
10
Tumba central,
5,8m
730±70 1230-1246 (7,7%)
1262-1320 (40,4%)
1356-1388 (20,1%)
1186-1190 (0,4%)
1209-1403 (95,0%)
D-AMS-025554
Carbón
D-AMS-025555
Carbón
Anomalía GPR 1
11
Piso de tierra
estampada con
mezcla de
tiestos cerámicos de
Cochasquí, Tuza y
Cosanga
532±24
526±22
1409-1433
1412-1436
1400-1446
1404-1445
Ryan Scott Hechler
14
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Hv-1283
Carbón
Hv-1284
Carbón
Hv-1292
Carbón
Hv-1285
Carbón
Hv-1289
Carbón
Hv-1282
Carbón
Hv-1290
Carbón
Pimide E:
estructura central
10
Superficie del piso,
0,85-1 m
Superficie del piso,
0,8-1 m
Hueco de poste en
borde SE, 0,95-1,2m
Superficie del piso,
0,8-1,05 m
Foso interior en
borde N, 1,25 m
Superficie del piso,
1-1,2 m
Hueco de poste en el
borde SO, 1-1,2 m
4765
465±50
440±60
425±45
405±65
390±50
370±60
1405-1498 (64,5%)
1601-1610 (3,8%)
1416-1490
1425-1508 (54,0%)
1590-1619 (14,2%)
1442-1504 (53,8%)
1594-1616 (14,5%)
1446-1518 (39,7%)
1556-1562 (2,5%)
1572-1625 (26,1%)
1454-1516 (38,9%)
1574-1624 (29,4%)
1464-1522 (29,6%)
1553-1627 (38,7%)
1324-1350 (3,3%)
1392-1525 (74,4%)
1545-1629 (17,7%)
1398-1517 (82,0%)
1552-1564 (0,9%)
1572-1625 (12,5%)
1410-1529 (64,8%)
1539-1632 (30,6%)
1426-1526 (64,5%)
1544-1630 (30,9%)
1428-1642
1446-1636
1445-1650
D-AMS-026967
Carbón
Anomalía GPR 2
11
Superficie usada de
una colina
399±21 1458-1500 (55,4%)
1600-1612 (12,9%)
1449-1513 (66,6%)
1578-1624 (28,9%)
Laguna Huila
12
Cuyuja, Quijos,
Napo
2593 m s. n. m.
D-AMS-017471
Arcilloso marrón
claro
D-AMS-017470
Lo mismo
D-AMS-017469
Lo mismo
D-AMS-017468
Lo mismo
D-AMS-017467
Arcilloso marrón
oscuro
Un núcleo de
sedimento, 84 cm:
un sedimento arci-
lloso marrón claro
Un núcleo, 48 cm:
lo mismo
Un núcleo, 42 cm:
lo mismo
Un núcleo, 27 cm:
lo mismo
Un núcleo, 24 cm:
cambio de arcilloso
marrón claro a arci-
lloso marrón oscuro
1052±27
528±21
455±29
382±29
356±18
994-1025
1410-1435
1432-1464 (65,2%)
1472-1476 (3,0%)
1460-1510 (40,4%)
1586-1621 (27,9%)
1500-1523 (18,6%)
1550-1600 (37,5%)
1612-1628 (12,2%)
902-916 (2,0%)
974-1046 (88,9%)
1086-1112 (3,2%)
1120-1132 (1,4%)
1403-1444
1422-1500 (92,4%)
1600-1612 (3,0%)
1454-1526 (47,6%)
1542-1630 (47,8%)
1483-1632
Nota. Cortesía de EcuaDatos: Datación absoluta de Ecuador (Hechler et al., s.f.).
1
AA = Laboratorio de Espectrometría de Masas con Aceleradores de la Universidad de Arizona
y la Fundación Nacional de Ciencia, Tucson, AZ. Beta = Beta Analítica Inc., Miami, FL. Bn = Instituto de Ciencias del Suelo, Bonn, Alemania. CEEA = Comisión Ecuatoriana

Laboratorio de técnicas nucleares para el medio ambiente y el patrimonio cultural, Florencia, Italia. M = Laboratorio de Radiocarbono de la Universidad de Michigan, Ann
Arbor, MI. SI = Laboratorio de Radiocarbono del Instituto Smithsoniano, Washington, D.C.
2
Calibración determinada a través de OxCal v4.4 (Bronk Ramsey, 2009) usando una
Curva Mixta (Marsh et al., 2018) de la Curva de Calibración Internacional (IntCal20) (Reimer et al., 2020) y la Curva del Hemisferio Sur (SHCal20) (Hogg et al., 2020).
3
Crane

4
Cuéllar, 2006, Tabla A.1.
5
Santi et al., 2010, 1755, Fig. 2.
6
Delgado, 1999, 7-13.
7
Sánchez y Merino,
2013, 72.
8
Solórzano, 2021, Tabla 1.
9
Bray, 2005, 130-131.
10
Narr y Schönfelder, 1989, 178-179.
11
Hechler, 2021, Tabla 11.1.
12
Loughlin et al., 2018, Tabla complementaria 2.
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
15
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
El valle de Quijos albergaba una variedad de
tradiciones mortuorias, incluidos túmulos funerarios
cubiertos y revestidos de piedra. Uno de los ejemplos
más elaborados es Mamallacta (CH2) (Fig. 6, izquier-
da), justo al norte de la ciudad de El Chaco (pp. 76-79).
La tumba tenía un diámetro de 3 m y una altura de 0,8
m. Solo tenía un sarcófago revestido de piedra enterra-
do en su interior, así como una estatua antropomórfi-
ca que lo adornaba. Porras (1975, pp. 44-45) nombró a
otro sitio Mamallacta (BA7), justo al noreste de Baeza.
Al igual que Minda, este tiene sus propios problemas
radiocarbónicos; su estrato más alto termina en la úl-
tima fecha (Tabla 1), con un rango de 1048-1279 cal. d.
C. Esta muestra se asoció con la cerámica cosanga y la
ocupación terminó alrededor de la época de la erupción
del Quilotoa.
Andrea Cuéllar (2006, Tabla 6.1) documentó 25
sitios con clara evidencia de andenes, siete de los cua-
les confiaba en identificar como agrícolas. San José
(VQ041) era un sitio de terraza mediana con un asen-
tamiento pequeño. Una muestra de radiocarbono de
un contexto con tiestos cosanga arrojó una fecha entre
1228-1274 cal. d. C. Bermejo (VQ030) era un sitio de te-
rraza artificial grande con nucleación de asentamientos
densos. Un radiocarbono potencialmente asociado con
un molde de poste quemado en un área residencial, así
como cerámica cosanga, arrojó una fecha entre 1275-
1380 cal. d. C. (Tabla 1). Es así que, al parecer, la erup-
ción del Quilotoa tuvo poco impacto en los patrones de
vida diarios de la región.
Pucalpa (VQ035) es un sitio de terraza artificial
grande con una densa concentración de asentamientos.
Los tiestos cosanga asociados datan de entre 1456-1620
cal. d. C. El sitio de Oritoyacu (VQ013) está constituido
por una terraza artificial más pequeña, igualmente con
tiestos cosanga asociados y data entre 1508-1634 cal. d.
C. Las prácticas agrícolas de los quijos continuaron du-
rante todo el período de Integración Tardío y hasta bien
entrado el colonialismo español temprano, al igual que
la tradición Cosanga (Cuéllar, 2006). Porras (1975, pp.
43-44) tomó muestras de radiocarbono de una terraza
en el sitio de Nacimba (BA6) que datan entre 1686-1950
cal. d. C. Si bien podría ser un contexto perturbado, pue-
de indicar el uso continuado de espacios agrícolas por
parte de los habitantes del valle de Quijos, lo cual no
sorprende ya que el sitio está al noreste de Baeza, que
tenía cerámica cosanga en los primeros contextos colo-
niales españoles (Porras, 1974).
Cuéllar (2006, Tabla 7.25) determinó la presen-
cia de una variedad de cultivos y frutos a lo largo de
su estudio, siendo el maíz (Zea mays) y el fréjol común
(Phaseolus vulgaris) los de mayor abundancia. Docu-
Nota. 
funerario (Rasgo 5) en Chapí (Shanshipampa). El anillo de piedra tiene dos hileras de altura (por el autor, basado en Bray, 2005, Fig. 11).
Figura 6
Montículos funerarios
Ryan Scott Hechler
16
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
mentó cultivos de achira (Canna edulis), ají (Capsicum
spp.), amaranto (Amaranthus caudatus), fréjol de lima
(Phaseolus lunatus), quinua (Chenopodiaceae) y zapa-
llo (Cucurbita pepo). Hubo evidencia de capulí (Prunus
serotina), granadilla (Passiflora ligularis), mora (Rubus
floribundus) y uvilla (Physalis peruviana). Loughlin
et al. (2018, p. 1234) extrajeron muestras de la laguna
Huila, ubicada al noroeste de Hatunquijos. Su estudio
verificó la presencia del cultivo de maíz en Quijos al me-
nos 1000 años antes, poniendo en evidencia que los es-
fuerzos agrícolas ya eran comunes en este valle en aquel
tiempo. La evidencia de microcarbón sugiere quemas
intencionales en un área donde las quemas naturales
son poco comunes; los autores creen que su fuente son
las actividades indígenas en Hatunquijos, cuyo nivel fue
consistente hasta el colonialismo español (Tabla 1).
Otro factor a considerar en el estudio del territo-
rio quijos es el límite de su cultura material. En el sitio
de Pashimbi, al noroeste de Tena y suroeste de Archi-
dona (Solórzano, 2021, p. 6), la última evidencia de una
ocupación con materiales relacionados a Cosanga está
en la terraza sur fechada entre 1031-1150 cal. d. C., justo
antes de la erupción del Quilotoa. Antes de este perío-
do, hubo un aumento pronunciado de las actividades
de tala y quema con una susceptibilidad magnética de
23,2 en el Depósito 3. La siguiente fase de ocupación
se señala como Tena, siendo la fecha más temprana la
de la terraza norte, entre 1325-1418 cal. d. C. Parece ser
un pueblo culturalmente diferente que continuó prac-
ticando su estilo de vida hasta 1508-1633 cal. d. C. La
susceptibilidad magnética disminuye durante la ocupa-
ción Tena, con un valor de 17,1 en el Depósito 2, lo que
sugiere actividades de quema menos intensas. Soledad
Solórzano (2021, p. 8) observó que la cultura material de
la fase Tena pasó de ser Cosanga a compararse con los
sitios tardíos encontrados en la zona de Zancudococha,
mucho más allá del alcance físico de la caída de ceniza
del Quilotoa (Sánchez, 2014). Esta región no fue descri-
ta históricamente como Quijos (Porras, 1974).
La región de los quijos era famosa por el intercam-
bio a larga distancia con sus redes comerciales que se
encontraban en toda la Alta Amazonía, hacia la Sierra
(Bray, 1995) y la montaña occidental (Lippi y Gudiño,
2019). Si bien intercambiaban una variedad de bienes
perecederos, animales y humanos esclavizados (Obe-
rem, 1967, 1971), el valle de Quijos en sí era más famoso
por su comercio de cerámica cosanga, a un nivel no vis-
to en otras cerámicas regionales. Por ejemplo, no es co-
mún ver el intercambio a larga distancia de la cerámica
Bermejo grueso o Pituro pulido oscuro, que preceden a
Cosanga, aunque las cronologías exactas no concuerdan
tan bien con la realidad de los contextos arqueológicos
en los que las tres están presentes. Cumandá (VQ042)
demostró una presencia tardía de Pituro, potencialmen-
te incluso en el colonialismo español temprano, ya que
el radiocarbono de una muestra arrojó una fecha de
1504-1632 cal. d. C. (Cuéllar, 2006).
Dentro de la Alta Amazonía, el alcance de la ce-
rámica cosanga aún no se comprende del todo. Amelia
Sánchez y Yolanda Merino (2013) identificaron dos si-
tios con cerámica cosanga, CCS-14 y Chonta (CCS-4), a
40 km al noreste del grupo principal de sitios identifica-
dos dentro del valle de Quijos. Las fechas de radiocarbo-
no de estos demuestran que Chonta ya existía durante
la erupción del Quilotoa (1210-1288 cal. d. C.) y CCS-14
fue ocupado desde después de ese tiempo (1292-1390
cal. d. C.) hasta antes del colonialismo español (1328-
1485 cal. d. C.) (Tabla 1). Copal (CCS-2) y CCS-11, sitios
adyacentes y contemporáneos, no poseían cerámica co-
sanga. Estos están justo al este de la supuesta mina de
Gabatá (Ortegón, 1577/1958, p. 238), históricamente ex-
plotada por los quijos, y justo al noroeste de los mismos
estaban las comunidades kofán de Poranda, Mayayo e
Igate (Porras, 1974; Fig. 2). Estos sitios arqueológicos
podrían haber sido espacios multiétnicos o locales tem-
porales para los quijos.
La cerámica cosanga se encuentra en sitios monu-
mentales de los cara, como Zuleta (Athens et al., 2015,
p. 7). En Cochasquí (Fig. 7), esta cerámica se encontró
en montículos funerarios como ofrendas dentro de ni-
Mercantilizando una región:
intercambio interregional y cerámica cosanga
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
17
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
chos, en varias tumbas modestas, depositadas en luga-
res estratégicos, en contextos rituales muy visibles en la
parte superior de las pirámides. Entre la cerámica local
se encuentra la cerámica tuza (de la etnia pasto en Car-
chi, Ecuador, y Nariño, Colombia) y, en raras ocasiones,
en asociación con la inka (Tabla 2).
La de Cosanga se encuentra en al menos 22 con-
textos documentados, hasta el momento. En el Montí-
culo n, se colocaron estas cerámicas dentro de nichos a
lo largo del pozo principal de la tumba (Fig. 3B), aunque
sorprendentemente no se hallaron restos humanos. La
datación por radiocarbono de un trozo de madera arrojó
fechas entre 1230-1388 cal. d. C., es decir, posteriores a
la erupción del Quilotoa. El Montículo a tenía cerámi-
ca cosanga asociada a su entierro principal, una mujer
de élite (Fig. 3C-D). Las fechas de radiocarbono de un
molde de madera, de dos laboratorios diferentes, fueron
contradictorias: entre 1038-1219 cal. d. C. y 1285-1394
cal. d. C., antes o después del Quilotoa (Narr y Schönfel-
der, 1989, pp. 178-179).
En Cochasquí, encontré vía georadar un piso de
tierra estampada de 25 x 40 m (Anomalía GPR 1) en el
centro del sitio. La superficie parcialmente excavada te-
nía un conjunto de tiestos cosanga, tuza y de Cochasquí.
Las dataciones de radiocarbono de la misma área arro-
jaron fechas entre 1409-1433 cal. d. C. y 1412-1436 cal.
d. C. (Tabla 1), lo que indica que el intercambio interre-
gional aún era fuerte justo antes de los inkas (Hechler,
2021, p. 214). En el nivel superior del piso hubo una in-
trusión de cerámica inka.
Se encontraron tiestos de Cosanga en la Pirámide
E de Cochasquí, dentro del relleno de la construcción,
en una superficie enterrada y dentro de la rampa de in-
greso (Wentscher, 1989, pp. 148, 152, 158-160). Lo últi-
mo con probabilidad indica que estas vasijas se usaron
en procesiones rituales, incluso rompiéndolas intencio-
nalmente en casos específicos. A menudo, la cerámica
cosanga solo comprende un máximo del 2% de la halla-
da en muchos contextos de Cochasquí.
Porras (1972) estableció sus vasijas cosanga a par-
tir del sitio multiétnico de La Mesa, cerca de Pimampi-
ro. Señaló la existencia de cerámica de la fase Cotaco-
cha, que se encuentra muy al este de la tierra natal de
los quijos, ya que Clifford Evans y Betty Meggers (1968,
pp. 83-87) documentaron su origen a lo largo de los ríos
Aguarico y Napo. La cerámica de Cotacocha indicaría
un intercambio descendente excepcional.
Borja (1582/1897) describió un entorno de merca-
do interregional en el sitio multiétnico de Chapí, en el
que el comercio de animales exóticos, hierbas e incluso
esclavos no era raro. Estos montañeses, grupo relacio-
nado con los quijos, son descritos como grandes brujos
que se adornan con pintura corporal y mantas teñidas.
El trabajo de Tamara Bray (2005) en el sitio de Shans-
hipampa, que es Chapí antiguo, confirmó un espacio
multiétnico con una amplia variedad de rasgos. El sitio
tiene terrazas artificiales de tierra, como las que se en-
cuentran en el valle de Quijos. Bray (p. 129) asoció la
gran densidad de carbono en las muestras de flotación
de las terrazas a un uso intensivo de la tecnología de
tala y quema. Estas revelaron la presencia de un tipo
de arrurruz (Maranta arundinacea) de las tierras bajas
orientales, valorado como medicina natural. Bray (p.
133) también documentó la presencia de restos osteo-
lógicos de aves tropicales (Sarcoramphus papa), agutíes
e incluso fragmentos de hachas de piedra verde. Ordó-
ñez de Ceballos (1614/1905, pp. 417-418) escribe que,
cuando residía en Pimampiro, lo visitaban quijos y le
traía papagayos, micos, pescado seco, puercos de monte
y granadillas.
Bray (2005) excavó un túmulo funerario con un
pozo, delimitado por un anillo de piedras (Fig. 6, dere-
cha), como en Mamallacta (CH2) (Fig. 6, izquierda). El
individuo encontrado era un adulto joven con una vasi-
ja cosanga que databa entre 1508-1950 cal. d. C. (Tabla
1), lo que indica su potencial origen en el colonialismo
español. Bray (2019) también encontró tiestos cosanga
en un contexto hispánico distinto (cuándo terminó Co-
sanga todavía está en debate). Delgado (1999, pp. 7-13)
documentó sitios en el valle de Quijos en los que las da-
taciones arrojaron fechas coloniales, como en Arrayán
(1504-1792 cal. d. C.) y Pampas (1690-1930 cal. d. C.)
(Tabla 1).
Ryan Scott Hechler
18
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Nota. Exceptuando Anomalía 2, por el autor (datos derivados de Oberem y Wurster, 1989, Fig. 6; Hechler, 2021, Fig. 11.4). Ver Tabla 2.
Figura 7
Distribución de cerámica cosanga en Cochasquí
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
19
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Rasgo Fecha Contexto
Montículo a
1, 2
Fase I
Se encontraron vasijas y tiestos y fragmentos de Cosanga en la cámara central de la tumba
principal (Fig. 2 c, d)
Montículo h
1, 2
Fase I Se encontraron tiestos y fragmentos de Cosanga en el relleno de la tumba central
Montículo n
1, 2
Fase I
Se encontraron vasijas, fragmentos y tiestos de Cosanga en los nichos de la cámara central
de la tumba principal (Fig. 2 b)
Montículo x
1, 2
Fase I Se encontraron tiestos y fragmentos de Cosanga en la superficie y dentro
Pirámide E
1, 2
Fase II Se encontraron tiestos y fragmentos de Cosanga en la rampa y en los pisos.
Pirámide G
2
Fase II Se encontraron tiestos y fragmentos de Cosanga en la encima y a los lados.
Pirámide L
2
Fase II Se encontraron tiestos y fragmentos de Cosanga en la encima y los lados.
Área del “Pueblo”
1, 2
Fase II
Se encontraron tiestos y fragmentos de Cosanga entre la arquitectura de cangahua, en
entierros y en el relleno.
Piso de tierra estampada
3
(Anomalía 1)
Fase II
Se encontraron tiestos de Cosanga en asociación con tiestos locales de Cochasquí (inclu-
yendo fragmentos de vasijas trípodes) y un fragmento de un cuenco de Tuza (ver Tabla 1).
Hallazgo 2
1
Fase II Tumba encontrada en una zanja, tenía como ofrenda una vasija doble pequeña de Cosanga.
Hallazgo 13
1
Fase II Depósito de ofrendas encontrada en una zanja, tenía dos vasijas globulares de Cosanga.
Hallazgo 19
1
Fase II
Una fosa con muchos tiestos tenía los fragmentos de 8 diferentes vasijas de Cosanga con
diversos diseños.
Hallazgo 20
1
Fase II Una fosa con tiestos, encontrada durante el arado, tenía tiestos de Cosanga.
Hallazgo 22
1
Fase II
Depósito de ofrendas encontrada en una zanja, tenía una vasija globular de Cosanga con su
borde de embudo. Se encontró en asociación con un metate plano y una mano potencial.
Hallazgo 41b
1
Fase II
Cerca de un acueducto al noreste de la Pirámide K, numerosos artefactos cerámicos y
líticos, incluidos dos tiestos de Cosanga de borde y un fragmento de pie.
Hallazgo 49
1
Fase II
Colección superficial al sur de la Pirámide K, muchos tiestos que incluyen asas de los inkas
y tiestos de Cosanga.
Hallazgo 50
1
Fase I
Colección superficie al oeste del Montículo x, 19 fragmentos de vasijas de Cosanga y varios
tiestos de la Fase I de Cochasquí.
Hallazgo 51
1
Fase II
Fragmentos de un plato de Cosanga con un pie elevado y muchos artefactos líticos, frag-
mentos de vasijas trípodes de Cochasquí, etc.
Hallazgo 54
1
Fase II
Tumba encontrada en una zanja, tenía como ofrendas un plato de Cosanga con pie y un
fragmento de borde de un plato de Cosanga.
Hallazgo 56
1
Fase II
Depósito de ofrendas encontrada en una zanja, tenía una vasija globular grande de Cosan-
ga, claramente rota antes del depósito, fue reparada con una cuerda atada para mantenerla
unida a través de una perforación adicional.
Hallazgo 58
1
Fase II
Una fosa con muchos tiestos tenía una vasija globular y fragmentos de dos platos de
Cosanga.
Hallazgo 60
1
Fase II
Adyacente a una zanja, se encontró la mitad inferior de una vasija globular de Cosanga; la
parte superior fue destruida debido al arado.
Nota. Ver Figura 7. Las fechas se generalizan como Fase I (ca. 900-1280 d. C.) y Fase II (ca. 1280-1532 d. C.).
1
Wentscher, 1989.
2
Schönfelder, 1989.
3
Hechler, 2021.
Tabla 2
Distribución conocida de contextos con cerámicas cosanga en Cochasquí
Ryan Scott Hechler
20
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
fronteriza con los quijos (Hechler, 2021) que oscila-
ba entre ser porosa y estática (ver Parker, 2006). Bray
(1990) observó una correlación negativa entre las cerá-
micas cosanga e inka en El Quinche y Guayllabamba,
en la Sierra. Tales correlaciones también se verifican
en Cochasquí. Supuestamente, los inkas quemaron Co-
chasquí en una rebelión que ocurrió durante el ascenso
al poder de Wayna Qhapaq (Cabello Balboa, 1586/1951,
pp. 368-369). Esto se observa en la realidad arqueológi-
ca: una quema intensa en la superficie de la Pirámide E
(Tabla 1) y una intrusión repentina de cerámica inka,
lo que Albert Meyers (2007, p. 230) propuso como una
muestra del poder del Tawantinsuyu y un acto de humi-
llación contra grupos que disentían de Wayna Qhapaq.
Jürgen Wentscher (1989, p. 158) notó que no había cerá-
mica cosanga en esta capa. Recientemente, se identifi-
có una superficie de actividad en una colina a través de
georadar (Anomalía GPR 2), justo al oeste de un canal
inka bordeado de cangahua y piedra, destruido desde
entonces e identificado por el Grupo Ecuador. Este ras-
go carecía tiestos de Cosanga, que datan de 1458-1612
cal. d. C. (Tabla 1). Cosanga se encontró en los sitios
inka de Caranquí cerca de Ibarra (Bray y Echeverría,
2010, p. 57) y Rumicucho al norte de Quito (Chacón y
Mejía, 2006, Tabla 6.1), aunque en cantidades mínimas.
Linda Newson (1996) estimó que, en el momento
de contacto con los españoles, la población de los quijos
(agrupando Baeza, Ávila y Archidona) era de unas 35
000 personas (en un área de 12 849 km2) y la de los ko-
fán, de 15 000 personas (en un área de 10 146 km2). Para
fines del siglo XVI, estas poblaciones habrían disminui-
do hasta en un 75%. Cuando las comunidades experi-
mentan cambios tan traumáticos, estas se reagrupan y
responden resistiendo a cambios tan devastadores.
Para 1535, los cabildos españoles de Quito (LCQ,
1534-43/1934, Vol. 1, p. 107) demuestran que estaban
al tanto de la comunidad de Hatunquijos, pues creían
que ejercía el control de la canela. Hacia 1539 (LCQ,
1534-43/1934, Vol. 2, pp. 21-25), hubo intentos de pa-
cificar a los quijos por parte de Gonzalo Díaz de Pine-
da y, entre 1541-1542, ocurrieron las expediciones de
Gonzalo Pizarro a la región (Zárate, 1555/1995, pp. 135-
137). Poco hicieron por intentar comprender sus dife-
rencias culturales. Después de este período, se funda-
El yugo del imperialismo,
la enfermedad del colonialismo
Si bien el registro etnohistórico es esporádico para
el colonialismo español temprano, en comparación con
la documentación de la Sierra, es suficiente para co-
menzar a desentrañar las identidades indígenas dentro
de la Alta Amazonía.
Un tema que ha generado cierta confusión es
el papel del Tawantinsuyu entre los quijos. Francisco
López de Gómara (1552/1922, p. 72-73) y Agustín de Zá-
rate (1555/1995, p. 136) mencionaron que su tierra fue
la conquista final de Wayna Qhapaq. Antonio Vázquez
de Espinosa (1628/1948, pp. 540-541) escribió que Thu-
pa Inka Yupanki envió a su hijo Wayna Qhapaq a con-
quistar a los quijos y someter a los kofán. Montesinos
(1644/2007, pp. 146-147) ofreció una narrativa proble-
mática en la que el Inka Wiraqucha se encontró por pri-
mera vez con los kofán, a quienes fusionó con los quijos
y canelos. Relató que esta gente viajó con los inkas hasta
el Cuzco para recibir regalos y que algunos regresaron
por orden de Wayna Qhapaq años después. Afirmó que
esto se mantuvo como una historia oral en Mulaló.
Ortiguera (1581/1909, pp. 419-420) notó que una
mujer inka, llamada Isabel Wachay, testificó que entró
a Ique (la provincia de los kofán, norte de los quijos)
desde Chapí. Su comitiva fue recibida por personas que
vestían ropa anudada en el hombro, con la parte delan-
tera de la cabeza rapada y la mitad de atrás, con cabello
largo. Wayna Qhapaq comerciaba con productos locales
e intentó marcar su presencia al ordenar la construcción
de “unas rancherías ó casas de pared” para cortejar a
estas comunidades. Hizo arreglos para que ocho caci-
ques y treinta súbditos fueran enviados a Quito, y luego
a Cuzco, para aprender quechua e inculcarles los cami-
nos del imperio, historia inquietante como la de Monte-
sinos. Durante la guerra civil inka entre Atawallpa (de
Quito) y Waskar (de Cuzco), hijos de Wayna Qhapaq,
Miguel Cabello Balboa (1586/1951, pp. 437-41) señaló
que Atawallpa conquistó las provincias quijos de Cosan-
ga, Maspa, Tosta y Coca.
La provincia de los quijos fue, en el mejor de los
casos, poco incorporada y, en el peor, incorporada solo
de nombre. La realidad es que los inkas tenían una zona
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
ron los centros administrativos en la región: Baeza en
1559 y poco después, Ávila y Archidona. Fernández de
Castro (1608/1881, p. cix) se refirió a estos tres centros
coloniales como el “triangulo yssoceles”, ya que fueron
colocados en una equidistancia de 16 leguas (Ordóñez
de Ceballos, 1614/1905, p. 397). Si bien esta región se
conoce como Quijos, en 1561 vemos una referencia a
la provincia de Zumaquí alrededor de Ávila (LCQ, 1552-
68/1934, p. 233).
En 1577, Ortegón trató sobre el gobierno de los
quijos, zumaquí y canelos. Dentro de las jurisdicciones
de Baeza, Ávila y Archidona, describió distintas costum-
bres. Él (1577/1958, p. 235) mencionó que hubo inten-
sas tormentas que podrían diezmar por completo las vi-
viendas perecederas de la región y provocar derrumbes.
Señaló que hubo temblores frecuentes en toda la zona,
lo que evoca los cimientos agrietados notados por Po-
rras en Minda.
Ortegón (pp. 234-238) escribió que en los alrede-
dores de Baeza los indígenas vivían en casas con techos
de paja, palos de sostén y cubiertas de barro, llamadas
“bahareques”. Los nativos habitaban el valle y las lade-
ras, con tres o cuatro casas agrupadas sin tocarse (Fig. 8),
lo que recuerda las terrazas residenciales documenta-
das arqueológicamente. Las comunidades podían estar
hasta a ocho días de distancia, pero se reunían perió-
dicamente en un mercado para vender ropa, productos
agrícolas y joyas de oro. Ortegón señaló que llamaban a
este espacio gato (el término qhatu en quechua es “mer-
cado”). Usaban como moneda “caratos” de chaquira
(cadenas de 24 cuentas de hueso) y en ocasiones ven-
dían esclavos. Ordóñez de Ceballos (1614/1905, p. 418)
dice que diferentes grupos le dieron siervos, pero él los
liberó, bautizó y asentó. Algunos manumisos le pidie-
ron que cuidara de sus hijos, ocho de los cuales trasladó
a Pimampiro y allí arregló su casamiento. Talvez sin sa-
Nota. Advierta los grupos de tres y cuatro bahareques. Mapa por el Conde de Lemus y de Andrade (Fernández de Castro, 1608, p. 10).
Cortesía de la Biblioteca Digital Hispánica de la Biblioteca Nacional de España, Madrid.
Figura 8
Detalles de los asentamientos indígenas alrededor de Baeza, Ávila y Archidona
Ryan Scott Hechler
22
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
berlo, continuó una tradición de matrimonios interre-
gionales arreglados, como un cacique.
Ortegón afirmó que a veces entraban en guerra
con sus vecinos, usando dardos de palma y cuchillos
como armas. Después de la lid, los miembros de la co-
munidad colgaban las cabezas y las manos de sus víc-
timas alrededor de las casas de los caciques y celebra-
ban borrachos, bebiendo una chicha de yuca. Incluso
puede haber ocurrido canibalismo ritual, oficiado con
coca y tabaco molido con un betún y miel. Los adivi-
nos leían la coca y, en general, muchos en la comuni-
dad eran reconocidos entre los grupos vecinos por sus
habilidades como herbolarios y curanderos. A los caci-
ques se les permitía la poligamia. Cuando un miembro
de la comunidad moría, se lo enterraba en los fogones
de las casas, se le cantaba y algunos se embalsamaban
con betún y luego se los ahumaba para secarlos. Charles
Wiener (1883, p. 263) escribió que esta práctica ocurría
más tarde con los sunos, cerca del río Suno. Esta fue el
área original de los zumaquí, de quienes probablemente
descendían los sunos (ver Fig. 2).
Ortegón señaló que la gente practicaba la modi-
ficación craneal y que ambos sexos tenían el pelo largo.
Las mujeres llevaban una manta envuelta por debajo de
la rodilla, mientras que los hombres, dos mantas atadas
a los hombros y ambos, sandalias de cuero. El cultivo de
coca fue importante, como se ve en el sitio de La Mesa
(Porras, 1972). Los principales esfuerzos agrícolas se
concentraron en la papa, camote, yuca y maíz negro. La
carne era una mezcla de tapires, loros, monos y ratones
cazados. La descripción de Ortegón de la gente alrede-
dor de Baeza, dentro del valle de Quijos, comparte afini-
dades culturales y lingüísticas con la etnia de los quijos
(Fig. 2).
Ortegón (1577/1958, pp. 238-239) destaca que
las personas de la jurisdicción de Ávila, conocida como
provincia de Zumaquí, se vestían de la misma manera
que las de Baeza, al igual que construían sus casas como
ellas y rendían culto en su interior con ceremonias si-
milares. Más allá del alcance de Ávila, Ortegón notó la
desnudez de los grupos indígenas y su afinidad por los
dardos de palma, a quienes no relacionó con la gente
bajo su control directo. Se observó que la población de
Ávila era una cuarta parte de la de Baeza. Una diferen-
cia principal, que Ortegón parece implicar, es que los
caciques no eran tan poderosos como entre los quijos,
lo que quizá indica un estilo de vida más igualitario. El
poder político puede no haberse expresado de la misma
manera que entre los quijos. Si bien Hatunquijos era su
cacicazgo principal al contacto con los españoles, Barto-
lomé Marín (1563/1989, p. 119) señaló que el de Zuma-
quí era el más poderoso de esta región y su jefe, Juman-
dí, sería un actor político importante, como se discutirá
más tarde. Indicó que este se refirió a los caciques de
Hatunquijos como si fueran de una entidad separada,
los quijos. En el área de Zumaquí, señaló que “Juman-
de que es el mas principal caçique de todo la tierra…”
(Marín, 1563/1989, p. 119). Se diría que la gente dentro
del área de Jumandí debería ser referida como zumaquí
(Fig. 2), ya que tienen mucho en común con los quijos y
es probable que estén relacionados o que sean un asen-
tamiento mucho más tardío. No existen investigaciones
arqueológicas publicadas sobre el área de Zumaquí.
Según Ortegón (1577/1958, pp. 239-241), en Ar-
chidona cambia inmediatamente toda la población. Los
hombres van desnudos y usan una cuerda alrededor de
su cuerpo como una forma de cinturón que envuelve
sus genitales. Las mujeres usan una manta alrededor de
la cintura hasta la rodilla. La vivienda es similar a las
de Baeza y Ávila. La preferencia dietética solía ser el ta-
pir y las aves (como los loros). Aunque las costumbres
funerarias eran similares a las de los quijos y zumaquí,
Ortegón alegó que mataban y se comían a los ancianos
cuando ya no podían trabajar, pero esto puede ser un ru-
mor hiperbólico. Se especializaron en un tipo de pesca
planificada en la que los hombres perseguían a los peces
hasta acorralarlos en un área donde las mujeres podían
matarlos. Al sur y al este de este grupo, Ortegón apuntó
a las sociedades como caníbales absolutos, que matan
y se comen a sus esposas e hijos. El sesgo colonial, el
prejuicio de atraso debido a la desnudez y el supuesto
canibalismo asociado pueden deberse a la falta de docu-
mentación de las comunidades. Ortegón pudo registrar
grupos más extensos alrededor de Baeza y Ávila que de
Archidona (Fig. 2). Estos últimos están mal descritos
y su relación verdadera con las etnias circundantes es
confusa al momento. Se recuerda que cerca de Archido-
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Durante años, la gente de esta región estuvo cada
vez más descontenta con el colonialismo hispánico y se
rebeló en múltiples ocasiones. Un año después del relato
de Ortegón, la revuelta más grande ocurrió en 1578 bajo
Jumandí, el cacique de los zumaquí. Él encabezó la car-
ga con múltiples líderes, incluido un individuo llamado
Pende (el término quijos para hechicero). Esta rebelión
provocó el incendio de Ávila y Archidona, aunque los
españoles la sometieron en Baeza y luego ejecutaron a
los insurrectos. Esto provocó que muchas familias indí-
genas huyeran y reorganizaran comunidades en otros
lugares (Cabello Balboa, 1579/1945; Porras, 1974). Obe-
rem (1967, p. 244) sugirió que los canelos eran resultado
del colonialismo español, ya que estaban compuestos
por descendientes sobrevivientes de desplazados quijos,
záparas y jíbaros.
Ordóñez de Ceballos (1614/1905, p. 409) señaló
que los hijos de Jumandí partieron con 200 acompañan-
tes y fueron encontrados viviendo entre los omagua, un
grupo tupí-guaraní, cuya provincia describió como a
130 leguas de distancia de Ávila y Archidona (p. 397).
Al noreste de los zumaquí se encontraban las comuni-
dades de Eguata, Tapaca y Magua (Ortegón, 1577/ 1958,
p. 239). Oberem (1967-68, p. 152) los interpretó como
enclaves omagua y otras comunidades, como Izmaga,
Zidague y Aragua, también pueden haber sido de esta
etnia (Fig. 2), ya que tenía un amplio alcance regional
5
.
Loughlin et al. (2018) tomaron una serie de ma-
cro muestras de carbón de la laguna Huila, al noroeste
de Hatunquijos, que mostraron un cambio inmediato
en los proxys paleoecológicos entre 1500-1628 cal. d. C.
(el pico más grande está entre 1550-1600, 37,5%, Tabla
1). Es una intensificación en los eventos de quema que
Revolución, reubicación continua y
cambio de actitudes
estos autores creen que coinciden con las revueltas re-
gionales contra los españoles. Después de este período,
notan que el paisaje manejado por los quijos se trans-
forma en bosque secundario, como resultado de la des-
población. Esta tendencia de quema intensa es incluso
evidente en Pashimbi. La susceptibilidad magnética
del contexto colonial del Depósito 1 de la terraza sur se
disparó a 80,5 (fechado entre 1665-1806 cal. d. C.), de
la susceptibilidad magnética previa de 17,1 durante el
colonialismo temprano (Solórzano, 2021, Tabla 2). Esto
indica una intensificación de los esfuerzos agrícolas
españoles.
Y aquí es donde nuestra historia empieza a ter-
minar, quizá algo abruptamente. Durante los siguientes
cientos de años, vemos la formación y reconstrucción de
diferentes identidades, con algunos hilos comunes que
reflejan las realidades del cambio preferencial. Ciertos
patrones se mantuvieron así muchos años. William Ja-
meson (1858, pp. 338-340) señaló que en Baeza, en 1857,
era común que las comunidades indígenas se agruparan
en tres chozas. Los investigadores del siglo XIX comen-
zaron a exponer sobre las comunidades kichwa de Napo
y Canelos (Simson, 1880, 1883; Wiener, 1883) y, a prin-
cipios del siglo XX, Günter Tessmann trató de definir la
totalidad del noroeste de la Amazonía en ese momento.
Tessmann (1930, p. 237) reintrodujo el nombre
quijos y reconoció que las comunidades indígenas con-
temporáneas se referían a sí mismas por el pueblo del
que eran originarias y no por un grupo étnico padre.
Agrupó un área de personas de habla kichwa como los
quijos (kichwa de Napo), que tenían tradiciones simi-
lares y diferentes a las del área de los canelos. Incluyó
a Baeza, Tena, Archidona, Concepción, Ávila y Loreto
dentro de su definición. Tessmann (1930, Cartogramas
1-42) creó una secuencia de cartogramas que documen-
tan una variedad de prácticas culturales de todo el Ama-
zonas, específicas de las etnias contemporáneas. En
estos se puede observar algunas tradiciones culturales
de los quijos y canelos modernos que se han mantenido
del pasado y algunas que han cambiado por completo
(Tabla 3). Salomon (1981, p. 174) señaló que, en lo mo-
derno, “se siente que las montañas aman a los de abajo;
por ejemplo, cuando se oye un trueno al atardecer desde
el monte Guamaní, se dice que Guamaní está llorando
na se encuentran los ya mencionados sitios arqueológi-
cos de Pashimbi, Zancudococha y Bloque 21.
5. Pablo Maroni (1738/1889, pp. 121, 199) señaló que los indígenas más adentro
de la Amazonía eran menos receptivos a la predicación cristiana en quechua, ya
que no habían tenido mucha interacción histórica con las comunidades de esa
habla. Sugirió que los indígenas en estas áreas más orientales tenían una familia-
ridad con los omagua y que sería más fácil instruirlos en ese idioma.
Ryan Scott Hechler
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Grupo étnico
Categoría Subcategoría Quijos Canelos
Alojamiento
(Fig. 9)
Marco
Soporte en tierra
Soporte de viga
Muro a dos aguas
Porche
Cama
Una correa lateral cada uno
Soportes de correas de cumbrera perma-
nentes de travesaño
Andamio
Independiente y vertical
No
Somier alto plano de madera
Lo mismo
Soportes de correas de cumbrera con base
en el suelo
Lo mismo
Sin muro a dos aguas, permite un porche
Con andamios, redondo, vigas radiantes
Lo mismo
Domesticación
de animales
Perro
Cerdo
Pollo
Pato
No
No
Herramientas
Caña de pescar
Cestas de pesca
Redes de pesca
Lanzas
Arpón
Anzuelos de pesca de hierro
Cestas de captura largas en una pared de
barrera
Redes de enmalle y pala
Lanza de una sola punta
Lanzar arpón
No
No
Redes de enmalle
Lo mismo
Lo mismo
Estimulantes
Ayahuasca
Guayusa
Usada como estimulante (solo por
hombres)
Utilizada de forma recreativa y curativa
Usada como estimulante (por hombres y
mujeres), también como poción mágica
Lo mismo
Matrimonio Compromiso Muy largo, algunos años Muy corto, de unos días a una semana
Nacimiento Ubicación
En la casa del hombre, segregada por
esteras o un muro de hojas
En el monte y/o en una choza de parto
privada
Muerte Práctica de entierro
Enterrado en una canoa o en un tronco
de árbol ahuecado en forma de canoa
Lo mismo
Idioma Idioma Kichwa Lo mismo
Nota. Documentadas por Tessmann (1930, Cartogramas 6-7, 9, 11-14, 18, 34, 36-38).
Tabla 3
Prácticas culturales comparadas de los quijos y canelos a principios del siglo XX
Quijos… ¿quiénes?: desenmarañado las identidades de los períodos de Integración Tardía y de colonialismo español de la Alta Amazonía del norte de Ecuador
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Conclusiones y nuevos comienzos
porque pasan sus chamanes Quijos, yéndose por el ca-
mino de Quito” (Fig. 10) (traducción propia).
Esta región ha estado sujeta a diferentes transpo-
siciones generacionales de opresión, cambios ideológi-
cos y lingüísticos debido a acontecimientos del período
de Integración Tardío (la expansión del Tawantinsuyu y
su influencia residual), los esfuerzos de conquistadores,
burócratas españoles y misioneros cristianos posterio-
res, las invasiones de los Estados nación modernos y la
prisa del desarrollo capitalista. Una serie de etnogénesis
se pueden apreciar desde la época precolombina tardía
(Athens, 1997) y durante todo el colonialismo hispáni-
co (Hill, 1996; Hornborg, 2005). También es importante
reconocer como las comunidades quieren interpretar su
presente y su pasado (ver Solórzano et al., 2022) y como
varios grupos indígenas modernos eligen volver a adop-
tar alguna noción de una identidad quijos (ver Korn,
2013; Yunga Tacuri, 2016; Gibson et al., 2021).
Agradecimientos
En especial al Dr. William Balée por leer una ver-
sión muy temprana de este artículo. También reconozco
las sugerencias de edición de Andrea Chávez Chuqui-
marca y Maxwell Ward. Además, me gustaría agradecer
al Dr. Eduardo Kohn por su apoyo en mis primeros es-
tudios de etnohistoria ecuatoriana. Parte de esta inves-
tigación fue apoyada por la beca Fulbright-Hays DDRA.
Nota. Principios del siglo XX (Tessmann, 1930, Lám. 60, Fig. 7).
Nota. Foto Max Uhle (ca. 1930). Cortesía del Ibero-Amerikanisches Institut, Berlín, Alemania (B-Ec ge/b: Indianerstämme: Quijos 1).
Figura 9
Una casa típica de los quijos (“Indios de Napo”)
Figura 10
"Indios de Archidona Camino de Quito"
Fecha de recepción: 27 de septiembre del 2022
Fecha de aceptación: 22 de febrero del 2023
Ryan Scott Hechler
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
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