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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
Álvaro Gundín Gallego
Museo Arqueológico y Centro Cultural de Orellana, El Coca, Ecuador.
agundingallego@gmx.es
A Juan Santos Ortiz de Villalba, in memoriam
Un museo arqueológico en la Amazonía ecuatoriana.
Gestión de colecciones, mediación cultural y educativa en el
Museo Arqueológico y Centro Cultural de Orellana (Macco)
En abril de 2015 se inauguró en el El Coca el Museo Arqueo-
lógico y Centro Cultural de Orellana (Macco), una institución
pública dedicada a la preservación del patrimonio arqueológi-
co, el desarrollo social y cultural en la provincia de Orellana,
Ecuador. El museo custodia una colección de objetos pertene-
cientes en su mayoría a la fase Napo (1100-1480 d. C.) A través
del manejo de la colección, la mediación cultural y programas
de gestión, el Macco salvaguarda y difunde el patrimonio, la
historia prehispánica de la región y fomenta la investigación
arqueológica en la cuenca del río Napo. Este artículo recoge
las experiencias de mediación, museología y gestión desarro-
lladas desde el Macco, como ejemplo de trabajo por la con-
servación y recuperación del patrimonio arqueológico para el
cambio y desarrollo social en la Amazonía ecuatoriana.
Amazonía, patrimonio cultural arqueológico,
museos, museografía, mediación cultural.
Amazon, Archaeological Cultural Heritage,
Museums, Museography, Cultural Mediation.
An archaeological museum in the Ecuadorian Amazon.
Collection management, cultural and educational media-
tion in the Archaeological Museum and Cultural Center of
Orellana (Macco)
In April 2015, the Archaeological Museum and Cultural Cen-
ter of Orellana (Macco), a public institution dedicated to the
preservation of archaeological cultural heritage and cultural
development in the province of Orellana, Ecuador, opened its
doors in the city of El Coca. The museum preserves a collection
of archaeological artifacts dated under the Napo Phase (1100-
1480 AD). Through the management of the collection, cultur-
al mediation and cultural management programs, the Macco
safeguards the cultural heritage, the pre-Columbian history of
the Amazon and promotes new archaeological researches in the
Napo River basin. This work collects the experiences of cultur-
al mediation, museology and cultural management, developed
by Macco, an institution committed to the conservation of the
archaeological cultural heritage for social change and social
development in the Ecuadorian Amazon region.
Resumen
Palabras clave:
Keywords:
Abstract
STRATA, 01-06/ 2023, vol. 1, nro.1, e5
https://doi.org/10.5281/zenodo.7795858
Periodicidad: semestral - continua
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
https://revistas.patrimoniocultural.gob.ec/ojs/index.php/Strata
Álvaro Gundín Gallego
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
El Museo Arqueológico y Centro Cultural de
Orellana (en adelante Macco) desarrolla un papel fun-
damental en la conservación y difusión del patrimonio
cultural en la provincia de Orellana, Ecuador. Su gé-
nesis tiene como base la salvaguarda y transmisión del
patrimonio cultural de la Amazonía norte del Ecuador,
en especial el patrimonio arqueológico de la cuenca del
río Napo. A través de la conservación y difusión de su
colección, se propone además ayudar a crear políticas
culturales que propicien el desarrollo y cambio social
en el cantón Francisco de Orellana, insertando a la vez
de manera activa las manifestaciones de la Amazonía
ecuatoriana en los circuitos culturales del país.
La creación del Macco fue el paso subsiguiente de
una gestión de más de cincuenta años, una apuesta por
la conservación del patrimonio a través de las acciones
de las comunidades y la población local como medio
para la recuperación, conservación y reconocimiento de
su historia y cultura.
Inaugurado el 30 de abril del 2015, el Macco es
un centro cultural joven que todavía está en su infancia
como museo: Sin embargo, la institución es el resultado
y herencia de una gestión cultural realizada en el noro-
riente amazónico desde 1965, que no puede obviarse en
ningún análisis ni estudio sobre la actividad que desa-
rrolla ahora.
En 1965, la entonces Prefectura Apostólica de
Aguarico creó el Centro de Investigaciones Culturales
de la Amazonía Ecuatoriana (Cicame). La propuesta
original era “contrarrestar la labor de los protestantes”
(Iriarte, 1980, p. 124), en particular la del Instituto Lin-
güístico de Verano (ILV) entre los pueblos indígenas de
la Amazonía norte, especialmente entre grupos huma-
nos entonces no contactados. Pero el fin del centro iba
más allá: con ambición planteaba el estudio, salvaguar-
da y difusión del patrimonio cultural y la formación de
líderes de ese sector amazónico, circunscrito a la cuenca
Gestión cultural previa
Nota. Darío Herrera, archivo Macco.
Figura 1
Fachada centro cultural
Un museo arqueológico en la Amazonía ecuatoriana.
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media y baja del Napo ecuatoriano. Iriarte (1980) recoge
el programa inicial del Cicame:
Sección de investigación, encargada de planear,
recoger materiales y evaluar periódicamente, con
criterios científicos, los elementos culturales.
Sección de publicaciones.
Sección de formación de líderes, no sólo de tipo
religioso, sino también de líderes autóctonos o ca-
bezas de tribu, dirigentes de comunidades.
Sección de acción, que servirá de enlace y ayuda
a los responsables de la vida social y política de la
región (p. 126).
Durante más de cuatro décadas, varios misione-
ros e investigadores estudiaron y recogieron la tradición
oral de los pueblos indígenas de la zona, su mitología,
cosmovisión, su cerámica, arquitectura tradicional, me-
dicina, idioma y otras expresiones culturales, aspectos
retomados y divulgados en varias publicaciones del mis-
mo Cicame.
También se estudió y juntó la cultura material de
esta región, creándose en 1975 un primer museo que
albergaba objetos etnográficos, etnohistóricos y arqueo-
lógicos recopilados de manera fortuita y ocasional en la
cuenca del Napo. Este museo, además de conservar su
colección, sirvió para dar a conocer la cultura del sec-
tor entre los primeros turistas y la población local (Ortiz
de Villalba, 2020, p. 121-122). A la vez, fue espacio para
formar promotores de pastoral y también campo para
investigaciones científicas: Juan Santos Ortiz de Villal-
ba (2022) describe este primer proceso de salvaguarda,
catalogación y estudio de la cultura material recogida en
la cuenca del Napo, desde la década del 60, y custodia-
da en el museo del Cicame. Entre las publicaciones del
centro, encontramos algunos de los primeros estudios
de fases arqueológicas: Antiguas Culturas Amazónicas
Ecuatorianas (1981), del propio Ortiz de Villalba, o Los
omaguas en el río Napo ecuatoriano (1989), de José Luis
Palacio, por citar quizá dos de las más significativas
dentro de estos primeros años de investigación, gestión
y rescate cultural.
A lo largo de sus cuatro primeras décadas, se die-
ron varios procesos y cambios en el museo del Cicame,
entre los que destaca el préstamo al Museo Artes de
Quito para crear la muestra temporal Rostros de Luna
(1999), quizá la primera gran exposición dedicada a la
arqueología de la cuenca del río Napo en Ecuador, un
proceso de gestión cultural y de colecciones recogido
por Miguel Ángel Cabodevilla (2021).
La experiencia en Quito, y otros procesos internos
del Cicame y el Vicariato Apostólico de Aguarico, mo-
tivaron plantear la creación de un museo moderno que
albergue y difunda el patrimonio cultural de la región y
que continúe la gestión emprendida desde la década del
60, ahora en la ciudad de El Coca.
A partir del 2003, será la Fundación Alejandro
Labaka (institución impulsada por el vicariato, la orden
capuchina en Ecuador y el Grupo Social FEPP) la que
junto con el mismo vicariato comience las gestiones
para crear el nuevo museo en la capital de la provin-
cia, desarrollando paralelamente actividad cultural en
el cantón Francisco de Orellana, incluidos proyectos ar-
tísticos. En 2010, el museo del Cicame se renueva como
un museo etnográfico (Cabodevilla, 2021), manejado
también por la Fundación Labaka. Al mismo tiempo se
inicia el proyecto del Macco en El Coca, primero con la
construcción del auditorio Manuel Villavicencio, inau-
gurado en el 2012 (Cabodevilla, 2021), y con el proyecto
Macco Previo (2012-2014), ejecutado por la misma fun-
dación, el Gobierno Autónomo Descentralizado Munici-
pal de Francisco de Orellana (Gadmfo) y financiado por
la Fundación Repsol. Este último supone un ensayo o la-
boratorio de centro cultural y museo, previo a la creación
del Macco, con dos muestras temporales temáticas de la
antigua colección Cicame, una agenda de cine, música y
artes escénicas y programas de mediación educativa para
estudiantes del centro urbano y las parroquias rurales.
Toda esta gestión anterior, en especial la desarro-
llada durante el Macco Previo, daría pautas sobre cómo
organizar y estructurar el futuro Macco, que se inaugu-
raría en abril del 2015 como empresa pública adscrita al
municipio de Francisco de Orellana.
En el proceso de creación del nuevo centro cul-
tural, quedó patente desde el inicio que lo que se perse-
guía era un espacio vivo para dialogar con la población:
Álvaro Gundín Gallego
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No queríamos un museo … La ciudad precisaba
de un lugar para el juego social y la innovación
que construyen la ciudadanía culta, para nuevas
formas de pensamiento, creatividad y diversión.
Un Centro Cultural, un Museo dentro de él, de-
ben contar historias. Mostrar cómo la actual his-
toria de cada día tiene que ver con el pasado de la
zona, que debe ser constantemente releído (Cabo-
devilla, 2021, pp. 137-139).
Hoy en día, el Macco está conformado por el mu-
seo arqueológico, una sala de exposiciones temporales,
una biblioteca pública con un fondo bibliográfico espe-
cífico sobre la Amazonía y el auditorio con una agenda
de cine, artes escénicas y musicales, talleres para jóve-
nes, además de proyectos para fortalecer la cultura de
las nacionalidades indígenas. Así lo expresa la institu-
ción en su visión actual:
En cuatro años Macco-EP, se reconoce como un
espacio cultural que promueve la preservación,
conservación, exhibición, difusión del patrimo-
nio cultural amazónico, la historia y la cultura
de la región amazónica, propicia el encuentro y
desarrollo de las expresiones artísticas locales y
su intercambio con otras identidades de forma
participativa, educativa, inclusiva e innovadora
(Gadmfo, 2020).
Nota. Autor desconocido, archivo Vicariato Apostólico de Aguarico.
Figura 2
Interior del primer museo de Cicame en 1977
Un museo arqueológico en la Amazonía ecuatoriana.
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Nota. Darío Herrera, archivo Macco.
Figura 3

El museo arqueológico
El Macco tiene la peculiaridad que, desde su di-
seño arquitectónico, se pensó en un edificio para ser
museo, hecho para albergar piezas concretas: la antigua
colección Cicame, hoy del Macco. Esta fue sometida “a
una operación de limpieza y restauración del todo nece-
saria después de años supeditada al exigente ambiente
amazónico” (Cabodevilla, 2021, p. 106), paralelamente
a la construcción del centro cultural. Pensar el museo
desde objetos arqueológicos específicos ayudó no solo
a darle identidad al inmueble y a la empresa pública,
sino a comenzar el diálogo con sus futuros visitantes.
En el malecón de la ciudad, a orillas del río Napo, se
alzó un edificio moderno que transparentó el museo y
que ofreció a los habitantes de la ciudad un ejemplo de
la belleza que se puede crear en las calles y en la vida
cotidiana de El Coca. Este además reflejó la estética de
aquellos primeros pobladores que, en torno al siglo XII
d. C., crearon esas cerámicas que sirvieron de modelo
para decorarlo. La “identidad amazónica” del museo no
se concibió adornándolo con representaciones de la flo-
ra y la fauna regionales, tan presentes en muchos otros
emprendimientos e instituciones culturales o turísticas
de la zona, sino haciendo de la estética de la fase Napo,
los tonos del “horizonte polícromo, un elemento or-
namental característico del inmueble. La selva, esa de
árboles y fauna, está también presente, pero afuera, a
través de esa estructura transparente que deja ver siem-
pre el exterior y que se integra en él.
Otro detalle importante del edificio es que fue
concebido como un espacio público: rampas y terrazas
abiertas a la ciudadanía que puede transitar por ellas,
sin la obligación de entrar al museo, a la biblioteca o al
auditorio.
Si el edificio ya fue pensando para los visitantes,
en especial para los locales, también lo fue la propuesta
museológica, según afirma el arquitecto Rubén Moreira:
Doy por hecho que la exposición va destinada,
fundamentalmente, al público de la provincia,
con más énfasis todavía a la población estudiantil.
Pienso que la mayor parte de los visitantes ven-
drán de ahí. Un museo, ante todo, debe adaptarse
al lugar, tiene que hablar a la comunidad donde
está enclavado y, al mismo tiempo, al resto del
mundo. Son las dos condiciones básicas de un
museo vivo (s.f., p. 2).
Álvaro Gundín Gallego
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La colección hoy en día custodiada por el Mac-
co es la antigua del Cicame, expuesta en parte en las
anteriores propuestas museológicas del centro. Es un
conjunto formado a lo largo de 40 años, compuesto por
objetos, en su mayoría pertenecientes a la fase Napo
La colección arqueológica
Nota. Darío Herrera, archivo Macco.
Figura 4

Sin duda, la propuesta museológica del Macco
consigue ese propósito: acercar la historia prehispánica
de la región al visitante y aún más al hecho, tradicio-
nalmente desconocido o incluso negado, de que la selva
amazónica es “culta, con presencia de ocupación hu-
mana desde hace varios milenios, en contraposición con
la idea tradicional de la “selva virgen, nunca habitada
hasta la presencia reciente de los colonos del siglo XIX y
XX o el inicio de la explotación petrolera en esta región.
(1100-1480 d. C., siguiendo la cronología clásica de
Evans y Meggers), de origen diverso y en muchos casos
desconocido. El tiempo, las condiciones climáticas y los
cambios administrativos en el antiguo Cicame hicieron
desaparecer muchos de los registros físicos sobre la pro-
cedencia de muchas piezas (Ortiz de Villalba, 2020).
Son objetos descontextualizados, es decir, su ha-
llazgo no fue el resultado de una excavación arqueoló-
gica: en su mayoría proceden de encuentros fortuitos de
los habitantes de la zona, en las orillas de los ríos o en
sus chakras (fincas) durante actividades agrícolas. Es
también, por el modo en que se formó, una colección
escogida en la que predominan los objetos estética y ar-
tísticamente más “bellos”, sin un registro completo de la
cultura material producto de una excavación y estudio
arqueológico de una zona concreta.
Un museo arqueológico en la Amazonía ecuatoriana.
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Mediación cultural
La distribución del Macco se enmarca, siguiendo
a Francisca Hernández (2010), en la museografía temá-
tica que ordena los objetos según un tema previamente
escogido. Cada sala se divide en diversos asuntos que,
si bien siguen un guion base lineal y cronológico que
comienza con el poblamiento de la Amazonía y termina
con la presencia colonial en los ss. XVII y XVIII, incor-
poran otros ejes transversales. “Se tiene muy en cuenta
la selección de objetos, su colocación en el espacio y los
recursos museográficos aplicados” (Hernández, 2010, p.
230). El montaje museográfico del Macco es exquisito,
destacando dentro de él el objeto, elegido con cuidado
para ser parte de la narración de cada tema, en cada sec-
ción del museo. Es además una museografía sobria, sin
elementos tecnológicos incorporados y con un lenguaje
sencillo, sin tecnicismos, cercano al visitante local y al
público estudiantil. El museo arqueológico no está he-
cho para los intelectuales; “el experto no va a encontrar
tecnicismos, pero tampoco incorrecciones” (Moreira,
s.f., p. 2).
Para completar el guion museológico, el equipo
de dirección pone énfasis en la mediación cultural con
dos propuestas simultáneas: la ejecución de diversos
guiones alternativos al recorrido estándar (temático y
lineal) y la narración desde el objeto. Esta decisión com-
plementa e incluso amplía el alcance de la museografía
temática, introduciendo aspectos o acercándola a la mu-
seografía narrativa que
se caracteriza porque entra en escena el narrador
y se modifica la forma de exponer al incluir los
objetos expuestos en la trama histórica de una
aventura humana. De este modo, se generan unas
estrategias comunicativas entre los objetos y los
visitantes. Lo importante no es solo conocer la co-
lección para su exposición, sino también que es
necesario elaborar un proyecto multidisciplinar
en el que participen especialistas de las coleccio-
nes, de las formas de mediación y de una relación
escenificada entre la exposición y los diversos pú-
blicos (Hernández, 2010, p. 233).
Esta museografía, que tiene en cuenta especial-
mente la mediación en el museo, se vincula con la inves-
tigación arqueológica y, en el caso del Macco, también
histórica y antropológica para la construcción de nuevas
narrativas (Hernández, 2010) y guiones de mediación.
Esta construcción de relatos involucra en el proceso
creativo a los técnicos del museo, desde el curador o mu-
seógrafo, a los/as medidores/as culturales y a arqueólo-
gos e investigadores, como veremos más adelante.
Pero además, la mediación cultural tiene la posi-
bilidad de acercar el objeto al visitante, para compren-
derlo y empoderarse de él y su contexto, es decir, incor-
porarlo a su mundo diario: el visitante reconoce el valor
del patrimonio, en este caso arqueológico, y se recono-
ce en él y en la historia de su región. Es, como recogen
Cartagena y León en su estudio, una política museística
Nota. Darío Herrera, archivo Macco.
Figura 5
Urna antropomorfa fase Napo
Álvaro Gundín Gallego
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ya no centrada tanto en la conservación y estudio del
objeto como en el público: la compresión del objeto o el
discurso por el visitante (2014).
En este sentido, los diversos guiones de mediación
ayudan a ese proceso de rescate y empoderamiento del
patrimonio y de la historia local incorporando informa-
ción y datos tomados de la etnografía y la mitología de
los grupos indígenas actuales o pasados, de estudios his-
tóricos, investigaciones arqueológicas o de las ciencias
naturales (Gundín 2020a; 2021c). Otros son recorridos
que utilizan estrategias de las artes plásticas (Gundín,
2020b; 2021b) o artes escénicas (Gundín, 2017a; 2017c).
La mediación fusiona aspectos didácticos o incluso lúdi-
cos (Gundín, 2019) que permiten al visitante aprender y
llegar por sí mismo al objeto (y por lo tanto, al propósito
último del recorrido: la historia o el patrimonio) y que le
llevan a la reflexión e incluso al debate, tanto en torno al
mismo hecho histórico como a la propia pieza pretérita.
Nota. Darío Herrera, archivo Macco.
Figura 6

Así por ejemplo, el análisis de los rostros antropomorfos
de las urnas de la fase Napo desde la arqueología y los
cronistas, pero también al examen del contexto social
presente: el rol cultural, político, laboral o familiar de
la mujer en la actual sociedad ecuatoriana, la ecología y
conservación del medio ambiente, entre otros aspectos
que pueden, y deben, vincularse al museo como parte
de la comunidad en que se inserta.
La mediación cultural fomenta además la partici-
pación del público: el museo “no es un templo repleto
de reliquias sacras a las que se contempla con misticis-
mo” (Llonch y Santacana, 2011, p. 166), debe fomentar
el debate, el análisis y la investigación entre los visitan-
tes. El museo debe crear espacios para este diálogo en
su construcción museística y en una recuperación del
patrimonio cultural de la región, que pertenece a la co-
munidad y es en sí la propietaria del museo (Martínez
Gil y Santacana, 2013).
Un museo arqueológico en la Amazonía ecuatoriana.
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Mediar desde el objeto
Este diálogo, que facilita la mediación cultural, se
construye desde el objeto. Ya hemos visto antes la im-
portancia que tiene la elección del objeto en la museo-
grafía o en la creación de un guion de mediación para
crear la narrativa en el museo, pero también el objeto es
esencial en la interacción con el público. “Los museos
deben facilitar a los visitantes el placer de ser ellos quie-
nes puedan interrogar a los objetos y generar su propio
conocimiento a través de ellos, tal y como hacen los ex-
pertos” (Llonch y Santacana, 2011, p. 167).
A los mediadores les corresponde “construir
puentes entre las culturas y los públicos” (Aboudrar y
Mariesse, 2018, p. 19), son quienes ayudan al visitante
a comprender y aprehender el objeto en el museo. El
mediador ya no es el experto que narra todo los deta-
lles existentes sobre el objeto o la temática concreta de
cada sala o sección, sino el acompañante que ayuda a
que el objeto y el visitante entablen un diálogo. En este
proceso, el primer protagonista es siempre el objeto. El
discurso del museo y de la mediación debe construir-
se desde las colecciones. El objeto no ilustra un guion,
sino que construye e incluso lo cambia según qué quiera
contar: todos los objetos narran distintos aspectos del
contexto histórico en que fueron creados, su manufac-
tura y diseño, su uso o función, su vínculo con la cos-
movisión u otros aspectos de la cultura del grupo que lo
creó. Nos cuentan también aspectos de las personas que
lo confeccionaron, incluso nos hablan de su historia re-
ciente, su historia “arqueológica”: desde su rescate hasta
su salvaguarda y custodia en el museo. Así mismo, todos
los guiones incluyen a su vez otros guiones paralelos, de
manera que podríamos decir que tenemos varios mu-
seos en uno solo. La mediación cultural desde el objeto
nos permite explorar (y explotar) cada uno de ellos. O
dicho de otro modo, tomando prestado de las artes es-
cénicas, el museo puede ser considerado como un esce-
nario, con un rico y diverso atrezo, en el cual interpretar
diversas obras cuyos protagonistas son los objetos.
Hay que leer el objeto y hay que dejar que este
hable, siempre técnicamente. El discurso debe partir
desde el análisis técnico y de laboratorio, y en nuestro
caso, desde la arqueología. Debemos leer la arqueolo-
Nota. Darío Herrera, archivo Macco.
Figura 7
Urna antropomorfa fase Napo
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gía, despojar el objeto de muchas interpretaciones o
aproximaciones de la antropología y las crónicas histó-
ricas, por ejemplo, y empezar a narrar lo que nos cuenta
el contexto que rodeaba al objeto. En el Macco esto es
algo difícil, pues estamos ante una colección que por su
origen está descontextualizada y en un campo, el de la
arqueología amazónica en Ecuador, en el que todavía
faltan muchas investigaciones para completar el puzle
de la historia prehispánica y colonial de la región. Sin
embargo, este puede ser el reto para comenzar: todos los
proyectos de mediación desarrollados en el Macco par-
ten desde lo que nos cuenta la arqueología y se completa
la narración con otros datos tomados de las crónicas his-
tóricas o de la etnografía de los pueblos indígenas. Es un
intento por acercar al visitante a su propia historia, a la
compresión de su medio ambiente y al empoderamiento
del patrimonio cultural de su país.
Todos estos recorridos convierten al museo en un
ente vivo que cambia, que interactúa con el visitante,
respondiendo a sus preguntas, adaptándose a nuevas
necesidades, problemas o coyunturas. Constituyen a su
vez un bagaje de conocimientos y estrategias, una espe-
cie de caja de mediación, en la cual el o la mediador/a
puede encontrar herramientas para aplicar en cualquier
momento: no es una experiencia limitada a un recorri-
do puntual que se ofrezca periódicamente, son estrate-
gias que el mediador puede incorporar a un recorrido
estándar y ordinario. Así por ejemplo, la crisis sanitaria
por la pandemia del Covid-19 (2020-2021) motivó que
el equipo profundizase en el estudio y recopilación de
datos demográficos de América en los siglos posteriores
al “Descubrimiento” para incorporarlos al recorrido por
el museo ante las preguntas de varios visitantes sobre
las pandemias de los siglos XVI y XVII y la “extinción
o desaparición” de varios grupos indígenas (Livi Bacci,
2005/2006, 2007/2012).
Los museos son también un espacio de educación
no formal. Como dice Pastor Homs, “los museos, en su
sentido más amplio, así como todos aquellos que, como
ellos, son depositarios y/o gestores del patrimonio de la
humanidad, son potencialmente instituciones educati-
Mediacn educativa
vas de un extraordinario valor” (2004). En el caso del
Macco, las experiencias previas del museo del Cicame
(Fundación Alejandro Labaka, 2015) y la gestión cultu-
ral realizada en la fase del Macco Previo reafirmó este
rol del museo, demostrando que los escolares son de los
más cercanos al museo. Además de ser un público acti-
vo que interactúa con el museo, demanda contenidos y
materiales didácticos relacionados con la historia local
y prehispánica de la cuenca del Napo ecuatoriano, au-
sentes en el currículo nacional de educación. Esto hace
más pertinente aún que el museo preste sus espacios,
contenidos (su colección y patrimonios) y estrategias en
la transmisión de estos conocimientos. Ya en la memo-
ria de experiencias educativas publicada al finalizar la
fase del Macco Previo, el equipo técnico de la Funda-
ción Alejandro Labaka escribía:
Nos dimos cuenta de que en el currículo escolar
poco o nada se toma en cuenta la historia local.
Como decía un estudiante, “conocemos los ríos
de Europa pero no conocemos el nombre del río
que pasa junto a mi finca, en mi selva. Nos dimos
cuenta que los omaguas eran desconocidos en
las páginas de la historia nacional. Y que los ríos
Shiripuno o Indillama eran desconocidos en las
páginas de nuestra geografía nacional. Nos dimos
cuenta de que pocos estudiantes sabían que Coca
era una pequeña aldea indígena hace poco más de
cincuenta años y que las tierras de los waorani lle-
gan hasta donde está la Brigada [militar] (2015).
Para continuar satisfaciendo esta demanda, el
nuevo museo se propone crear una oferta educativa para
que pueda ser aprovechado como un espacio pedagógi-
co y didáctico por parte de docentes y estudiantes. Tam-
bién para desarrollar proyectos de inclusión educativa y
guiones de mediación que, en consonancia con el currí-
culum nacional, permitan un trabajo conjunto entre las
instituciones de enseñanza media y el museo (Gundín,
2017b; Gundín y Ramírez, 2018; Gundín, 2021b).
Pero esta mediación y programación de activida-
des pedagógicas del museo no está relacionada exclusi-
vamente con la educación formal en las escuelas; esta
dimensión alcanza a otros públicos, desde jóvenes, an-
Un museo arqueológico en la Amazonía ecuatoriana.
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Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
cianos, familias y público en general (Alderoqui y Perso-
li, 2011). Así, en el desarrollo y planificación de sus labo-
res, además de la elaboración de proyectos de inclusión
educativa y de cartillas escolares (Fundación Alejandro
Labaka, ca. 2012), se incluye el diseño y elaboración de
material lúdico con base en la colección arqueológica
del museo y su guion museológico, que acerca a jóvenes
y a adultos al conocimiento del patrimonio, la cultura y
la historia. El juego y las artes escénicas dentro del mu-
seo implican “sacar ideas de su propio contexto y apli-
carlas a otro contexto” (Llonch y Santacana, 2011, pp.
20-21). Es una actividad con reglas pero divertida y una
forma, como dicen estos autores, de aprender concep-
tos de una cultura, de inculturarnos y empoderarnos de
ella o, en el caso del museo arqueológico, de un perio-
do histórico pasado que en un primer momento parece
ajeno al visitante. Esto sucede con bastante facilidad en
la provincia de Orellana debido a la casi ausencia de la
historia prehispánica y local en las publicaciones y pro-
gramas de divulgación científica y, como ya vimos, en el
currículo educativo.
Nota. Gina López, archivo Macco.
Figura 8
Investigadora trabajando en la colección
Un museo abierto a la investigación
El museo vivo, que se vincula con la comunidad,
que dialoga con el ciudadano y difunde la historia y el
valor de conservar, conocer y difundir el patrimonio cul-
tural, debe también permitir y fomentar la investigación.
Sus colecciones, tanto las expuestas al público como las
que descansan en la reserva, deben estar abiertas al aná-
lisis por parte de profesionales o estudiantes. Si quere-
mos que el ciudadano se empodere de su patrimonio y
su historia, debemos dejar que los estudie, siempre con
seriedad y siguiendo todos los pasos técnicos. Es casi un
proceso de simbiosis, si se permite la licencia: el museo
abre las puertas a la investigación, destinando recursos
Álvaro Gundín Gallego
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Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
para esta posibilidad y, a futuro, recibe información que
puede incorporar al discurso y estrategias para difundir
y conservar sus colecciones.
En el caso del Macco, eso es aún más relevante
por el origen y estado de su colección, que ya hemos co-
mentado antes, por la suerte de la investigación arqueo-
lógica en la región y por ser un museo que está en la pe-
riferia del país, lejos de las universidades o de los polos
de investigación. Esta situación (la carencia de otras ins-
tituciones en la provincia dedicadas al estudio y salva-
guarda del patrimonio arqueológico) convierte al museo
en un “centro logístico local” para facilitar nuevas inves-
tigaciones en la zona. Además, los museos comunitarios
son quizá el futuro de la protección y salvaguarda del
patrimonio cultural en aquellas regiones donde, por la
lejanía de las ciudades, las dificultes de comunicación o
la falta de recursos, la presencia del Estado es menor. En
estas áreas, la existencia de colecciones arqueológicas
en los museos ha sido primordial para el desarrollo de
proyectos de investigación como los de Arroyo-Kalin y
Rivas Panduro (2016) o Viteri (2019), entre los estudios
sobre la fase Napo.
Esta apertura de los museos a la investigación
es también relevante en la política de la institución,
además de un elemento que vincula la comunidad
científica con la local, apoyando también el desarrollo
socioeconómico. Deja patente que los museos deben au-
mentar los recursos destinados a la investigación, quizá
no directamente, sino facilitando espacios y recursos a
futuros investigadores.
Hay que tener en cuenta que esta apertura al estu-
dio de las colecciones no debe restringirse a los especia-
listas (en el caso del Macco, a arqueólogos o estudian-
tes de arqueología de grado o postgrado) sino también
a investigadores de otras ramas, de las bellas artes o la
música por ejemplo, siempre y cuando actúen profesio-
nalmente y con todas la medidas de seguridad del caso.
Dentro de esta apertura a la investigación y vin-
culado con la mediación comunitaria, en el sentido de
museo vivo inserto en la sociedad, este debe abrirse
también para que los estudiantes puedan hacer prácti-
cas preprofesionales. No hay que olvidarse que el museo
actual, como un miembro más de la comunidad, un ve-
cino del barrio, que cuenta con ella como apoyo impres-
cindible para su tarea (la conservación y difusión de un
patrimonio cultural que es propiedad de la sociedad, no
del museo), a su vez presta otros servicios a la misma,
como el acompañamiento a jóvenes en sus prácticas.
La apertura para que estudiantes y profesionales
de diversas áreas, relacionadas o no con la conservación
y difusión del patrimonio arqueológico, es también im-
portante para vincular el museo con la comunidad y
para empoderar a esta con la cultura y la institución.
Así, campos como el turismo, el diseño gráfico o las
nuevas tecnologías resultan ser aliados de la gestión del
museo.
En esta faceta como centro de formación, pro-
yección profesional y de investigación, analizada por
Hernández (2010), hemos visto muchas veces que la
universidad y el museo se sienten limitados a la hora
de incorporar profesionales en prácticas. Esto se debe
a la limitación de recursos o a la misma estructura or-
gánica del museo que no cuenta con áreas o expertos
que acompañen al estudiante o profesional visitante,
sin embargo, las posibilidades de crear estos espacios
puede tener resultados positivos. Un ejemplo claro ha
sido la apertura del Macco para recibir arqueólogos o
practicantes de carreras superiores de turismo, lo que
lo ha vinculado de manera activa con la población local
(casi todos los trabajadores del centro cultural son luga-
reños que se han formado en instituciones de educación
superior o han hecho pasantías en el propio Macco) y
ha atraído a estudiantes de arqueología y antropología
e investigadores, interesados en realizar análisis en la
Amazonía norte del Ecuador.
En su discurso museístico, el Macco ha hecho
protagonista a la región amazónica, planteando recu-
perarla como un contexto sociocultural imprescindible
para estudiar y comprender el desarrollo de los grupos
humanos y sociedades que la han habitado hace tiem-
po y que dialogan de manera importante con realidades
nacionales mucho más amplias. Ese mirar al país y su
devenir desde la Amazonía se enmarca dentro de la dis-
cusión actual sobre el patrimonio y “está estrechamente
relacionada con historia, memoria, identidad y diferen-
La gestión desde la comunidad
Un museo arqueológico en la Amazonía ecuatoriana.
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cia” (Cartagena y León, 2014, pp. 79-80). En los últimos
años, como destacan en su estudio Cartagena y León, el
museo ha dejado de ser “el guardián de la memoria de
los grupos dominantes … para abrirse a la restitución de
historias, identidades y memorias silenciadas” (p. 80).
Las sociedades prehispánicas y los pueblos indígenas de
la Amazonía son ahora los protagonistas del discurso
del Macco, que se construye y habla desde ellos y desde
su espacio natural y humano. Es una propuesta que ad-
quiere una dimensión aún mayor si se tiene en cuenta
que el museo arqueológico es parte de un centro que
quiere ser también el dinamizador de la cultura y las
manifestaciones artísticas locales actuales, brindando
espacios para que estos grupos tradicionalmente exclui-
dos se muestren y cuenten su historia (Aboudrar y Mai-
resse, 2016/2018).
Sin embargo, en esta inclusión de los distintos
grupos y actores sociales, el Macco tiene un punto débil
en su gestión, un camino quizá por discutir, analizar y
repensar, donde todavía pesa la necesidad de conservar
una colección. En el paso del Cicame al actual museo,
se optó por conservar la colección arqueológica dejan-
do fuera del guion la sección de etnografía que forma-
ba parte de la antigua muestra y que ahora compone el
Museo Etnográfico de Pompeya, inaugurado en 2009
y gestionado por el Vicariato Apostólico de Aguarico
(Macco, 2005). Esta decisión separó del discurso mu-
seístico a los pueblos y nacionalidades contemporáneos,
presentes en las anteriores propuestas sobre la colección
vigente (Cabodevilla, 1998) o en el actual Museo Etno-
gráfico de Pompeya (Fundación Alejandro Labaka, ca.
2009). Volver a integrar a la comunidad, especialmente
a los pueblos indígenas actuales así como a la sociedad
mestiza, dentro del discurso del Macco es quizá el reto
que enfrenta hoy el museo dentro de las estrategias en
torno a la gestión de la colección arqueológica, encami-
nadas hacia la salvaguarda del patrimonio por parte de
la ciudadanía.
Nota. Friederike Peters, archivo Vicariato Apostólico de Aguarico.
Figura 9
Encuentro fortuito de una urna en el río Napo, actualmente en exhibición
Álvaro Gundín Gallego
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La salvaguarda del patrimonio cultural
Las comunidades locales son esenciales para la
protección, salvaguarda, estudio y difusión de su patri-
monio arqueológico. Su conocimiento, el reconocerse
en ese pasado, fortalece a la comunidad, le da un senti-
do de pertenencia a un territorio (geográfico y político)
a la vez que fomenta y construye la interculturalidad
(Hernández, 2010). En el desarrollo de una sociedad, el
estudio de su pasado es esencial para erigir su presente y
la arqueología constituye el punto de partida de la cons-
trucción moderna del actual Ecuador y, por extensión,
de América Latina. Como afirma Castellanos,
sólo es posible reconstruir e interpretar la vida
cotidiana, las relaciones sociales, los sistemas de
familia, las costumbres, la esencia de los pueblos
grandiosos desaparecidos en las rabiosas conquis-
tas ocurridas en esta América, a partir de la minu-
ciosa obra material de carácter artístico, arquitec-
tónico, mitológico o religioso en la que diversas
comunidades arrasadas dejaron representadas su
fisionomía y costumbres. Los restos arqueológi-
cos, las memoria recogida en tejidos, en quipus,
en iconografía, en ajuares, son informes fragmen-
tados del pasado, que decantados por la ciencia
permiten la ubicación del hombre en tiempo y es-
pacios remotos (2010, p. 84).
Una reconstrucción en la que los museos arqueo-
lógicos juegan un papel importante, si se vinculan con
la comunidad, si dejan de ser meros contenedores de co-
lecciones y se convierten en espacios vivos que dialogan
con el público desde sus objetos, que buscan recuperar
y fortalecer el conocimiento del pasado de una socie-
dad. La proyección de los museos arqueológicos, hace
de ellos espacios para el desarrollo y el cambio social, es-
pacios de diálogo intercultural y, por supuesto, espacios
para la conservación y difusión del patrimonio tangible
e intangible (Hernández, 2010). En la lectura de la ar-
queología, en el diálogo establecido con la comunidad,
en el estudio de la cultura material, aparecen como ejes
transversales mitos y narraciones orales, conocimientos
tradicionales, interpretaciones del medio natural y hu-
mano desde la cosmovisión indígena. El Macco quiere
constituirse, como vemos en su misión y visión recogi-
das en su ordenanza de creación (2020), en el epicen-
tro del desarrollo cultural de Francisco de Orellana. Un
lugar en torno al cual se desarrollen las artes vivas, la
cultura de las nacionalidades y del pueblo mestizo que
ahora conforman la sociedad del cantón, un centro de
salvaguarda y difusión del patrimonio de la región, en
especial el arqueológico. En el centro de toda esta ac-
ción cultural, incluso de su infraestructura física, está
el museo con su colección arqueológica, punto de parti-
da de esta historia de gestión en la cuenca media y baja
del Napo ecuatoriano y de esta mediación que establece
puentes y diálogo para el desarrollo de la sociedad. El
estudio y recuperación de nuestro patrimonio arqueo-
lógico debe estar siempre en constante contacto con el
mundo científico y el público; los museos son la clave
esencial en este intercambio para mediar, para crear un
diálogo que fortalezca este proceso de construcción in-
tercultural y desarrollo de la sociedad.
Nota. Darío Herrera, archivo Macco.
Figura 10

Fecha de recepción: 14 de septiembre de 2022
Fecha de aceptación: 24 de enero de 2023
Un museo arqueológico en la Amazonía ecuatoriana.
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural 2023
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