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INPC 2023
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Richard Lunniss
Universidad Técnica de Manabí, Portoviejo, Ecuador
La presencia inca en Cerro Jaboncillo:
una consideración inicial de la evidencia arquitectónica
La evidencia arqueológica de los sitios costeros ecuatorianos de Manta, Isla de la Plata, Agua Blanca, San Marcos
e isla Puná apunta a una cuidadosa estrategia inca de crear y mantener relaciones diplomáticas con los principales
centros rituales, residenciales y administrativos de los manteños. A estos lugares hay que sumar ahora la montaña
sagrada y centro ceremonial de Cerro Jaboncillo. Vistos en el contexto de las formas arquitectónicas y técnicas de
construcción manteñas estándar documentadas para la montaña, dos complejos ceremoniales se destacan. Situa-
dos en la cumbre, a 2 km de distancia y con un desnivel de 400 m, y cerca de la entrada oriental de la montaña, se
distinguen por la inclusión de estructuras con plantas trapezoidales probablemente orientadas a la puesta de sol del
solsticio de junio y al amanecer del solsticio de diciembre, respectivamente. La estructura trapezoidal del conjunto
inferior también se alinea con el marco de una roca que emerge del suelo. Si bien ni las formas trapezoidales ni el
enmarcado de rocas son parte del repertorio arquitectónico manteño de Cerro Jaboncillo o de otros lugares, son
características reconocidas e incluso icónicas del diseño inca. Mientras tanto, las estructuras trapezoidales de la
cumbre se emparejan con dos formaciones rectangulares, simbolizando así la unión igualitaria de las identidades
inca y manteña en esta huaca clave. Esta evidencia y otras relacionadas sugieren que cuando Túpac Inca Yupanqui,
con su ejército acampado “en Manta, y en Charopotó, y en Piquaza, vio el mar desde un punto alto y lo adoró, la
montaña en cuestión bien pudo haber sido el Cerro Jaboncillo.
Resumen
STRATA, 07-12/ 2023, vol. 1, nro.2, e7
https://doi.org/10.5281/zenodo.8140624
Periodicidad: semestral - continua
richard_lunniss@hotmail.com
Cerro Jaboncillo, arquitectura manteña, arquitectura inca, observatorios solsticiales, rocas enmarcadas.Palabras clave:
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
ISSN 2690-8120
https://revistas.patrimoniocultural.gob.ec/ojs/index.php/Strata
Richard Lunniss
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Los relatos etnohistóricos sugieren que tanto
Túpac Inca Yupanqui como Huayna Cápac lanzaron
intentos fallidos de conquistar los territorios manteños
de la Costa ecuatoriana (McEwan, 2004, pp. 104-112;
Stothert, 2013).
1
Emilio Estrada (1962, pp. 8, 9), seguido
por Julio Estrada (1987, pp. 250, 251), cuestionó estos
reportes. Primero, señaló la brevedad del control inca
sobre las tierras altas ecuatorianas (solo 39 años, como
se suponía entonces), lo que implicaba que no habría
habido tiempo suficiente para organizar cualquier in-
cursión costera. Sin embargo, evaluaciones más recien-
tes sugieren que los incas estaban bien establecidos en
las tierras altas del sur alrededor de 1455 d. C. (Bray,
1. Estos territorios incluyen a los manteños del norte, centro y sur de Manabí,
los guancavilcas de la península de Santa Elena y los punáes de la isla de Puná
(Bushnell 1951, pp. 5-11). Para resúmenes recientes de la arqueología mante-
ña, véanse Lunniss (2018), McEwan y Delgado (2008) y Stothert (2001).
Introduccn
Cerro Jaboncillo, Manteño architecture, Inca architecture, solstice observatories, framed rocks.
The Inca presence at Cerro Jaboncillo: An initial consideration of the architectural evidence
Archaeological evidence from the Ecuadorian coastal sites of Manta, Isla de la Plata, Agua Blanca, San Marcos, and
Isla Puná points to a careful Inca strategy of creating and maintaining diplomatic relationships with the principal
Manteño ritual, residential and administrative centers. To these places the sacred mountain and ceremonial center of
Cerro Jaboncillo must now be added. Seen against the background of the standard Manteño architectural forms and
construction techniques documented for the mountain, two ceremonial complexes stand out. Situated on the summit
and, two kilometers away and 400 m lower down, near the eastern entry to the mountain, they are distinguished by
the inclusion of structures with uniquely trapezoidal ground plans likely oriented, respectively, to the June solstice
sunset and the December solstice sunrise. The trapezoidal structure of the lower complex is also aligned with a house
that frames a rock that emerges from the ground. While neither trapezoidal forms nor the framing of rocks are part of
the Manteño architectural repertoire of Cerro Jaboncillo or elsewhere, they are recognized and even iconic features of
Inca architectural design. The trapezoidal summit structures meanwhile were paired with two rectangular structures,
so symbolizing the equal union of Inca and Manteño identities at this key Manteño huaca. This and related evidence
suggest that when Túpac Inca Yupanqui, with his army camped “en Manta, y en Charopotó, y en Piquaza” saw the sea
from a high point and worshipped it, the mountain in question may well have been Cerro Jaboncillo.
Keywords:
Abstract
2015a, p. 326) y que tal vez ya estuvieron presentes por
1410 d. C. (Ogburn, 2012, p. 231), dejando 80 años o
más para planificar y ejecutar sus estrategias para in-
tegrar a los manteños. En segundo lugar, al reconocer
algo en la Isla de la Plata y en Puná”, Estrada destacó
la ausencia total de cerámica inca en los dos millones
de tiestos que había estudiado en los sitios de la costa
continental. Ciertamente, no hay nada que se compare
con las fortificaciones incas así como los sitios sagra-
dos, centros administrativos, residenciales y carreteras
que se han registrado en la Sierra ecuatoriana (Alcina,
1978; Almeida, 1999; Almeida y Jara, 1984; Bray, 2013,
2015a; Bray y Echeverría, 2014; Connell et al., 2019;
Fresco, 1983, 1984, 2004; Hocquenghem, Poma y Sal-
cedo, 2009; Hyslop, 1984, 1990; Idrovo, 2000; Jijón y
Caamaño y Larrea, 1918; Meyers, 1998a, 1998b; Obe-
rem, 1986; Oberem et al., 1969; Ogburn, 2001, 2004,
2010; Plaza, 1976, 1977; Salazar, 2004; Salomon, 2011).
Pero hay un pequeño y creciente conjunto de datos que
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indica una presencia inca dispersa, diversa y selectiva
en la Costa.
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En primer lugar, Jijón y Caamaño (1997, p. 46)
identificó como inca una casa en Manta (Figura 1). Te-
nía dos cuartos adyacentes, separados por un muro sin
puerta, cada uno con su propia entrada en extremos
opuestos; un fragmento de cerámica inca yacía entre
los tiestos manteños en el interior. Los muros eran de
adobe revestido de piedra, en contraste con las estruc-
turas que la rodeaban, con paredes bajas “de piedras
toscas colocadas de canto en el suelo”, como había
observado antes Saville (1907, p.19). La forma descri-
ta del edificio coincide con la de las estructuras incas
estándar de doble cuarto (Fresco, 1983, Fig. 3; Hyslop,
1990, p. 6, Fig. 1.4c) y la casa, con el tiesto, indica una
presencia inca en el principal puerto y centro residen-
cial de los manteños del norte. Antes, Dorsey (1901)
había excavado uno de varios entierros capac hucha in-
cas en la Isla de la Plata (Bray y Minc, 2020; McEwan,
2015a; 2015b; McEwan y Silva, 1992; McEwan y Lun-
niss, 2022). Posteriormente, en la misma isla, se en-
contró un gran alijo de Spondylus crassisquama y otras
conchas con un urpu (aríbalo) inca roto, así como un
tiesto chimú (Marcos y Norton, 1981; McEwan y Lun-
niss, 2022). En otro lugar, un urpu inca provincial fun-
gió de ofrenda funeraria en San Marcos, en el valle de
Colonche, justo al norte de la península de Santa Ele-
na, donde fue enterrado en el extremo opuesto de la
tumba a una clásica vasija Manteño Tardío de forma y
tamaño similar (Stothert, 2013, pp. 86, 87, Figs. 9, 10).
Y en Agua Blanca, en el sur de Manabí, se encontra-
ron fragmentos de uno o más urpus incas cerca de un
edificio significativamente diferente a las estructuras
manteñas circundantes (McEwan, 2004, pp. 178, Figs.
4.38, 4.39). También se han reportado artefactos incas
aislados en la isla Puná. (McEwan, 2004, pp.106, nota
23).
2. También hay evidencia creciente del asentamiento inca en la región mon-
tañosa de los yumbos, entre Quito y las tierras bajas costeras del norte (Jara,
2007; Lippi, 1998; Lippi y Gudiño, 2010; Salomon y Erickson, 1984).
En resumen, existen indicios arqueológicos de
una variedad de encuentros entre los incas y la élite
manteña a lo largo de la Costa. En el sur y centro de
Manabí, los incas crearon y mantuvieron relaciones con
importantes centros residenciales, económicos y admi-
nistrativos como Manta y Agua Blanca, los antiguos Jo-
cay y Salangome (Silva, 1984), donde existe evidencia
prima facie de su arquitectura o edificios construidos
para albergar misiones incas de un tipo u otro. También
se esmeraron en huacas locales (Bray, 2015b), como la
Isla de la Plata, donde entierros sacrificiales podrían
afirmar su control sobre estos lugares sagrados. Esto es
consistente con las estrategias más ampliamente obser-
vadas en todo el imperio y sus márgenes, adoptadas tan-
to por los incas en su incorporación de nuevos territo-
rios como por las élites locales que deseaban integrarse
en su estructura y proceso político (Alconini, 2008; Ko-
siba, 2015; Kosiba y Galiano, 2013; Makowski, 2015; Og-
Figura 1
Mapa de la Costa ecuatoriana con los sitios manteños mencionados
Richard Lunniss
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burn, 2010; Tantaleán, 2012, pp. 203-205). Con este tras-
fondo, este artículo presenta evidencia de arquitectura
de influencia inca en Cerro Jaboncillo, la gran montaña
sagrada y principal centro ceremonial de los manteños
del norte, examina las implicaciones de esta evidencia y
hace sugerencias para estudios futuros.
La investigación de Cerro Jaboncillo: 1906-2016
Entre Montecristi y Picoazá, en la periferia no-
roeste de Portoviejo, un macizo accidentado y boscoso
de 14 km de longitud domina el paisaje centro-sur de
la provincia de Manabí. Ascendiendo de manera cons-
tante de oeste a este con los cerros Negrito, Guayabal y
Bravo, culmina hacia al este con Cerro de Hojas y luego,
a través de una profunda quebrada, con Cerro Jabonci-
llo, cuyas cumbres empinadas alcanzan los 648 m s. n.
m. (Figura 2).
Nota. El sendero procesional principal de oeste a este está en rojo.
Figura 2
Mapa de Cerro Hojas-Jaboncillo y los principales elementos discutidos
Este macizo fue visitado por primera vez con fi-
nes tanto científicos como de adquisición de materiales
por Marshall Saville en 1906 y 1907; su informe de dos
volúmenes (1907, 1910) sigue siendo una fuente esen-
cial de información sobre las docenas de estructuras de
casas rectangulares con paredes de piedra, conocidos
como corrales, y otros elementos arquitectónicos que
encontró y excavó, sobre las famosas estelas y asientos
de piedra (Guinea, 2004; Gutiérrez, 2016; López, 2017;
McEwan, 2004) y otros artefactos que recuperó. Luego,
Jacinto Jijón y Caamaño excavó seis corrales en Jabonci-
llo en 1917 (Schavelzón, 1981, p. 71) y, en 1957, Matthew
y Marion Stirling hicieron pruebas en un corral en Ce-
rro de Hojas y publicaron la primera fecha de radiocar-
bono para el sitio, 1400 d. C. (1963, p. 5). Emilio Estrada,
a través de su asistente Julio Viteri, también excavó en
los cerros de Hojas y Bravo y reportó sistemas de terra-
zas agrícolas en el lado norte del primero y entre este y
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el segundo (Estrada, 1962, pp. 22, 23, Figs. 21-23). Me-
dio siglo después, los estudios de Ángelo Constantine y
Rosalba Chacón (2008), Telmo López (2008) y Florencio
Delgado (2009) registraron cientos de corrales y otras
estructuras en Cerro Jaboncillo, Cerro de Hojas y otros.
Estos hallazgos ampliaron enormemente la documen-
tación del sitio y fueron fundamentales en la definición
del polígono discontinuo de 3500 hectáreas de ambos
cerros que después fue declarado patrimonio arqueoló-
gico (Mejía, 2009).
Desde entonces y hasta 2016, primero la Corpo-
ración Ciudad Alfaro (CCA), bajo la dirección de Jor-
ge Marcos, y luego el Instituto Nacional de Patrimonio
Cultural (INPC) realizaron decenas de estudios sobre
la arqueología de la montaña (Lunniss, 2021, apén. 2).
Estos han producido información de un área cada vez
más amplia, e identificaron muchas más estructuras de
piedra rectangulares, plataformas, terrazas de construc-
ción y agrícolas, pozos de agua y en forma de campana,
entre otros rasgos arquitectónicos. Aunque queda por
sistematizar y sintetizar la mayor parte de los datos, algo
ya se ha publicado (Marcos et al., 2012; véase también
Hidrovo, 2016).
Una innovación transformadora al conocimiento
de la montaña llegó en 2016 con un levantamiento Li-
dar encargado por el INPC (Castro et al., 2021; Jijón y
García, 2018a, 2018b). Las asombrosas imágenes produ-
cidas, aunque esperan en gran medida el análisis y las
pruebas de campo, establecen sin duda que los mante-
ños reconfiguraron el macizo de 14 km con un progra-
ma de construcción cuya magnitud, requisitos, resulta-
dos e impacto llevará décadas evaluar adecuadamente.
Mientras tanto, vale notar que, aunque su arqui-
tectura en piedra es en su mayoría Manteño Tardío (es
decir, posterior al 1100 d. C.), la historia de Cerro Ja-
boncillo como lugar sagrado se remonta mucho antes.
Dos plataformas funerarias registradas por Saville en la
meseta de la cumbre eran construcciones Bahía II, que
datan del 1 al 300 d. C., con artefactos Guangala Tem-
prano y Bahía II entre los ajuares funerarios (Bushnell,
1951, p. 11; Estrada, 1962, p. 23; Lunniss, 2017).
3
3. Delgado (2009, p. 67) menciona una presencia Chorrera debajo de contex-
tos manteños en los cerros Jaboncillo y de Hojas y un posible componente
más temprano de Valdivia en el segundo.
Arquitectura, diseño y composición del sitio
Las imágenes Lidar, combinadas con los datos de
campo recopilados desde Saville en adelante, muestran
que la reconfiguración manteña del área se divide en
dos partes principales. Hacia el este, aproximadamente
8 km del macizo, que en su mayoría consisten de los
cerros Jaboncillo y de Hojas, se transformaron en un
enorme centro ceremonial caracterizado por docenas de
complejos de casas dispersos pero unidos por senderos,
que ocupan todas las elevaciones de la montaña desde
unos 120 m s. n. m. hasta la cumbre, más de 500 m arri-
ba (Lunniss, 2018). Hacia el oeste, los cerros menos ac-
cidentados, escarpados y elevados, que se extienden 6
km hacia Montecristi, se convirtieron en una zona de
producción caracterizada por extensos sistemas dendrí-
ticos de terrazas agrícolas supervisadas por un número
relativamente pequeño de conjuntos arquitectónicos si-
tuados en puntos sobresalientes (Castro et al., 2021).
4
Si
bien este documento se preocupa más de la arquitectura
de la zona ceremonial, vale señalar que los sistemas de
terrazas agrícolas del oeste fueron una fuente potencial
de maíz y talvez de otros productos que se almacenaron
en los cientos de pozos en forma de campana asociados
con los complejos del este.
5
El estudio de Camino del Puma, un sector de
57 ha en el extremo este de la montaña, ha llamado la
atención sobre los detalles de diseño, composición y ar-
quitectura de los complejos de casas en esa zona, lo que
sirve como una guía provisional para los conjuntos en
otros sitios de los cerros Jaboncillo y de Hojas (Figura 3;
Lunniss, 2011, 2012, 2018). Los complejos consistían en
hasta alrededor de 30 estructuras rectangulares de pie-
dra colocadas sobre plataformas de tierra dispuestas en
terrazas cuidadosamente preparadas que solían encon-
trarse, en áreas más empinadas, revestidas con piedra.
Las casas eran de diferentes tamaños y proporciones,
con estructuras de hasta 20 m de largo en su mayoría,
aunque algunas podían duplicar esa longitud y, en el
Cerro de Hojas, alcanzaban los 50 m. En consecuencia,
4. Las terrazas agrícolas son completamente diferentes a las destinadas para
acomodar construcciones en su diseño y ubicación topográfica, así como en
su función (Estrada, 1962, pp. 22, 23, Figs. 21-23; Lunniss, 2011, pp. 38-42).
5. También hay terrazas agrícolas en la zona ceremonial oriental, pero son
mucho menos numerosas.
Richard Lunniss
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
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Nota. Tomado de Lunniss, 2012.
Figura 3
Mapa de Camino del Puma, con Conjunto P en el círculo
sus plataformas variaban en extensión, pero la mayoría
no superaba los 50 cm de altura. Las casas tenían pare-
des largas por ambos lados y una más corta por detrás,
mientras que el frente se dejaba abierto. Cada uno de
los muros, de hasta un metro de altura, consistía en la
mayoría de los casos en una fila de grandes piedras ver-
ticales colocadas en una zanja lineal y sostenidas por
una fila de piedras verticales más pequeñas colocadas
contra el exterior.
6
Las caras interiores planas de estos
muros se podían recubrir con la misma arcilla que se
6. Las casas mayores en otras partes de la montaña pueden haber tenido pa-
redes hechas, cada una, de dos filas paralelas de piedras grandes colocadas
verticalmente, con el espacio entre ellas lleno de piedras pequeñas y suelo,
como Saville (1907, p. 19) observó en Manta.
utilizó para hacer los pisos. Bancos de piedra y arcilla
se colocaban a lo largo de los lados y la parte trasera de
las casas medianas y grandes o separaban los espacios
interiores delanteros y traseros. Se accedía a los ingre-
sos frontales por escalones o rampas y escalones, según
la altura de la plataforma. Se presume que las casas
medianas y grandes estaban cubiertas, con los techos
sostenidos por postes colocados en hileras a lo largo
de los interiores. No hay seguridad sobre el techado de
las estructuras pequeñas ni sobre el grado en el que los
muros de piedra se aumentaron con hileras de bloques
de adobe o de alguna otra forma.
Los componentes de cada conjunto por lo general
estaban dispuestos en forma lineal, horizontalmente a
lo largo de las laderas, verticalmente por las crestas des-
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cendientes o en ambas direcciones, con las casas dis-
tribuidas por lo general en terrazas diferentes. Se han
identificado algunas áreas abiertas que pueden haber
servido como espacios de reunión o danza y muchas
casas tenían sus propios patios más pequeños, pero aún
no se han reportado casas agrupadas alrededor de pla-
zas establecidas como tales. Cada uno de los complejos
se controlaba desde una estructura principal que era
más grande, construida con más cuidado y situada en
el centro o en alguna otra posición aventajada. Estaban
delimitados por rasgos naturales del terreno tales como
cambios de pendiente, quebradas y acantilados escar-
pados; el diseño general de cada conjunto estaba estre-
chamente determinado por la naturaleza específica de
la topografía y era sensible a ella. Así, por diferentes
razones, no había dos complejos idénticos.
Sin embargo, patrones repetidos de composición
arquitectónica, diseño de casas y accesibilidad, sugieren
que los complejos de Cerro Jaboncillo y de Hojas eran al
menos de dos clases principales. Algunos, generalmen-
te de mayor dificultad de acceso, se caracterizaban por
tener una casa principal con una vista imponente que
se asentaba sobre una gran plataforma de tierra de 2 a
3 m de altura. Esta edificación pudo haber sido una es-
tructura doble o incluso triple, es decir, un conjunto de
dos o tres casas adyacentes y paralelas construidas sobre
una sola plataforma de tierra, cada una con su propia
rampa de acceso. Estructuras secundarias y auxiliares
más pequeñas también suelen estar presentes, así como
una variedad de elementos no asociados a los otros com-
plejos. Este tipo de conjunto probablemente se dedicó a
funciones puramente ceremoniales o rituales.
Los complejos de la otra clase eran de más fácil
acceso, sus casas principales eran estructuras únicas
asociadas con casas secundarias de tamaño mediano,
de hasta alrededor de 10 m de largo, y con dos tipos de
construcciones auxiliares pequeñas organizadas de ma-
nera estándar en relación con la casa matriz y las se-
cundarias. La mayoría de las casas de estos conjuntos,
sean las principales o las secundarias, tenían al frente
un pequeño patio compartido con una pequeña estruc-
tura auxiliar, generalmente de no más de 5 m de largo y
dispuesta de forma perpendicular, cuyos muros estaban
construidos con piedras colocadas verticalmente. Una
segunda y más rara clase de estructura auxiliar peque-
ña, que se solía disponer en filas, está representada por
arreglos rectilíneos simples, de hasta 7,5 m de largo, de
piedras recostadas sobre sus respectivas plataformas.
Las casas principales y secundarias se interpretan como
residencias cuyas funciones estaban apoyadas por las
estructuras auxiliares. Estos conjuntos, sin embargo,
presentan un alto grado de formalismo y organización,
en especial si se comparan, por ejemplo, con los de
Puerto López (Currie, 1995a, 1995b, 2001; Bohórquez,
2012) y las zonas residenciales de Agua Blanca (Dalla
Bona 2017; McEwan, 2004). También se destacan por
una ausencia casi total de los desechos acumulados
en la superficie que son característicos de los sitios de
residencia permanente. Se interpretan entonces como
moradas temporales que habrían sido ocupadas por
visitantes que asistían a las diferentes celebraciones
del calendario ritual que se realizaban cada año en la
montaña. Además, es probable que cada una fuera la
residencia transitoria de una sola familia extendida de
alto rango que habría asistido a los rituales en nombre
de su comunidad de origen y, como tal, también habría
albergado funciones ceremoniales que incumbían a los
jefes, pero distintas de las demás realizadas en las casas
y complejos más puramente rituales.
Queda por establecer detalles más completos de
la distribución de los complejos ceremoniales y resi-
denciales temporales a lo largo de Cerro Jaboncillo y de
Hojas, pero ya se pueden extraer algunas observaciones
generales importantes (Lunniss, 2018). Los conjuntos
ceremoniales con casas simples, dobles y triples marcan
diferentes puntos de un sendero principal a lo largo de
la ondulada loma central del macizo, desde al menos
el Conjunto Trementina en el oeste (Veintimilla, 2012)
hasta las cumbres de ambos cerros (López, 2008; Saville,
1910) y hasta los Conjuntos C y L situados, a 8 km de
distancia del primero, a ambos lados del gran Conjunto
A, que parece haber controlado el acceso a la montaña
desde el este (Lunniss, 2011, 2012).
7
7. Para un panorama general de la distribución de complejos registrados
por López, Delgado y la CCA entre 2008 y 2011, véase Marcos et al., 2012,
Mapa 2 (Prospección total en el área patrimonial). Para este artículo se ig-
noran los complejos registrados por López y Delgado en el cerro que se
eleva inmediatamente al norte de Jaboncillo.
Richard Lunniss
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Nota. En base a McEwan, 2004, Fig. 5.5.
Figura 4
Dibujo esquemático de los Corrales 41, 42, 43 y 44
en la cumbre de Cerro Jaboncillo
Este tipo de complejo también se encuentra en las es-
tribaciones laterales que se extienden al norte y al sur
de la cresta central del monte (Saville, 1910; Veintimilla,
2012). En otras palabras, los complejos ceremoniales es-
tán presentes, aunque dispersos, desde los puntos más
altos del macizo hasta los tramos más bajos del límite de
la arquitectura pétrea. Esta es una observación impor-
tante ya que generalmente se supone que las estructuras
rituales, y por lo tanto el rito, estaban restringidas a las
elevaciones más altas. En cuanto a los complejos resi-
denciales, aún no está claro qué tan cerca llegan a las
cumbres, pero parece probable, como sugiere McEwan
(2004, p. 317), que las crestas más altas, menos accesi-
bles y hospitalarias estaban reservadas para casas cere-
moniales, moradas de los espíritus a quienes se dedica-
ban los cultos de la montaña.
Finalmente al oeste, los complejos que dominan
los sistemas de terrazas agrícolas de Cerro Bravo (Castro
et al., 2021) podrán ser tratados como una tercera cate-
goría principal, reflejando así las funciones específicas y
distintas que habrían cumplido dentro de la producción
agrícola.
Estructuras trapezoidales y
otras anomalías arquitectónicas
Unas pocas estructuras anómalas distribuidas en
diferentes partes de la montaña contrastan marcada-
mente con la arquitectura más típica de Cerro Jabon-
cillo. Así, Saville notó en 1906 una casa cuyas paredes
estaban hechas de piedras escuadradas, de las cuales
quedan tres hileras, y fueron colocadas para formar
una pared inclinada en un ángulo de unos setenta gra-
dos a cada lado” (1907, p. 22). Luego sugiere que “la
parte superior de los muros estaba hecha de un mate-
rial perecedero, muy probablemente adobe o ladrillos
secados al sol”.
De regreso a la meseta de la cima de Cerro Jabon-
cillo en 1907, Saville informó de un complejo de seis ca-
sas no lejos de las plataformas funerarias Bahía (1910,
pp. 73-75, lám. XXVII). No se midieron dos estructuras,
los corrales 45 y 46, aunque se notó el gran tamaño del
último y la posición marcadamente dominante del pri-
mero, mostrando que fue quizás la casa principal del
grupo. Las cuatro casas restantes presentan caracterís-
ticas muy notables (Figura 4). Primero, los Corrales 41,
42, 43 y 44 tenían paredes hechas de hiladas de piedras
cuidadosamente asentadas una encima de la otra, aun-
que no hay ningún indicio de que sus muros laterales
estuvieran inclinados hacia adentro. De estas, los Co-
rrales 43 y 44 tenían la forma rectangular estándar, una
de 21 x 9 m y la otra quizá más larga, aunque del mis-
mo ancho, paralelas entre sí pero con el segundo sobre
una terraza 4,5 m debajo del primero. El Corral 43 tenía
una pared frontal de 1,8 m de espesor “hecho de piedras
seleccionadas que habían sido colocadas con cierto cui-
dado, formando un muro con un frente revestido”. En
su interior se encontró un pozo que contenía una gran
hacha ceremonial de piedra caliza de 42 cm de largo
(Saville, 1910, p. 165, lám. LXII) cerca de la superficie y,
más abajo, el esqueleto de un gran felino acompañado
de fragmentos de conchas marinas. Saville no detalló la
orientación de estos dos corrales, pero McEwan (2004,
pp. 222, 223, Fig. 5.5) pudo consultar datos de campo
no publicados, recopilados por el asistente de Saville,
George Pepper, que se encuentran en la Universidad de
Tulane, y determinó que miraban al noreste.
Situadas mirando al noroeste y, por lo tanto,
perpendiculares a los Corrales 43 y 44 (ver otra vez
La presencia inca en Cerro Jaboncillo: una consideración inicial de la evidencia arquitectónica
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McEwan, 2004, Fig. 5.5), el segundo par de casas, los
corrales 41 y 42, no eran rectangulares sino trapezoida-
les, con los muros al extremo sureste más anchos que
los del noroeste. El Corral 41 tenía 18,2 m de largo, con
su pared trasera de 11,6 m de ancho y la frontal de 7,6
m. Sin embargo, las paredes laterales sobresalían del
frente otros 2,7 m. Ubicado justo a su derecha, el Corral
42 era más corto, con 13,7 m de largo, pero del mismo
ancho, 11,6 m en la parte trasera y 7,6 m en la delantera.
También tenía paredes, de 3 m de largo, que sobresalían
del frente. Saville no hizo ningún comentario sobre las
formas trapezoidales de los Corrales 41 y 42. Tampoco
buscó explicar el inusual amurallamiento de los cuatro
corrales, aunque antes había sugerido que los muros in-
clinados de piedra labrada que vio en 1906 eran de un
“tipo de edificio de una época posterior” a los estánda-
res con piedras verticales (1907, p. 22).
Luego, en 2010, la investigación de los diseños y
técnicas arquitectónicas utilizadas en la construcción
de las casas de Camino del Puma condujo a la identifi-
cación de una tercera estructura trapezoidal (Lunniss,
2011). Esta era P266 que, con P267 y P268, cada una de
ellas una casa rectangular, formaba parte de un peque-
ño complejo, Conjunto P, situado en dos terrazas cons-
truidas una sobre la otra en las empinadas laderas que
se elevan justo al sur de los mejor conocidos conjuntos
A y C (Figura 5).
P266 es una estructura orientada al sureste, ubi-
cada sobre una pequeña plataforma de tierra en el ex-
tremo noreste de una terraza corta de 16 m de ancho, a
unos 250 m s. n. m. Su eje central largo mide alrededor
de 9 m (la pared posterior está en gran parte enterra-
da) y se abre desde un ancho posterior de 5,50 m hasta
uno frontal de 6,20 m (Figura 6). Las paredes laterales
están construidas con piedras típicamente colocadas de
manera vertical. A lo largo del frente abierto hay un es-
calón de piedra plano. Una rampa de 2 m de ancho por
1,40 m de largo, bordeada de piedras, desciende hasta
la terraza cuyo propio borde se encuentra a 5,50 m más
adelante. Justo en la entrada a la estructura, un poco
separada de las paredes laterales, hay una instalación
única de piedras colocadas longitudinalmente que en-
cierran un espacio trapezoidal de 5 m de ancho y 1 m
medido de adelante hacia atrás. La forma en que este
arreglo se articula con el escalón frontal es incierta, al
igual que su función. Con las paredes izquierda y dere-
cha orientadas a 113,90
o
E y 120,90
o
E, respectivamente,
el eje central de la casa está orientado a alrededor de
117,40
o
E. Dos metros a la derecha de P266, y paralela a
ella, se encuentra P267, una pequeña estructura rectan-
gular de unos 6 m de largo y 4 m de ancho, pero aún en
gran parte enterrada. No se observaron otras estructuras
de piedra más allá de P267 y es probable que ambas fue-
ran las únicas construidas sobre esa terraza.
Figura 5

Frente a P266, compartiendo su alineación, pero
14 m por debajo, P268 se encuentra sola en la segunda
terraza inferior del complejo (Figura 7). Aunque P268
es rectangular y está construida con paredes de piedras
verticales, también tiene características únicas. Primero,
con 4,65 m de ancho y 8,70 m de largo como mínimo, se
Richard Lunniss
10
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
Figura 6

construyó directamente sobre el piso de su propia terra-
za sin plataforma de tierra intermedia. La pared trasera
se encuentra bajo suelo erosionado de la terraza supe-
rior, pero las dos laterales son evidentes. No hay señales
de ninguna pared delantera o escalón. Al frente hay un
espacio de 6,40 m antes de llegar al borde de la terraza.
Al centro de la mitad posterior de la casa hay una roca
que emerge del suelo. La ausencia de una plataforma de
tierra subyacente no se compara con ninguna estructura
de este tamaño y tipo de muro, y la presencia de la roca
interior tampoco se equipara con ninguna otra estructu-
ra registrada hasta ahora.
En la misma terraza, hacia el sur, se registraron
cinco pozos grandes, aún sellados y con probable forma
de campana (P269-P273); más allá de ellos se observa-
ron dos pares de estructuras rectangulares, pero no se
registraron.
Las estructuras alineadas P266 y P268 fueron dos
elementos, físicamente separados pero funcionalmente
integrados, de un complejo diseño ritual construido con
cuidado, en algo apoyado por la estructura más pequeña
P267. En particular, la alineación central compartida de
117,40
o
E se dirige al alba en el solsticio de diciembre,
lo que sugiere que el complejo fue construido para mo-
nitorear y celebrar este evento anual. A partir de esto,
se puede inferir que las estructuras trapezoidales de la
cumbre, a 2 km de distancia y varios cientos de metros
más arriba, tenían una función similar pero, al estar
orientadas en dirección opuesta (noroeste), se relacio-
naban con el ocaso del solsticio de junio.
Discusión
Los Corrales 41 y 42 trapezoidales y los 43 y 44
rectangulares se construyeron con muros de piedra hila-
da. Tanto el diseño trapezoidal como el tipo de construc-
ción de paredes son anómalos para Jaboncillo. Se uti-
lizó, sin embargo, mampostería de hiladas irregulares
en otras partes del territorio manteño del norte cuando,
al parecer, la piedra local disponible no se prestaba a la
técnica vertical empleada en Jaboncillo y Manta.
8
En el Conjunto P hay varios aspectos anómalos,
aunque la mampostería hilada no es uno de ellos. Des-
taca el uso de una planta trapezoidal para la estructura
principal (P266), pero la casa se ensancha hacia adelan-
te, no hacia atrás, como se insinúa en las dos estructuras
de la cumbre. En segundo lugar, está el diseño de la casa
inferior (P268). Lo más significativo es que tiene pare-
des laterales que se elevan directamente desde la terraza
y una roca central que emerge desde la misma, lo que
sugiere que la estructura fue diseñada para “alojar” la
piedra. Este es un caso excepcional hasta ahora para Ja-
boncillo y no se compara con ningún otro sitio manteño
documentado.
Por lo tanto, nos enfrentamos a tres rasgos arqui-
tectónicos anómalos principales: muros autoportantes
de cantería hilada cuidadosamente colocada, que em-
plea rocas ortogonales o de cara plana; el diseño trape-
zoidal y un edificio que alberga una roca. Si bien ningu-
no se iguala, hasta ahora, a la arquitectura manteña en
8. Agua Blanca (Dalla Bona, 2017, p. 8; McEwan, 2004, p. 164; Piana y Marot-
zke, 1997, pp. 197-199) y Puerto López (Bohórquez, 2012, p. 320) son ejemplos
típicos de tales sitios, donde las piedras se fijaron en una argamasa cenizosa.
La presencia inca en Cerro Jaboncillo: una consideración inicial de la evidencia arquitectónica
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Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Figura 7

Nota. La roca de P268 está oculta por el borde de la terraza.
Jaboncillo o en cualquier otro lugar, los tres rasgos, en
especial el diseño trapezoidal y las rocas alojadas, son
emblemáticos de la del imperio inca.
Las formas trapezoidales son especialmente icó-
nicas de la arquitectura inca (Gasparini y Margolies,
1980, p. 5). Se empleaban sobre todo en la construcción
de nichos, ventanas y puertas; aunque hasta ahora no
se ha documentado ninguna casa inca con plano trape-
zoidal, se descubrió una maqueta arquitectónica inca a
escala de una estructura trapezoidal en Tucumé (Sand-
weiss, 1995, p. 151, Fig. 129). Es más, se usaban formas
trapezoidales en el diseño de plazas (Hyslop, 1990), in-
cluyendo de manera más relevante la plaza de 70 m de
largo del Sector C en Inkawasi, en el valle de Cañete,
en la costa central de Perú (Figura 8). Esta plaza se usó
para hacer observaciones del amanecer del solsticio de
junio desde el ushnu principal en el Sector E (Chu, 2015;
Hyslop, 1987) y es especialmente notable que el marco
creado por el trapecio, al abrirse al noreste, definiera un
arco de 6
o
27’, casi idéntico al de 7
o
obtenido para P266
(Figura 9).
En segundo lugar, una característica generalizada
del diseño inca es la incorporación de rocas vivas o in-
dividuales en la arquitectura (Dean, 2010; Hyslop, 1990,
pp. 102-128). A veces, la roca viva se usa como cimiento
para un edificio o se puede construir una obra sobre y
Richard Lunniss
12
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
alrededor de una, como en el Torreón de Machu Picchu
(Dean, 2010, Fig. 24). En otras ocasiones, las rocas se en-
marcan con muros rectilíneos de piedra que las separan
del espacio cotidiano y enfatizan su cualidad sagrada
independiente, como la Roca Sagrada en Machu Picchu
(Dean, 2010, Lámina 3) y la Roca Puma en Kenko Gran-
de, Cusco (Dean, 2010, Fig. 10). La estructura P268 es
una versión de dicho diseño, en el que se utilizó para
el marco la característica técnica manteña de amura-
llamiento de piedra de Cerro Jaboncillo. Pero en este
caso se omitió la plataforma de tierra, también típica de
la construcción de casas en el sitio, enfatizando así la
irrupción directa de la roca desde el suelo.
Así, el Conjunto P integra de manera única dos
conceptos arquitectónicos inconfundiblemente incas: el
uso de una estructura trapezoidal para la observación
de la salida del sol en un solsticio y el uso de muros de
piedra para enmarcar una roca. Esto indica que el dise-
ño del complejo fue inca o tuvo la guía o influencia de
esa cultura.
Figura 8
Mapa con los sitios incas de Perú
relacionados con Cerro Jaboncillo e Isla de la Plata
Mientras tanto, los corrales trapezoidales 41 y 42
eran contrapartes ubicadas en la cima, probablemente
dirigidas a la puesta de sol del solsticio de junio. Pero
formaban parte de un complejo muy diferente, uno que,
como el Conjunto P, no se compara con ningún otro
identificado hasta ahora. Eran uno de dos pares, sien-
do el otro las dos casas rectangulares de los Corrales 43
y 44. Los detalles de la posición relativa de las seis ca-
sas de este grupo no están claros, pero los dos pares de
corrales, 41-42 y 43-44, estaban unidos no solo por su
ubicación general, sino también por un estilo de cons-
trucción de muro compartido.
Se desconoce si la mampostería hilada fue en
este caso de inspiración inca o no. Pero, mientras que
la técnica imperial (Hyslop, 1990; Protzen, 1989, 1997)
alcanzó grados de perfección e ingenio muy superiores
a lo que se encuentra para Jaboncillo, al menos debe
considerarse un modelo potencial para las cuatro es-
tructuras de la cumbre.
9
Como señala Hyslop (1990, p.
11), “el material de construcción [inca] más común eran
piedras generalmente colocadas en argamasa … A veces
es difícil ver si las piedras han sido trabajadas, o si sim-
plemente han sido colocadas con una superficie plana
al lado afuera.
Si las estructuras de la cima sobreviven, su ins-
pección y excavación sin duda arrojará luz sobre este
punto. Y si perduran, se pueden verificar sus respectivas
alineaciones y posicionamientos. Sin embargo, las dife-
rencias en las formas de las casas, superadas por el estilo
compartido de construcción de los muros, habrán lleva-
do su propio mensaje y tenido su propio objetivo en un
contexto de toma de decisiones altamente consciente.
Sugiero que las formas trapezoidales se diseñaron para
encarnar la estética e identidad inca, mientras que las
rectangulares, la manteña. En otras palabras, se expresó
aquí, en la cima de la mayor de las montañas sagradas
del pueblo costero, la coexistencia unificada del espíritu
inca y manteño, tal como la fusión de las identidades
imperial y local se ejemplificó con los entierros capac
hucha en el santuario oceánico de la Isla de la Plata
(McEwan y Lunniss, 2022).
9. Y para el muro con lados inclinados descubierto en otra parte de la montaña.
La presencia inca en Cerro Jaboncillo: una consideración inicial de la evidencia arquitectónica
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Figura 9
Inkawasi: el ushnu (círculo pequeño) y la plaza trapezoidal (círculo grande)
Nota. Tomado de Hyslop, 1987, Fig. 9.
Sin embargo, aquí había un contexto preciso di-
ferente: la observación y el ritual solsticial. McEwan ha
demostrado la importancia central de los solsticios para
el diseño arquitectónico y la planificación de asenta-
mientos manteños y, por lo tanto, para la organización
social y el calendario ritual en Agua Blanca (McEwan,
2004; Zeidler y McEwan, 2021). También predijo una
trascendencia similar para Cerro Jaboncillo (McEwan,
2004, p. 522) y ahora esta se confirma. Al igual que en
Jaboncillo, el foco en Agua Blanca estuvo en la salida
del sol del solsticio de diciembre y su puesta del solsticio
de junio, y hubo dos complejos separados, uno bajo y
otro alto, destinados a su observación. Los medios espe-
cíficos por los cuales se divisaron los solsticios en Agua
Blanca y se integraron en el diseño del asentamiento
fueron complicados y muy diferentes a los empleados
en Jaboncillo. Pero en ambos casos, el alba del solsticio
de diciembre se contempló desde el más bajo de los dos
complejos involucrados y el atardecer del solsticio de ju-
nio, desde el más alto.
10
La observación solsticial también fue, por supues-
to, fundamental para la cosmología y el diseño arquitec-
tónico inca (Hyslop, 1990, pp. 223–243), siendo el caso
de Inkawasi el paralelo más claro con el del Conjunto
P. Entonces, parece apropiado que esta preocupación
compartida con el calendario solar haya encontrado una
expresión conjunta en Jaboncillo. Allí, el solsticio de di-
ciembre anuncia la llegada de las lluvias invernales de
las que dependía la agricultura, en especial la del maíz
tal como probablemente se practicaba en los sistemas de
terrazas al oeste. El maíz también fue primordial para
10. Esta relación entre una posición más alta y una más baja podría reflejar
un concepto puramente local, es decir manteño, sobre la organización espa-
cial. Pero también evoca la estructura organizativa inca hanan-hurin (Yaya,
2013; Zeidler y McEwan 2021, p. 366).
Richard Lunniss
14
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA
el ser y la identidad de los incas, de hecho era sagra-
do para ellos (Bauer y Stanish, 2001, pp. 73-75) y servía
como alimento básico e ingrediente de la chicha en una
amplia variedad de contextos sociales, económicos y ce-
remoniales (Doutriaux, 2001; Jennings y Duke, 2018).
Por lo tanto, los incas invirtieron enormes recursos en
los aspectos materiales de la agricultura maicera, en la
construcción de terrazas y sistemas de riego (Kosiba,
2018), en los rituales estacionales y otros diseñados para
asegurar y mejorar la producción (Doutriaux, 2001). En
la influencia incaica en el diseño de los dos complejos
solsticiales, confluyeron múltiples intereses económi-
cos y rituales compartidos por incas y por manteños.
En consecuencia, ahora podemos afirmar, con
razonable confianza, que hubo una influencia incaica
directa en el diseño de estructuras con paredes de piedra
construidas para la observación del amanecer del solsti-
cio de diciembre y el ocaso del solsticio de junio, en dos
complejos rituales o ceremoniales ubicados en el extre-
mo este y en la cumbre de Jaboncillo. ¿Cuáles fueron
entonces los motivos específicos de la presencia inca?
Dado que Cerro Jaboncillo era la mayor de las
huacas continentales de los manteños del norte, la in-
corporación de la montaña en la geografía ritual inca
habría sido un paso necesario en el proceso de atraer
a los manteños hacia el imperio. Una intención simi-
lar yacía detrás de los entierros capac hucha en la Isla
de la Plata y la presencia inca en Agua Blanca también
podría relacionarse con las funciones rituales del lu-
gar. En este contexto, McEwan (2004, pp. 176, 177, Fig.
4.36) ha demostrado que la casa central de Agua Blanca
(MIV-C4-8) estaba alineada, a través de diferentes es-
tructuras cercanas, con Jaboncillo y la Isla de la Plata,
a pesar de que ambos sitios no se ven de manera direc-
ta. En otras palabras, los arquitectos de Agua Blanca no
solo eran conscientes de lo sagrado de la montaña y de
la isla, sino que se preocuparon por hacer explícitos, a
través de líneas de visión, los vínculos entre el centro
ritual y esos dos lugares. No menos importante, el Cerro
Jaboncillo se encuentra en línea directa con la salida del
sol del solsticio de junio observada desde la Isla de la
Plata y, por lo tanto, a la inversa, la isla está alineada con
la puesta del sol del solsticio de diciembre vista desde
Jaboncillo (McEwan, 2004, Figura 4.37). Estos vínculos
muy significativos habrán sido de gran interés para los
incas y habrían motivado sus esfuerzos en cada uno de
los tres sitios.
Paralelamente, la evidencia etnohistórica sugiere
que uno de los reyes incas visitó la montaña. Cabello
Valboa (1586/1951, p. 322, citado en McEwan, 2004, pp.
106, 107) describe a Túpac Inca Yupanqui acampando
con su ejército en Manta, Picoazá y Charapotó. Los dos
primeros pueblos se encuentran al noroeste y este res-
pectivamente del cerro y eran puntos desde los cuales
había que realizar las visitas a la montaña. De hecho,
probablemente estaban conectados por el camino que
cruza el macizo de oeste a este. Por eso es de interés que
en este lugar fue donde la vez primera el Rey Topa Ynga
vido el Mar, al qual como lo descubriese de un alto hizo
una muy profunda adoración, y le llamo Mamacocha,
que quiere decir madre de las lagunas”. Por supuesto,
como sugiere McEwan (2004, p. 107), pudo haber sido
el cerro Montecristi, más cerca de Manta, el que el inca
ascendió. Pero era Jaboncillo el gran centro, que además
estaba alineado con la Isla de la Plata, el santuario que,
de todos los lugares de la región manteña, encarnaba
más profundamente el océano que el inca, en aparien-
cia, tanto se preocupaba por contemplar y adorar. Así,
aunque Cabello Valboa es impreciso, la imagen que pre-
senta es del todo creíble y puede atribuirse a la ocasión
en la que se construyeron en la montaña los observato-
rios del solsticio que hemos descrito. Y también se po-
dría especular que la ofrenda en el Corral 43 del hacha
litófono (que recuerda a las de andesita incluidas en los
entierros capac hucha en la Isla de la Plata), el felino
grande (¿puma?) y las conchas marinas (¿Spondylus?)
se hizo para celebrar esa visita.
Conclusiones
Los datos son preliminares e incompletos y se
requiere más trabajo de campo junto con el análisis de
las imágenes Lidar. En el Conjunto P, se necesita una
descripción más amplia del complejo, así como una ins-
pección más detallada de las estructuras individuales y
una medición más controlada de la orientación de P266
y P268. El rasgo trapezoidal interior, atrás de la entra-
da a P266, también necesita aclararse; una excavación
La presencia inca en Cerro Jaboncillo: una consideración inicial de la evidencia arquitectónica
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cuidadosamente planificada arrojaría más información.
En la cima, si las estructuras aún sobreviven, se podría
comprender mejor el diseño del complejo y las rela-
ciones espaciales precisas entre las casas trapezoidales
y rectangulares y determinar sus orientaciones reales.
También se debe reflexionar más sobre porqué los Co-
rrales 41 y 42 se abrieron, en apariencia, hacia atrás, y
P266 hacia delante, y la naturaleza y función de las no-
tables extensiones de muro de estos corrales. ¿Es posi-
ble que los Corrales 41 y 42 se abrieran en ambos lados
y estuvieran situados de tal manera que podían usarse
para monitorear, no solo el atardecer del solsticio de ju-
nio a través de los extremos delanteros alargados, sino
también, aunque de forma secundaria, el amanecer del
solsticio de diciembre a través de los extremos traseros?
No obstante, existe evidencia convincente de la
influencia inca en el diseño de dos complejos sagrados
vinculados que habrían sido de importancia central para
el calendario ritual de Cerro Jaboncillo y que apuntan,
de paso, a la relación funcional entre el sector ceremo-
nial del este y los sistemas agrícolas del oeste. Además
señalan, a través de la arquitectura y las observaciones
realizadas en los dos complejos, a una expresión ritual
del respeto mutuo y los intereses compartidos de los lí-
deres incas y manteños. De hecho, el diseño diferencial
de los dos pares de estructuras de la cumbre probable-
mente va más allá y expresa la determinación de los
manteños de que su posición con respecto al imperio
sea y se vea como una de igualdad.
Tampoco está verificado que Túpac Inca Yupan-
qui visitara la cumbre y que tal evento fuera el motivo
o el contexto para la construcción de los dos complejos.
Pero no sería extraño que un inca que llegara a la zona
deseara adorar en el más importante de los santuarios
continentales de los manteños del norte.
En suma, ahora podemos agregar a Cerro Jabon-
cillo a la lista de lugares donde los incas se establecieron
y definieron sus relaciones con los manteños. Una vez
más, los incas incorporaron una huaca local en la geo-
grafía sagrada del imperio. Una vez más, fue de una ma-
nera cuidadosa y selectiva que los incas dirigieron sus
esfuerzos para traer el territorio manteño dentro de su
esfera, evitando al parecer toda ambición de ponerlo ne-
cesariamente bajo su administración directa. Desde esta
última perspectiva, no sorprende que Emilio Estrada no
haya encontrado ningún tiesto inca. Las investigaciones
futuras sobre los manteños estarán obligadas a partir de
ahora a considerar con mucho cuidado el momento, la
naturaleza y la función de las intervenciones incas en
la Costa central de Ecuador y sus probables múltiples
consecuencias para esa sociedad.
Fecha de recepción: 24 de marzo del 2023
Fecha de aceptación: 08 de junio del 2023
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