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INPC 2025
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
Juan Camilo Argoti Gómez,
Brown University, Department of Anthropology
juan_argoti@brown.edu
Los Petroglifos de Chilmá Bajo: Agencia, Paisaje y Significa-
ción en el Mundo Pasto
El estudio de los petroglifos en la provincia del Carchi, Ecuador, se ha abordado tradicionalmente desde una perspectiva ico-
nográfica que enfatiza su función representacional; sin embargo, esta aproximación ignora la agencia de la materialidad y la
interrelación entre humanos y no-humanos dentro del paisaje. Este trabajo propone una relectura de los petroglifos a través
del petroglifo Chiles 01 ubicado en la comunidad de Chilmá Bajo desde un enfoque semiótico y ontológico, que incorpora a los
petroglifos como nodos dentro de un paisaje semiótico en el que su significado emerge a partir de su relación indexical con el
entorno. Metodológicamente, el análisis se basa en la georreferenciación y documentación iconográfica, combinadas con un
estudio estadístico y un análisis espacial mediante Sistemas de Información Geográfica (SIG). Para interpretar su función den-
tro del paisaje cultural, se empleó un modelo que correlaciona variables indexicales (ubicación, orientación y visibilidad) con
variables icónicas (motivos grabados). En este sentido, esta investigación argumenta que la interpretación no debe limitarse a
la iconografía, sino que debe abordarse como el resultado de una red de sujetos en la construcción del mundo vivido, donde la
materialidad, las prácticas rituales y el paisaje conforman un entramado interdependiente de significación.
Resumen
STRATA, 07-12/ 2025, vol3., nro.2 , e23
Periodicidad: semestral - continua
Carchi, agencias no-humanas, paisaje, Pasto, petroglifosPalabras clave:
Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
ISSN 2960-8120
https://revistas.patrimoniocultural.gob.ec/ojs/index.php/Strata
https://doi.org/10.5281/zenodo.17458267
The study of petroglyphs in the province of Carchi has traditionally been approached from an iconographic perspective that em-
phasizes their representational function. However, this approach overlooks the agency of materiality and the interrelation between
humans and non-humans within the landscape. This work proposes a reinterpretation of petroglyphs through the Chiles 01 petro-
glyph, located in the community of Chilmá Bajo, from a semiotic and ontological approach that considers petroglyphs as nodes
within a semiotic landscape, where their meaning emerges from their indexical relationship with the environment. Methodologi-
cally, the analysis is based on georeferencing and iconographic documentation, combined with statistical and GIS-based spatial
analysis. A model is applied that correlates indexical variables (location, orientation, and visibility) with iconic variables (engraved
motifs), allowing for an interpretation of its role within the cultural landscape. Interpretation should not be limited to iconography
but should be understood as the result of a network of subjects in constructing the lived world, where materiality, ritual practices,
and the landscape form an interdependent system of signification.
Abstract
Keywords: Carchi, nonhuman agencies, landscape, Pasto, petroglyphs
Juan Camilo Argoti Gómez
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA, 07-12/ 2025, vol.3 , nro.2
Introducción
Desde la modernidad occidental, los objetos han
sido ontológicamente conceptualizados como entidades
pasivas subordinadas a la acción humana; sin embar-
go, múltiples enfoques dentro de la antropología y la
arqueología han cuestionado esta distinción, argumen-
tando que la agencia no es una propiedad exclusiva de
los humanos, sino que emerge dentro de redes relacio-
nales donde los objetos y las entidades no-humanas jue-
gan un papel activo en el hacer humano (Allen, 2019;
Conkey, 1997; Gallagher, 2014; Garofoli, 2017; Layton,
2000; Olsen, 2003; Preucel, 2021; Rappaport, 1987; Ri-
vera Arrizabalaga, 2020; Tonner, 2011; Wienhold, 2014;
Witmore, 2007). En este sentido, es interesante que el
estudio de los petroglifos, y en general, el de los signos
a través de la iconografía, ha estado estructurado por
las dicotomías modernas del pensamiento occidental:
naturaleza/cultura, sujeto/objeto, producción/inter-
cambio (González Ojeda, 2004; Jonitz, 2011; Lewis-Wi-
lliams, 1990, 2006; Lewis-Williams y Dowson, 1988;
Pearson, 2002; Ugalde, 2012), esquema que en el marco
de la interpretación de los petroglifos priorizó la iden-
tificación de representaciones visuales y su posible co-
rrespondencia con referentes culturales conocidos. Esta
aproximación resulta insuficiente para comprender las
ontologías andinas, donde las relaciones entre huma-
nos, no-humanos y materialidad operan dentro de un
marco intersubjetivo dinámico (Allen, 2019; Layton,
2000; Tantaleán, 2019; Vásquez Pazmiño, 2021; Viveiros
de Castro, 2004).
Por lo tanto, este artículo propone una relectura
de la práctica interpretativa iconográfica a través de los
petroglifos del Carchi desde una perspectiva semiótica y
ontológica, que supere las limitaciones de la iconogra-
fía tradicional a través de recontextualizar los grabados
(icono), con la topografía misma de la piedra, y el pai-
saje cultural en la que se encuentran (índice). Es así
que, este trabajo se enfoca en el análisis específico del
Petroglifo Chiles 01 (Figura 1) (Ministerio de Cultura y
Patrimonio e Instituto Nacional de Patrimonio Cultural,
2009), asociado con los sitios arqueológicos Chilmá 1,
Chilmá 2 y San Pedro (Astudillo, 2007; Vásquez Pazmi-
ño et al., 2006; Vásquez Pazmiño, 2017), ubicado en la
comunidad de Chilmá Bajo en el noroccidente de Car-
chi, Ecuador, dentro del marco de un estudio de carácter
regional, respecto a la intención de la creación de petro-
glifos en la provincia previamente mencionada (Figura
2) (Argoti Gómez, 2024).
Figura 1
Vista superior y lateral del Petroglifo Chiles 01 (RPC-CT-004).
Nota. Hecho por el autor en Adobe Ilustrator 2023 a partir de la infor-
mación en: (Ministerio de Cultura y Patrimonio e Instituto Nacional
de Patrimonio Cultural, 2009).
Este trabajo buscó reconstruir los contextos
de significación que enmarcaron estos petroglifos
(Conkey, 1997) y su papel dentro de la ecología his-
tórica de los Pastos. Esto se realizó mediante un aná-
lisis que, metodológicamente combinó una revisión
bibliográfica de los petroglifos (Martínez, 1977; Mi-
nisterio de Cultura y Patrimonio e Instituto Nacional
de Patrimonio Cultural, 2009a, 2009b, 2009c; Suárez,
1892; Uhle, 1933; Vásquez Pazmiño et al., 2006; Vás-
quez Pazmiño & Vásquez Pazmiño, 2018; Verneau y
Rivet, 1912) e investigaciones arqueológicas y etno-
históricas en Carchi-Nariño (Astudillo, 2007; Ávalos
y Vásquez, 2017; Bernal Vélez, 2000, 2011; Caillavet,
2000; Cárdenas-Arroyo, 1995, 1996; Cárdenas-Arro-
yo & Bernal Vélez, 2019; Cavelier et al., 2019; Doyon,
2002; Doyon, 2007; Fierro Lyton et al., 2023; Francis-
co, 1984; Gandara Paz, 1985; Gondard y López, 1983;
Hechler, 2024; Landázuri, 1995; Lucero Bernal, 2025;
Monsalve y Laverde, 2016; Salomon, 2011; Uribe,
1992, 1995; Uribe y Cabrera Micolta, 1988; Vásquez
Pazmiño, 2017). Posteriormente se utilizaron las
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coordenadas UTM, dibujos a escala, fo
tografía, orien-
tación, y la relación cualitativa con el paisaje inmediato
(Challis et al., 2012; Díaz-Andreu et al., 2017; Johnson,
2004; Schaefer, 2018; Wienhold, 2014), para realizar un
análisis multivariable (Drennan, 2009) de los datos geo-
gráficos entre sí y en relación con las representaciones
grabadas (índice como el componente semiótico para los
grabados y el paisaje como la unidad mínima de análisis),
en conjunto con un análisis por Sistemas de Información
Geográfica (SIG) en QGIS (Plug-in Viewshed: relación
con fuentes hidrográficas, geomorfología, geopedología y
sitios arqueológicos relacionados) (Déodat y Lecoq, 2021;
Díaz-Andreu et al., 2017; Drennan et al., 2015; Wien-
hold, 2014). A través de esta integración focalizada en el
caso del petroglifo Chiles 01 (RPC-CT-004) se pretende
avanzar hacia una comprensión más compleja de estos
grabados, no solo como imágenes del pasado, sino como
entidades activas dentro de un sistema de relaciones en
constante transformación.
La arqueología de Chilmá Bajo
La comunidad de Chilmá Bajo está ubicada den-
tro del territorio ancestral de la Comuna La Esperanza,
en la parroquia Maldonado, provincia del Carchi. Al en-
contrarse en la estribación occidental de la Cordillera de
los Andes, entre 2.020 y 2.260 m.s.n.m, ecológicamente
este territorio corresponde al ecosistema de bosque muy
húmedo Montano Bajo (bmh-MB). En este sentido, cul-
turalmente, Chilmá Bajo está ubicada en un punto de
inflexión entre las zonas de ocupación asociadas al sur
y al este con el Páramo de El Ángel, cómo lo fueron el
cacicazgo de Tuza (San Gabriel); en la meseta de Ipia-
les con los cacicazgos de Turca o Tulcán e Ipiales; y fi-
nalmente al oeste, con las etnias barbacoa (Floyd, 2022;
Hechler, 2023) occidentales en el curso hacia el Pacífico
del río San Juan, cómo lo fueron los Chicales, Utales,
Quinyules, Taconbíes, Sindaguas y Barbacoas (Ávalos y
Vásquez, 2017; Bernal Vélez, 2011; Herrera Ángel, 2016;
Landázuri, 1995).
Sí bien, no hay menciones explícitas de Chilmá
Bajo dentro de las crónicas, Vásquez Pazmiño (2017),
sí apunta que Mayasquer, ubicada al norte de Chilmá
Bajo, cruzando el río Carchi-San Juan, antes Cartafuel
(ver Grijalva Sierra, 2023), comúnmente aparece en
fuentes etnohistóricas como la de Antonio Rodríguez
de San Isidro (1638) bajo la denominación de “pueblo
de Mayasquer” (p. 133), que a su vez, de acuerdo con
Rappaport (1987), pudo formar parte del cacicazgo
Pasto de Cumbal (p. 6). En este sentido, es interesante
Figura 2
Ubicación de los petroglifos registrados en la provincia del Carchi, Ecuador.
Nota. Elaborado por el autor en QGIS a partir de la información en: (Martínez, 1977; Ministerio
de Cultura y Patrimonio e Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, 2009a, 2009b, 2009c; Suárez,
1892; Uhle, 1933; Vásquez Pazmiño et al., 2006; Vásquez Pazmiño y Vásquez Pazmiño, 2018;
Verneau y Rivet, 1912).
Juan Camilo Argoti Gómez
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apuntar que, a pesar de su ubicación dentro de una zona
etnohistóricamente llamada de “montaña, que durante
la colonia estuvo asociada con adjetivos como guerra,
enfermedad y herejía (usados cómo denominativos para
otredad” con respecto a las etnias de las tierras altas)
valos y Vásquez, 2017; Caillavet, 2000), Mayasquer
y, en consecuencia Chilmá Bajo, posiblemente forma-
ron parte de las rutas de comercio prehispánicas pues,
Uribe (1995) menciona que en direl occidente: “la ruta
alternativa hacia la llanura del Pacífico desde territorio
Pasto, bordeando las faldas del volcán Chiles, [fue] vía
Maldonado para tomar el cauce del río San Juan” (p.
448). Adicionalmente, los recuentos de la expedición
del Cacique y Gobernador de Tulcán, García Tulcanaza,
en 1601, detallan que, en su curso hacia el Pacífico, su
comitiva fue bien recibida en reconocimiento de su au-
toridad cacical Pasto, y que posteriormente, esta fue ata-
cada por las etnias más occidentales. Por consiguiente, a
través de la etnohistoria sí es posible sugerir que, a pesar
del quebrantamiento colonial de los lazos de filiación
entre diferentes grupos del piedemonte occidental y el
altiplano (Ávalos y Vásquez, 2017; Bernal Vélez, 2000;
Caillavet, 2000; Monsalve y Laverde, 2016; Uribe, 1995),
el territorio de Chilmá Bajo pudo ser profundamente
adscrito a la identidad Pasto, y constituyó una suerte de
frontera entre los cacicazgos Pasto y las etnias Barbacoa
del occidente.
La evidencia arqueológica registrada por Vásquez
Pazmiño et al. (2006) confirma esta proposición pues,
la ocupación de Chilmá Bajo, asociada con la materia-
lidad Pasto (i.e, cerámica Tuza y bohíos) entre: 423-554
cal d.C y 1300-1369 cal d.C-1476-1631 cal d.C (Vásquez
Pazmiño, 2017, p. 133) abarcó tanto los periodos de
Desarrollo Regional, cómo los de Integración y los pri-
meros siglos de la Colonia. Esta investigación también
logró presentar las bases para la reinterpretación de la
co-construcción del paisaje Pasto a través de la identi-
ficación y descripción de 29 estructuras habitaciones,
4 patios de cultivo hundidos y 2 andenes agrícolas, así
como el registro de los 23 petroglifos asociados a estas
ocupaciones (Astudillo, 2007; Vásquez Pazmiño et al.,
2006).
Adicionalmente, de acuerdo con el estudio espa-
cial a nivel de hogar, realizado por Vásquez Pazmiño
(2017), las viviendas Pasto, fueron construidas a partir
de estructuras circulares de bahareque con cimientos
de piedra que tenían una sola entrada y el techo cóni-
co, además de la tendencia a construir tumbas de pozo
corto o profundo en el subsuelo interior de las mismas
cuando estás eran habitacionales (p. 128). Al respecto,
es posible separar estas estructuras en cuatro grupos de
acuerdo al diámetro de su suelo ocupacional y su posible
función: el tamaño 1 con estructuras de entre 4 y 7 me-
tros de diámetro interpretado como un espacio cerrado
de almacenamiento asociado a una unidad doméstica;
el tamaño 2 con casas entre 8 y 13 metros interpreta-
do como viviendas familiares estándar, el tamaño 3 con
un rango de 14 a 21 metros de diámetro interpretado
como casas asociadas a un estatus más alto; y el tamaño
4 compuesto por grandes estructuras de entre 23 a 28
metros de diámetro interpretadas como lugares de reu-
nión ceremonial (Vásquez Pazmiño, 2017, pp. 139-140).
Figura 3
Río Chilmá.
Nota. Fotografía tomada en campo por el autor.
Chilmá Bajo está ubicado en un pequeño valle
rodeado por altos cerros al suroeste, y noroeste, por la
cuchilla Santa María al noreste, y por las lomas Hu-
meadora y Púlpito al sureste. Al tiempo que de este a
oeste (direccionalidad de acuerdo a la que está distri-
buido el sitio), está mantenida la planicie relativa del
valle, a la par de las quebradas asociadas al río Chilmá
(Figura 3). En este sentido, dentro del horizonte cultu-
ral Pasto, Bernal (2011) y Vásquez Pazmiño (2017) ar-
gumentan que los asentamientos en el piso altitudinal
de bosque húmedo Montano Bajo (bh-MB) serían los
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más nucleados, mientras que los conjuntos de casas en
los sectores más cálidos de piedemonte, como los pisos
de bosque muy húmedo Montano Bajo (bmh-MB), en-
tre los 2.000-3.000 m.s.n.m., y bosque húmedo preMon-
tano (bh-PM), entre los 300-2.000 m.s.n.m., fueron más
dispersos como resultado de actividad agrícola intensi-
va asociada con el piso altitudinal (p. 40; p. 144). Adicio-
nalmente, Uribe y Cabrera Micolta (1988) mencionan
que estos asentamientos seguían dos formas principales
de acuerdo con la forma geográfica en la que estaban:
semilineal cuando estaban ubicados a lo largo de una
cuchilla (cerro largo con la cima parcialmente plana)
(Figura 4a), y circular o elíptico cuando estos estaban
en un plano (Figura 4b) (p. 50).
Por otro lado, al enmarcar la presencia de petro-
glifos en esta área dentro de la zona de ocupación Pasto,
es necesario notar que está caracterizada por el gran nú-
mero de petroglifos (localmente conocidos como Pie-
dras Pintadas en las partes altas del territorio Pasto)
en varios pisos ecológicos. Estos vestigios están asocia-
dos materialmente a los Pastos por su presencia den-
tro de su territorio arqueológico-etnohistórico y por
la replicación de la iconografía Pasto en los mismos
(especialmente en los petroglifos del sur de Colom-
bia), con énfasis especial en los tutamonos, estrellas,
humanos, y configuraciones abstractas de elementos
lineales y circulares (Fierro Lyton et al., 2023; Ganda-
ra Paz, 1985; Lucero Bernal, 2025; Quijano Vodniza,
2010; Quijano Vodniza et al., 2020; Vásquez Pazmiño
y Vásquez Pazmiño, 2018). Debido a la presencia cons-
tante de animales nocturnos y estrellas, relacionados
también etnográficamente con la historia oral Miraña
(Karadimas, 2000, 2014), es posible sugerir un culto o
una relación ritual muy fuerte con la noche, que con-
trasta con el culto al Sol recurrente en la cosmología de
los Andes centrales.
Necesariamente, al hablar de Chilmá Bajo, tene-
mos que hablar sobre los cacicazgos Pasto que, con base
Figura 4
Comparación entre la a) Maqueta del sitio de la Vereda El Arrayán (Las Lajas, Nariño)
y b) la planta del cementerio “proto-Pasto” de Miraores, Pupiales (Nariño).
Nota. Imagen a) tomada de: (Vásquez Pazmiño, 2017, p. 132), y b) redibujado por el
autor en Adobe Illustrator 2023 a partir de: (Uribe y Micolta, 1988, p. 48).
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en la información etnohistórica y arqueológica actual,
no es pertinente tratar como una unidad política centra-
lizada, o como un grupo de complejos étnicos temporal
y espacialmente diferenciados por los estilos cerámicos.
Los Pastos, serían más bien, de un mismo grupo cul-
tural o lingüístico (Floyd, 2022; Grijalva Sierra, 2023),
perteneciente al “Mundo Barbacoa” (Hechler, 2023, pp.
4-7), compuesto por unidades políticas cacicales de ín-
dole disperso y teocrático (Earle, 1987; Hayden, 1994,
1995; Service, 1984), diferentes e independientes, que a
escala del paisaje comparten una organización espacial
semejante tanto en la sierra como en las zonas bajas, y
que a escala iconográfica rutinizó los mismos marca-
dores figurativos, culturalmente configurados de dife-
rentes maneras en la materialidad (Bernal Vélez, 2011;
López, 2014; Vásquez Pazmiño, 2017), según una lógica
que responde a las necesidades económicas y religiosas
que muestran vínculos de pertenencia o filiación social
con lo que actualmente llamamos Pasto.
El entrelazado semiótico entre humanos y
no-humanos
En las cosmologías andinas, la separación entre
sujeto y objeto, naturaleza y cultura, no está rígidamen-
te definida. En el mutisubjetivismo, la antropología
más allá de lo humano (Kohn, 2021; Viveiros de Castro,
2004), y las arqueologías indígenas Pasto (Lucero Ber-
nal, 2025) los no-humanos pueden poseer subjetividad
y agencia en función de la relación que establecen con
otros seres. Al transponer esta cualidad relacional al
contexto Andino, la materialidad no es inerte: las pie-
dras, los ríos, los cerros y otros elementos del paisaje
son agentes que participan activamente en las relacio-
nes sociales (Allen, 2019; Ávalos y Vásquez, 2017; Lu-
cero Bernal, 2025; Rappaport, 1987; Tantaleán, 2019).
Desde la arqueología, este enfoque es complementado
por la arqueología simétrica en el nuevo materialismo
(Olsen, 2003, 2012; Witmore, 2007), que rechaza la di-
cotomía entre sujeto y objeto, proponiendo que los arte-
factos no son meros efectos de la acción humana, sino
co-constituyentes del paisaje cultural.
Esta concepción está profundamente implicada
en la creación de petroglifos, los cuales, al constituir-
se por un elemento “natural” como la roca derivada
de eventos geológicos, que a través de grabados es hu-
manizada por actos manifiestos de esta interacción hu-
mano-no humano dentro del paisaje, por las imágenes
representadas, por la orientación de los paneles elegi-
dos, o por la ubicación de la roca con respecto a facto-
res fenomenológicos como la audición o la visibilidad
(Conkey, 1997; Díaz-Andreu et al., 2017; Fierro Lyton
et al., 2023; Garcês y Nash, 2017; Granja Aguirre, 2014;
Layton, 2000; Lucero Bernal, 2025; Wienhold, 2014).
Los petroglifos, entonces, deben ser comprendidos no
solo como inscripciones en piedra, sino como actores
que configuran y son configurados por su entorno.
Dichos procesos y sistemas responden al hacer,
fenomenológicamente (Tonner, 2011) distinguido entre
los actos que presuponen posicionalidad con respecto a
un objeto o estado de la materia, y las acciones que son
movimientos (mentales o corporales) intencionales que
buscan satisfacer una intención (Vecchi, 2011, pp. 74-
75). Así, los actos y las acciones se traducen a la cogni-
ción causal o la capacidad de establecer y/o reconocer
que los actos o las acciones mentales (sensoriales o al-
macenadas) son la causa constructora de una conduc-
ta, efecto nuevo, material, emocional o simbólico. En la
arqueología, esta relación es analizada con un carácter
diagnóstico, pues el sentido es: efecto (datos sustraibles
del registro material) a causa (conductas desde la inten-
cionalidad en no-humanos y de la actividad humana)
(Rivera Arrizabalaga, 2020, p. 14).
No obstante, dicha relación diagnóstica no suscita
una construcción del pasado desde una percepción se-
parada y derivativa, entre las conductas sociales (mente,
cuerpo, cosas) y la “naturaleza” (no-humanos, paisaje).
Cuando hablamos de la “mente” no nos referimos a su
cualidad físico-orgánica o a un grupo de estructuras re-
presentacionales neutras, sino a la mente como un pro-
ceso continuamente constituido por el uso, intercambio
y reciclaje de una variedad de signos colectivamente
intersubjetivos e intencionales, y pensados desde una
perspectiva activa y participativa (pensar con y a través
de) (Malafouris, 2021, p. 40; Vecchi, 2011, p. 75). En
otras palabras, pensar es, cómo la mente y el cuerpo se
relacionan con las cosas dentro del mundo vivido (Ga-
llagher, 2014; Malafouris, 2021; Olsen, 2003; Witmore,
2007).
Los Petroglifos de Chilmá Bajo: Agencia, Paisaje y Significación en el Mundo Pasto
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Consecuentemente, al hablar de procesos u obje-
tos cognitivos, cómo la abstracción (acto necesario para
la representación), constituimos una formación de con-
ceptos compuestos por la identificación de propiedades
comunes en un conjunto de objetos o no-humanos, pero
pensados y representados, ignorando algunas de las
propiedades físicas que los constituyen, de manera que
el “ser” del ente abstraído es significado por su relación
causal con uno o varios agentes (Rivera Arrizabalaga,
2020, p. 20; Tonner, 2011, p. 119). La materia pasa a ser
materia simbólica y por consiguiente su cualificación a
través del tiempo y espacio depende del entrelazado de
seres que la significan. En otras palabras, si bien esta
significación es pensada en términos humanos, la ca-
dena concatenada de relaciones distribuidas entre las
relaciones sociales que constituyen un punto de vista,
conduce a que este punto de vista mismo sea el que con-
figura la subjetividad (Kohn, 2021; Viveiros de Castro,
2004). Más que una equivalencia absoluta entre huma-
nos y no-humanos, esta perspectiva establece una red
de relaciones en la que la agencia es asignada de mane-
ra contextual y relacional. En este sentido, los artefactos
poseen una ontología ambigua: son materializaciones
de intencionalidad y, por lo tanto, signos de la presencia
de un sujeto. La subjetividad, en lugar de ser una ca-
tegoría fija, es un fenómeno emergente dentro de una
ecología de relaciones donde lo que para unos es natu-
raleza, para otros es cultura (Viveiros de Castro, 2004).
Esto suscita la necesidad de vincular la carga teórica de
la arqueología cognitiva con la ecología histórica.
Este conjunto de conceptos plantea que los paisa-
jes no son meros escenarios de la acción humana, sino
sistemas en los que humanos y no-humanos coevolu-
cionan (Balée, 2006; Crumley, 2006; Erickson, 2008;
Meyer y Crumley, 2011; Schroder et al., 2021; Vásquez
Pazmiño, 2020). En este sentido, los petroglifos pueden
entenderse como huellas de una construcción paisajís-
tica a largo plazo (Braudel, 1982), donde las prácticas
humanas han modelado y han sido modeladas por su
entorno. En este sentido, la causalidad tras la construc-
ción del paisaje converge en la capacidad de los seres
humanos para intervenir su medio en consecuencia de
sus necesidades, a la par que en este proceso los entes
no-humanos también pueden interferir en el mundo de
formas no previstas por los humanos (Meyer y Crumley,
2011, pp. 119-121). Por consiguiente, estudiar la cultu-
ra, en el caso de la provincia del Carchi, también impli-
ca estudiar los fenómenos climáticos cómo la Pequeña
Figura 5
Composición gráca de la relación entre la mente, el cuerpo y el paisaje, con la creación
semiótica de signicado..
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Edad de Hielo (AD 1300 - 1850 d.C) (Behringer, 2010;
Ledru et al., 2013; Vásquez Pazmiño, 2020, pp. 66 y 81-
85), la geo-vulcanología de la región (Fierro Lyton et al.,
2023; Hall y Mothes, 1998, 2008; Monsalve y Laverde,
2016; Telenchana Lagua, 2017) o el uso de las plantas
en el pasado (Astudillo, 2007) y en el presente (Mon-
cada-Rangel y Morales-Muñoz, 2017), en relación con
cómo se construyó la cultura en una historia donde el
medio ambiente no solo existe como parte y consecuen-
cia de las actividades humanas, sino que tiene vida, his-
toria y leyes propias (Radkau, 1993).
Tradicionalmente, la interpretación de los petro-
glifos se ha centrado en su dimensión icónica, es decir,
en su semejanza visual con objetos o figuras reconoci-
bles. No obstante, la semiótica Peirceana (Kockelman,
2005; Kohn, 2021) nos permite ir más allá de esta re-
ducción, al considerar que los signos pueden ser icóni-
cos, indexicales (índices) o simbólicos. En este marco,
los petroglifos no deben ser entendidos exclusivamente
como íconos, sino también como índices, es decir, como
signos cuya significación depende de su relación con su
entorno material y social.
La construcción del índice se fundamenta en la
contigüidad y correlación contextual entre el signo y el
objeto. Mientras que el ícono depende de la semejanza
visual, el índice adquiere su significado a partir de la in-
terdependencia material entre los elementos del paisaje
y las acciones humanas. En el caso de los petroglifos,
esta interdependencia se manifiesta en la selección de
las piedras, su ubicación estratégica dentro del territorio
y su relación con otros elementos geográficos y arqueo-
lógicos. La acción de grabar en la roca no solo crea una
representación visual, sino que también establece una
conexión tangible con el entorno, uniendo la agencia
humana y la no-humana en un acto dinámico de signi-
ficación (Figura 5).
Este proceso implica que el significado de los pe-
troglifos no reside únicamente en la imagen grabada,
sino en el contexto relacional en el que existen. Los sig-
nos adquieren sentido en la medida en que interactúan
con su paisaje circundante, con las prácticas rituales y
con los sujetos (humanos y no-humanos) que los in-
terpretan y utilizan. La semiosis de los petroglifos, en-
tonces, no es estática ni unidimensional; es un proceso
dinámico en el que el signo, el objeto y el interpretante
se entrelazan continuamente, formando una red de sig-
nificación en la que cada elemento influye y es influen-
ciado por los demás.
Desde esta perspectiva, los petroglifos son mar-
cadores dentro de un sistema distribuido de agencia y
memoria. No solo representan el mundo vivido, sino
que también participan en su construcción, al influir
en los desplazamientos, rituales y actividades de las co-
munidades que los crearon. Este entrelazado semiótico
permite entender que la agencia no está centralizada
en un solo actor, sino distribuida en un complejo teji-
do de interacciones donde los petroglifos son a la vez
productos y productores de significado de acuerdo a va-
rias intenciones. Desde esta perspectiva, los petroglifos
de la provincia del Carchi interpretativamente emergen
como entidades activas en la co-creación del paisaje.
Metodología
A partir del estudio que abarcó todos los petro-
glifos registrados en la provincia del Carchi (Argoti Gó-
mez, 2024) mediante un enfoque metodológico semióti-
co-indexical, esta investigación se enfoca en el caso del
petroglifo Chiles 01 (RPC-CT-004) (figura 6) dentro del
contexto de Chilmá Bajo. No obstante, en esta sección
se explicará todo el marco metodológico aplicado a la
muestra regional para enmarcar el desarrollo interpre-
tativo que incorpora a los petroglifos como nodos den-
tro de un paisaje. Así, el icono, cuya relación con el sím-
bolo se establece a través de la similitud en cualidades
Figura 6
Petroglifo RCP-CT-004 panel horizontal noroeste
Nota. Fotografía tomada en campo por el autor.
Los Petroglifos de Chilmá Bajo: Agencia, Paisaje y Significación en el Mundo Pasto
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representadas como forma, color, textura o tamaño; y
el índice, cuya relación con el símbolo se basa en co-
rrelación contextual y contigüidad (Kockelman, 2005,
pp. 245-246; Kohn, 2021, pp. 12-13), fueron metodoló-
gicamente traducidos en componentes cualitativos que
definen los sitios de petroglifos, permitiendo su análisis
sistemático.
Para las variables indexicales (Tabla 1), se asignó
a los petroglifos una forma geométrica aproximada para
calcular el área del panel y el volumen de la roca (Figura
7). La inclinación de los paneles se categorizó en cinco
tipos: vertical, horizontal, inclinado, vertical-inclinado
y horizontal-inclinado, y se clasificaron adicionalmente
por orientación.
El análisis geo-espacial se realizó utilizando los
mapas cartográficos georreferenciados 1:25.000 más
recientes del Carchi, elaborados por el Instituto Geo-
gráfico Militar del Ecuador (IGM), junto con 93 sitios
arqueológicos relacionados con la cultura Pasto (Mi-
nisterio de Cultura y Patrimonio e INPC, 2009) y 134
sitios de bohíos georreferenciados (Hechler et al., 2024;
Gondard y López, 1983). Se aplicó el Plug-in Viewshed
de QGIS, utilizando el índice de distancia media de
1.500 metros de Higuchi y Terry (1983) para cuantifi-
car la relación entre los petroglifos, los elementos geo-
gráficos visibles y los sitios arqueológicos (Figura 8).
La visibilidad, en contraste con la distancia lineal, actúa
como una herramienta sensorial y fenomenológica de
Figura 7
Resumen de las formas geométricas utilizadas para el cálculo del
volumen en m³ de los petroglifos.
Nota. a) Prisma Trapezoidal, b) Prisma cuadrangular-rectangu-
lar, c) Prisma rectangular-cuadrangular+trapezoidal, d) Medio
Prisma elíptico. Hecho por el autor en Adobe Illustrator 2023.
Juan Camilo Argoti Gómez
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STRATA, 07-12/ 2025, vol.3 , nro.2
orien
tación, considerando la variabilidad del paisaje
como un factor que facilita o limita las asociaciones.
Las variables geográficas identificadas incluyeron
ríos, quebradas, lagunas, cuchillas y colinas. Adi-
cionalmente, se utilizaron datos geomorfológicos
y geopedológicos del Proyecto de Generación de
Geoinformación a Nivel Nacional del IGM (escala
1:125.000) para determinar los tipos de suelo, cate-
gorías de pendiente y origen volcánico de los sitios
de petroglifos.
Para las variables icónicas, los motivos fueron
digitalizados a partir de fotografías y literatura ar-
queológica (López, 2014; Uribe, 1992; Uribe y Cabre-
ra Micolta, 1988). Los grabados se clasificaron según
sus representaciones figurativas (Figura 9: e.g., figu-
ras antropomorfas, venado Odocoileus virginianus,
mono Potus flavus – Tutamonos), en espiral (Figura
10), con distinción entre su dirección rotatoria (dex-
trógiras o levógiras) así como la cantidad de vueltas,
y composiciones geométrica circulares (Figura 11),
angulares (Figura 12), y triangulares (Figura 13), con
descripción del tipo de relieve y asociación con ele-
mentos lineales (para el glosario completo grabados
registrados en la muestra, ver: (Argoti Gómez, 2024,
pp. 48-59).
Siguiendo los parámetros estadísticos de Dren-
nan et al. (2015) para investigaciones regionales
- donde un 80% de confianza con ±10% de error es
aceptable, y tomando como referencia los 202 sitios
de petroglifos registrados en Nariño (Quijano Vodniza
et al., 2020), se seleccionó una muestra de 37 petrogli-
fos, de entre los cuales en este estudio se consideran
23 (Tabla 1), cumpliendo con los criterios estadísticos
establecidos por Drennan et al. (2015). La deconstruc-
ción icónica-indexical combinada resultó en 234 varia-
bles, de las cuales 90 fueron analizadas mediante agru-
pamiento jerárquico multivariado en R-Studio, con el
fin de identificar patrones espaciales y semióticos
significativos.
Figura 8
Ejemplo del análisis de visibilidad, a partir del petroglifo Chiles 01 (RPC-CT-004) en Chilmá Bajo.
Nota. Hecho por el autor en QGIS.
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Figura 9
Motivos antropomorfos y zoomorfos en los petroglifos de Chilmá Bajo, Carchi.
Nota. Hecho por el autor en Adobe Illustrator 2023.
Juan Camilo Argoti Gómez
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Figura 10
Motivos en espiral en los petroglifos de Chilmá Bajo, Carchi.
Nota. Hecho por el autor en Adobe Illustrator 2023.
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Figura 10 (contuación)
Nota. Hecho por el autor en Adobe Illustrator 2023.
Juan Camilo Argoti Gómez
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Figura 11
Motivos circulares en los petroglifos de Chilmá Bajo, Carchi.
Nota. Hecho por el autor en Adobe Illustrator 2023.
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Figura 11 (continuación).
Nota. Hecho por el autor en Adobe Illustrator 2023.
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Figura 12
Motivos angulares en los petroglifos de Chilmá Bajo, Carchi.
Nota. Hecho por el autor en Adobe Illustrator 2023.
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Figura 13
Motivos triangulares en los petroglifos de Chilmá Bajo.
Nota. Hecho por el autor en Adobe Illustrator 2023.
Juan Camilo Argoti Gómez
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wAgencia No-Humana y Memoria Cultural en
los Petroglifos de Chilmá Bajo
Para construir la interpretación del Petroglifo
Chiles 01 es necesario primero entender cómo este en-
caja dentro de las intenciones generales reflejadas en los
petroglifos de Chilmá Bajo. En este sentido, la morfo-
logía de las rocas, su relación visual con el paisaje y su
accesibilidad son fundamentales. En términos genera-
les, los petroglifos de Chilmá Bajo se caracterizan por
ser prismas trapezoidales, prismas rectangulares, y el
compuesto de prisma trapezoidal y rectangular (forma
exclusiva para Chilmá Bajo). La variación en las formas
de los petroglifos, localmente, demuestra tamaños rela-
tivamente homogéneos. Por otro lado, sí influye signifi-
cativamente en la disposición de los paneles, pues estas
formas derivan exclusivamente en que los motivos sean
dispuestos en paneles inclinados, o inclinados-horizon-
tales con la presencia de un panel superior horizontal
que se orienta casi cardinalmente (tanto en sentido es-
te-oeste como norte-sur), y cuyos motivos siempre son
circulares y se asocian con grabados lineales que fluyen
de manera descendente a lo largo de los paneles incli-
nados.
En cuanto a la asociación entre visibilidad y los
elementos geográficos del paisaje, todos los petroglifos
de la muestra están relacionados con al menos un río,
quebrada o cerro/loma; de entre estos, los elementos hí-
dricos (ríos, quebradas) son los más representados en
cuanto a asociación, con un 31,64% de la muestra. No
obstante, de por sí, estos valores no nos dicen mucho,
pues es necesario considerar la asociación contextual
entre los petroglifos y los ríos-quebradas. Como ele-
mentos geográficos cambiantes a través del tiempo, su
rol no es estático, en especial en cuanto a los ríos, pero
su posición relativa sí nos puede dar una idea general
en cuanto a su rol en la accesibilidad, o falta de, con
respecto a los petroglifos. En el caso de los petroglifos
de Chilmá Bajo, el río Chilmá genera una división entre
los petroglifos ubicados en lo que actualmente es el pue-
blo de Chilmá Bajo-Sitio Chilmá 1, los de la zona de El
Paraíso-Sitio Chilmá, y los de la zona de San Pedro-Sitio
San Pedro, que están al otro lado del río. Aunque el río
Chilmá es cruzable, y cómo podrá verse en la cadena de
intervisibilidad en las Figuras 12 a-b (que será explorada
más adelante), existe una relación visual entre todo el
complejo de petroglifos y bohíos bajo un rango de visión
de 1.500 metros, la división causada por el río sí causa
un factor no negligible de esfuerzo agregado en cuanto
a la accesibilidad.
No obstante, dentro del contexto geográfico de
Chilmá Bajo, en la que los petroglifos y bohíos se asien-
tan en porciones bajas del valle, sobre la cuchilla de San-
ta María, o en pendientes con una inclinación menor al
12-40%, el acceso hacia los petroglifos y bohíos no está
restringido por el esfuerzo añadido en el conjunto de
subir una colina inclinada y/o cruzar una quebrada o
río distantes. La morfología de las piedras adquiere fun-
ción dentro de un contexto de accesibilidad en el que
el componente visual se constituye como fundamental
en pro de la relación entre los petroglifos, estructuras y
marcadores del paisaje.
El análisis de intervisibilidad aplicado a los 23 pe-
troglifos de Chilmá Bajo, en relación con los 29 bohíos
registrados por Vásquez Pazmiño et al. (2006), demos-
tró una clara dependencia inter-sitio entre los dos entes,
pues la mayoría de los bohíos (26) son visibles desde al
menos un petroglifo y 22 petroglifos son visibles desde
al menos un petroglifo. Adicionalmente, esta asociación
visual abarca todos los tipos de bohío definidos por Vás-
quez Pazmiño et al. (2017), con los tipos 2 y 3 (viviendas
comunes y de estatus) como los más vistos (59% y 21%
respectivamente). Consecuentemente, la asociación pe-
troglifos-bohíos y bohíos-petroglifos, al abarcar los tres
sitios de Chilmá Bajo, presupone una visión interconec-
tada a los petroglifos de los tres sitios. De manera que,
como punto de visión, los bohíos, a través de los petro-
glifos, y los petroglifos a través de los bohíos representan
un punto de correspondencia entre los sitios, e intencio-
nalmente, están ubicados en relación.
Memorias en Piedra
Mientras que en las partes altas de la provincia
del Carchi los petroglifos reciben el nombre coloquial
de “Piedras Pintadas”, en el piedemonte noroccidental,
estos son llamados “Mapas”. Si bien, acertar conclusi-
vamente, a partir de los datos obtenidos, que estos pe-
troglifos fueron en efecto mapas, es una afirmación
insuficiente, pues el concepto de mapas responde a
Los Petroglifos de Chilmá Bajo: Agencia, Paisaje y Significación en el Mundo Pasto
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Figura 14
Cadena de intervisibilidad entre petroglifos y bohíos.
Nota. De arriba hacia abajo, a) Cadena de intervisibilidad con los petroglifos como el punto de observación
con un rango de análisis de 1500m; b) Cadena de intervisibilidad con los bohíos como el punto de obser-
vación con un rango de análisis de 1500m. Hechos por el autor en QGIS.
Juan Camilo Argoti Gómez
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Revista Ecuatoriana de Arqueología y Paleontología
STRATA, 07-12/ 2025, vol.3 , nro.2
una visualización y organización occidental del espa-
cio (Gartner, 1998); sin embargo, si es posible afirmar
que su intencionalidad, y, en consecuencia, su función,
pudo haber estado intensamente relacionada con la
orientación dentro de una región cultural transicional o
de amortiguamiento. Es bajo esta particularidad regio-
nal dentro de una misma área cultural que el petroglifo
Chiles 01 (RPC-CT-004) fue elegido como el enfoque de
esta relectura pues, para las personas que actualmen-
te significan los petroglifos en Chilmá Bajo, este es un
mapa que representó “las casas de los antiguos” (Don
Jesús Castro, comunicación personal, 2023).
El petroglifo Chiles 01 está compuesto por dos
paneles, uno lateral orientado hacia el sur, y uno ho-
rizontal en su parte superior dispuesto de norteoeste a
sureste. Es justamente en este panel que la mayoría de
sus grabados están dispuestos. Estas imágenes repre-
sentan cavidades cóncavas, formas circulares cerradas
y con una abertura en alto relieve distribuidas longitu-
dinalmente en paralelo con un grabado lineal grueso,
y finalmente con formas en bajo relieve asociadas con
líneas y más cavidades cóncavas (Figura 1). Desde una
perspectiva netamente iconográfica estos grabados cir-
culares se asemejan a cómo visualizamos los bohíos,
que están dispuestos a lo largo de la roca, que a su vez
parece una cuchilla geográfica; posiblemente replican el
patrón de asentamiento lineal descrito por Uribe y Ca-
brera Micolta (1988) para este tipo de soporte geográfico
(Figura 4a).
No obstante, la semejanza no es el factor deter-
minante en la significación pues, los signos adquieren
sentido en la medida en que interactúan con su paisa-
je circundante, con las prácticas rituales y con los su-
jetos (humanos y no-humanos) que los interpretan y
utilizan,
formando una red de significación en la que
cada elemento influye y es influenciado por los demás.
Esta cadena empieza con el hecho de que el petroglifo
se constituye como tal porque individuos adscritos al
horizonte Pasto entre 423-554 cal d.C (Periodo de Desa-
rrollo Regional); y 1300-1369 cal 1476-1631 cal d.C (Pe-
riodo de Integración y Colonia), decidieron materializar
mensajes culturalmente profundos, intencionalmente
mediante el acto de crear los grabados. Esta cadena de
decisiones determinó que esta roca, vea o sea vista por
Figura 15
Vista de Chilmá Bajo desde el Petroglifo RPC-CT-005
Nota. Fotografía tomada en campo por el autor.
Los Petroglifos de Chilmá Bajo: Agencia, Paisaje y Significación en el Mundo Pasto
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otros elementos específicos dentro de la organización
del espacio. Así, el petroglifo Chiles 01 tiene la potestad
de ver y ser visto por dos petroglifos: RPC-CT-005 (Figu-
ra 15) y RPC-CT-006 y dos bohíos del tipo habitacional:
Bohíos G y Y; así como directamente ver al río Chilmá,
a las quebradas Negra, Manzanilla y Chorro Grande, y a
la cuchilla Santa María (Figura 6). Adicionalmente, es-
tas decisiones ocurrieron en un contexto ecológico cu-
yas características climáticas se caracterizan por la alta
frecuencia o ausencia de precipitaciones; una cualidad
que debió ser exacerbada durante la ocupación del sitio
entre: 423-554 cal d.C (Periodo de Desarrollo Regional);
y 1300-1369 cal d.C-1476-1631 cal d.C (Periodo de Inte-
gración) (Vásquez Pazmiño, 2017, p. 133), que dentro
de la historia ambiental, lo ubican dentro del fenómeno
de cambio climático global de la Anomalía Climática
Medieval y la Pequeña Edad del Hielo (850 - 1800 d.C)
(Behringer, 2010, pp. 85-167; Ledru et al., 2013, pp. 315-
317; Vásquez Pazmiño, 2020, pp. 78-95).
Es así que, la iconografía identificada como diag-
nóstica para estos petroglifos, compuesta de grabados
circulares en alto o bajo relieve, interconectados con
conglomerados de líneas que fluyen a través de los pa-
neles lateral y horizontales de los petroglifos, cobra sen-
tido en relación con el medio ambiente. Este es el caso,
pues, con la lluvia, los grabados circulares en alto o bajo
relieve, son llenados por el agua que, a su vez, fluye por
todo el petroglifo a manera de ríos. En este sentido, al
hacer una comparación práctica con los petroglifos-
monolitos Inka conocidos como la fuente de Concacha
o Montolítio de Saywiti (Figura 16a) (Dean, 2020) y la
roca central de Rumiwasi (Figura 16b) (Christie, 2003),
presentan al petroglifo como una representación tridi-
mensional de un asentamiento Pasto y su orografía.
Ahora, la perspectiva que plantea a este petrogli-
fo como un “mapa, se asienta en una intención repre-
sentativa del paisaje, en la que su función pudo haber
estado intensamente relacionada con la orientación
dentro de una región cultural transicional o de amorti-
guamiento. De acuerdo con Ávalos y Vásquez (2017) y
Uribe (1995), Chilmá Bajo posiblemente formó parte de
las rutas de comercio prehispánicas pues era: “la ruta
alternativa hacia la llanura del Pacífico desde territorio
Pasto, bordeando las faldas del volcán Chiles, vía Mal-
donado para tomar el cauce del río San Juan” (Uribe,
1995, p. 448). De esta manera, dentro de una concepción
diacrónica del paisaje, en la que la medianamente alta
y tupida vegetación del bosque muy húmedo Montano
Bajo, que actualmente reduce la visibilidad de los rasgos
arqueológicos en Chilmá Bajo, en el pasado no debió
ser así. Partiendo de una alusión al trabajo de Erickson
(2008), en el que los imaginarios de la Amazonía como
un paisaje natural y prístino son reposicionados hacia
una visión de esta como un paisaje domesticado por las
actividades antrópicas, evidenciables a lo largo del tiem-
po por el registro arqueológico, así como por la compo-
sición de bosque secundario de la mayoría de la selva.
El paisaje de Chilmá Bajo, como bosque secundario ale-
daño a un sitio arqueológico con múltiples estructuras
Figura 16
De arriba a abajo comparación entre, a) fuente de Conca-
cha-Montolítio de Saywiti, y; b) roca central de Rumiwasi.
Nota. Imagen a) tomada de: (Dean, 2020, p. 309);
imagen b) tomada de: (Christie, 2003, p. 139).
Juan Camilo Argoti Gómez
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STRATA, 07-12/ 2025, vol.3 , nro.2
habitacionales (Vásquez Pazmiño et al., 2006), y de cul-
tivo intensivo (Astudillo, 2007), así como los múltiples
petroglifos con una relación dependiente entre petrogli-
fos y las estructuras habitacionales, denota un paisaje
altamente antrópico que debió haber estado “defores-
tado” en consecuencia de las necesidades y actividades
realizadas en este territorio.
Adicionalmente, puesto que los elementos geo-
gráficos vistos desde el petroglifo Chiles 01, como la cu-
chilla de Santa María, tienen la capacidad de facilitar
acceso a través de los ríos Caynacan y San Juan, hacia
Mayasquer, en lo que hoy en día es Colombia, como
una isla de filiación dentro de los sistemas de comercio
micro verticales en los Andes septentrionales (Cuéllar,
2011; Murra, 1975; Salomon, 2011; Van Buren, 1996), los
petroglifos pudieron servir como marcadores del paisaje
y de orientación con respecto a la movilidad dentro de
esta región transicional. Por otro lado, su cualidad como
espacios públicos que a través de su forma facilitan la
doble visualización del paisaje, y su autofunción perfor-
mativa con la lluvia, también podrían ser equiparables
con el paisaje como representaciones análogas del mis-
mo, e impactarían otro nivel de ceremoniosidad asocia-
do con los quehaceres cotidianos.
Conclusiones
A través del estudio del petroglifo Chiles 01 (RPC-
CT-004) dentro del contexto regional de la provincia del
Carchi, es posible argumentar que la agencia humana,
expuesta en el acto-acción intencional de replicar la cul-
tura a través de signos grabados, está inexorablemen-
te vinculada con los agentes no-humanos. A través del
tiempo y el espacio, el paisaje es constituido a través de
los constantes entrelazados entre las mentes humanas,
los cuerpos humanos y las cosas creadas y pensadas con
y a través de sí mismas en relación con la ecología, hidro-
grafía, orografía y vulcanología que permean la base del
hacer cultural. Entender las intencionalidades espaciales
de acuerdo con las cuales los petroglifos de la provincia
del Carchi fueron creados, en gran medida, implica lo que
para Tantaleán (2019) es pensar en el mundo y sus ele-
mentos constitutivos, sea desde el porqué y el cómo ha-
bitamos un mundo cambiante, qué lo constituye; y mo
conceptualizamos las sustancias que hacen los objetos y
seres que lo habitan; o sea, es una cualidad inherente y
fundamental de la condición humana. Así, esta es una
cuestión ontológica, que, en el marco espacial y tempo-
ral de la región andina, se ocupa de las cuestiones re-
lacionadas con el ser y su existencia. En la arqueología
antropológica esto ha significado un replanteamiento
constante de cómo adaptamos cualquier ontología recu-
perada, como por ejemplo, a través del giro ontológico,
aplicado en un contexto arqueológico o en un escena-
rio antropológico espacial y temporalmente distante,
pero “vinculado” en su no-occidentalidad (Viveiros de
Castro, 2004, pp. 1-2). Por consiguiente, la arqueología
desde su inherente interpretabilidad, concibe desde una
secuencia analítica deductiva (efecto a causa), una re-
lación causal entre una acción culturalmente definida
y direccionada (cazar, contar, rendir culto, orientación,
percepción del tiempo y espacio etc…(causa)), con una
base material (en este caso la piedra (efecto)), que puede
ser percibida y entendida a través de los sentidos cuan-
do se emplea la acción causal (Rivera Arrizabalaga,
2020, pp. 19-20).
De esta manera, como efecto, los datos sustraídos
del registro material dependen de la construcción onto-
lógica del pasado, para crear las acciones culturales que
suscitaron dicho efecto. En este sentido, la aplicación de
una metodología que focaliza la creación del contexto a
partir de los sentidos (en este caso, la visibilidad) y de la
significación, como un agregado de los elementos que
conforman un rasgo estudiado (petroglifos), dentro del
paisaje, e interpretados como la suma de las diferentes
relaciones ocasionales entre los demás elementos cultu-
rales que influyen y son influenciados por el rasgo, plan-
tea un acercamiento hacia entender el porqué de estos
fenómenos culturales.
A partir del enfoque metodológico aplicado, se
pudo interpretar que la creación del petroglifo Chiles 01
responde a una intencionalidad espacial vinculada a la
orientación y a la organización del paisaje en un con-
texto de movilidad y uso del espacio. La interconexión
visual del Chiles 01 con otros petroglifos y estructuras
habitacionales, indica que su función no era meramente
decorativa o simbólica, sino que se insertaba dentro de
un sistema de marcadores paisajísticos que facilitaba la
Los Petroglifos de Chilmá Bajo: Agencia, Paisaje y Significación en el Mundo Pasto
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navegación territorial y la construcción de significados
compartidos dentro de la región. El análisis del entorno
geográfico y climático sugiere que, los petroglifos fue-
ron diseñados para interactuar con factores ambientales
dinámicos, como la lluvia, lo que refuerza su dimensión
performativa y su relación con el paisaje en transforma-
ción, a través de cómo la acumulación y el flujo del agua
en los grabados, podrían haber jugado un papel en la
representación simbólica de las rutas fluviales o asenta-
mientos. A su vez, esta relación entre petroglifos y agua
se inscribe en una ontología relacional Andina, donde
los elementos del paisaje son concebidos como agentes
activos, dentro de un sistema donde la naturaleza y la
cultura no están separadas, sino que forman parte de
un mismo tejido ontológico (Viveiros de Castro, 2004;
Kohn, 2021; Tantaleán, 2019).
Desde una perspectiva diacrónica, el petroglifo
Chiles 01 se inserta dentro de un paisaje intensamen-
te antrópico, donde su visibilidad y accesibilidad re-
fuerzan su rol como parte de una red de significación
cotidiana y ceremonial. El uso del petroglifo como un
posible “mapa” cultural no debe entenderse dentro de
las categorías cartográficas occidentales, sino como una
representación análoga del entorno, empleada para la
orientación dentro de una región transicional y de inter-
cambio (Uribe, 1995; Ávalos y Vásquez, 2017). Además,
la asociación del petroglifo con rutas de comercio pre-
hispánicas, como la que conectaba la sierra con la lla-
nura del Pacífico, refuerza su importancia dentro de un
paisaje dinámico de interacción social (Cuéllar, 2011;
Murra, 1975; Salomon, 2011; Van Buren, 1996).
En consecuencia, el estudio de los petroglifos del
Carchi no puede limitarse a una interpretación icono-
gráfica estática, sino que, debe incorporar un enfoque
semiótico y ontológico que considere su papel dentro de
un paisaje dinámico. Chiles 01, al igual que otros petro-
glifos en la región, no solo registra una manifestación
artística, sino que es parte de una ecología históri-
ca, simétrica, cognitiva y relacional donde humanos y
no-humanos co-construyen el espacio vivido. Compren-
der estos petroglifos implica, no solo analizar sus formas
y patrones, sino también su relación con el territorio, los
agentes que los crearon y las condiciones ambientales
que los enmarcan.
En última instancia, pensar en los petroglifos im-
plica pensar en su espacialidad, en su papel como nexos
entre la cultura y el medio ambiente, y en su capacidad
para transmitir significados que trascienden la imagen
grabada en la roca. Su análisis dentro del marco contex-
tual ofrece una lectura más holística de la materialidad
del pasado, reconociendo que estos grabados no solo son
vestigios de un tiempo remoto, sino actores activos en la
construcción del paisaje cultural y la memoria colectiva.
Fecha de recepción: 3 de marzo de 2025
Fecha de aceptación: 26 de junio de 2025
Juan Camilo Argoti Gómez
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