Revista PCI
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“Jóvenes guardianes de saberes”:
tendiendo puentes intergeneracionales a través de la etnografía y el cine
Pilar Egüez Guevara y Alejandra Zambrano
Antecedentes
Entre 2012 y 2015, las autoras de este artículo
emprendimos una serie de proyectos en distintas
localidades de Manabí que dieron origen a la pro-
ductora independiente “Comidas que curan”. Una
de nuestras primeras iniciativas fue investigar sobre
los cambios en la alimentación y formas de vida de
abuelas y abuelos para recuperar sus recetas tra-
dicionales. En colaboración con La Poderosa Media
Project, organización que trabaja hace más de quince
años en programas de educación artística comuni-
taria, realizamos entrevistas de campo y talleres de
formación en etnografía y video digital con el fn de
recopilar los saberes del patrimonio agroalimentario
en comunidades de Bahía de Caráquez, Leonidas
Plaza, Chone, San Vicente, Barquero y Calceta. Los
resultados de este trabajo, difundidos a través de
eventos populares y académicos a nivel local, nacional
e internacional, se encuentran en el sitio web
www.
comidasquecuran.org
y en el canal de
Youtube
de la
productora (
https://bit.ly/3rAybzi
).
En el contexto alimentario actual del Ecuador,
consideramos que nuestros proyectos son de carác-
ter urgente. La rápida urbanización y modernización
que atravesó el país en las últimas décadas del siglo
pasado han impactado negativamente el proceso de
valoración de saberes ancestrales y, por consiguien-
te, su transmisión. Hoy en día, las generaciones más
jóvenes criadas en las ciudades otorgan más valor
a alimentos modernos, empaquetados, industriali-
zados y procesados a la vez que reniegan, o incluso
se avergüenzan, de los alimentos tradicionales que
cocinan y/o cultivan sus familias. Esta desvaloriza-
ción ha creado impactos nutricionales, evidentes en
los persistentes niveles de desnutrición infantil y la
creciente epidemia de obesidad en el país. De manera
más amplia, estos cambios han afectado la soberanía
alimentaria en lo concerniente a la pérdida de diversi-
dad, valor y demanda de los cultivos locales en favor
de los agroindustriales.
Durante la investigación de campo e interven-
ciones en formación con jóvenes en la provincia de
Manabí entre 2012 y 2015, evidenciamos estos pro-
cesos de desvalorización del patrimonio agroalimen-
tario a través de entrevistas con adultos/as mayores,
jóvenes y adolescentes. La investigación inició una
etapa de documentación de saberes, alimentos y cul-
tivos locales, tanto para usos culinarios tradicionales
como para fnes medicinales. Como parte de esto, en
2014 ofrecimos una formación en antropología de la
alimentación y documental etnográfco a jóvenes en
Bahía de Caráquez. Una memoria de esa capacitación
se puede ver en video (Comidas que curan,
2019
).
La pandemia del Covid-19 y las medidas de con-
fnamiento magnifcaron la problemática de desvalori
-
zación de saberes, al interrumpir su transmisión en los
espacios de socialización comunitaria y en la comercia-
lización de la gastronomía local. La pandemia tuvo un
efecto fulminante en muchas localidades donde las y
los portadores de saberes desaparecieron físicamente
a causa de esta enfermedad, llevándose una parte de
la memoria colectiva de su territorio. En este senti-
do, el Covid-19 puso en evidencia la importancia de
asegurar la producción y valorización de los cultivos
locales, con métodos que garanticen la sostenibilidad
y protección del ambiente y nuestra salud.
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Rodaje del cortometraje
El Rompope de Angélica
, Esteban Cedeño Rodríguez, Calceta, 2021.
En este marco, en octubre de 2021 desarrolla-
mos el proyecto “Jóvenes guardianes de saberes” en
la ciudadela Chirijos, en la zona rural de la parroquia
Calceta, cantón Bolívar, para atender la necesidad
urgente de salvaguardar el patrimonio agroalimen-
tario y asegurar su transmisión mediante un proceso
integrado de formación en investigación y difusión de
saberes tradicionales de Manabí, dando continuidad
al trabajo iniciado en 2012 con la iniciativa “Comidas
que curan”. El proyecto ubicó a las generaciones más
jóvenes en el centro del proceso de salvaguardia,
asegurando así su revalorización y transmisión hacia
el futuro. A continuación, describimos el desarrollo,
métodos y resultados de este proyecto.
Implementación y metodología
del proyecto
Gracias al apoyo de las Líneas de Fomento
de la Memoria Social administradas por el Instituto
Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), implementa-
mos el proyecto “Jóvenes guardianes/as de saberes:
formación en investigación y difusión en medios di-
gitales del patrimonio alimentario del cantón Bolívar,
Manabí”, en octubre de 2021. El objetivo general fue
enseñar herramientas básicas en investigación etno-
gráfca y video digital a niños/as y jóvenes entre 10 y
22 años para que registren y participen en el estudio,
documentación, salvaguardia y difusión de los sabe-
res de las/os portadoras/es de saberes en sus familias
y comunidades.
Como primer paso, conformamos un equipo de
cuatro personas integrado por dos instructoras, Pilar
Egüez Guevara (etnografía) y Alejandra Zambrano
(video), y dos coordinadores/as de campo/tutores,
Ana Maya Cornejo y Esteban Cedeño Rodríguez. El
taller se impartió en la Casa Cultural Experimental “La
Montuvia”, en la ciudadela Chirijos, un centro donde
participantes del taller y sus familias se reúnen desde
hace varios años en torno a programas de revaloriza-
ción y afrmación de la cultura local.
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Ana Maya Cornejo (izq.), Pilar Egüez Guevara, Alejandra Zambrano, Esteban Cedeño Rodríguez,
equipo del proyecto, Mateo Martínez, Calceta, 2021
Ana Maya Cornejo, exestudiante nuestra en
antropología de la alimentación y documental etno-
gráfco en 2014, se encargó de la coordinación previa
del taller desde “La Montuvia” en Calceta. Durante los
meses anteriores a la implementación del proyecto,
Ana discutió personalmente los objetivos de este
proyecto con miembros de la comunidad, quienes
suscribieron la carta de consentimiento libre, previo e
informado. Los/as frmantes fueron niños/as jóvenes
entre 10 y 22 años residentes de la ciudadela, aunque
los/as menores de 14 años obtuvieron el consenti-
miento de sus respectivos/as representantes.
El programa se desarrolló a lo largo de seis
días y consistió en clases teóricas, dinámicas grupa-
les y ejercicios prácticos. Impartimos cinco sesiones
en etnografía con enfoque en nutrición ancestral y
cinco talleres prácticos en video digital. A través de las
clases, los/as estudiantes adquirieron herramientas
necesarias para entrevistar a miembros de su comu-
nidad, documentar la sabiduría local, conformar una
historia y participar en el rodaje de un cortometraje
sobre una receta tradicional protagonizado por las/
os portadoras. Algunas habilidades que los/as estu-
diantes aprendieron en el programa incluyen solicitar
consentimiento informado, realizar una guía de en-
trevistas, generar una historia a través de la memoria
social de la alimentación, analizar discursos sobre
nutrición, utilizar una grabadora de voz, elementos de
fotografía y uso de cámaras de video, tanto profesio-
nales como de su celular.
Al cabo del tercer día, los tutores orientaron al
grupo a conformar tres equipos y escoger tres rece-
tas preparadas por sus mamás, abuelas y hermanas
para contar sus historias mediante tres cortometra-
jes. Cada video llevó el nombre de la receta tradicio-
nal y de su autora: “La tonga de Olivia”, “El rompope
de Angélica” y “El bollo de Dolores”. Estas tres pro
-
tagonistas, representantes de tres generaciones de
mujeres en Calceta, comunicaron sus saberes a los/as
más jóvenes mediante los canales de la investigación
etnográfca y el video.
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El programa se desarrolló a lo largo de seis
días y consistió en clases teóricas, dinámicas grupa-
les y ejercicios prácticos. Impartimos cinco sesiones
en etnografía con enfoque en nutrición ancestral y
cinco talleres prácticos en video digital. A través de las
clases, los/as estudiantes adquirieron herramientas
necesarias para entrevistar a miembros de su comu-
nidad, documentar la sabiduría local, conformar una
historia y participar en el rodaje de un cortometraje
sobre una receta tradicional protagonizado por las/
os portadoras. Algunas habilidades que los/as estu-
diantes aprendieron en el programa incluyen solicitar
consentimiento informado, realizar una guía de en-
trevistas, generar una historia a través de la memoria
social de la alimentación, analizar discursos sobre
nutrición, utilizar una grabadora de voz, elementos de
fotografía y uso de cámaras de video, tanto profesio-
nales como de su celular.
Al cabo del tercer día, los tutores orientaron al
grupo a conformar tres equipos y escoger tres rece-
tas preparadas por sus mamás, abuelas y hermanas
Tongas listas para servirse, Esteban Cedeño Rodríguez, Calceta, 2021.
para contar sus historias mediante tres cortometra-
jes. Cada video llevó el nombre de la receta tradicio-
nal y de su autora: “La tonga de Olivia”, “El rompope
de Angélica” y “El bollo de Dolores”. Estas tres pro
-
tagonistas, representantes de tres generaciones de
mujeres en Calceta, comunicaron sus saberes a los/as
más jóvenes mediante los canales de la investigación
etnográfca y el video.
Devolución del trabajo a la comunidad
Culminado el programa en campo, se procedió
a la fase de postproducción para editar los cortos,
misma que estuvo a cargo de Esteban Cedeño Rodrí-
guez. Una vez fnalizada esta etapa, se coordinaron
cuatro muestras de estreno de la serie de cortome-
trajes en dos localidades de Manabí: dos virtuales a
través de
Facebook Live
, en colaboración con Carreta
de Recetas Podcast y el INPC, y dos presenciales. El
18 de marzo de 2022, invitamos a las tres protago-
nistas de los videos a asistir a uno de los estrenos,
en el Centro de Investigación Hojas-Jaboncillo del
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ron los rodajes, cuando el aula se trasladó hacia las
cocinas de leña en los patios de sus propias casas. En
este espacio, las maestras eran sus madres y abuelas.
Intrigado, uno de nuestros estudiantes preguntó:
“¿cuándo vamos a volver a las clases?” Le contesta-
mos que esa era la clase. Acostumbrados a ver a sus
parientes cocinando como una actividad ordinaria, no
remunerada y poco reconocida o subvalorada frente
a los alimentos en contextos urbanos, nuestros/as
estudiantes encontraron un espacio para replantear-
se y reconocer la valía de los saberes tradicionales de
su comunidad.
De manera similar, durante la devolución del
trabajo a la ciudadela evidenciamos el reto de la falta
de interés por parte de los residentes en participar en
un cine-foro donde se proyectaban películas pro-
tagonizadas por mujeres en actividades ordinarias,
cocinando platos de consumo cotidiano. Nada de ello
era una novedad para los espectadores, portadores
y herederos de estos mismos saberes. Convocamos
a vecinos/as y sus familias, pero demoraron más de
una hora en llegar y fue poca la concurrencia en una
noche lluviosa, situación que no incentivó la participa-
ción. No obstante, preguntamos a algunos residentes
del lugar: ¿qué podríamos haber hecho distinto para
incentivar la asistencia? Mencionaron ofrecer comida,
alcohol y música para bailar. En otras palabras, apren-
dimos que es necesario ajustar nuestras intervencio-
nes a las necesidades, intereses y cultura específca de
la comunidad para lograr un impacto mayor.
Quizás una proyección al aire libre podría fun-
cionar mejor en un contexto más urbanizado, pero
no en una ciudadela rural como Chirijos. Además,
refexionamos sobre el hecho de qué representa para
los vecinos/as, salir un viernes o sábado por la no-
che, al centro cultural del barrio para presenciar una
película sobre lo que ellos/as ven a sus madres hacer
a diario en sus cocinas. Ver representadas en una pan-
talla grande las comidas que se comen a diario en sus
INPC, para recibir un reconocimiento público de las
autoridades y la comunidad por su labor y su saber.
Al siguiente día, llevamos los cortometrajes al lugar
donde se originó el proyecto en Calceta: el centro “La
Montuvia” en el barrio Chirijos. Se realizó una proyec-
ción al aire libre seguida de un foro comunitario; fue
un encuentro entre las portadoras, los/as talleristas
y sus vecinos/as. Los lanzamientos fueron documen
-
tados en video y realizamos entrevistas a las prota-
gonistas para crear una memoria del proyecto que
se puede visualizar en
Youtube
(Comidas que curan,
2023
).
Retos y oportunidades en la salvaguardia
del patrimonio gastronómico
Impartir este tipo de contenido que enfatiza
el valorar las tradiciones a los/as más jóvenes trae
sus retos y sus oportunidades. Quizás el reto más
importante, clave para la transformación que aspira-
mos lograr, es el de resaltar la imagen de las mujeres
portadoras de saberes culinarios en autoridades y
expertas en el tema. El trabajo doméstico, en general,
y la cocina, en particular, ha sido históricamente des-
valorizado en el contexto local; no es remunerado y
su conocimiento se considera inferior al de otros que
suelen ejercer los hombres. En las últimas décadas, la
profesionalización de la gastronomía y la creación del
rol del chef han cambiado esa percepción, pero esta
mejora tiene implicaciones de género ya que, en su
mayoría, los que reciben el reconocimiento y se bene-
fcian del prestigio de dichos títulos son hombres.
En nuestro taller, pudimos constatar estas per-
cepciones sobre las cocineras y abrir un espacio de
ruptura y revalorización del trabajo de la mujer para
los/as más jóvenes. Por ejemplo, nuestras sesiones
teóricas se impartieron en un espacio similar al de
las aulas en la educación formal: los/as estudiantes
estaban organizados/as en sillas frente a una pantalla
y a las instructoras. Al cabo del tercer día, se inicia-
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Referencias
Comidas que curan (18 de agosto de 2019).
Seminario
Antropología de la comida y documental etno-
gráfco – Manabí [
Video]. Youtube. https://bit.
ly/3wia0Ja
Comidas que curan (16 de enero de 2023).
Jóvenes
Guardianes de Saberes, Calceta, Manabí, Ecuador
[Video memoria]. Youtube. https://www.youtu-
be.com/watch?v=FPogtBc72Q0&t=1s
casas talvez les resulta poco interesante comparado
con, por ejemplo, un flme de Hollywood, un docu
-
mental sobre el sushi o un baile animado con música
comercial.
Conclusión
Desde que empezamos a trabajar con “Comidas
que curan”
hace diez años, el gran reto ha sido des-
pertar el interés de los y las jóvenes, entre quienes
circulan discursos desvalorizantes sobre la comida
tradicional. Con “Jóvenes guardianes de saberes” aspi-
ramos generar una cultura del comer que se aleje de
la culpa y la vergüenza con respecto a lo patrimonial.
En este proyecto, como en intervenciones anteriores,
nos enfrentamos a dos grandes fuerzas, la industria y
el sistema médico, que desde hace más de cuatro dé-
cadas alimentan esos discursos. Creencias sobre las
comidas tradicionales como inferiores (“de indios”, “de
negros”, “de pobres”), dañinas para la salud o incluso
antihigiénicas, han ido destruyendo sistemáticamente
el patrimonio agroalimentario que las comunidades
han heredado, perfeccionado y usado por milenios
para vivir y sobrevivir, para alimentarse y también
para sanarse. Nuestra estrategia no es pelear contra
los gigantes de la industria y el sistema médico, por-
que sería inútil, sino más bien desempolvar saberes
olvidados, tender puentes y abrir caminos que aún
viven en las memorias familiares, nexos entre estas
dos generaciones desconectadas por la ciudad, para
reencontrarse con su herencia y volver a confar en
esos conocimientos que curan y dan vida. En resu-
men, mediante este trabajo aspiramos a devolverles
la autoridad a nuestras abuelas sobre nuestra vida a
través de sus saberes alimentarios.
Este proyecto afanzó el aprendizaje de que re
-
valorar los conocimientos locales en contextos rurales
es un proceso muy complejo pero necesario. Implica
y requiere trabajar de manera participativa, muy de
cerca con miembros dentro y fuera de la comunidad,
para escuchar de primera mano y comprender la
diversidad de intereses y necesidades de sus miem-
bros. De esta manera podremos generar iniciativas
que los satisfagan, en especial los del segmento más
joven, reconociendo que no siempre estarán alinea-
dos con los nuestros como gestoras culturales preo-
cupadas por asegurar la salvaguardia del patrimonio
inmaterial.