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Memoria social, una experiencia de salvaguarda en el cantón San Lorenzo. Entre vegetación, ríos y mar.
INPC, Revista del Patrimonio Cultural del Ecuador
Con la independencia de España, San Lorenzo
pasa a formar parte de la nueva República del Ecuador
en 1830 y, en 1861, el nuevo Estado realiza la primera
división política en la que se integra a la provincia de
Imbabura, porque la Sierra quería tener salida al mar,
cometido que no logró alcanzar. En 1863, Esmeraldas
reclama a San Lorenzo como parroquia del cantón
Eloy Alfaro (IGM, 2010, p. 9), pero el disfrute de su
parroquialización duró poco porque en 1869 fue
entregado en calidad de hipoteca subarrendada a la
compañía inglesa Ecuadorian Land Company, dedicada al
comercio de tagua, oro y madera, como parte de pago de
la deuda que se tenía con Inglaterra por los préstamos
para la guerra de independencia. Esta empresa operó
hasta 1930 cuando surgieron conictos entre los
habitantes de San Lorenzo y el jefe de la compañía;
dados los malos entendidos, los británicos enviaron
barcos y tropas para amenazar a los habitantes. Sin
embargo, en las indagaciones se comprobó que eran
líos personales y en el veredicto se conminó a que la
compañía asumiera los gastos ocasionados; esta pagó
y cedió sus derechos a otra empresa de nacionalidad
alemana (Arroyo, 2019, p. 2), (GAD, 2023, p.1).
Finalmente, el Congreso Nacional devuelve San Lorenzo
a Esmeraldas considerando que ya no había deuda
que saldar; se cantoniza el 22 de marzo de 1978 con su
nombre actual.
Victoria Caicedo Hurtado (comunicación
personal, 4 diciembre del 2022), de 101 años y madre
de Josena Lugo, interlocutora de esta investigación,
cuenta que convivió con las monedas que usaban los
ingleses, llamadas “pailones”, quienes fomentaron el
uso de estos pedazos de cobre en el territorio para
comercializar la tagua, el oro y la madera.
Actualmente, el cantón tiene una parroquia
urbana y doce rurales; su población es de 42 486
habitantes, de acuerdo al censo del 2010, y alberga
unos 28 546 refugiados colombianos (GAD, 2014, p. 44).
La mayor cantidad de personas son afroecuatorianas
y cuenta con dos territorios ancestrales de las
nacionalidades awá y chachi.
Este acercamiento a la historia y constitución
político social de San Lorenzo permite entender
la complejidad de su construcción identitaria y la
necesidad imperante de salvaguardar su memoria
social. Para Arizpe (2013), el patrimonio cultural
intangible incorpora la memoria colectiva de los
pueblos y se forma a partir de la capacidad de adquirir
un signicado en el pasado y modelarlo para construir
el futuro (p. 27).
Por otro lado, las dicultades que experimenta
este cantón permiten comprender la dicultad en
salvaguardar su patrimonio cultural, ya que la realidad
de la población está relacionada con la deforestación
por monocultivos. Hasta el 2008, la palma
africana ocupaba más del 13,77% del suelo; las
concesiones para la extracción de oro y minería
artesanal, el 11,42%, por lo que las cuencas de los
ríos Mira, Mataje, Santiago, Cayapas y Tululbí están
contaminadas. A esto se suman los graves problemas
sociales, el alto grado de semi analfabetismo de
deserción escolar, sobrepoblación de migrantes
refugiados, carencia de servicios básicos (GAD,
2014, p. 44), aumento del índice de narco violencia
(González, 2020, p. 1), lo que provoca disminución
de la práctica artesanal, mínima atención a la
salvaguardia del PCI y pocas políticas públicas que
den valor a las manifestaciones culturales.
En este sentido, esta investigación ha
encontrado que existen técnicas y conocimientos
ancestrales en peligro de extinción. Por ejemplo,
la elaboración de tejidos artesanales con bra o
la construcción de canoas y marimbas, en donde
el factor de riesgo predominante es la escasez de
especies vegetales o maderables, su materia prima, a
causa de la deforestación.
Arizpe (2013) dirá que las culturas están en
constante cambio y que sus portadores crean nuevas
formas y se adaptan a las circunstancias históricas
(p. 28), sin embargo, en San Lorenzo no será posible
la adaptación si desaparecen los saberes y sus
detentores, por esto es importante la salvaguarda de
las técnicas y conocimientos ancestrales.
Yolanda Cortez (comunicación personal, 3
de noviembre 2022), de la zona de Tululbí Ricaurte,
es una tejedora de escobas, petates y abanicos de
71 años. Ella dice: “dejé de tejer canastos de pesca
porque se contaminó el río, ya no puedo elaborar
abanicos o petates porque escasea la bra vegetal”.
Estos saberes se convierten en un
instrumento cultural que fortalece las capacidades
básicas de los hombres y mujeres para desarrollar
formas de vida (Arizpe, 2013, p. 45), por eso, al
recuperar la memoria, la población aumenta las
posibilidades de supervivencia cultural y humana.
La herencia del pasado que vive en el presente
constituye para las futuras generaciones el capital
social que fortalece el sentido de pertenencia
individual y colectiva y genera mayor cohesión
territorial. Esta experiencia en San Lorenzo no se
focalizó en una manifestación cultural, sino en
aquellas que no eran percibidas por las instituciones,
entendidas como heredades intangibles cuyos
portadores son reconocidos comunitariamente
como esenciales.
Para la Unesco (2000), los Tesoros Humanos
Vivos (THV) son individuos con un alto grado de
conocimiento y técnica necesaria para interpretar